Venezuela/ El derrumbe [Rafael Noboa]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Ene 10 10:55:08 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

5 de enero 2018

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Venezuela

El derrumbe

Veterano periodista uruguayo, ex jefe de redacción para América Latina de la
agencia France Presse, Noboa viajó en noviembre pasado a Venezuela, años
después de haber ejercido allí como corresponsal. En esta nota da cuenta de
lo que vio y lo que le relataron.

Rafael Noboa

Brecha, 5-1-2018

https://brecha.com.uy/

Mi amigo José Vicente está preocupado. En su casa son cinco. Todos tienen el
carné de la patria, que sirve para acceder a la asistencia del gobierno. Y
también para votar. Cuatro votaron por la oposición y uno, su sobrino, por
el chavismo, en las últimas elecciones de gobernadores, en las que hubo que
validar el carné de la patria. El bono navideño que repartió el gobierno, de
500 mil bolívares, sólo había sido recibido por el sobrino. “¿Será que el
carné de la patria les permite saber por quién votamos?”

Los venezolanos de “15 y último”, como les dicen a los asalariados que
cobran el 15 y el último día del mes, precisan de la ayuda del gobierno para
comer y de ese bono para suavizar en algo la dureza de las fiestas de fin de
año. El gobierno anunció en noviembre que los que tuvieran el carné
recibirían un bono navideño de 500 mil bolívares, y a los inscriptos en la
ayuda alimentaria se les añadiría un jamón, el ingrediente tradicional de
las comidas navideñas.

José Vicente tiene 45 años, es negro, divorciado, y tiene dos hijas. Lo
conozco de la época en que yo era corresponsal en Caracas, entre 2005 y
2008, el año en que el precio del barril de petróleo llegó a los 100 dólares
por primera vez. Trabaja en una oficina haciendo trámites y gana 630 mil
bolívares mensuales (350 mil de salario y 280 mil de tiques de cesta
básica). Exactamente 8,63 dólares, al cambio paralelo.

Nueve años después de mudarme de Caracas, volví a visitar a mis amigos.
Cuando llegué, el 11 de noviembre, el dólar paralelo valía 53 mil bolívares;
cuando me fui, el 19, costaba 73 mil.

El salario mínimo es de 456.507 bolívares (tiques de cesta básica
incluidos), o 6,26 dólares al cambio paralelo. Una Big Mac costaba 48.900
bolívares cuando llegué y 53 mil una semana después. El cartón de 30 huevos,
60 mil bolívares cuando llegué, 75 mil cuando me fui.

(Venezuela cerró 2017 con 2.735 por ciento de inflación, según datos
preliminares de Ecoanalítica, y con un dólar paralelo a 111.413 bolívares.
Los jamones no llegaron para Navidad y hubo disturbios en los barrios
populares.)

El carné de la patria es una tarjeta plastificada con los colores de
Venezuela, la foto y los datos personales del ciudadano y un sello
informático que intriga a la gente sobre qué información almacena. Lo
gestiona el Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) y sirve para votar.
Según Maduro, sus funciones se irán ampliando progresivamente.

Otro instrumento de control con que cuenta el gobierno son las cajas que
reparten una vez por mes los comités locales de Abastecimiento y Producción
(Clap), a un precio de 15.600 bolívares. Los vecinos deben inscribirse para
recibir la caja que, dependiendo de las importaciones controladas por
empresas manejadas por militares, pueden contener arroz, pastas, salsa de
tomate, sardinas, harina… Esas empresas obtienen el dólar al cambio oficial,
de diez bolívares por dólar. Venezuela sólo produce 30 por ciento de los
alimentos que consume su población.

***

Luz Mely Reyes, periodista que se hizo famosa en los años del presidente
Hugo Chávez por sus investigaciones publicadas en el diario popular Últimas
Noticias, el de mayor tiraje, me contó que en su edificio, en el centro de
Caracas, miembros del Concejo Comunal pasaron por su apartamento para que se
registrara para el Clap. Ella dijo que no lo precisaba. Entonces le pidieron
que diera explicaciones.

El Concejo Comunal utiliza la caja para disciplinar a los vecinos. Cuando
José Vicente se opuso en una reunión del Concejo de su cuadra, en el barrio
popular de Antimano, a que los vecinos pagaran camiones cisterna para
aliviar los cortes diarios de agua, le suspendieron la caja del Clap durante
tres meses.

El agua por cañería les llega entre las 5 y las 9 de la mañana. Luego la
cortan hasta las 6 de la tarde, cuando es conectada nuevamente hasta las 11
de la noche.

José Vicente, que hace nueve años era un muchacho fuerte, está flaco y
demacrado por la “dieta Maduro”, como llaman los venezolanos al
adelgazamiento que les ha provocado el desabastecimiento y la carestía.
Igual, está decidido a meterse en otro lío. No está de acuerdo con que sean
los vecinos quienes paguen los camiones para sacar las montañas de basura
que se acumulan en su barrio. Delante de su casa el olor es nauseabundo.
Hace un mes que no se recoge la basura.

El tema cotidiano de sus vecinos gira en torno a qué alimentos pueden
encontrar y dónde. Hace dos meses que no hay carne bovina ni de pollo. En
los supermercados han reaparecido varios productos, pero a un precio
prohibitivo. Siguen faltando pasta de dientes, jabón para lavar la ropa,
azúcar…

Y no hay billetes, bolívares. No se puede retirar más de 10 mil bolívares
(13 centavos de dólar, al cambio paralelo) de un cajero. Hay que peregrinar
de uno a otro y comerse colas larguísimas. El gobierno imprimió un nuevo
billete de 100 mil bolívares, pero como no hay cambio, casi nadie lo acepta.

Por lo tanto, las tarjetas de débito y los “puntos” (Pos) para utilizarlas
se han generalizado. En el centro de Caracas las vendedoras callejeras de
hallacas, tamales típicos de la temporada navideña, que cuestan 20 mil
bolívares, tienen puntos para las tarjetas. El problema es que no siempre
funcionan. Hay tiendas con carteles que dicen: “Hoy el punto funciona”. Como
es tan aleatorio, en los mercados populares las colas para pagar son
larguísimas. Muchos vecinos abandonan las bolsas de sus compras hartos de
esperar. Y los que no tienen tarjeta, los más pobres de las ciudades y el
campo, son los que más sufren.

La encuestadora Datanálisis indicó, según un estudio publicado durante mi
estadía, que 70 por ciento de los consumidores sufren carencias alimenticias
y sanitarias, porque son asalariados, no tienen acceso a dólares, y dependen
de la asistencia del gobierno. La mitad de estos reciben la caja Clap.

El otro 30 es el que mueve la economía, el que tiene acceso a dólares o al
dinero que emite el gobierno, la elite cívico militar, los contratistas del
gobierno, los funcionarios corruptos, los especuladores grandes y pequeños,
los que tienen patrimonio en el extranjero, profesionales que hacen trabajos
en el exterior, o los que reciben remesas de su familia. Los grandes
beneficiarios de la crisis han aumentado su consumo de productos premium, en
particular automóviles y teléfonos de alta gama, whiskies.

La desnutrición ha aumentado, sobre todo entre los niños. Cáritas
Internacional indica que 8 por ciento de los menores de 5 años tienen
desnutrición aguda moderada, 3 por ciento desnutrición aguda severa. La
mortalidad posnatal se ha triplicado.

Cáritas señala también que en Venezuela se encuentran sólo 38 por ciento de
los medicamentos esenciales de la lista de la Oms, y en los hospitales
públicos apenas el 30 por ciento de los necesarios para combatir
enfermedades infecciosas básicas; 114 mil personas portadoras de Vih no
tienen acceso a medicamentos esenciales. La diabetes aumentó 95 por ciento y
la hipertensión 92 por ciento.

Conseguir medicamentos desespera a los venezolanos. Traen sus maletas
repletas de ellos cuando viajan, o sus familiares y amigos en el extranjero
se encargan de conseguirlos y enviarlos. La gente muere de enfermedades
curables.

***

Johann Starchevich, periodista de El Estímulo, tiene un hijo de 6 años. La
epidemia de disentería está llegando a Caracas y el pediatra le mandó
vacunarlo con la triple. Los médicos le cobran 120 dólares por la vacuna.
Estaba planificando ir con su esposa y el niño a Cúcuta, ciudad fronteriza
colombiana a 850 quilómetros al oeste de Caracas, para vacunarlo a un bajo
costo, enfrentando los riesgos del viaje de 14 horas en ómnibus y la
inseguridad de la frontera.

La debacle ha incrementado aún más la violencia. En el campo provoca desde
hace varios años un catastrófico éxodo rural.

“La gente que no puede pagar una seguridad privada abandona los campos para
salvar la vida”, me cuenta una fuente que me pidió que no la identificara,
por miedo a represalias.

Relata que un vecino suyo y sus dos hijos fueron atacados por delincuentes
en su finca del estado de Guárico, al sur de Caracas, y arrojados por un
barranco dentro de su vehículo. Salvaron sus vidas gracias a que el
automóvil chocó contra un tronco y no cayó al vacío. Huyendo de la
violencia, otra vecina vendió en 4 mil dólares una granja de 120 hectáreas
con todas las instalaciones para criar cerdos. Me dicen que en el campo la
policía ya no captura a los delincuentes, los mata y entierra en el lugar.

Según el Observatorio de Violencia, en 2017 la tasa de homicidios fue de 89
cada 100 mil habitantes, con un total de 26.616 asesinados, lo que la coloca
en segundo lugar en el mundo, detrás de El Salvador.

De secuestros no hay cifras. Pero en el centro de la capital hay pancartas
que dicen “No pagues, denuncia secuestro”, y un número de teléfono con la
imagen de un policía detrás.

El vía crucis de los venezolanos se completa con el déficit en el
transporte. Setenta por ciento del parque vehicular, ómnibus y taxis
incluidos, está fuera de servicio por falta de repuestos. Hay una aplicación
que permite pagar los taxis por transferencia bancaria.

El metro de Caracas, que hace nueve años no tenía nada que envidiarle a los
de las capitales europeas, está deteriorado y siempre repleto. Los
caraqueños, antes tan bien vestidos, rozagantes y acicalados, ahora lucen
delgados, mal vestidos y sobre todo con zapatos estropeados. Un tenis trucho
de calidad promedio cuesta más de un millón de bolívares, es decir los
salarios de dos meses de una secretaria o de un médico de un hospital
público.

***

Para mis amigos periodistas el peor golpe es haberse visto cortados de su
público.

Después del cierre en 2007 de Radio Caracas Televisión (Rctv), la televisora
con mayor audiencia del país y que daba un gran espacio a la oposición, el
gobierno fue poniendo a los medios independientes contra las cuerdas,
extenuándolos.Tras la muerte de Hugo Chávez, entre 2013 y 2015, el gobierno
impulsó la compra de los más importantes, uno tras otro.

Todos cayeron, el venerable El Universal, el popular y de mayor tiraje
Últimas Noticias, el económico El Mundo, la cadena opositora Globovision.
Sólo queda El Nacional, desprestigiado por la megalomanía de su dueño,
obsesionado con la presidencia y las conspiraciones, según un amigo
escritor.

Los periodistas independientes se refugiaron en los medios digitales, a los
que no accede el venezolano de a pie. Omar Lugo dirige El Estímulo, Luz Mely
Reyes Efecto Cocuyo, otros trabajan en arcominero.com, armando.info,
Prodavinci, Runrunes, Tal Cual… La mayor preocupación de Luz Mely es la
autocensura: “Se está metiendo en la cabeza de los periodistas”.

Venevisión, de Gustavo Cisneros, el poderoso empresario de Direct TV,
convive cómodamente con el régimen y evita molestarlo.

En las pantallas de los canales oficiales Venezuela es un paraíso. Los
venezolanos cantan, bailan, producen, a lo largo del día y de la noche. El
presidente cerró a mediados de noviembre el Congreso Nacional de los
Consejos Productivos de los Trabajadores ensayando pasos de baile delante de
un grupo de porristas. Conmemoró el aniversario del lanzamiento del
satélite Miranda. “Un paso más hacia la Venezuela potencia”, dijo sin rastro
de ironía. Exclamó él mismo la consigna en boga: “¡Nicolás Maduro,
conductor de victorias!”, y reiteró “Yo soy el protector del pueblo
venezolano”. Culpa de la crisis a las sanciones adoptadas por Donald Trump
al inicio de este año, a una supuesta “guerra económica”. Habla como Chávez,
se mueve como Chávez, pero los chavistas lo siguen abandonando.

La encuesta de Datanálisis de noviembre sitúa la popularidad de Maduro en un
21 por ciento, un aumento de diez puntos desde las elecciones de
gobernadores y el fin de las protestas. La figura más popular sigue siendo
Chávez, con 55 por ciento, a más de cuatro años de su muerte. La oposición
se sitúa en 46 por ciento y la globalidad del chavismo en 16.

***

Muchos periodistas, al igual que cientos de miles de venezolanos, emigraron.
Otros aún resisten. Ganan el equivalente a 30 dólares un reportero y 90
dólares un director, al cambio paralelo.

Mi amigo Juan Sara, al que despedí el día que partió de Caracas, trabajaba
en un periódico local de Carúpano, y su esposa, Tamara, había montado una
radio comunitaria en Río Caribe, dos ciudades del oriente. Emigraron al
sudeste asiático con un proyecto gastronómico; los dos son excelentes
cocineros. La radio pasó a manos del chavismo. Tienen un hijo en Australia,
otro en España, y su hija se prepara para emigrar a Chile. Juan debía
viajar a Caracas desde Cumana en un vuelo de Estelar, una de las nuevas
compañías fundadas para mantener la conectividad del país, después del cese
de actividades de la mayoría de las líneas aéreas extranjeras. Lo alojaron
dos noches en un hotel porque los aviones no aparecían. Finalmente, pusieron
a todos los pasajeros en una caravana de taxis y los condujeron a Caracas.

Lo mismo les ocurre regularmente a los pasajeros de esa compañía que van a
Santiago de Chile y Buenos Aires. Tienen que pernoctar una o varias noches
en hoteles de la capital o de La Guaira a la espera de aviones. Las otras
compañías venezolanas tienen problemas similares.

Venezolanos de todas las clases sociales se están yendo, en masa. La hija de
José Vicente, ingeniera recién recibida, de 23 años, emigró a Chile.

Cada vez más, los venezolanos se van en ómnibus hasta Perú –el país que
mejor los recibe–, Chile –uno de los destinos predilectos de los jóvenes–, y
a toda América Latina. Balseros sobre ruedas. La hemorragia apuntala al
régimen.

Juan me cuenta que desde enero no tiene agua por tubería en su casa de Río
Caribe. Debe comprar dos cisternas por semana a 40 mil bolívares cada una.
Una cisterna de 30 mil litros de gasolina cuesta 30 mil bolívares. Los
cortes de luz son frecuentes y duran varios días, como en las otras ciudades
del interior venezolano. Allí quedó una hermana discapacitada de Tamara y
las señoras que la cuidan.

***

Una fuente que trabajó en Miraflores en la época de Chávez me asegura que el
oficialismo ganó las elecciones de gobernadores no sólo debido a la
abstención de una parte de la oposición –una colcha de retazos de rivales
enfrentados– sino también gracias a manipulaciones, irregularidades y en
algunos casos fraude. Sostiene que hubo fraude en estados donde la oposición
no tuvo testigos en todas las mesas. Sin embargo, la oposición no ha
presentado pruebas de fraude, salvo en el estado de Bolívar. El candidato
opositor e histórico líder sindical Andrés Velázquez impugnó la elección de
su contrincante y denunció fraude en varias mesas, actas en mano. Bolívar
tiene un valor estratégico por el Arco Minero del Orinoco, de 111 mil
quilómetros cuadrados. Es rico en oro, cobre, diamantes, coltán, hierro,
bauxita y otros minerales. Maduro quiere abrirlo a la explotación para
compensar la caída en la extracción petrolera.

Esta fuente sostiene que el poder en Venezuela lo comparten tres fuerzas.
Antiguos militantes de izquierda, como el presidente Nicolás Maduro y su
ministro de Educación, Elías Jaua, y los actuales ideólogos, el psiquiatra
Jorge Rodríguez, ministro de Comunicación, y su hermana Delcy, presidenta de
la Asamblea Nacional Constituyente. Los militares en actividad o retirados
liderados por el ex capitán golpista Diosdado Cabello y el ministro de
Defensa, general Vladimiro Padrino. Y los cubanos, que serían fundamentales
en el esquema de poder.

La fuente dirige sus baterías contra los cubanos y los militares. A estos
últimos les han repartido la administración de empresas clave, sobre todo de
importación de alimentos y medicinas. De todas maneras, la policía política,
el Sebin, los tiene muy vigilados. Si se reúnen tres oficiales o más, los
detienen, sostiene.

La presencia cubana en el aparato del Estado venezolano está envuelta en el
mayor secreto desde los años de Chávez. Éste decía que 46 mil cubanos
trabajaban en Venezuela, pero se refería sobre todo a los cooperantes,
médicos, entrenadores deportivos… La prensa independiente casi no escribe de
este tema.

“No hay datos”, se justifica Luz Mely. No hay fuentes.

El caso del vicealmirante Pedro Miguel Pérez Rodríguez ilustra lo que les
sucede a quienes se atreven a hablar. En una entrevista publicada por El
Estímulo el 6 de julio de 2016 el vicealmirante reconoció que “hay un margen
de injerencia cubana en nuestra fuerza armada. Se ha tratado de hacer una
copia a lo que son las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, lo que es
concepto de regionalización de la fuerza armada. (…) Hay asesores en el
Comando Estratégico Operacional”. Al ser interrogado sobre cuántos son,
respondió: “ese sí es un tema más delicado del cual, oportunamente, ante la
instancia correspondiente, pudiese aclarar más sobre eso”.

El vicealmirante pidió su pase a retiro y en abril pasado fue detenido,
acusado de liderar un complot contra Maduro. Pérez Rodríguez, que comandó la
infantería de marina, había denunciado también la participación de los
colectivos chavistas armados, en coordinación con la Guardia Nacional, en la
represión del movimiento estudiantil.

El director de El Estímulo, Omar Lugo, se interroga sobre si valió la pena
publicar esa entrevista que le costó la libertad a un hombre y destruyó a su
familia.

Cuba depende del petróleo venezolano. El ex analista del Ministerio del
Interior cubano y ahora profesor en Estados Unidos Antonio López Levy
sostiene que si cayera Maduro el Pbi cubano se contraería entre un 20 y un
25 por ciento.

***

“Están montando un Estado policial –dice mi fuente–. Detienen a la gente por
cualquier cosa. Chávez era mucho más cuidadoso.” Pero Chávez no se andaba
con vueltas cuando percibía a alguien con prestigio que pudiera amenazar su
poder. Como el general Raúl Isaías Baduel, el mismo que lo salvó del golpe
de Estado de 2002, encarcelado durante años por oponerse a su proyecto.

Chávez, que nunca reconoció legitimidad alguna a la oposición ni creía en la
alternancia, fue un aplicado alumno de Fidel Castro. Cuando salió de la
cárcel amnistiado, en 1994, tras su fracasado golpe militar de 1992, andaba
desnorteado, asesorado por el nacionalista de derecha argentino Norberto
Ceresole, y visitando a los carapintada. El genio político de Fidel olfateó
su potencial y lo invitó a Cuba, cuando ningún otro líder latinoamericano
lo recibía. Le desplegó la alfombra roja y lo adoptó. Chávez buscaba un
mentor, un padre a su altura; Fidel, el petróleo venezolano. Siempre fue su
obsesión. A principios de los sesenta fue uno de los motivos de su ruptura
con Rómulo Betancourt, y luego mandó armas y cuadros a apoyar a la guerrilla
de Douglas Bravo.

Fidel le vendió su modelo a Chávez a precio de oro negro. El socialismo
dependiente (en este caso del petróleo), no sustentable, pero con un poder
autoritario y vertical casi indestructible.

Venezuela llenó en Cuba el vacío dejado en la década del 90 por la Unión
Soviética, enviándole más de 100 mil barriles diarios de petróleo. Y sigue
mandándole, aunque se calcula que un 40 por ciento menos. Cuba vende parte
del petróleo que Venezuela le da. Maduro enfrenta el dilema de incrementar
su asistencialismo antes de las elecciones presidenciales de 2018, en las
que es candidato a la reelección, o pagar a sus acreedores para evitar el
default.

La producción de petróleo de Venezuela (97 por ciento de las exportaciones)
había caído en setiembre pasado a 1.890.000 barriles diarios, según fuentes
secundarias de la Opep. Antes de la huelga petrolera de 2002-2003 y de la
administración chavista de Pdvsa, llegaba a 3,4 millones barriles diarios.

Pero las divisas provienen sobre todo de las exportaciones a Estados Unidos,
que se sitúan en un poco menos de 800 mil barriles diarios. Según un
análisis publicado en El Universal, más de 600 mil barriles diarios de la
producción venezolana van a convenios energéticos con China –que se cobra la
deuda en petróleo–, con Cuba y Petrocaribe, que tienen condiciones
preferenciales. El resto es consumido por los venezolanos y contrabandeado a
Colombia.

La deuda externa asciende a 140.000 millones de dólares. Hasta fines de 2018
debe pagar 10.000 millones de dólares en capital e intereses. Las reservas
no alcanzan los 10.000 millones de dólares.

Un default desordenado “podría llevar a la pérdida de activos vitales y al
desplome de los ingresos petroleros venezolanos, causando una profundización
de la contracción económica y una reducción aun mayor a la sostenida hasta
ahora en las importaciones del país”, afirma Francisco Rodríguez, el
economista de Torino Capitales.

Esta empresa, que me han dicho detenta una abultada cartera de deuda
venezolana, pertenece a Diego Salazar, socio y pariente del ex todopoderoso
presidente de Pdvsa caído en desgracia Rafael Ramírez, actualmente prófugo
de la justicia venezolana. Salazar fue detenido después de mi partida de
Venezuela, acusado de corrupción.

Mis amigos piensan que las elecciones presidenciales serán adelantadas para
marzo, y hasta entonces se incrementará la importación de alimentos y
medicamentos, y se atrasarán los pagos a los acreedores en el marco del
default parcial vigente.

El chavismo realizó la hazaña de fundir a Venezuela, el país con las mayores
reservas de petróleo de la Opep. La caída del precio del barril de petróleo
en 2015 agudizó la crisis. Cayó de un promedio de 100 dólares en 2014 a la
mitad y menos. El Pbi se contrajo 36 por ciento en los últimos cuatro años.
Por falta de inversión, la producción de petróleo se desplomó desde 2015.

Mis amigos se dividen entre los que creen que habrá una nueva explosión
social, esta vez bajando de los cerros como en el Caracazo, y los que
piensan que la gente depende tanto del gobierno para comer que no puede
rebelarse y desafiar a la Guardia Nacional y a los colectivos que tiran a
matar.

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