Argentina/ Fracking y el nuevo racismo ambiental [Maristella Svampa Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Dic 3 01:03:20 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

3 de diciembre 2018

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Argentina



Entrevista a Maristella Svampa



Fracking y el nuevo racismo ambiental



En su nuevo libro, la socióloga Maristella Svampa vincula raíces familiares
con las transformaciones y daños que trajo la megaminería en el sur
argentino, donde nació. Svampa afirma que los modelos de desarrollo deben
pensarse en relación con la crisis socio-ecológica.



Bibiana Ruiz

Revista Ñ, 28-11-2018

https://www.clarin.com/



Mientras la información dosificada del derrame de petróleo del 19 de octubre
en la zona de Vaca Muerta se completa día a día con datos, imágenes
satelitales y fotográficas, detalles de los daños y posibles sanciones,
muchos argentinos tratamos de imaginar las 45 hectáreas (o 10 canchas de
fútbol) de contaminación de las que hablan los expertos. ¿Cómo entender la
dimensión de los daños producidos por un escape de gas y el vertido de
petróleo que duró 36 horas? La actividad hidrocarburífera no es nueva en la
zona.



La extracción de petróleo y gas se realiza, con metodologías convencionales,
desde fines de la década del 60. A fines de la década del 2000, el regreso
de YPF a la zona se dio en un contexto de un nuevo avance de la frontera
gasífera sobre las áreas de producción de fruta. A esto se sumaron el
desembarco de los hidrocarburos no convencionales y el fracking, o fractura
hidráulica, una técnica experimental de extracción del gas o del crudo
atrapado en las rocas, realizado con metodologías no convencionales. De
estos últimos hidrocarburos no se hablaba hasta que, en 2012, la base de su
explotación sobre todo en Vaca Muerta, vino de la mano de la expropiación
parcial de la petrolera.



Un año antes, en 2011, el Departamento de Energía de Estados Unidos dio a
conocer un informe que establecía un ranking global, y colocaba a la
Argentina en el tercer puesto en “recursos potenciales” de gas no
convencional, detrás de China y Estados Unidos. Ese mismo año, los primos de
Maristella Svampa firmaron un contrato que cedía hectáreas del terreno de la
chacra de su abuelo, en Allen, Río Negro, a la empresa Apache Corporation.
En su libro Chacra 51. Regreso a la Patagonia en los tiempos del fracking
(Sudamericana), la socióloga cuenta cómo la historia de su familia se
entrelaza con la ampliación de la frontera tecnológica que abrió la puerta a
otras formas de yacimientos, las de los hidrocarburos denominados no
convencionales, cuya extracción es técnicamente más difícil, económicamente
más costosa y con mayores riesgos de contaminación.



Svampa escribe sobre el recuerdo de la chacra llena de peras y manzanas en
la localidad de mayor producción de esas dos frutas en todo el país. Y,
también, sobre cómo las energías extremas ayudaron al desmantelamiento de
una economía regional. Ella piensa en la torre petrolera y la plataforma
multipozo en lo que en su infancia fue una laguna, y cuenta los males de
familia, con un primo enfermo y un padre chacarero militante antifracking
como personajes centrales. De todo esto también habló en su casa de Buenos
Aires.



–Resulta inevitable asociar el título de su libro, y la foto que lo ilustra,
con el área 51. Con la lectura se confirma que son muchas las cosas que
desconocemos. ¿Cuál es la dimensión oculta?



–Sí, efectivamente es como la parte oculta, la otra cara de estos proyectos
que tienen tanto impacto a nivel territorial, socio-sanitario y también
humano. Hay una serie de debates que en la Argentina no se están dando en
relación a estos modelos de desarrollo. Andrés Carrasco decía que el país es
un laboratorio a cielo abierto, algo que él ilustraba sobre todo con el
avance de los transgénicos y de la soja, el impacto del glifosato sobre los
territorios y la salud de las personas. A eso hay que añadir el avance de la
megaminería en los últimos 15 años en distintos territorios, sobre todo en
las zonas cordilleranas y precordilleranas y, de manera más reciente, la
expansión de la frontera petrolera a través de la fractura hidráulica, que
es una técnica muy controversial que genera fuertes resistencias en todo el
mundo. Yo hablo de esa dimensión oculta, de lo que no se quiere debatir y
sobre lo cual tampoco se quiere escuchar. En el medio de todo ese silencio
en torno al impacto de los modelos de desarrollo, su vínculo con la crisis
socioecológica, sus repercusiones en los territorios, las resistencias,
también está el hecho de que, por ejemplo cuando hablamos del fracking y los
hidrocarburos no convencionales, en general la gente asocia exclusivamente
con Vaca Muerta. Y en realidad, lo que existe es la Cuenca del Neuquén, que
es un reservorio de hidrocarburos no convencionales que abarca toda la
provincia de Neuquén, el sur de Mendoza y el Alto Valle de Río
Negro-Neuquén, donde está Allen. Si Vaca Muerta es el mascarón de proa del
fracking, de los hidrocarburos no convencionales en la Argentina, la popa,
que es lo oculto y lo que no queremos ver, es Allen, una de las principales
productoras de gas no convencional a nivel nacional en donde el fracking
avanza entre plantaciones de peras y manzanas.



–Este no es su primer libro sobre fracking, sin embargo, es especial. Además
de la historia familiar es un volver a las raíces, un encontrarse con el
ámbito privado y analizarlo a la luz de lo público, y también una denuncia y
una forma de problematizar la explotación petrolera. ¿Cómo fue la
experiencia?



–Fue un libro muy difícil de escribir porque implica una fuerte exposición
sobre cuestiones que involucran, por ejemplo, a mi familia. Pero me
tranquilizó e inspiró el libro de Didier Eribon, El regreso a Reims. Allí,
en clave personal y familiar, hay una mirada política y sociológica sobre
una problemática importante que es cómo las clases populares en Francia
terminan por votar a la extrema derecha. Yo sentí la necesidad de elaborar
esta historia a través de un texto escrito. Para mí se trata de explicar
cómo el fracking ha sido posible no sólo en la Argentina, no sólo en la
cuenca neuquina, sino en un pueblo como Allen cuya historia está ligada a
una economía centenaria basada en la fruticultura, cómo y por qué los
chacareros no se movilizan y también por qué hay una suerte de racismo
ambiental.



–¿Cómo es eso?



–Hay una suerte de racismo ambiental porque en estos momentos el fracking
todavía afecta en términos de impacto sobre la salud a sectores pobres
rurales que no existen bajo la mirada de las clases medias. Porque además
hay una indiferencia con respecto al propio destino del pueblo, porque
además son actores débiles los chacareros, y en pleno eclipse de una
identidad. Quería explicar también la dimensión histórica del proceso en
relación por ejemplo a la contaminación. Yo no tengo una mirada romantizada
o ingenua sobre la economía frutícola, que utilizó durante décadas
agroquímicos muy fuertes que generó una primera onda de contaminación
tierra-agua-aire- y que impactó sobre la salud, de lo cual no se habla en el
Alto Valle de Río Negro, es un tema vedado. Ciertamente, en las últimas
décadas se han dejado de utilizar agroquímicos tóxicos. Sin saberlo fuimos
un pueblo fumigado. Y eso no es algo aceptado en la zona. Hoy el 11% de la
producción del Alto Valle es orgánica y el 23% de las exportaciones que se
hacen al exterior, también. Ahí hay una transformación de la matriz que en
todo caso muestra la capacidad de resiliencia del sistema basado en la
fruticultura. Hay una segunda ola ligada a la primera avanzada petrolera,
porque la explotación del petróleo y el gas no es algo reciente. Comenzó a
avanzar en la región en los 70, aunque tímidamente, y cuando yo era niña
escuchaba las explosiones, las fugas de gas y hay una antorcha perpetua, la
llama, que escupe gas día y noche. Esa fue la primera avanzada petrolera en
un momento en el cual la economía frutícola era próspera, pujante, con lo
cual no había posibilidad de competencia alguna ahí. La tercera es el
fracking. Y yo digo que es “el tiro del final”, porque de ahí no hay salida,
no hay capacidad de resiliencia.



–¿Es el peor, el más peligroso de los sistemas extractivos?



–No hay ninguna duda. Porque además, donde hay extracción de petróleo o
avance de los hidrocarburos lo que queda es el desierto. De hecho, yo
recuerdo cuando era chica que en la hectárea que rodeaba los pozos de
petróleo sólo había piedras. Es decir, no hay posibilidad de recuperar la
tierra luego de eso. Sí hay capacidad de recuperación del sistema frutícola
y de su conversión hacia sistemas más sanos.

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