Ecuador/ Un nuevo ciclo político tras el referéndum [Decio Machado]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Feb 12 22:22:02 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

12 de febrero 2018

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Ecuador

Tras el referéndum del 4 de octubre

Ante un nuevo ciclo político

Decio Machado

Viento Sur, 11-2-2018

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El pasado 4 de febrero el pueblo ecuatoriano decidió terminar con la
hegemonía correista que dominó el país durante los últimos 11 años. Dos de
cada tres ecuatorianos votaron a favor de las preguntas de la Consulta
Popular impulsada por el Gobierno Nacional en una lógica de disputa
auspiciada por el ex mandatario Rafael Correa, produciéndose por primera vez
en la historia un rechazo ciudadano mayoritario a los postulados políticos
del ex mandatario. Hasta entonces -mediante consultas populares,
plebiscitos, referéndums y elecciones- el ex presidente Correa había llegado
a acumular en tan solo diez años doce victorias consecutivas en las urnas.

De las siete preguntas impulsadas desde el Ejecutivo, las tres primeras
tenían relación directa con el correísmo, abordando temáticas como:

•La supresión de derechos políticos a culpables de corrupción, lo cual
afecta a un número cada vez mayor de altos funcionarios que formaron parte
del núcleo de poder del antiguo régimen –son ya una decena de ex ministros
correista los que se encuentran imputados en distintas causas y este número
seguirá en aumento- y que podría terminar afectando al mismo Rafael Correa;

•La eliminación de la enmienda constitucional aprobada en la última fase del
gobierno anterior por la cual implementaba la reelección indefinida en los
cargos de gestión pública a partir de 2021 y que permitía a Correa volver a
presentarse, tal como era su intención, en los próximos comicios
presidenciales;

•Y, la recomposición del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social
–popularmente conocido como el quinto poder constitucional-, cuyos miembros
designaban a parte de los titulares de las instituciones del país, lo cual
se le permitió al aparato correista seguir manejando la estructura del
Estado más allá de que el ex mandatario ya no ocupara el sillón
presidencial.

¿Qué fue el correísmo?

Comprender la situación actual del Ecuador conlleva entender que es lo que
fue esto que se ha definido como correísmo y el por qué ha dejado de ser
funcional en este momento para las élites ecuatorianas.

Desde 1997, a partir del gobierno de Abdalá Bucaram, Ecuador inauguró una
etapa de crisis institucional permanente que hizo que ningún presidente
elegido desde entonces en las urnas lograra terminar su mandato.
Evidentemente esto generaba gran inestabilidad política y se convirtió en un
factor de desequilibrio importante respecto a una política de inversiones
que se hacía cada vez más urgente y necesaria para la modernización
capitalista que el país debía afrontar tras la crisis financiera vivida en
los años 1999-2000.

A la entrada del presente siglo la economía mundial se estabilizó superando
las varias e importantes crisis sufridas en diversos países del mundo
–México y Venezuela (1994), Tailandia, Indonesia, Filipinas, Taiwán, Corea
del Sur… (1997), Rusia (1998) o Argentina (2001)-, lo cual permitió a la
economía internacional mejorar su desempeño, con crecimientos entre el 4% y
el 6% al iniciar la década, hasta la llegada de la crisis financiera global
de 2008.

De igual manera, desde 2003 los precios de los commodities aumentaron por
los efectos de huracanes, como el Katrina, en instalaciones petroleras; el
crecimiento en la economía de los países emergentes y en los
industrializados; y, particularmente, por el auge de la industria de la
construcción, que terminó en una burbuja especulativa, que al reventar hizo
que los inversionistas vuelquen su interés a mercados especulativos tales
como el oro y el petróleo, causando una sobre demanda artificial que hizo
subir el precio del crudo a un máximo de 147,27 dólares por barril en julio
de 2008.

En ese contexto, el crudo ecuatoriano que depende de la cotización del
petróleo norteamericano West Texas Intermediate (WTI) -que es el crudo
marcador para el continente americano- y que es básicamente vendido tanto
por Petroecuador como por las compañías privadas extranjeras en el país,
también elevó notablemente sus precios.

Siendo un país dependiente económicamente del crudo, el crecimiento promedio
del PIB ecuatoriano durante la primera década del presente siglo fue de 4,4%
mientras que durante los diez años anteriores dicho indicador no superó el
1,8%. Lo anterior indica que a partir del año 2000 la economía ecuatoriana
comenzó a consolidarse en gran medida apoyada por condiciones externas
favorables –precio del petróleo y las remesas provenientes de los migrantes-
generándose las condiciones adecuadas para una tardomodernización del
sistema capitalista nacional.

En ese contexto el sector más dinámico del capital ecuatoriano entendió que
podía mejorar sus posibilidades de negocio propiciando un mayor nivel de
consumo en los mercados internos a través de cierto reparto del excedente
petrolero –no de la distribución de la riqueza que continúa en manos de unos
pocos- y la incorporación al mercado de sectores populares mediante el
endeudamiento familiar y financiarización popular (democratización del
consumo con base en préstamos del sector financiero privado). Este es el rol
que fundamentalmente desempeñó el gobierno de Rafael Correa durante el
último período de bonanza económica en Ecuador.

A lo largo de la primera década del presente siglo, el mayor rubro de
participación en el PIB en la economía nacional ha sido el consumo privado,
el cual representó un promedio de 66,6% del PIB, convirtiéndose en el factor
que más contribuyó al crecimiento nacional durante el período previo a la
caída de los precios del petróleo.

La dinamización de la economía nacional teniendo como motor al Estado, eje
de la política económica correista, significó que los sectores empresariales
y financieros fueran los principales beneficiados de una acción que carecía
de riesgos para la inversión privada pues se hacía en base al erario
público. El respeto demostrado por el gobierno correista a la matriz de
acumulación heredada de la era neoliberal, conllevó que no existiera la más
mínima transformación de carácter estructural sobre los pilares que
fundamentan los ejes constitutivos de poder en Ecuador; ello, pese a que los
sectores históricamente olvidados pudieran beneficiarse durante el período
de bonanza de ciertas políticas asistencialistas basadas en la transferencia
del excedente derivado de la agudización de las políticas extractivistas. A
la postre, esto significó que mientras se ponía hincapié en un
propagandístico discurso soberanista, al interior del país se agudizara cada
vez más la dependencia económica internacional de los mercados especulativos
globales y se reprimarizara sustancialmente la economía nacional.

El modelo económico funcionó e incluso gozó de amplio apoyo popular, milagro
económico lo llamaron, mientras duró el boom de los commodities, viniéndose
al traste todo el andamiaje de las políticas sociales y económicas
correistas a partir de la caída del precio del crudo en 2013.

Es a partir de entonces cuando comienzan a deteriorarse ciertos servicios
públicos, la economía nacional se paraliza, el consumo interno cae y los
indicadores de disminución de la pobreza e incremento de la capacidad
adquisitiva por parte de los trabajadores comienza a deteriorarse.

En febrero del 2014 el gobierno del Presidente Rafael Correa comenzaría a
sentir el desgaste político de su mandato, perdiendo en las elecciones
seccionales las principales alcaldías del país ante partidos de oposición.
Los sectores empresariales que en otro momento se habían visto beneficiados
por las políticas correistas, entienden ahora que pasado el período de la
economía fácil es necesario aminorar el gasto público, reducir el volumen
del Estado y volver a liberalizar la economía. Ante la nueva falta de
liquidez del Estado ecuatoriano, este dejó de ser funcional para seguir
dinamizando la economía nacional y vuelve a ponerse en cuestión la política
de subsidios sociales.

Lo anterior conllevó un incremento de las movilizaciones populares en el
conjunto del país, lo cual derivó en una convocatoria de paro/movilización
convocado en agosto del 2015 por el movimiento indígena y el sindicalismo no
clientelar que terminó siendo vergonzosamente reprimido por las fuerzas de
seguridad del Estado.

El conflicto Correa vs Moreno

En estas condiciones y en medio de una agresiva política de endeudamiento
público que derivó en que el volumen de deuda externa actual supere con
creces los niveles heredados de la época neoliberal, el entonces mandatario
ecuatoriano decidió no presentarse a las elecciones del 2017, pero dejó
abierta la puerta para una nueva postulación en 2021.

Estratégicamente el correísmo consideró que era mejor que fuera otro
mandatario quien procediera con las políticas económicas de ajuste ya
inaplazablemente necesarias en el país, permitiendo así una regeneración de
la imagen de Rafael Correa, quien estratégicamente volvería en 2021 para
“salvar” al Ecuador de los programas de ajuste fruto de un déficit fiscal
galopante e insostenible. Así las cosas, en diciembre del 2015, la bancada
oficialista aprobó forzadamente una reforma constitucional que permitía la
reelección del mandatario para el período inmediatamente posterior a una
legislatura marcada por la crisis económica heredada de la gestión saliente.
Sin embargo, la estrategia para la vuelta al poder de Rafael Correa pasaba
por la necesidad de seguir controlando el aparato del Estado durante el
actual período, bloqueándose cualquier posibilidad de fiscalización y
auditorias internas que pudiera hacerse sobre un modelo de gestión pública
altamente corrupto que significó durante diez años la subyugación de todos
los poderes y órganos del control del Estado al Ejecutivo.

Lo anterior implicó la necesidad de que Alianza PAIS ganara las elecciones
del 2017, quedando la mayor parte de las instituciones públicas en manos de
ex funcionarios de probada cercanía con el ex mandatario. La única figura
con la que contaba Alianza PAIS para ganar estas elecciones era Lenín
Moreno, quien por sus funciones como enviado especial del Secretario General
de Naciones Unidos sobre Discapacidad y Accesibilidad había residido en
Ginebra desde 2014, lo que implicaba que se hubiera mantenido al margen del
deterioro correista de los últimos años.

Hay que remontarse muy atrás en la historia del Ecuador para encontrar un
mandatario que tras diez años de gestión continuada en el poder terminase su
período con cierto respaldo político -pese a la decadencia de los últimos
años- como era el caso de Rafael Correa. Más allá la enorme polarización
social creada entorno a su figura, Correa abandonó la poltrona presidencial
con todavía un importante apoyo social fundamentalmente entre los sectores
populares, los cuales le reconocían el impulso a proyectos sociales de
carácter asistencialista y la inversión realizada durante la última década
en el ámbito de la infraestructura y modernización del Estado. Sin embargo,
ha sido una concatenación acelerada de errores político estratégicos los que
han hecho que el ex mandatario perdiera la hegemonía que aun mantenía
políticamente en el país.

Con la llegada la nueva administración de Lenín Moreno, el correísmo dejaba
en puestos estratégicos a gran parte de su anterior equipo de gestión. Esto
implicaba que mantenía el control sobre un enorme y desmedido aparato de
propaganda gubernamental articulado durante la pasada década, al igual que
lo hacía respecto al control sobre la producción –sobre la que el Estado
ecuatoriano ha tenido una notable incidencia durante los últimos diez años-,
en aras a las responsabilidades establecidas en torno a la figura del
inicial Vicepresidente de la República, Jorge Glas, el principal hombre de
confianza de Rafael Correa en el nuevo gabinete y quien se mantenía como
responsable del cambio de matriz productiva y la inversión en megaproyectos.
Pero al mismo tiempo, el correísmo mantenía el control también sobre el
frente político del gobierno a través de figuras como la primera titular de
la Cartera de la Gestión Política –Paola Pabón- y del consejero presidencial
Ricardo Patiño –el principal operador político al interior de Alianza PAIS
durante la gestión gubernamental anterior-, al igual que lo hacía respecto a
la Asamblea Nacional –el legislativo ecuatoriano- a través de sus operadores
en la bancada mayoritaria de Alianza PAIS. No contento con esto, Rafael
Correa controlaba también, mediante el Consejo de Participación Ciudadana y
Control Social, a los órganos de fiscalización y control del aparato del
Estado, cuya designación de responsable respondía íntegramente a
personalidades afines al ex presidente en instituciones tales como el
Consejo Nacional Electoral, la Corte Constitucional, la Contraloría General
del Estado, la Fiscalía General del Estado, el Tribunal Contencioso
Electoral, el Consejo de la Judicatura o la Defensoría del Pueblo entre
otras.

Pese a que las tensiones entre Lenín Moreno y el ala dura correista son
palpables desde el mismo momento de la investidura del actual Presidente de
la República, el 24 de mayo del pasado año, momento en que la nueva
administración descubrió el estado real de las finanzas públicas, es la
entrega de la sede social de la CONAIE –estructura organizativa del
movimiento indígena y la organización social más importante del país- y el
anuncio en julio pasado de los primeros indultos a líderes populares
criminalizados durante el régimen anterior lo que generó las primeras
reacciones descalificadoras de Rafael Correa respecto a su sucesor.

A partir de ahí los operadores correistas ubicados en funciones de dirección
de los distintos medios públicos comienzan a articular una campaña contra la
imagen del Presidente Moreno, aduciendo que el país volvía a las políticas
del pasado y que se estaba produciendo un reparto de poderes con las élites
oligárquicas, lo que conllevó a que la nueva administración morenista
nombrase nuevos responsables en dichos medios de comunicación. De esta
manera el ex presidente Correa perdía el control del inmenso aparato de
propaganda y comunicación cuya creación había sido auspiciada por él mismo.

Un mes después, a primeros de agosto y ya con el agua al cuello fruto de las
investigaciones judiciales que se hacían respecto a la trama de Odebrecht en
Ecuador, el entonces Vicepresidente Jorge Glas –quien fuera también el
segundo al mando durante la ultima fase de la era Correa- emitía una extensa
carta pública contra el actual jefe de Estado, acusándolo de converger con
los sectores políticamente más reaccionarios del país. La ruptura de
relaciones entre el Presidente Moreno y Jorge Glas conllevó la
inhabilitación en el cargo del segundo, lo que produjo la pérdida del
control por parte de Rafael Correa sobre el aparato productivo y las
inversiones en los megaproyectos implementados en el país. Meses más tarde y
fruto de las investigaciones judiciales anticorrupción, Jorge Glas
terminaría ocupando un celda en la Cárcel No. 4 de Quito y siendo revocado
de su cargo. El correísmo perdía de esta forma también su incidencia sobre
el aparato productivo.

Pocos días después del exabrupto vicepresidencial y en aras a solucionar
este conflicto, el Presidente Moreno enviaría a Bruselas -lugar de
residencia actual de Rafael Correa- a los principales operadores políticos
del gobierno, todos ellos vinculados durante la gestión anterior al ex
mandatario, con el fin de reconducir de forma amigable las relaciones con ex
presidente. Para sorpresa del Ejecutivo, tras la vuelta a Quito de dicha
delegación, sus principales cabezas -Ricardo Patiño, Paola Pabón y Virgilio
Hernández- anunciaban en rueda de prensa la renuncia a sus cargos en el
Ejecutivo. De esta manera, Rafael Correa perdía en este caso el control del
frente político gubernamental.

Rotos ya todos los canales de comunicación entre el correísmo y el gobierno
morenista, el Presidente Moreno anunciaría a primeros del pasado mes de
octubre la convocatoria de una Consulta Popular donde algunas preguntas
tenían que ver con una lógica de reforma institucional post-caudillista que
enrumbase al país por una vía superadora del régimen anterior. Esto
terminaría de dinamitar internamente al partido de gobierno. Los sectores
afines al ex mandatario determinaron expulsar, de forma irregular, a Lenín
Moreno de Alianza PAIS convocando sin legitimidad jurídica una convención
nacional de dicha organización política con escaso éxito de convocatoria. Lo
anterior conllevó a que tras una decisión del Tribunal Contencioso
Electoral, el correísmo perdiera también el control de su propio partido.

El último episodio de este mar de desaciertos correistas se dio ya en enero
del presente año, cuando Correa llamó a la desafiliación de sus seguidores
de Alianza PAIS, lo cual implicó que también perdiera el control del
legislativo, quedando el correísmo con apenas 29 asambleístas y alineándose
los 45 restantes de la bancada oficialista con Lenín Moreno.

En resumen, si bien es difícil encontrar un ex mandatario que tras diez años
de gestión mantuviera el nivel de apoyo de Correa, también lo es encontrar
alguno que haya demostrado tal capacidad para dilapidarlo tan rápidamente.

Consulta y posconsulta

Fue así que se llegó al 4 de febrero, momento en el que el correísmo saboreó
por primera vez una derrota electoral. En el fondo, no asistimos a algo que
fuera más allá que la plasmación política de una realidad indiscutible en
Ecuador: el correísmo nunca construyó una fuerza social y política afín,
sino que utilizó al aparato del Estado operando bajo lógicas clientelares en
pro del partido de gobierno y la construcción de la imagen mediática de
Rafael Correa como un gran caudillo populista. Esto implicó que tras
abandonar la poltrona presidencial y no gozar a su antojo de las
instituciones del Estado su apoyo político disminuyera notablemente.

La sociedad ecuatoriana ha votado por la conformación de un régimen de
transición que le permita superar la herencia implantada por el anterior
gobierno, generando las condiciones para la construcción de una nuevo
escenario político tras el fin de la hegemonía correista. Queda cortado el
cordón umbilical que vinculaba al nuevo gobierno con el régimen anterior, lo
cual inhabilita la narrativa correista de que Lenín Moreno ocupa la
presidencia del país gracias al endoso de votos derivado de la figura de
Rafael Correa.

Tras esta consulta el país entra en una nueva fase política. Por un lado, el
Presidente Lenín Moreno ha ganado momentáneamente su pulso con su antecesor,
si bien todavía Rafael Correa mantiene un tercio del electorado ecuatoriano.
Correa y sus seguidores, tras su desafiliación de Alianza PAIS, están
obligados a conformar un nuevo movimiento político nacional, pese a que la
popularidad de su líder esté en decadencia. Correa, consciente de que el
sector de antiguos líderes de Alianza PAIS que le acompañan esta nueva
aventura aportan realmente poco dada la mala imagen de la que gozan ante la
sociedad, está obligado a liderar personalmente la construcción del nuevo
partido. Será una tarea urgente y nada fácil para el neocorreísmo crear una
nueva figura política que tenga posibilidades de disputar la Presidencia de
la República en el año 2021.

Por su parte, la voluntad de esta tendencia es ocupar el espacio político de
la izquierda ecuatoriana, algo que ya hicieron en el 2006 más allá de los
desencuentros entre su discurso y su praxis. Conseguir tal objetivo pasa por
bloquear cualquier posibilidad de construcción de alternativas políticas en
el campo popular, algo urgentemente necesario para un país que sufre de una
izquierda cuyo discurso político se encuentra sin capacidad de sintonizar
con la sociedad, donde no existe generación de nuevos liderazgos, y que se
ve carente de construir una propuesta convincente para un nuevo modelo de
sociedad y país.

Si bien es cierto que la izquierda política y social ecuatoriana ha sido
fraccionada, en muchos casos cooptada y hasta perseguida por el régimen
correista durante los diez últimos años, también lo es que existe una
incapacidad política por parte de su endogámica dirigencia para reinventarse
y reposicionarse con un discurso adaptado al momento actual de vive el país.
El mero hecho de que gran parte de esta izquierda apoyara en su lógica
anticorreista la candidatura del conservador Guillermo Lasso es la segunda
vuelta de las últimas presidenciales, es una demostración palpable de su
desorientación política y el descrédito del que actualmente gozan ante la
ciudadanía ecuatoriana.

En la orilla conservadora, las fuerzas políticas que hasta el momento
decidieron no hacerle una oposición política contumaz al actual gobierno
cambiaran de actitud. La cercanía de las próximas elecciones seccionales,
las cuales tendrán lugar en un año, hace que las organizaciones políticas de
la derecha vuelvan a asumir protagonismo tras una alianza anti-natura que
permitió que muy diferentes sensibilidades ideológicas establecieran un
pacto de no agresión a cambio de trabajar todos por el Sí en esta consulta
con el fin de enterrar políticamente al correísmo.

Medios de comunicación, sectores empresariales y fuerzas políticas
conservadoras ya anunciaron cambios respecto a su accionar frente el
gobierno de Lenín Moreno, lo cual significará el incremento de la presión
política y posiblemente movilizaciones callejeras, buscando que el Gobierno
Nacional adopte posiciones más reaccionarias fundamentalmente en el ámbito
de la política económica.

En todo caso los sectores de la derecha se mantiene divididos, existiendo
dos cabezas, hasta ahora políticamente enfrentadas, que responden a grupos
de intereses diferenciados. Tanto Guillermo Lasso de forma abierta como
Jaime Nebot de manera más sutil aspiran a la Presidencia de la República en
el año 2021 o incluso antes si son capaces de forzar el fin anticipado de
mandato morenista, un gobierno sobre el que visualizan debilidades no
existentes en el gobierno anterior.

Así las cosas, el Gobierno Nacional enfrenta una situación inédita a partir
de ahora, la cual consistirá en recibir indiscriminadamente ataques tanto de
la derecha –inclusive medios de comunicación privados y lobbies
empresariales- como de esta pretendida nueva izquierda correista. Que Lenín
Moreno y su equipo de gestión sean capaces de hacer frente a estas presiones
está por ver, en todo caso, la estrategia de uno y otro bando ya ha
comenzado, en algunos casos incluso con apoyo internacional, tal y como es
el caso de Rafael Correa quien en breve dispondrá de la plataforma
televisiva Russian Today (RT), un medio de comunicación sensacionalista al
servicio del aparato de propaganda putiniano, como herramienta para atacar
al actual gobierno.

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