Catalunya/ Paisaje tras las elecciones [Josep M. Antentas]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Ene 1 14:29:51 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

1° de enero 2018

Boletín Informativo

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germain5 en chasque.net

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Catalunya

Paisaje tras las elecciones

Josep M. Antentas *

Viento Sur, 31-12-2017

http://vientosur.info/

1. El 21D dibujó un paisaje de insólita movilización electoral, con la
participación histórica de un 79,04% (según los resultados oficiales tras
haberse efectuado el recuento del voto exterior). La relación de fuerzas
entre los dos grandes bloques en liza es relativamente similar al del 27S de
2015: 2 079 340 (47,49 %) y 70 diputados independentistas vs. 1 902 061
(43,49 %) y 57 diputados de los partidarios del Artículo 155. Y, en medio,
un pequeño auto-proclamado tercer espacio, el de Catalunya en Comú-Podem:
326 360 (7,45 %) y ocho diputados. Dentro de cada campo, la hegemonía se
sitúa en manos de un partido conservador: Ciudadanos claramente en el bloque
constitucionalista ante un PP hundido y un PSC que, a pesar de su ligero
incremento, no consigue salir de su rol periférico en la política catalana,
y Junts per Catalunya en el lado independentista, aunque de manera muchísimo
más precaria y casi en empate con ERC. Como es habitual, las fuerzas
independentistas obtuvieron más apoyos en la Catalunya interior, los
pequeños y medianos núcleos urbanos y los centros de las grandes ciudades, y
cosecharon menos sufragios en el grueso del área metropolitana de Barcelona
y de Tarragona (en particular en sus barrios obreros tradicionales) y en
otros enclaves (post)industriales. Sin embargo, saca levemente menos votos
que en 2015 en algunos de sus feudos tradicionales (seguramente
hipermovilizados entonces) y aumenta muy ligeramente, en particular de la
mano de ERC, precisamente en los núcleos urbanos y barrios donde
tradicionalmente es más débil y sus adhesiones se sitúan por debajo de la
media nacional 1/.

2. Partiendo de una derrota infligida cuando había llegado al momento
cumbre, el independentismo consiguió mantener movilizada a su desconcertada
base social, obteniendo su cifra de votos más alta hasta la fecha, similar a
la del voto Sí del 1 de octubre (2 044 038), y suavemente superior a la de
las elecciones del 27-S de 2015 (1 966 508, 47’8 %) y al voto Sí-Sí en la
Consulta ciudadana no vinculante del 9Nde 2014: 1 897 274 (aunque entonces
el censo era distinto y las comparaciones no son exactas). La fortaleza del
independentismo es su consistencia y su endurance, pero su debilidad es su
estancamiento prolongado estructural desde 2014. Lo que no quita el hecho
obvio que obtuvo más votos que su bloque rival. A pesar de la mala gestión
gubernamental del 1 de Octubre y el anti-clímax de la proclamación de la
República el 27-O, el pueblo independentista fue masivamente fiel a sus
organizaciones políticas y sociales mayoritarias de referencia. Mantuvo la
tensión electoral ante el envite del Estado y no canalizó su zozobra a
través de un voto de castigo en favor de la CUP. La ofensiva represiva del
Estado provoca un cierre de filas defensivo de la base independentista,
aunque seguramente con menos ilusión que en el periodo precedente y menor
candidez. Pero refleja, en un nivel más de fondo, una característica
constitutiva del movimiento emergido hace cinco años, con la excepción de
los días decisivos desde el 20-S al 3-O: su marcada lógica institucional, en
particular tras las elecciones del 27-S 2015, su poca capacidad disruptiva,
y su encuadramiento disciplinado por parte de la ANC (y Òmnium).

3. Contra todo pronóstico, la pugna entre ERC y Puigdemont se saldó con la
victoria del segundo. Los límites de la formación de Junqueras y Rovira
quedaron, una vez más, expuestos de forma palmaria. Sin punch, es la más
viva expresión de la política sin garra del independentismo oficial. De la
política entendida no como “un arte del tiempo quebrado, de la coyuntura,
del momento propicio que hay que aprovechar”, a modo de un leninismo à la
Bensaïd 2/, sino como el lamento constante de la ocasión perdida y la
renuncia a explotar al máximo las posibilidades de la situación concreta, a
modo de una política del no atrevimiento como sustrato estratégico.La
remontada de Puigdemont se explica por la legitimidad de la figura
presidencial en el exilio. Hay en este sentido una parte de voto coyuntural
hacia el president, que tuvo la habilidad de construir un dispositivo
electoral parcialmente autonomizado del PDeCAT (y cuya gestión cotidiana
bien seguro que provocará fricciones entre todos los núcleos de poder de la
derecha catalanista) y abrazar un discurso relativamente épico en
comparación con ERC (aunque igualmente tibio en términos absolutos), y con
una estudiada tonalidad de maverick inclasificable, capaz de plantear que lo
que estaba en juego no era tanto su candidatura personal como la legitimidad
de la propia institución que encarnaba y de la jornada del 1 de octubre.
Puigdemont fusionó así su figura con la de la institución presidencial y la
del propio pueblo catalán, al menos el del pueblo independentista. El procés
iniciado en 2012 ha padecido de hiper-presidencialismo, con una
entronización permanente del liderazgo presidencial, primero de Mas y
después de Puigdemont, siempre convertido en la llave de vuelta de toda la
arquitectura estratégica. Y ello ha sido decisivo en el 21D. Pero el del
independentismo ha sido un hiper-presidencialismo peculiar, más ligado a la
institución que a la persona (a pesar de los ridículos intentos sucesivos de
enaltecimiento y de culto personal a sus inquilinos). Artur Mas puede dar fe
de ello. Y Puigdemont conoce el caso de primera mano.

4. El éxito de la operación Puigdemont es otra muestra del probado instinto
de conservación de la derecha catalana que, aún habiendo obtenido sus peores
resultados de la historia, se resiste a perder definitivamente la hegemonía
en el campo nacionalista catalán, utilizando sus anclajes institucionales y
sociales forjados tras décadas en el poder para jugar con ventaja ante sus
competidores en el propio bando independentista. Habilidad de supervivencia
y debilidad estructural van de la mano para un derecha cuyo modelo
neoliberal le impide estabilizar una base social sólida y que sólo puede ser
parcialmente galvanizada con la propuesta de creación de un Estado propio,
pero a costa de un enfrentamiento con el Estado cada vez más complejo de
gestionar.

La derecha catalanista accedió al poder en noviembre de 2010 con un proyecto
ultraliberal de gobierno de los mejores que rápidamente entró en un franco
desplome de popularidad y legitimidad. El proceso independentista arrancado
en 2012 le proporcionó un relato y una narrativa a la que agarrarse, una
épica de la que carecía y una razón de ser que había perdido. Pero siempre
con dos contradicciones insalvables interrelacionadas: el contraste entre el
discurso estratégico formulado por el movimiento de una independencia fácil
e indolora y las dificultades reales de la tarea, y la tensión entre el
proyecto real del movimiento (la independencia) y la del gobierno catalán
(utilizar al independentismo para conseguir re-negociar la relación entre
España y Catalunya). Ambas contradicciones inmanentes al proyecto, en
conjunción con la crisis económica y el legado anti-establishment del 15M,
impidió a la derecha catalanista solidificar la base social de su nuevo
proyecto y cristalizar un nuevo bloque social. Ahí radica su debilidad.

5. Durante cinco años, Convergencia fue perdiendo apoyos en beneficio de
ERC, más creíble, por un lado, en lo que independencia se refiere y menos
asociada, por el otro lado, al viejo régimen, al neoliberalismo y a la
corrupción. Es en el primer aspecto donde ahora se ha producido un cambio,
debido a los titubeos de ERC en esta campaña, a la reformulación del debate
en términos de legitimidad presidencial y continuidad institucional, y a la
autonomización relativa de Puigdemont. Pero la lista de Junts per Catalunya
tiene en realidad un importante componente de huida hacia adelante y de
improvisación táctica y estratégica coyuntural, que acelera la propia huida
hacia delante inicial de 2012 con el giro independentista. Un salto mortal
sobre otro salto mortal. La derecha exconvergent se mueve todavía entre la
refundación no culminada y su propio esquema Ponzi estratégico. Junts per
Catalunya en ningún caso puede considerarse un proyecto acabado y depende
totalmente de las vicisitudes del liderazgo personal de Puigdemont que
luchará para no quedarse en una figura simbólica atenazada entre el exilio y
la cárcel. Su éxito electoral no supone que la derecha catalana haya
conseguido, al fin, refundarse satisfactoriamente tras el lanzamiento
fallido del PDeCAT en julio de 2016. Pero ha quedado en mejores condiciones
para hacerlo.

6. La victoria de Ciudadanos, 1 109 732 (25,37 %) se ha hecho en gran medida
concentrando el voto españolista de derechas a costa del PP y beneficiándose
del aumento de la participación, captando gran parte del voto
exabstencionista de perfil popular y trabajador. Se ve favorecido por una
lógica de voto útil y voto estratégico anti-independentista que se activa en
clave identitaria, sacando buenos resultados tanto en zonas de rentas altas
como en los barrios obreros de las grandes urbes. Es tanto un voto
identitario como un voto de orden y de miedo. Su ascenso expresa una doble
dinámica de fondo: una infernal combinación entre lógica identitaria
nacional excluyente y destrucción político-cultural de la clase trabajadora.
Pero una parte importante de su voto es de tipo coyuntural o, al menos,
circunscrito a unas elecciones autonómicas y no va a estabilizarse en otro
tipo de citas electorales como las municipales o las generales. El éxito del
partido naranja se basa en una mezcla, en primer lugar, entre un discurso de
regeneración democrática y modernización neoliberal que atrae tanto a clases
pudientes como a los sectores más conservadores de la clase trabajadora que
abrazan una mentalidad meritocrática e individualista y, en segundo lugar,
en la activación de una pulsión identitaria españolista anti-independentista
y que históricamente se ha construido en base a una apelación a los orígenes
y a la lengua (catalanes de origen español y castellanoparlantes) como
factores de configuración de la identidad política personal y colectiva. Es,
grosso modo, un proyecto à la Macron de modernización neoliberal mainstream
que puede presentarse como ajeno a la clase política tradicional, aunque la
activación identitaria de su voto y la construcción identitaria de su
política recuerda la lógica de la extrema derecha europea (pero no
reafirmando una identidad nacional frente al extranjero sino una identidad
nacional española dominante frente a la catalana, disuelta en la primera).

7. El independentismo ganó las elecciones, pero sin una hoja de ruta clara,
ni siquiera una apariencia de ella. Victoria sin plan, pues. La gestión del
21D será compleja, una vez la hipótesis (como relato público oficial) de la
independencia fácil y de la desconexión placentera quedó desmentida. El
movimiento que emergió en 2012 no tiene precedentes en lo que concierne a su
masividad y constancia. Ha obtenido el máximo número de apoyos de su
historia tras haber padecido (y quizá auto-inflingido) un grave derrota
política el 27-0 y haber gestionado pésimamente el 1-O. Pero su estrategia
fundacional está agotada. La política de primero la independencia y luego lo
demás, la política de desvincular la cuestión nacional y la social, es un
paradigma agotado y el responsable de los daños colaterales del movimiento,
de los efectos no deseados por sus promotores. No sirve para crear una
mayoría social más amplia, ni para forjar un proyecto que garantice un
cambio económico y social, y ha dado alas a la polarización identitaria que
espolea a Ciudadanos en los barrios obreros. Pero lo hace sobre el fondo de
devastación social causada por un neoliberalismo cuya implementación contó
en buena medida con la complicidad de la izquierda y el movimiento obrero.
El olvido del independentismo de los barrios populares se añade a una larga
tradición de olvidos que arranca con la institucionalización del movimiento
obrero desde la Transición y su giro hacia el socialiberalismo, el
nacionalismo conservador pujolista centrado en la clase media y la Catalunya
menos urbana, y el catalanismo social-liberal maragalliano que buscaba
atraer apoyos de los sectores medios exConvergentes pero sobre un fondo de
exclusión de las periferias obreras. La nueva izquierda surgida tras el 15M,
Podemos y los Comunes, basó gran parte de su éxito en recuperar el apoyo en
los barrios populares, pero no pasó de hacerlo con un modelo
electoral-mediático superficial, que no ha echado raíces profundas y que,
por tanto, es muy limitado para revertir las tendencias históricas de
desestructuración social, cultural y política y que se revela vulnerable a
los cambios de coyuntura.

8. Acuñado en 1968 por Josep Benet, el eslogan un sol poble ha sido parte
constitutiva del imaginario político del catalanismo, resurgiendo en
permanencia en coyunturas diversas pero decisivas, entre ellas octubre de
2017. En su significado originario tenía una doble vertiente, social y
nacional, que expresaba a la vez la voluntad de integración nacional de la
inmigración del resto del Estado español venida a Catalunya en el marco de
un proyecto de integración social 3/. Pero finalizada la Transición la
articulación entre lo nacional y lo social quedó deslabazada por un doble
proceso combinado: por un lado, el ascenso del pujolismo cuya visión
identitaria de la nación, aderezada de neoliberalismo económico, basculaba
entorno a las clases medias y relegaba a un término subalterno a la clase
trabajadora que había sido el sostén del anti-franquismo; por el otro lado,
la descomposición del movimiento obrero fruto del impacto de la
reestructuración neoliberal y de su propio proceso de institucionalización y
burocratización. Vaciado por debajo, con una base social desmembrada, e
integrado en el Estado por arriba, el movimiento obrero histórico dejó de
encarnar tanto un proyecto de transformación social como uno de articulación
dinámica entre la identidad de clase y la nacional. Con ello, una parte
estructural de la clase trabajadora catalana quedó postergada a una posición
periférica tanto en lo social como en el relato nacional, experimentando una
importante desafección hacia la institucionalidad catalana, siendo la
conocida abstención diferencial en las elecciones autonómicas una de sus
manifestaciones superficiales más visibles.

9. El independentismo contemporáneo ha retomado también la idea de un sol
poble pero con un significado distinto al original, desprovista de su
dimensión de clase. Gran conocedor del movimiento obrero anti-franquista y
de la evolución histórica de los barrios obreros, así lo señala
pertinentemente el historiador Marc Andreu 4/ quien, sin embargo, obvia la
responsabilidad de la izquierda y los efectos de su burocratización y
social-liberalización en la desincronización entre lo social y lo nacional.
La desvinculación contemporánea entre el proyecto nacional y la cuestión
social es la que rompe por la mitad la idea de un sólo pueblo, allana el
camino para su fracturación en clave identitaria y da alas a Ciudadanos.
Para que haya un sólo pueblo en el sentido de la existencia de un consenso
social mínimo entorno a unos referentes socio-culturales y una identidad
colectiva es preciso que exista también un sólo pueblo en términos de
igualdad y justicia social. Aquí radica el Talón de Aquiles de la estrategia
fundacional del independentismo. En 1845 el político conservador británico
Benjamin Disraeli publicó su novela Sybil o las dos naciones, sobre la
situación miserable de la clase obrera inglesa. La idea de dos naciones ha
sido recurrente en la historia para hacer referencia a la fractura social.
Retomarla es útil en el debate presente de Catalunya pues señala el vínculo
íntimo entre la cuestión social y la nacional necesario para pensar
estratégicamente lo que significa un sol poble si se quiere que dicha idea
tenga un contenido emancipador.A la vez, la propia idea de un sol poble
requiere ser actualizada en el marco de las transformaciones sociales de
Catalunya, la fragmentación social, los cambios culturales, el proceso de
individualización y, en particular, ante el impacto de la nueva inmigración
procedente de fuera del Estado español. ¿Un sólo pueblo plural? ¿Un pueblo
de pueblos? Voluntad de encontrar una base de referencias compartidas en el
marco de la pluralidad y la diversidad cultural, en cualquier caso. Trabajar
en esta dirección supone moverse más allá de los límites estratégicos del
independentismo y de la política pasiva de quienes desde las filas de la
izquierda se han ceñido a señalar los primeros sin tener un plan para
intervenir en los procesos reales.

10. Una bifurcación de caminos marca el futuro inmediato del
independentismo. O agarrarse a un paradigma estratégico agotado y que chocó
estrepitosamente con el Estado o refundarse para mantener la llama de la
ruptura. En otras palabras: ¿inmovilismo estratégico, condimentado con una
combinación paradójica entre el ilusionismo irreal fundacional y un nuevo
victimismo derrotista post 27-O, o refundación-reformulación general? El
quietismo estratégico implicará entrar en una agonía política, aunque
disimulada en el corto plazo por una lógica anti-represiva defensiva, en el
que el independentismo puede acabar evolucionando hacia un movimiento con un
proyecto de ruptura con el Estado desconectado de una hoja de ruta y un
objetivo a corto término. Es decir, disociar su objetivo formal de su
práctica cotidiana más prosaica y convertirse en el protagonista de un
conflicto estructural de la política catalana y española pero sin pretensión
de materialización ni resolución concreta del mismo. El 21-D ganó un
“independentismo sin independencia”, en expresión del comentarista
conservador Enric Juliana 5/, de un independentismo que no pudo materializar
la independencia, pero formalmente todavía con el proyecto de ir hacia la
independencia, aunque ya sin plan convincente, incluso desde el punto de
vista propagandístico (desde el plano estratégico sus límites fueron siempre
aparentes). La cuestión es si se verá forzado a transitar hacia una etapa no
sólo de independentismo sin independencia, sino de independentismo sin
proyecto de independencia, y si ello se hará de manera traumática en un
clima de derrota y desmoralización, mezclada con una dinámica exclusivamente
defensiva anti-represiva, o será capaz de hacerlo en el marco de una
estrategia de lucha sostenida para una nueva fase. Ésta puede hacerse
simplemente por la solidificación de un bloque independentista demasiado
débil para vencer pero demasiado fuerte para ser derrotado definitivamente,
generando una permamentización del conflicto en el marco de una
inestabilidad normalizada y utilizada por las direcciones de ambos bloques
en liza para mantener cohesionada y movilizada su base social. Pero también
podría hacerse a través de una reorientación global de la perspectiva y
objetivos del independentismo en un sentido que permita superar sus
debilidades de fondo y sus aspectos más contradictorios.

11. La vía de la reformulación estratégica implica, como ya hemos señalado
en muchos artículos precedentes 6/, ligar la agenda independentista a las
políticas contra la austeridad y defender un proceso constituyente
compatible con un destino independentista y uno confederal. Este doble giro
es decisivo para la doble tarea acuciante que tiene el independentismo:
ensanchar su base social a la vez que articular una alianza en Catalunya con
los sectores federalistas partidarios del derecho a decidir y opuestos el
Régimen de 1978 y romper el aislamiento que padece en el conjunto del Estado
y que ha allanado el camino a las vías represivas emprendidas por Rajoy.
Ello casa muy mal con el liderazgo de Puigdemont en el seno del
independentismo y con una ANC que desde octubre encarna mejor que nadie la
crisis estratégica del independentismo, permaneciendo encadenada por un lado
al paradigma fundacional de primero la independencia y luego lo demás, y por
el otro habiéndose subalternizado completamente al gobierno catalán y al
president. En realidad si la ANC quiere la independencia de Catalunya la
primera conclusión a la que debería llegar sería la necesidad de
independizarse de su paradigma inicial y del propio gobierno catalán. En
otras palabras, la estrategia independentista requiere independencia
estratégica de los propios límites y del ejecutivo catalán. Sin embargo,
implementar una estrategia de la desconexión con las propias hipótesis
fundacionales y con la excesiva institucionalización-gubernamentalización
del procés (en particular tras 2015) no resulta particularmente fácil. Y no
hay señal alguna de que las cosas vayan a ir en esta dirección. Pero, ante
la parálisis de las grandes organizaciones políticas y sociales del
independentismo, plantear este necesaria reorientación debería ser la tarea
central de la izquierda independentista agrupada entorno a la CUP (lo que
implica también cuestionarse su propia estrategia) y de la no
independentista representada por Catalunya en Comú-Podem (lo que supone
abandonar la pasividad como orientación permanente).

12. Más allá de su capacidad concreta para superar sus propias limitaciones
reales y sus impases estratégicos el independentismo se ha convertido en un
dato estructural de la sociedad catalana y en un movimiento político-social
duradero y de masas que supone una mutación sustancial del objetivo
tradicional del catalanismo en sus diversas variantes, la reforma de España.
Tiene sólidas raíces, utilizando jerga gramsciana, en la “sociedad civil” y
en la “sociedad política”. Pero adolece de un triple problema de fondo:
primero, la dialéctica entre lo social y lo político ha ido evolucionando en
un sentido de creciente subalternización del primero respecto al segundo,
facilitando el desplazamiento de la dirección política del procés hacia la
esfera institucional en un escenario donde ésta ha estado dominada por
corrientes moderadas; segundo, la “sociedad civil” independentista ha estado
firmemente estructurada por la ANC (y en menor medida Òmnium), verdadero
esqueleto de un movimiento con una constancia y una cadencia admirables,
pero desprovisto de punch y garra y armado estratégicamente con lo que
podríamos llamar hipótesis inmateriales, constitutivas de una suerte de
idealismo estratégico mal preparado para hacer frente a la materialidad de
las relaciones de poder. Sólo en el período del 20-S al 3-O, en la breve
fase electrizante del movimiento, emergió una “sociedad civil” disruptiva;
y, tercero, la “sociedad civil” independentista padece importantes sesgos:
de clase, basculando hacia el mundo de las clases medias (viejas y nuevas) y
empleados de la función pública; socio-espaciales, gravitando en las
ciudades medias, los centros de la grandes urbes, y las pequeñas
localidades; y de edad, concentrándose en la juventud y los adultos jóvenes.

13. ¿Qué desenlace? Tras llegar a lo más alto, el independentismo se
embarrancó estratégicamente dejando ver de golpe todas sus debilidades.
Incapaz de sostener el choque con el Estado, un choque ontológicamente
negado por su hipótesis fraudulenta de “desconexión” 7/, no ha conseguido
vencer al Estado, pero tampoco ha sido derrotado decisivamente. ¿Vamos a
adentrarnos en una fase de normalización de un conflicto sin desenlace que
se convierta en el gran estructurador de la política catalana y en buena
medida de la española? Imposible saberlo aún. Paradójicamente, el
independentismo ha actuado simultáneamente como el principal desafiador del
Régimen de 1978 y a la vez como el chivo expiatorio que ha facilitado un
cierre institucional temporal por arriba, tan defensivo como autoritario y
agresivo, a modo de lo que hemos llamado en otra ocasión un resistencialismo
ofensivo 8/ cuya propia naturaleza sin embargo sigue alimentando las razones
de fondo de la crisis de régimen. La crisis política y de legitimidad
permanente como forma de gobernabilidad autoritaria es la vez una expresión
de fortaleza (la capacidad de manejar la crisis y de aprovechar sus
contradicciones para recabar el apoyo activo de una parte de la sociedad) y
de debilidad (la imposibilidad de estabilizar un nuevo bloque social y una
nueva hegemonía que genere una “normalidad” no conflictiva). Rajoy y el
entramado de poder dominante aprovechan el relajamiento relativo de la
situación económica y el agotamiento del ciclo del 15M para utilizar la
cuestión catalana como elemento para aislar a Podemos y facilitar un cierre
aparente de la crisis de régimen. Aunque exitosa a corto plazo, parece más
una solución provisional que no un remedio estructural y podría ser muy
frágil en particular si la situación económica se degradara de nuevo. Pero
más allá de su aptitud para reaccionarizar el clima político y orquestar una
contra-ofensiva, de momento el bloque dominante de poder se ha mostrado
incapaz de articular una “revolución pasiva”, en el sentido gramsciano, que
culmine una autoreforma desde arriba y reintegre/desactive a una parte del
independentismo catalán y a la base social de Podemos en un nuevo proyecto
social, político y de Estado. Lo primero requeriría una reforma del Estado
que choca con el núcleo duro, con el código fuente, de la Constitución de
1978 y la identidad de España. Lo segundo, precisaría de un nuevo ciclo de
expansión económica y de la capacidad de consumo que armara una perspectiva
de futuro creíble (mitad real, mitad imaginaria) para las clases medias y la
juventud. Mientras ello no sea posible, la brecha para el cambio democrático
y rupturista seguirá abierta, a pesar de las dificultades del momento, pero
también los riesgos de una involución tan autoritaria como reaccionaria.

14. Desde un punto de vista favorable a un cambio social emancipador las dos
noticias más negativas del 21D son los malos resultados de la CUP y
Catalunya en Comú Podem, dos fuerzas cuya exclusión mutua de sus alianzas
respectivas es ya una primera señal de embarrancamiento estratégico.
Contrariamente a los comentarios periodísticos convencionales, los
resultados electorales no pueden ser la única forma de evaluar el éxito y el
fracaso del proyecto y la orientación de una fuerza política. Ellos deben
ponerse en relación con la influencia política general de un partido, con su
capacidad para definir la agenda política y condicionar el debate público,
con la medida en que actúa o no como una referencia político-cultural
general para amplios sectores sociales y con sus posibilidades para
organizar y movilizar entorno a sus iniciativas políticas. El electoralismo
analítico es, en este sentido, tan superficial como el electoralismo
estratégico. La relación entre éxito electoral y justeza de una orientación
política partidaria es además compleja. Pueden darse incluso situaciones en
que un partido tenga malos resultados no como consecuencia de una línea
política equivocada, sino por defender lo que es correcto en una coyuntura
compleja. Ir a contracorriente puede ser en muchas ocasiones lo único digno
y retrospectivamente valiente. Pero puede salir caro a corto plazo. Lo
contrario es, por lo demás, también cierto: adaptarse a las presiones del
contexto puede en determinadas situaciones salvar la coyuntura, pero al
precio de sentar las bases para una derrota política ulterior de largo
alcance. El parlamentarismo reformista es un verdadero maestro en ello. La
complejidad de la relación entre orientación política, proyecto y resultados
electorales no puede servir, sin embargo, para caer en una mentalidad
minoritaria resistencialista y autojustificatoria cuando las cosas van mal.
Aspirar a construir un partido mayoritario debe ser un objetivo
irrenunciable y, precisamente, comprender la no-linealidad de dicho vínculo
es condición necesaria para no deslizarse ni por la pendiente resistencial
autocomplaciente ni por el resultadismo sin contenido. Y, en el doble caso
que nos ocupa, CUP y Catalunya en Comú Podem, las decepciones del 21D
deberían empujar a la auto-evaluación tanto de la política seguida como del
propio proyecto.

15. El retroceso de la CUP ha sido claro: de 336 375 votos (8,2 %) y 10
diputados en 2015 a 193 352 (4,45%) y 4 diputados ahora. Ha perdido, en
beneficio de ERC, sobretodo en el área metropolitana de Barcelona, mucho del
voto prestado que obtuvo entonces de electores que no quisieron votar a
Junts pel Sí, pero también parece haber tenido fugas hacia Junts per
Catalunya en la Catalunya interior. Para bastantes votantes ha pesado más el
voto útil hacia las candidaturas oficialistas, en particular ERC, que no una
evaluación crítica de como el gobierno catalán gestionó el 1 de Octubre.Sus
débiles resultados en gran parte de las grandes urbes muestra los límites de
la CUP como dispositivo político-organizativo. Más allá de una cuestión de
orientación, el 21D deja entrever problemas más estructurales de su proyecto
que, a pesar de todo, es de una fortaleza sin parangón en el campo del
anticapitalismo europeo. Superarlos implicaría considerar la unidad popular
como un proyecto estratégico amplio que trasciende las siglas Unitat Popular
y que requiere alianzas e interlocución con otras realidades de la izquierda
política y social que, además, no se ubican necesariamente en el
independentismo. Lo que implica, a la vez, jugar por dentro y fuera del
procés y no exclusivamente en su interior en un contexto donde redefinir las
premisas fundacionales del mismo es imprescindible.

16. El resultado de Catalunya en Comú-Podem, 326 360 (7,45 %) también fue
decepcionante, situándose por debajo de su antecesora, la coalición fallida
entre Podem, ICV y EuiA, Catalunya Sí que es Pot (CSQP), que obtuvo 367 613
(8,94 %). Atrapada en la polarización electoral no consiguió hacerse un
hueco y, plausiblemente, perdió votos respecto a las elecciones generales de
2015 y 2016 hacia un lado y hacia el otro, en dirección a ERC (y CUP) y a
PSC (y Ciutadans). La cuestión de fondo no es tanto la orientación que
adoptó en la campaña electoral, sino toda la política previa desde su
irrupción en la política catalana el 20D de 2015 en adelante en la que
abrazó una pasividad estratégica tacticista, a la espera de que el
independentismo colapsara rápidamente, en vez de buscar incidir activamente
en la coyuntura formulando una propuesta constituyente y antiausteridad para
Catalunya que intentara hacer converger la pulsión del legado del 15M y la
del movimiento independentista 9/. Pero además de su orientación ante el
debate independentista, es el futuro de conjunto del proyecto de los Comunes
lo que está en juego. Perdido el impulso de las dos victorias en las
elecciones generales (20-D 2015 y 26-J 2016) y sin el punch militante del
lanzamiento de Barcelona en comú en verano de 2014, Catalunya en Comú
protagonizó un nacimiento fallido en abril de 2017. No despegó organizativa
ni políticamente después, se enzarzó en una bronca mal gestionada con Podem
y quedó atrapada en la senda hacia el 1 de octubre. En sus pocos meses de
vida se configuró como un partido electoralista, institucionalizado, sin
debate interno vivo y carente de arraigo territorial y social y, aún peor,
sin proyecto para tenerlo 10/. Para esta nueva etapa, su equipo dirigente
tendrá que decidir si se ubica definitivamente en la continuidad
histórico-estratégica que va de los Pactos de la Moncloa (1977) al gobierno
tripartido (2003-2010) o si se coloca en la estela de la impugnación
constituyente del 15M. Dilema cristalino, a tumba abierta, que admite tantos
matices tácticos como no tolera ambigüedad estratégica alguna.

* Josep Maria Antentas,profesor de Sociología de la Universitat Autònoma de
Barcelona (UAB), miembro del Consejo Asesor de Viento Sur.

Notas

1/ Para un estudio detallado de las evoluciones del voto independentista en
sus zonas tradicionales y en sus puntos más débiles ver: Sánchez, R y
Puente, A. "Las elecciones del voto ’rufián’: así creció el independentismo
en el cinturón obrero de Barcelona ", Eldiario.es 28/12/2017. Disponible en:
http://www.eldiario.es/politica/revancha-rufianes-independentismo-cinturon-B
arcelona_0_723028101.html
<http://www.eldiario.es/politica/revancha-rufianes-independentismo-cinturon-
Barcelona_0_723028101.html>

2/ Bensaïd, D. (2016). "La política como arte estratégico", 23 de agosto.
Disponible en: http://vientosur.info/spip.php?article11633

3/ Para una génesis y contexto del eslogan puede consultarse la reciente
biografía de Benet publicada por Jordi Amat (2017): Com una pàtria. Vida de
Josep Benet. Barcelona: Edicions 62.

4/ Andreu, M. "Un sol poble?", El Crític, 15/09/2017. Disponible en:
http://www.elcritic.cat/blogs/sentitcritic/2017/10/15/un-sol-poble/
<http://www.elcritic.cat/blogs/sentitcritic/2017/10/15/un-sol-poble/>

5/ Juliana, E. "Un teorema defectuoso", La Vanguardia, 23/12/17. Disponible
en:
http://www.lavanguardia.com/politica/20171223/433826863380/elecciones-catala
nas-teorema-defectuoso.html

6/ Ver por ejemplo: Antentas, Josep Maria. “21D: zozobras pre y
(post)electorales” Público.es 15/12/2017. Disponible en:
http://blogs.publico.es/tiempo-roto/2017/12/15/21d-zozobras-pre-y-post-elect
orales/

7/ Discuto más en detalle la hipótesis de la “desconnexión” en: Antentas,
Josep Maria. “Días decisivos”, VientoSur 25/09/2017. Disponible en:
http://blogs.publico.es/tiempo-roto/2017/12/15/21d-zozobras-pre-y-post-elect
orales/
<http://blogs.publico.es/tiempo-roto/2017/12/15/21d-zozobras-pre-y-post-elec
torales/>

8/ Antentas, Josep Maria. “¿Proyecto de República o República imaginaria?”
Viento Sur 05/11/2017. Disponible en:
http://vientosur.info/spip.php?article13161.

9/ Discuto más en detalle la política de los Comunes ante el 1-O en:
Antentas, Josep Maria. “Los comunes y sus dilemas”, Viento Sur 11/09/2017.
Disponible en: http://vientosur.info/spip.php?article12985

10/ Para una análisis más detallas de los principales aspectos del proyecto
de Catalunya en Comú se puede consultar esta serie de tres artículos
publicados tras su congreso fundacional: “Los Comunes y la soledad del
corredor de fondo”, Viento Sur, 24/04/17. Disponible:
http://vientosur.info/spip.php?article12506;
<http://vientosur.info/spip.php?article12506>  “¿Comunes o eurocomunes”,
Viento Sur, 04/05/2017. Disponible
en:http://vientosur.info/spip.php?article12544; y "Los comunes y el
programa", Viento Sur, 07/09/2017. Disponible en:
http://vientosur.info/spip.php?article12978.
<http://vientosur.info/spip.php?article12978>

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