8 de Marzo/ Por qué mujeres del todo el mundo planean hacer huelga [Cinzia Arruzza y Tithi Bhattacharya - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Feb 27 19:34:45 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

27 de febrero 2018

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8 de Marzo

Entrevista a Cinzia Arruzza y y Tithi Bhattacharya, organizadoras en Estados
Unidos de la huelga internacional de mujeres

Por qué mujeres del todo el mundo planean hacer huelga el 8 de Marzo

Sarah Jaffe

INTHESETIMES, 9-2-2018

http://inthesetimes.com/

Traducción de Viento Sur

http://www.vientosur.info/

-Sarah Jaffe: Empecemos hablando un poco sobre la huelga de este año.
¿Cuáles son los planes y por qué habéis decidido volver a hacerla este año?

TB: Creo que todo el mundo recuerda el contexto de la huelga del año pasado,
que comenzó con un nivel extraordinario de coordinación internacional entre
feministas de todo el mundo. Este año, el contexto es el mismo y, en el caso
de EE UU, se ha visto agravado de alguna manera por la elección de Donald
Trump. La conclusión lógica era que se repitiera este año, tanto a escala
internacional como en EE UU.

CA: El 25 de noviembre también hubo una jornada internacional contra la
violencia machista. Lamentablemente no en EE UU, pero en todo el mundo hubo
manifestaciones masivas. El éxito de aquella jornada de movilización también
dio el impulso para pensar que era posible organizar otra huelga este año.

-SJ: Hablemos de la historia de huelgas de mujeres, pues es algo que lleva
varias décadas comentándose en el movimiento feminista, pero que vuelve a la
palestra ahora.

CA: Las huelgas de mujeres no son exactamente una novedad. El precedente se
produjo en la década de 1970, con la huelga de mujeres en Islandia por la
igualdad salarial  1/. Hace ahora dos años, el movimiento feminista polaco
decidió recuperar esta forma de lucha y organizar una huelga de mujeres en
Polonia en contra de la prohibición del aborto en su país. Lo mismo ocurrió
en 2016 en Argentina, con oleadas de huelgas y movilizaciones de mujeres en
contra de la violencia machista.

A partir de ahí, y especialmente dado el gran éxito de estas movilizaciones
y huelgas en Argentina y Polonia, surgió la idea de tratar de organizar una
huelga internacional el 8 de marzo. Las huelgas de mujeres son un
instrumento de movilización muy potente para el movimiento feminista, porque
no solo sacan a la luz la victimización de las mujeres, sino también el
poder que tienen las mujeres en la medida en que son trabajadoras que
trabajan tanto en el mercado laboral formal como en la esfera de la
reproducción social, en el hogar, etc. Muy a menudo, este trabajo no se
reconoce ni se valora como es debido.

TB: Incluso el año pasado, cuando se convocó, hubo algunas reticencias con
respecto a la palabra huelga, porque tal como se entiende en general, huelga
significa dejar de trabajar en el lugar de producción. Esta es una
definición muy importante y poderosa del término, pero la palabra huelga
tiene algunas otras aplicaciones históricas, como acaba de mencionar Cinzia.

Creo que una de las cosas de las que nos resultó muy fácil de hablar en el
contexto del año pasado, así como este año, es la diferencia entre una
huelga en el puesto de trabajo y una huelga política. Me parece que la
huelga de mujeres es una contribución muy importante a la tradición de la
huelga política, porque en el contexto del declive neoliberal del grado de
sindicación a escala mundial, debido al ataque masivo a los sindicatos desde
la década de 1970 por parte de la élite gobernante global, pienso que la
gente de clase trabajadora ha perdido en buena medida el arma más potente
que tenía para la huelga en el puesto de trabajo, que son los sindicatos.

Opino que, en este contexto, una huelga política es muy importante, porque
lo que ocurrió el 8 de marzo del año pasado, precisamente en EE UU, lo
llamaron huelga. Hicimos lo posible por mantener esta identificación de la
palabra, pero lo que ocurrió a resultas de ello fue que hubo una intensa
discusión política sobre la relación entre las movilizaciones asociadas al
puesto de trabajo y las ajenas al mismo. Creemos firmemente que en una época
en que se ha perdido capacidad para actuar en el puesto de trabajo, la
huelga política es una manera útil de reanudar aquel debate y tal vez
recuperar esa capacidad de movilización en el lugar de trabajo.

-SJ: Hemos asistido al despertar del interés por la idea de una huelga
política, especialmente en EE UU desde la elección de Trump. Esto es
interesante en un momento en que los sindicatos, particularmente en este
país, pero también a escala mundial, están luchando.

CA: De algún modo, esto refleja el hecho de que la clase trabajadora está
privada de uno de los medios de lucha y protesta más cruciales, que suele
estar reconocido en otras democracias liberales. Ni siquiera hablo de formas
de lucha insurreccionales. En una serie de países se producen huelgas
políticas. Son legales, están reconocidas, y son un instrumento muy potente
cuando parece imposible cuestionar al gobierno o influir de otra manera.

Espero que el atractivo que experimenta en este momento la huelga política
permita reabrir efectivamente el diálogo político, lanzar una campaña
política por la reforma de la legislación laboral y replantear de verdad,
mediante una reflexión a fondo, cómo debería ser la legislación laboral en
EE UU. Porque este país tiene la legislación laboral más antidemocrática
entre las democracias liberales. Es realmente una situación muy excepcional.

TB: En relación con la huelga política, hay dos cosas realmente importantes.
Una de las cosas importantes que debemos recordar, ahora que la cuestión del
trabajo de las mujeres está en la palestra, es que el motivo por el que la
gente hace huelga es porque vive en unas condiciones pésimas. No
necesariamente hacen huelga a causa de su empleo, sino porque su empleo es
un medio para que puedan vivir su vida, y entonces, cuando estas condiciones
se deterioran, la gente se plantea hacer algo al respecto en su puesto de
trabajo.

Esta relación entre vida y trabajo la olvidan a menudo las burocracias
sindicales. A estas les gusta tratar a los sindicatos como otro tipo de
pequeño espacio asalariado en que las luchas laborales se negocian como
simples contratos. Sin embargo, para la gente trabajadora, lo que interesa
no es la negociación contractual, sino su vida y sus condiciones de vida.

Una huelga política proporciona un contexto más amplio y más profundo al
significado de la lucha y las ventajas que pueden obtenerse de la lucha y la
solidaridad. Creo, particularmente en este contexto, que las huelgas
políticas desempeñan ese papel crucial de recordar a la gente la conexión
que hay entre la condición de los trabajadores y las condiciones de trabajo,
cómo están interconectadas y es necesario que lo estén.

-SJ: Esta huelga se produce en pleno apogeo del movimiento #MeToo (Yo
también). Habladnos de este contexto, en que hay una renovada discusión
sobre el acoso sexual y la violencia sexual y cómo esto contribuye a la
huelga de este año y a la labor organizativa.

CA: Creo que también deberíamos ver una conexión entre la oleada de
movilizaciones feministas en todo el mundo durante el pasado año y medio y
luego la explosión de la campaña #MeToo. El movimiento #MeToo ha sido un
momento muy importante en EE UU y también a escala internacional, porque ha
sacado a la luz lo que muchas mujeres ya sabían, que el acoso sexual y la
violencia sexual forman parte de la vida cotidiana de la mayoría de mujeres,
tanto en el lugar de trabajo como en casa y en la calle. Sin duda, la
violencia machista requiere una respuesta colectiva. Así, desde este punto
de vista, la huelga de mujeres no es tanto una alternativa a #MeToo, sino
más bien una contribución o un intento de dar una respuesta colectiva al
aislamiento que produce la victimización.

La idea es que el paso a dar después de #MeToo, después de denunciar
individualmente todo el acoso y la violencia que hemos sufrido en nuestra
vida, tiene que haber, también, el momento de organizarnos y de responder
colectivamente. De lo contrario, no se combaten las condiciones
estructurales que permiten que continúe esta violencia machista. Uno de los
peligros de la atención que se presta actualmente a las cuestiones de
violencia machista es que nos desharemos de unos pocos acosadores odiosos,
algunos famosos y otros menos famosos, y todo esto está bien, por supuesto.
Me complace este momento de catarsis, en cierto modo. Pero esto no resolverá
ningún problema.

El problema real no es que haya individuos ruines. El problema real es la
existencia de unas condiciones estructurales que permiten la violencia
machista y la violencia sexual y su impunidad. Nos hemos enterado estos
últimos meses de hasta qué punto se acosa a las mujeres y se abusa de ellas
como tales en el lugar de trabajo, pero esto tiene que ver sin duda alguna
con la naturaleza jerárquica de las relaciones laborales dentro del lugar de
trabajo, con la falta de poder que tienen los trabajadores.

Asimismo, desde este punto de vista, la falta de sindicación, la ausencia de
derechos laborales en EE UU, crean evidentemente nuevas condiciones para la
violencia machista, porque las mujeres tendrán siempre miedo a denunciar a
un compañero o a un patrono, justamente porque se dan cuenta que no tienen
ningún tipo de protección. Se dan cuenta de que carecen de cualquier
organización, de cualquier infraestructura colectiva que permita defender
realmente sus intereses.

TB: Voy a añadir tres cuestiones muy concretas sobre el movimiento #MeToo
que me parece que interesan a las impulsoras de la huelga del 8 de marzo.
Son cuestiones que subyacen a la decisión de por qué nos hemos dirigido a
#MeToo de cara a organizar la huelga. La primera es: ¿Cuándo recuerdas haber
visto por última vez algún comentario sobre las condiciones de trabajo en el
New York Times? Esto es lo que ha conseguido #MeToo. Nunca habíamos visto
tantos artículos en los grandes medios sobre las condiciones de trabajo de
las mujeres. Sí, en su mayor parte se ha hablado de violencia sexual, pero
al mismo tiempo se ha mostrado lo dictatorial y brutal que es el lugar de
trabajo para la mayoría de mujeres, así como para la mayoría de personas en
general. Yo nunca había visto tantos comentarios sobre las condiciones de
trabajo. Es un fenómeno digno de aplauso que por primera vez en muchos años
veamos que se plantean cuestiones sobre lo que significa ser trabajadora en
este país.

La segunda es la conciencia, que antes se circunscribía a socialistas y
radicales en este país, pero que ahora se ha generalizado, el que desde
comienzos del siglo xx ha habido un aumento notable de los derechos de las
mujeres y de la participación de las mujeres en la esfera pública y en el
mundo laboral. Mediante la lucha hemos conseguido mejorar nuestras vidas
como mujeres. Pero al mismo tiempo creo que lo que ha ocurrido es que los
derechos de la clase trabajadora se han visto reducidos, en particular desde
las décadas de 1970 y 1980 con el ascenso del neoliberalismo. Ahora tenemos
una situación contradictoria en que nuestros derechos como mujeres han
mejorado a lo largo de los años, pero los derechos de la gente trabajadora
han declinado. Lo que significa que en el lugar de trabajo, en particular,
las mujeres son vulnerables.

La solución que nos ha ofrecido el capitalismo es que “puesto que puedes
mejorar como mujer, cada una debe velar por sí misma”. La solución ofrecida
a las malas condiciones de vida y de trabajo de las mujeres ha sido, por
supuesto, lean in: que puedes mejorar y llegar a directora general. Este es
el segundo fenómeno.

El tercero, que creo que es muy significativo para nuestros fines, es: ¿Cómo
respondemos? Todas sabemos que existe la violencia doméstica hasta niveles
horrorosos tanto en EE UU como en todo el mundo, pero la ventaja de una
discusión en el lugar de trabajo, en estas condiciones, es que hay testigos
y hay personas que han experimentado lo mismo, porque son tus compañeras de
trabajo y tienen el mismo asqueroso jefe violador. Hay confianza colectiva
porque una ha pasado por esta experiencia colectiva y esto explica, me
parece, por qué la voz de la campaña #MeToo se ve amplificada, pues viene de
un lugar de resistencia colectiva.

-SJ: Habladnos de la organización de la huelga de este año. ¿Qué se ha
planeado dónde hasta este momento, y también de la labor de solidaridad
internacional?

TB: En el plano internacional, he mantenido algunas conversaciones
telefónicas con organizadoras de otros países y de hecho la cosa avanza muy
bien en diversas partes del mundo, en particular en Italia, España, Polonia,
Argentina y algunos otros países latinoamericanos. En el Reino Unido, donde
estuve el mes pasado, el principal centro organizador se denomina The
Women’s Strike Assembly y están haciendo un trabajo fabuloso relacionando el
8 de marzo con los debates en curso y la organización de una huelga
universitaria que se está preparando. Están manteniendo contactos con
miembros de las facultades de todo el Reino Unido para coordinar acciones de
cara a la huelga y las organizadoras británicas no paran y acuden a las
reuniones preparatorias, etc.

En EE UU, el plan es que el 8 de marzo dejaremos de trabajar como mujeres
durante una hora en todo el país para mostrar a los patronos y a quienes les
apoyan en la Casa Blanca que porque producimos riqueza en la sociedad,
también podemos dejar de producir esa riqueza y hacer que la sociedad deje
de funcionar. Es un recordatorio simbólico de nuestro poder como mujeres y
trabajadoras. Estamos colaborando con varios sindicatos para que esto
ocurra.

CA: Hemos reactivado una especie de comité nacional de planificación que es
básicamente una red de diversas activistas de todo el país que dedican
voluntariamente su tiempo y su trabajo a esta huelga. En Nueva York hemos
realizado un acto de lanzamiento público de la huelga con un panel de
oradoras maravilloso, algunas de ellas increíblemente buenas. En cierto
modo, por ejemplo, este acto mostró el tipo de energía, pero también la
clase de mujeres que la huelga pretende organizar, especialmente mujeres
trabajadoras, mujeres de minorías que, aunque no participen en la huelga,
protagonizan muchas luchas en el lugar de trabajo, contra el servicio de
inmigración, etc., y a veces consiguen algo y demuestran de este modo que la
acción colectiva en ocasiones tiene éxito.

Creemos que habrá manifestaciones y marchas y salidas colectivas en la
mayoría de grandes ciudades de EE UU. Ya hay organizadoras preparando la
huelga en Los Ángeles, en el Área de la Bahía de San Francisco, en Portland,
en Filadelfia. También recibimos montones de contactos, correos
electrónicos, mensajes de gente interesada, que ha leído, por ejemplo, el
artículo que hemos publicado en The Guardian llamando a la huelga en EE UU
este año, y que está interesada en colaborar.

Se trata de un esfuerzo totalmente voluntario y basado en organizaciones de
base. Se autofinancia. La gente dedica su tiempo y su trabajo
voluntariamente y –esto es también lo hermoso– en torno a la organización de
la huelga estamos consolidando un área de feminismo anticapitalista que
propone una alternativa a la clase de feminismo empresarial e individualista
que ha dominado en los últimos años. Creo que existe espacio político y
voluntad, al menos a juzgar por la respuesta que numerosas activistas
feministas de todo el país están dando a la idea de organizarse para la
huelga y el entusiasmo con que están trabajando en el proyecto.

Desde luego, quienes deseen colaborar pueden ponerse en contacto con
nosotras a través de la página web o la cuenta de Facebook y organizar la
huelga en su ciudad.

Nota de Viento Sur

1/  Véase http://vientosur.info/spip.php?article11772
<http://vientosur.info/spip.php?article11772>

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