Estado español/ Camino sin retorno: el chalet de Pablo Iglesias y los valores de izquierda [Raúl Zibechi]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jun 1 12:18:19 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

1° de junio 2018

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Estado español

 

Un camino sin retorno 

 

El chalet de Pablo Iglesias y los valores de izquierda

 

Raúl Zibechi

 

Brecha, 1-6-2018

https://brecha.com.uy/

 

A mediados de mayo los medios españoles difundieron que la pareja Pablo
Iglesias e Irene Montero, secretario general de Podemos y portavoz del grupo
parlamentario, respectivamente, había comprado un chalet en la sierra
madrileña por valor de 660 mil euros (casi 800 mil dólares), que cuenta con
200 metros cuadrados de vivienda y 2 mil de jardín, además de piscina y
otros lujos.

 

El escándalo fue mayúsculo, sobre todo en el interior del partido
progresista, lo que llevó a una consulta entre sus afiliados de cuyo
resultado dependerá el futuro de ambos dirigentes. El resultado de la
consulta interna arrojó que dos tercios de los afiliados que votaron lo
hicieron a favor de la permanencia de la pareja en sus cargos y un tercio
pidió su renuncia, a pesar de que ninguna corriente y ningún dirigente pedía
la dimisión.

 

La cuestión tiene un perfil más escabroso ya que el mismo Iglesias había
twiteado, en 2012, una crítica al entonces ministro de Economía del gobierno
de Mariano Rajoy, Luis de Guindos, por la compra de una vivienda.
“¿Entregarías la política económica del país a quien se gasta 600 mil euros
en un ático de lujo?”

 

Iglesias y Montero emitieron un comunicado en el que señalan que “a los
cargos públicos hay que criticarles por sus políticas o corrupción y no por
gastar su dinero en lo que quieran de forma honrada”. Añaden que “con
nosotros funcionan reglas diferentes que con los demás”, asumiendo que
muchos políticos (desde Rajoy a Felipe González) han adquirido viviendas y
otros bienes de lujo.

 

Estos hechos merecen algunas reflexiones.

 

La primera es que los dirigentes de izquierda se presentan como diferentes a
los de la derecha, no sólo en sus programas y discursos, sino también en sus
formas de vida. Por lo tanto, sí funcionan reglas diferentes para “los
nuestros” que para los demás, ancladas en valores que nunca deben ser
violentados. Si no hay diferencias en cómo viven unos y otros, entonces no
vale la pena dedicar tiempo y esfuerzos para cambiar las cosas porque, tarde
o temprano, nos llevarán por el mismo camino.

 

La segunda es que Montero e Iglesias aseguran que no han cometido
corrupción, algo enteramente cierto, y agregan que pudieron comprar el
chalet de lujo por sus salarios como diputados. Tremendo. Porque muchos de
quienes los votaron no tienen acceso a vivienda propia o fueron desahuciados
por no poder pagar la hipoteca, y los eligieron para que defiendan sus
intereses, no para que usen sus elevados salarios para asegurarse el futuro.

 

La tercera es que esto no es nuevo. Los principales dirigentes de la
revolución sandinista usaban los coches blindados de Somoza y vivían en sus
mansiones por razones de “seguridad”, como justificaron en su momento esa
cuestionable opción. Con los años, algunos, como Daniel Ortega, terminaron
por ser iguales o peores que aquel dictador sanguinario al que algún día
combatieron. Esta es la historia de las revoluciones triunfantes, desde la
Rusia de Stalin hasta la Nicaragua del clan Ortega-Murillo. Algo no funciona
en los procesos de cambio, sean las revoluciones o los gobiernos
progresistas. El poder estatal engulle a quienes lo ocupan, al acodarse en
el Estado con la excusa de representar a la porción de la sociedad que vive
peor, con el resultado catastrófico de que los cargos elegidos o cooptados
resultan, a la larga, los principales beneficiarios del susodicho cambio.

 

La monja Lucía Caram, nacida en Argentina pero residente en Cataluña, desde
su compromiso con los sectores populares y crítica del mundo institucional,
fue quizá la voz en este episodio: “Vendieron una idea, engañaron a los que
siempre pierden y se enriquecieron con el discurso de ‘los pobres’”.

 

Por último, en la consulta promovida por los dirigentes de Podemos hay una
trampa implícita: la ética no se somete a plebiscito. Cuando se da este
paso, cuando se apela a las “masas” para resolver cuestiones tan profundas,
el resultado es el pragmatismo. La coalición perdía si se quedaba sin los
dirigentes cuestionados. Un camino sin retorno.

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