8 de Marzo/ Milenios después la mujer sigue siendo botín de guerra {Roberto Montoya]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Feb 27 19:37:02 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

27 de febrero 2018

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8 de Marzo

Huelga feminista

Milenios después la mujer sigue siendo botín de guerra (I)

Roberto Montoya

El Salto, 27-2-2018

https://www.elsaltodiario.com/el-lado-oculto-de-la-noticia/

El Solitario,  “¡Patroclo! Bien que asegurabas que asolarías nuestra ciudad,
y arrebatarías el día de la libertad a las mujeres troyanas y las llevarías
en las naves a tu tierra patria”. En la Ilíada, escrita presumiblemente en
el siglo VIII a.C. como en la Odisea, aparecen abundantes citas relacionadas
con la habitual violencia física que se ejercía en la Antigüedad contra las
mujeres, el tratamiento de estas como seres inferiores y malvados, el uso de
las mujeres como esclavas, y la mujer como codiciadísimo botín de todas las
guerras.

Esa última característica sería una constante en la literatura, el arte y la
mitología de la Grecia clásica que moldearía la sociedad patriarcal y que
con variantes se viene manteniendo a través de los siglos... hasta ahora
mismo.

Un importante trabajo de cuatro expertas editado en 2006, La violencia de
género en la antigüedad, documentaba ampliamente el tema.

En textos como la Biblia hay también numerosas alusiones: “Y yo reuniré a
todas las naciones en batalla contra Jerusalén, y será tomada la ciudad y
serán saqueadas las casas y violadas las mujeres; la mitad de la ciudad será
desterrada, pero el resto del pueblo no será cortado de la ciudad”.
(Zacarías 14:2)

“Aquí está mi hija virgen y la concubina de él. Permitidme que las saque
para que abuséis de ellas y hagáis con ellas lo que queráis, pero no
cometáis semejante infamia contra este hombre”. (Jueces 19:24-25)

La discriminación de la mujer, los malos tratos, la humillación y su
utilización como objeto sexual de usar y tirar ha sido y es una constante en
mayor o menor grado en todos los ámbitos de la vida. Sin embargo, cobra aún
más masividad, más dramatismo, más crueldad y tiene más consecuencias
sociales generales en el caso de regímenes dictatoriales y muy especialmente
en el caso de las guerras, nacionales o internacionales.

En el siglo XXI, como en las guerras de la Antigüedad, como en las campañas
colonizadoras de los distintos imperios y en los ejércitos modernos, la
violación sistemática de niñas y mujeres se ha venido utilizando como
poderosa arma contra el enemigo.

Violaciones masivas bajo las dictaduras militares latinoamericanas

Durante las dictaduras militares que asolaron América Latina y el Caribe en
la década de los 60, 70 y 80 del siglo XX las prisioneras políticas sufrían
una doble violencia: a las torturas que soportaban también sus compañeros
varones se les añadían en su caso las violaciones constantes por parte de
sus torturadores.

En casos como Argentina durante la última dictadura militar (1976-1983) a
muchas prisioneras se las convirtió en esclavas sexuales de sus torturadores
durante años; y a las que estaban embarazadas al ser capturadas se las
dejaba parir para poder arrebatarles el bebé antes de ser arrojadas vivas al
mar desde un avión.

Variantes de violencia sexual sistemática contra las prisioneras políticas
se practicaron bajo las dictaduras de Chile, Uruguay, Brasil, Perú, Bolivia,
Paraguay, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Haití, República Dominicana.

En países como Guatemala, Colombia y otros países de Centroamérica las
violaciones por parte del Ejército y los paramilitares de niñas y mujeres en
poblaciones rurales consideradas de potencial sostén de la guerrilla de
izquierda eran una realidad cotidiana que traumatizaba y repercutía en el
conjunto de la comunidad.

En el caso de Colombia, donde se sufrió una guerra de más de medio siglo
—aún no extinguida totalmente— fueron decenas de miles las mujeres violadas,
torturadas, mutiladas. La movilización de la mujer colombiana a través de la
campaña #Noeshoradecallar ha logrado que en 2014 se instituyera oficialmente
el 25 de mayo como Día Nacional por la Dignidad de las Mujeres Víctimas de
Violencia Sexual en el marco del conflicto armado.

En Guatemala, el 3 de marzo de 2016 el Tribunal Mayor de Riesgos de
Guatemala dictó por su parte una resolución histórica al condenar —solo— a
un teniente coronel del Ejército y a un colaborador civil por violación,
torturas, esclavitud sexual y asesinatos de mujeres de la etnia Q’eqchi
entre 1982 y 1983 con el propósito expreso de destruir el tejido
comunitario.

Fue el primer juicio de estas características que tuvo lugar en Guatemala.
Según el tribunal, quedó probado que durante los 36 años de conflicto armado
interno la violencia sexual masiva de mujeres fue una práctica habitual del
Ejército y la Policía, una verdadera arma de guerra que afectó a cerca de
30.000 mujeres.

Centroamérica se convirtió en un polvorín en los años 70, 80 e inicios de
los 90, con guerra de guerrillas de izquierda contra las dictaduras
militares respectivas en el caso de Guatemala y El Salvador, con guerra de
la Contra nicaragüense apoyada por EE UU contra el Gobierno sandinista del
FSLN. Honduras, país limítrofe con los tres anteriores y con un dominante
papel de las fuerzas armadas en su vida política, se convirtió en una gran
plataforma logística y militar para clave para miles de mercenarios de la
Contra y para las tropas estadounidenses que les entrenaban y dirigían las
operaciones militares del Ejército guatemalteco y salvadoreño.

Al mismo tiempo era el país donde buscaron refugio decenas de miles de
personas huidas de los conflictos bélicos de los países vecinos, lo que se
convirtió a su vez en una trampa para ellas. Los servicios de Inteligencia
centroamericanos y la CIA, tal como se había hecho en el Cono Sur con la
Operación Cóndor buscaban entre esos miles de refugiados a activistas
políticos huidos.

El comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de
las Mujeres (CLADEM), fundado hace más de 30 años, publicó un amplio y
sólido trabajo sobre ese aspecto poco conocido de las guerras de
Centroamérica y lo centró en el doble infierno que supuso para las mujeres.
El informe, Mujer, violencia sexual y conflicto armado, el caso de Honduras,
firmado por Alcidia Portillo, documenta rigurosamente los hechos y recoge
los testimonios de muchas de las mujeres víctimas.

La ONU estimaba que el 40% de los refugiados en zonas fronterizas de
Honduras con El Salvador y Nicaragua eran mujeres, otro 40% eran niños y el
20% restante hombres.

Muchas de las activistas que se encontraban en los campamentos de refugiados
sufrieron la misma suerte que las propias militantes políticas y sociales
hondureñas que luchaban en su propio país contra las sistemáticas
violaciones de derechos humanos por parte de un régimen cada vez autoritario
y militarizado.

En el informe de CLADEM se recogen casos de mujeres que a causa de las
violaciones en grupo por parte de los soldados hondureños —y también
salvadoreños, de la Contra y estadounidenses— tuvieron que ser sometidas
posteriormente a cirugías para reconstruir sus órganos genitales dada la
brutalidad de los ataques sufridos.

La violencia sexual en la II Guerra Mundial

En las dos grandes guerras mundiales la perversidad de buena parte de los
contendientes con las mujeres civiles de los países invadidos y ocupados fue
siempre la conocida pero ocultada realidad padecida por millones de
personas.

Las violaciones múltiples, la esclavitud sexual, la prostitución forzada, el
chantaje sexual a cambio de alimentos, ropa o un techo, han estado y siguen
estando presentes en la mayoría de los conflictos bélicos. Sin embargo,
durante milenios esta brutal violencia contra la mujer ha sido considerada
como parte inseparable del orgullo y el éxito del guerrero vencedor, para
pasar a ser visto luego, en el último siglo, como “un problema menor”, una
“tradición” normalizada y “difícil de evitar”.

De hecho no se contempló ni en los Juicios de Nüremberg contra los nazis ni
en el Tribunal de Crímenes de Guerra de Tokio —el Ejército imperial nipón
usó a decenas de miles de esclavas sexuales, las mujeres “consuelo”— ; ni
siquiera en el más cercano Tribunal Penal Internacional para la ex
Yugoslavia.

Durante décadas se acusó a las tropas soviéticas que liberaron Berlín de
violar masivamente a las mujeres alemanas como venganza por los millones de
personas muertas durante la invasión nazi de la URSS, pero sólidas
investigaciones publicadas en los últimos años probarían que esas prácticas
—reales y masivas— fueron también más que habituales entre las tropas
aliadas estadounidenses, británicas y francesas. Es algo no reconocido en la
narración del bando vencedor.

En 2015, la periodista e historiadora alemana Miriam Gebhardt publicó el
libro Als die Soldaten kamen (Cuando llegaron los soldados) en el que estima
que podrían haber sido cerca de 860.000 las mujeres violadas por los
militares aliados y un 1% de ellas, unas 8.600, tuvieron niños nacidos como
consecuencia de esas violaciones.

En una entrevista la historiadora explicó por qué ese hecho ha estado
ausente en los artículos periodísticos, libros de historia y películas
bélicas: “Pienso que para las mismas afectadas y afectados (porque también
fueron violados algunos hombres y niños) ha sido un tema muy vergonzante,
les producía rubor. Hubo un tiempo que era políticamente impensable hablar
sobre víctimas alemanas. En parte porque fue importante ocuparse de los
crímenes del nacionalsocialismo y del ejército alemán, pero también por
lealtad política con los respectivos aliados, y eso tanto en la República
Federal Alemana con los aliados occidentales como en la DDR (Alemania
Oriental) frente a la Unión Soviética”.

Elena Sánchez de Madariaga recordaba en su trabajo Género y guerras: la
criminalización de la violencia sexual que de los 429 artículos que componen
los cuatros Convenios de Ginebra aprobados tras el fin de la II Guerra
Mundial solamente hay uno, el 27, que protege expresamente a las mujeres
frente a violaciones y esclavitud sexual, en el que se dice que las mujeres
serían “especialmente protegidas contra todo atentado a su honor y, en
particular, contra la violación, la prostitución forzada y todo atentado a
su pudor”.

Las ‘leyes de la guerra’ han hecho caso omiso a esta lacra, que apenas
aparece mencionada en el propio Derecho Internacional Humanitario y que no
ha sido tipificada hasta hace pocos años como un crimen de guerra.

Zainab Hawa Bangura, representante especial de la ONU sobre violencia sexual
en los conflictos, decía en 2012: “La violencia sexual en los conflictos
debe considerarse como el crimen de guerra que es; ya no puede considerarse
como un daño colateral desafortunado de las guerras”.

De la Guerra de los Balcanes a los conflictos bélicos en África

En la década de los 90 del siglo XX entre 200.000 y 250.000 de mujeres
fueron violadas durante las guerras que desangraron y atomizaron la
República Federal Socialista de Yugoslavia, en la misma época en la que una
cifra similar de mujeres sufrían la misma suerte en Ruanda, como parte de la
matanza de 800.000 hutus. En la República Democrática del Congo fue aún
peor, donde se estima que pudieron ser 500.000 las mujeres violadas, parte
de ellas posteriormente torturadas y asesinadas, durante la llamada Segunda
Guerra del Congo, en la que participaron varios países africanos y donde
hubo casi cuatro millones de muertos entre 1998 y 2003.

No es casual la masividad de la violencia sexual contra las mujeres en los
conflictos bélicos de África. La mujer juega un papel clave en el cultivo de
la tierra y la obtención de alimentos, en la crianza de los niños, en la
salud, todo un orden que se altera violentamente cuando es víctima de una
violación de parte de agentes de las fuerzas ‘de seguridad’ o milicias o
ejércitos enemigos. La propia violación, agravada a menudo por los embarazos
no deseados, provoca un rechazo social de la propia familia y la comunidad
que excluye a la mujer y conmociona la vida familiar y de toda la comunidad.

Celine Kamwanya, una reconocida psicóloga congoleña que trató a decenas de
mujeres congolesas y ruandesas violadas durante el genocidio que vivieron
sus pueblos, comentaba que cuando una de esas niñas o mujeres ha sido
violada da por terminada su vida, sabe el futuro de aislamiento y repudio
social que le espera y en muchos casos hubiera deseado no sobrevivir al
asalto sexual sufrido.

La lista de este silencioso drama que han sufrido y sufren millones de
mujeres es muy larga y comprende a más países africanos y países del Gran
Oriente Medio, a Afganistán, Iraq, Libia, Siria y países asiáticos y la
mayoría de esos crímenes de guerra quedan impunes.

No casualmente las leyes las han elaborado muy mayoritariamente hombres y
son hombres también quienes las han aplicado y las siguen aplicando.

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