Colombia/ La migración venezolana ya es una crisis humanitaria [La Silla Vacía]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Ene 21 17:42:28 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

21 de enero 2018

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Colombia

La migración venezolana ya es una crisis humanitaria

La Silla Vacía, 14-1-2018

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Aunque esta semana el Presidente Juan Manuel Santos volvió a decir que
Colombia está dispuesto a apoyar y a solidarizarse con los migrantes
venezolanos, en las ciudades, que es donde se están viviendo los efectos de
la llegada masiva del vecino país, la realidad contrasta con ese discurso.

Mientras que en las fronteras la nueva población flotante se empezó a
convertir en un problema de salud pública, en ciudades céntricas y más
pequeñas está iniciando la llegada de extranjeros que demandan alimentos,
alojamiento, salud y educación.

Todo sin que exista plata para atenderlos y cuando las cifras de migración
están disparadas.

La evolución

Desde mediados de 2015 cuando empezó a acentuarse la crisis en Venezuela, la
migración hacia Colombia ha pasado por varias etapas y cada una ha sido más
crítica que la anterior.

En líneas generales y luego de que poco más de 2 mil colombianos fueran
deportados por el gobierno de Nicolás Maduro en agosto de ese año, la
llegada de colombianos, colombo-venezolanos y venezolanos ha ido en aumento.

Si bien al inicio fueron los naturales de este país o los ciudadanos con
doble nacionalidad los que más se contabilizaron, desde mediados del año
pasado hacia acá se disparó la llegada de venezolanos sin ningún tipo de
arraigo con Colombia.

Las cifras son alarmantes.

Según datos de Migración Colombia, mientras que a julio el estimado era de
350 mil venezolanos de los cuales 140 mil eran ilegales, a diciembre la
cifra creció a 552 mil, de los cuales 374 mil son ilegales. De esos, se
estima que al menos 225 mil entraron por trochas (pasos irregulares) al
país.

Es decir, además de que el número de venezolanos en Colombia creció en 57
por ciento en solo cinco meses, el de ciudadanos ilegales lo hizo en un 167
por ciento, mientras que el de legales decreció en 11,5 por ciento.

El que se puedan tener esos estimativos es muestra de que los esfuerzos que
se han hecho para caracterizar y contabilizar la migración han sido
exitosos.

Por ejemplo, hay identificadas tres formas de migrantes: los que entran solo
para comprar víveres y se devuelven (se calcula que son alrededor de 37 mil
diarios); los que entran con sus papeles en regla y los irregulares. También
se sabe qué entran a hacer los que están registrados, cuáles son sus lugares
de origen, o si tienen familiares en Colombia.

Sin embargo, más allá de eso, en la práctica el Gobierno no ha establecido
una ruta completa para definir qué hacer con los migrantes, cómo atenderlos
y cómo financiar el gasto que representa darles salud y educación, en un
país donde per sé hay problemas para atender a su propia población
vulnerable .

Un problema de salud pública

Aunque desde que inició la crisis fronteriza en Norte de Santander
encendieron las alarmas por la potencial llegada masiva de venezolanos a su
territorio, a hoy ni en ese departamento, ni en La Guajira, ni en Arauca,
principales pasos entre los dos países, hay claridad sobre qué van a hacer
para contener los efectos de la migración.

En los tres departamentos, e incluso en Santander, ya la crisis se empezó a
desbordar y las autoridades locales señalaron que el problema pasó a ser un
tema de salud pública.

Norte es la principal puerta de entrada de la migración venezolana. Se
calcula que a través de los tres pasos internaciones (Villa del Rosario,
Puerto Santander y el puente San Francisco de Paula) entran el 98 por ciento
de los ciudadanos de ese país, y por eso es el que más ha sentido los
efectos de ese fenómeno.

Según cifras de la Cancillería reseñadas por La Opinión, el principal diario
de Norte de Santander, el 60 por ciento de los venezolanos que entran a ese
departamento lo hacen para continuar a otras ciudades, y el 40 por ciento
restante se queda en Cúcuta.

En esa ciudad ya hay varios sitios que se han convertido en improvisados
refugios de venezolanos.

Uno es el parque Sevilla, ahora conocido como ‘Hotel Caracas’. Solo en él se
calcula que están viviendo en la calle al menos 500 personas, y que cada día
llegan más debido a que muchos de los que cruzan no tienen dinero para pagar
una noche de hotel.

En inmediaciones de Migración, de los puentes fronterizos, de los edificios
públicos, están agolpadas las maletas de las familias, incluidos niños, que
no tienen ni baño, ni con qué resguardarse cuando llueve.

“Esto es un drama humano, y lo peor es que aquí no hemos pasado del
diagnóstico. Llevamos dos años y medio en medio de una crisis migratoria que
viene creciendo y todavía no sabemos cómo la vamos a atender”, le dijo a La
Silla un alto funcionario de la Gobernación de Norte de Santander,
departamento que es la principal puerta de entrada de la migración
venezolana. “Esto es un problema de salud pública. Aquí lo que hay es una
crisis humanitaria”.

Y además de la crisis humanitaria, se está cocinando una bomba social. 

Solo en las dos últimas semanas, desde el Concejo de Cúcuta, en la Central
Unitaria de Trabajadores, CUT, y en la Cámara de Comercio han pedido
acciones porque la mano de obra venezolana ha desplazado a la colombiana.

Los controles a las empresas no son suficientes, y los dueños están
contratando a indocumentados porque cobran más barato y hacen lo mismo; los
cucuteños que vivían del comercio informal ahora tienen tanta competencia en
la calle que venden muy poco; y en general, la llegada de venezolanos,
quienes venden ropa o productos que en su país son más baratos, tiene en
jaque a los empresarios locales.

El Hospital Erasmo Meoz, el principal de la red pública en Norte de
Santander, ya ha facturado $10 mil millones en solo atención de urgencias a
los extranjeros, y todavía no es claro cuándo el Ministerio de Salud va a
girar esa plata para evitar que la crisis de ese centro se siga ahondando. 

Precisamente, esta semana el alcalde de Cúcuta, César Rojas, convocó a una
reunión a la que asistió desde la Defensoría del Pueblo, la Cancillería y
Migración, hasta el delegado de la presidencia Juan Carlos Restrepo; sin
embargo, al final, el mensaje fue que les dieran 15 días más para decidir
cómo atender a los migrantes.

En La Guajira, la situación es similar. En Riohacha y Maicao hay muchos
venezolanos durmiendo en parques, sin baños y sin cómo suplir sus
necesidades más básicas. Toda la red hospitalaria entre 2016 y 2017 ha
facturado poco más de $6.900 millones en salud a venezolanos.

Además, los indígenas están retornando. De acuerdo a lo que nos contó el
antropólogo wayuu y exgobernador de la Guajira, Weilder Guerra, hay muchos
wayuu que han vuelto a Colombia porque la mayor parte de cementerios y
sitios ancestrales quedan acá.

En Arauca los migrantes están acampando en la rivera del río Arauca, que es
el que abastece de agua a la capital, porque no tienen otro lugar hacia
dónde dirigirse.

Además, debido a que en algunos casos hay venezolanos que están viéndose
involucrados en robos, prostitución, o han sido vistos consumiendo drogas,
se están convirtiendo en objetivo militar del ELN. También, según le dijo a
La Silla una alta fuente del Ejército, el ELN ha comenzado a reclutar
venezolanos como combatientes en sus filas.

La Silla supo que la Defensoría del Pueblo está enviando alertas tempranas
sobre el riesgo que corren los venezolanos.

“La violación de derechos fundamentales es flagrante. No se entiende cómo ha
podido pasar todo esto y aún no sabemos qué hacer”, aseguró una fuente de la
Defensoría de Arauca que pidió la reserva de su nombre por no estar
autorizado para darle declaraciones a la prensa.

“Esto que está sucediendo en las zonas de fronteras no es un secreto para
Bogotá, pero no han hecho nada y nosotros estamos afrontando la crisis
solos”, dijo a La Silla Jaime Marthey, presidente del Concejo de Cúcuta.

En el centro, la crisis empieza a asomarse

Cerca del 60 por ciento de los migrantes salen de las zonas de frontera y
pasan a otras ciudades del país, en algunos casos para quedarse y en otros
solo de paso para cruzar a Ecuador, Chile o Perú, donde las economías son
más poderosas.

Intentamos conocer el reporte discriminado por regiones de habitantes
venezolanos, pero en Migración aseguraron que esas cifras no estaban
consolidadas aún.

Sin embargo, sí nos reportaron que solo en 2017 se atendieron 24 mil
urgencias de venezolanos en todo el país, 20 mil más que en 2016.  Las
regiones donde más se presentaron casos fue en la Andina, Caribe, La
Guajira, y el Oriente.  Solo el año pasado, se vincularon 4.537 niños
venezolanos al sistema educativo.

Más allá de las fronteras, Bogotá es el mayor punto de recepción de
migrantes. Según las cifras oficiales, es allí donde residen 27 mil de los
68 mil venezolanos que pidieron el Permiso Especial de Permanencia para
trabajar por dos años en Colombia. Además, es donde se calcula que llegan
buena parte de los que cruzan irregularmente para establecerse.

No todos han llegado con las mismas dificultades económicas.

Los que tienen mayores recursos se han concentrado en el barrio Cedritos, al
norte de Bogotá, al que ya se le conoce como “Cedrizuela”. Sin embargo, en
sectores pobres de Suba, al noroccidente, y en localidades del sur como Bosa
y Ciudad Bolívar (donde ya hay un sector conocido como “Ciudad Chávez”)
también se han establecido grupos grandes de venezolanos. Incluso en Ciudad
Verde, en Soacha, un municipio que históricamente ha recibido población
desplazada por el conflicto.

Antioquia es el segundo departamento que más recibe venezolanos
formalizados. Según Migración Colombia, 9.582 venezolanos, el 14 por ciento
de los beneficiarios de los permisos de permanencia están en ese
departamento.

Sin embargo, hay otro tanto que no está contabilizado y que está llegando a
Medellín y a los municipios del área metropolitana. La Subsecretaria de
Derechos Humanos de Medellín le contó a La Silla que están empezando a
formarse asentamientos o colonias de migrantes en los barrios Robledo Aures,
Belén, Altavista, Manrique y Llanaditas, en el Noroeste y Nororiente de la
ciudad.

"Porque Bogotá, Medellín y Cali ya están saturadas", según le dijo a La
Silla Paisa Fernando Fontal, el director del programa Atención al Migrante y
Retornado de la Alcaldía de la capital risaraldense, han comenzado a llegar
también al Eje Cafetero, sobre todo a Pereira.

Allí se creó la Asociación de Migrantes y Retornados Colombo Venezolanos,
Amcove, que tiene como fin reunir a los migrantes y retornados, proponer
proyectos de empresa para ellos y hacer vacas para apoyar económicamente a
los recién llegados que necesitan recursos.

Germán Bermúdez, el representante legal de la Asociación, le dijo a La Silla
que calcula que en Risaralda hay alrededor de 10 mil venezolanos y
retornados.  En los municipios a los que están llegando es porque hay
oportunidades de empleo. A Pácora se han ido, por ejemplo, porque hay una
bonanza de aguacate Haas y hay demanda de mano de obra.

El resto de venezolanos están esparcidos por todo el país viviendo en
condiciones difíciles.

La Silla encontró venezolanos durmiendo a la intemperie en parques de
Barranquilla y de Bucaramanga (donde además una colonia de la etnia
venezolana Yukpa apareció desde hace algunas semanas); en la terminal de
Soledad, en el Atlántico, fueron desalojados 300 venezolanos (de los cuales
70 eran menores de edad) que vivían en un parqueadero durante la primera
semana del año. En Cali, donde según María José Pizanni, integrante de un
colectivo de venezolanos en Cali, hay unos 8 mil venezolanos, se les ve
vendiendo los devaluados bolívares (el cambio es de 4 centavos) como
recuerdos tanto en el transporte público como en eventos. Un billete lo
venden a mil pesos. También hay reportes de jóvenes que estarían integrando
estructuras criminales,

Hasta el sur del país también han llegado venezolanos probando suerte.

En Putumayo su llegada comenzó a sentirse sobre todo a mediados del año
pasado y se ha venido intensificando.

La mayoría viajan hasta allí con la idea de llegar a Ecuador y conseguir un
trabajo que pague en dólares.  Aunque es más rápido llegando directamente a
Pasto y de ahí a Ipiales,  un venezolano que nos pidió no citarlo nos
contaba que en la carretera Cali-Pasto son más los controles de Policía y
que por eso muchos terminan llegando a Putumayo, por la carretera a Mocoa,
porque tiene menos retenes.

En Santiago, un municipio que queda a dos horas de Ipiales, en Nariño, el
alcalde Franklin Benavides le contaba a La Silla que venezolanos es lo que
hay en su pueblo. De los diez mil habitantes de Santiago, él calcula que
800, casi el diez por ciento de la población, son venezolanos que han
llegado entre junio del año pasado hasta hoy.

La razón es curiosa.“En los setentas y ochentas miles de santiagueños se
fueron para Venezuela escapando del conflicto armado con las Farc y lo que
vemos ahora es cientos de sus familiares regresando”, dijo el alcalde
Franklin Benavides a La Silla Sur. “Desde entonces a uno le toca ver escenas
muy tristes todos los días. El miedo a que los deporten hace que no vayan a
las reuniones que citamos para darles atención”.

En otros departamentos del sur también pasa lo mismo. En Caquetá y Huila
desde octubre han llegado personas de ese país porque en ciudades como
Florencia es más fácil vivir, de hecho hay casos de venezolanos que han
llegado a vivir a Morelia y Doncello (Caquetá).

En todas las regiones las autoridades le dijeron a La Silla que
prácticamente están atados de manos porque no hay recursos para ayudarlos y
desde Bogotá no han enviado una directriz específica para atenderlos y
evitar que el problema se crezca como en las zonas de frontera.

El fantasma

Lo que más preocupa a las alcaldías y gobernaciones es que éste sigue siendo
el inicio de lo que se prevé será una crisis humanitaria mucho peor.

Dos funcionarios que estuvieron en la reunión que esta semana sostuvieron
delegados de Presidencia en Cúcuta, le dijeron a La Silla que según la
información que tenía la Cancillería, todo está dado para que llegada de
venezolanos continúe en aumento.

La incertidumbre sobre las decisiones de Maduro ha demostrado que en
cualquier momento el ritmo de los migrantes puede crecer aceleradamente y
terminar de desbordar la capacidad de ciudades fronterizas, así como
agudizarla en ciudades intermedias.

Por ejemplo, cuando mediados de diciembre Maduro anunció que tenía una
“sorpresita” para Colombia, el flujo migratorio se multiplicó por 3 (paso de
30 mil a 90 mil).

Eso sin contar, la xenofobia que se está gestando en ciudades donde la mano
de obra venezolana está desplazando a la colombiana, o donde población
vulnerable siente que los extranjeros les están quitando subsidios.

Las asociaciones venezolanas están pidiendo que por lo menos construyan
albergues de paso y se les ayude con transporte a quienes quieren salir del
país.

Según los últimos anuncios de la Cancillería, le van a pedir a la ONU que
los asesore en la llegada de migrantes. Mientras concertan el plan de acción
para un fenómeno que ya lleva varios años y lo ejecutan, la crisis,
principalmente en las fronteras, seguirá empeorando.

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