Nicaragua/ "Este régimen no es ni progresista ni de izquierda" [Mónica Baltodano - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Jun 3 18:17:50 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

3 de junio 2018

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Nicaragua

 

Entrevista a Mónica Baltodano, excomandanta sandinista

 

“Este régimen no es ni progresista ni de izquierda”

 

Pedro Brieger

Nodal, 3-6-2018

https://www.nodal.am/

 

Las recientes protestas en Nicaragua dividen aguas dentro y fuera del
sandinismo, una fuerza política que derrocó al dictador Anastasio Somoza en
1979 y que tuvo a Daniel Ortega como presidente entre 1986 y 1990 de la
llamada “revolución sandinista”. Ese año Ortega entregó el poder después de
perder las elecciones generales frente a Violeta Chamorro y retornó a la
presidencia en el año 2007. Mónica Baltodano fue parte de la lucha contra la
dictadura en la clandestinidad y ocupó diferentes cargos durante la
revolución.  Después de la derrota de 1990 el movimiento sandinista se
dividió en varias agrupaciones y Baltodano se convirtió en dirigente del
“Movimiento Rescate del Sandinismo.

 

-¿Por qué estallaron las protestas?

 

-Desde antes del año 2007, en que subió a la presidencia Daniel Ortega, el
Frente Sandinista empezó a ser sustituido en sus mecanismos democráticos
internos por un aparato controlado directamente por la señora Rosario
Murillo, esposa de Daniel Ortega.  En el nivel interno en el Frente se
fueron achicando los espacios y estableciéndose una lógica vertical,
autoritaria, unipersonal; eso se hizo también en el resto de la sociedad.
Desde el año 2007 fue evidente el atropello a las libertades públicas. Todos
los procesos electorales posteriores han estado plagados de ilegalidades. En
2008 municipales fraudulentas. En 2011, Ortega se presentó nuevamente a la
presidencia a pesar de que la Constitución se lo prohibía de manera
clarísima porque estaba prohibida la reelección continua, y además practicó
un flagrante fraude a fin de controlar la Asamblea Nacional.  En 2016 ya con
la Constitución reformada por una mayoría parlamentaria proveniente del
fraude se volvió a reelegir, llevando a su esposa de vice y usando su
control del Consejo Supremo Electoral para eliminar administrativamente a
partidos de oposición.  En consecuencia hubo una enorme abstención, que fue
la manera de la gente de expresar su rechazo al proceso.

 

Desde el 2007 el gobierno y su fuerza política de facto establecieron que
las calles eran de ellos y que ninguna otra fuerza se podían expresar. Y
después de varias manifestaciones reprimidas violentamente consiguieron
inmovilizar a quienes les adversaban y a cualquier movimiento emergente. La
represión, además del uso de los anti-motines, se hizo con el uso de sus
simpatizantes y entre ellos iban elementos de fuerzas parapoliciales, fuerza
de civil entrenada como fuerza de choque, que se mete dentro de la
población, un procedimiento por demás, perverso.

 

-¿Cómo es la realidad social de Nicaragua?

 

-Cuando luchábamos en la década del setenta del siglo pasado contra la
dictadura de Somoza sabíamos que éramos el país más pobre de América Latina
después de Haití. Esa condición no ha variado hasta la fecha, ni antes ni
después de la llegada de Ortega. Es un país evidentemente agrario con muy
poca inversión industrial. Ese fue el papel que siempre tuvimos, de
exportadores de materias primas: algodón, carne, café, oro, y esa sigue
siendo la dinámica predominante en el país. Es una nación donde el índice de
concentración de la riqueza que teníamos durante el somocismo era brutal.
La revolución hizo cambios, como la Reforma Agraria, y se logró el acceso de
los campesinos a la tierra. Cuándo salimos del gobierno (1990) había una
disminución de la concentración de la tierra, y había un poco más de
equidad; mejor distribución de la riqueza.  No hay que olvidar que fue una
revolución muy presionada y afectada por la agresión norteamericana que
financiaba la “contra” y que destruyeron puertos, instalaciones de
servicios, plantas de energía; es decir parte fundamental de la economía. Al
terminar los diez años de la revolución en 1990 el país estaba en serias
dificultades económicas

 

Ahora, actualmente con el gobierno de Daniel Ortega, hemos tenido mejorías
de los índices macroeconómicos. Hay crecimiento en la economía en virtud de
tres factores fundamentales: las mejoras de los precios de los productos de
exportación (sobre todo café, oro) y también por el aumento de la inversión
extranjera directa, y las remesas de los migrantes. El gobierno de Daniel
Ortega le dio una apertura total a la inversión de capital externo, y a las
zonas francas, y eso aparece como si hubiera una mejoría del país. Pero si
uno se mete a analizar la composición y la distribución de la riqueza se ve
que ha crecido enormemente la concentración en los banqueros y en cierto
sector de los capitalistas, vinculados a los mercados mundiales y a las
transnacionales. Este tipo de inversiones, y la gran apertura generan
grandes ganancias a las transnacionales pero no dejan nada para el país. De
manera que esos índices de crecimiento macroeconómico no tienen grandes
efectos sociales. Es cierto que según sus estadísticas aparecen disminuyendo
la pobreza en un país donde la distancia entre ser pobre o extremadamente
pobre es la de tener un dólar más de ingreso diario. Eso lo han logrado
mediante programas de carácter asistencial, fundamentalmente la entrega de
bolsas, o un paquete agrícola que incluye dos cerdos, diez gallinas y un
gallo.  Eso se pudo hacer porque cuando ganó Ortega se insertó en el campo
del ALBA (Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América) y obtuvo
una ayuda muy importante del gobierno de Venezuela, de manera que en un país
que andamos por los dos mil millones de dólares por exportaciones, entraban
cerca de 500 millones por la ayuda de la cooperación venezolana.  Pero
entraron directamente a manos del presidente sin pasar por el presupuesto de
la República. Con parte de esos fondos se financió una serie de programas de
combate a la pobreza que, a mi manera de ver y de la mayoría de los
economistas, no hicieron cambios estructurales pero aliviaron la situación
inmediata del pueblo.  Los fondos venezolanos a la vez sirvieron para
incrementar los capitales de la cúpula orteguista, convertida en parte
innegable de los capitalistas de Nicaragua.

 

-¿Qué pasó desde 1990 hasta el 2007 que Daniel Ortega regresó a la
presidencia? ¿Ese Daniel Ortega que vuelve al gobierno es el mismo que el
que se va en los 90´ después de diez años de revolución? ¿Es una continuidad
de la revolución sandinista?

 

-Eso es indispensable comprenderlo para analizar lo que pasa hoy. En los
años 90 del siglo pasado hubo un período de resistencias a las políticas
neoliberales y la destrucción de las transformaciones que había hecho la
revolución como la reforma agraria. Es decir, resistencias a la
reprivatización de todo. Hubo un proceso de resistencia que empujaron los
sindicatos, las organizaciones campesinas, las mujeres. Y parte de ese
proceso compareció Daniel Ortega. Pero llegó un momento en que, Ortega, que
había sido candidato a las elecciones de 1996, las pierde de nuevo, y partir
de eso  hizo un viraje. Para mí es un viraje en el que realmente se pierde
la revolución. Él argumenta que las masas ya estaban cansadas, que la
resistencia no podía continuarse e hizo un pacto con el presidente de
entonces -Arnoldo Alemán-, uno de los presidentes más corruptos de la
historia de Nicaragua, que era antisandinista y provenía de las filas del
antiguo somocismo, pero no era un oligarca de las élites más adineradas. Y
ese pacto tuvo como esencia el reparto de las instituciones: la Corte
Suprema de Justicia, el poder electoral, la Contraloría; y tuvo un
componente económico que fue de afianzar dos nuevos estamentos económicos.
Por un lado fortalecer la burguesía con un sector emergente de Arnoldo
Alemán.  Por el otro, el sector emergente del orteguismo; antiguos
sandinistas que se hicieron burgueses. Se trata en buena medida de lo que se
llamó “la piñata” que fue la apropiación privada de muchos bienes que eran
de carácter colectivo o social después de las elecciones de 1990 cuando
dijeron algunos: “¿Nos vamos a ir con las manos vacías?”. La Piñata, que fue
muy repudiada por los intelectuales o por figuras de la talla de Ernesto
Cardenal, se constituyó en el capital originario o la forma originaria con
la que se creó este nuevo sector de la burguesía, que es la burguesía
orteguista. De esa manera no solamente hubo una transformación en la lógica
política con el reparto de las instituciones, sino una transformación de
fondo: los intereses de este sector de la burguesía orteguista convergen
obviamente con la burguesía tradicional, el capital, los banqueros y ellos
empiezan a explorar esos campos. De manera que, en 2007 cuando llegamos a
las elecciones Daniel Ortega ya no es el revolucionario que se había
conocido. Es más, toda su campaña, y su discurso giró alrededor de la paz y
la reconciliación; la conciliación con los intereses de clase, sin abandonar
un cierto discurso izquierdoso. Él gritaba que seguía siendo
antiimperialista, sandinista. Eso, a mi manera de ver, es lo que ha
confundido a nivel internacional a mucha gente de izquierda, y que también
ha confundido a una parte de la base sandinista histórica que lo respalda.

 

También se hizo una alianza con la parte más reaccionaria de la iglesia
católica y se abolió el aborto terapéutico que existía en Nicaragua desde el
siglo XIX como parte de la revolución liberal. En fin, hemos visto  una
serie de retrocesos desde el punto de vista de las concepciones originales
que nos impulsaron a luchar contra la dictadura somocista. Porque no solo
queríamos quitar al dictador sino que éramos portadores de una propuesta de
transformación radical de la sociedad nicaragüense.

 

-¿Cómo se puede dar en este contexto una respuesta desde la izquierda?

 

-Es complicado porque la realidad es confusa y llena de interrogantes.  En
realidad, yo siempre dije que el caso de Nicaragua no debe ser introducido
igual al régimen de Lula, Chávez o Correa porque cada uno tiene su propias
particularidades. Cuando uno los mete a todos en un mismo saco se suelen
cometer equivocaciones.  En el caso particular de Nicaragua el modelo que
implementó Daniel Ortega desde el 2007 es el de la alianza público-privada.
El llego a decir que el consejo popular más importante era el que tenía con
el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP). Efectivamente, ha logrado
que la mayor cantidad de leyes del país se aprueben en consenso con el COSEP
de tal manera que partidos de la derecha prácticamente desaparecieron.  No
solo por las presiones (quitar personería jurídica, por ejemplo ) sino
porque realmente los intereses del capital aquí están representados por
Daniel Ortega; en todo sentido, en términos del capital extranjero. El
discurso sigue siendo un discurso radical, pero por ejemplo, la relación con
Estados Unidos nunca ha sido mejor, Ortega respalda completamente la
política de seguridad de los Estados Unidos. Aquí, la política migratoria
que se aplica en Nicaragua es de carácter brutal. Incluso, el muro está
construido realmente en la frontera de Costa Rica.  Aquí la policía ha
asesinado migrantes, porque el gobierno  tiene una política migratoria
exactamente como la de Donald Trump.  Usando el tema de la lucha contra las
drogas tiene un ejército en disposición de los grandes planes de los Estados
Unidos. Pero el discurso, la retórica, es antiimperialista. Como una vez
dijo una embajadora norteamericana aquí, después de unas furibundas
declaraciones de Ortega contra el imperio “a nosotros no nos importa lo que
diga el señor Ortega sino lo que hace el señor Ortega.”  Y lo que hace no le
crea mayores problemas a los Estados Unidos.   De manera que las protestas
de hoy son resultado de la indignación de la ciudadanía cansada del modo con
el que ellos han dirigido, no solo el país, sino a su propia fuerza votante.
Esta insurrección cívica, es contra el modelo, eso es lo que estalló aquí. Y
advierto  no es ningún modelo como él dice “socialista” o “solidario”. Para
nada. Tampoco es una conspiración de la derecha. No hay fuerzas de derecha
que estén detrás de esta protesta.

 

Ahora bien, no niego que todas las fuerzas, como corresponde en política,
quieren aprovecharse, conducir y quieran llevar agua para su molino. Eso va
a ser así siempre. Uno de los problemas de la izquierda latinoamericana es
creer que la derecha, o que los adversarios no están trabajando.  Claro que
ellos van a tratar de usufrutuar el movimiento. Pero… ¿qué culpa tiene la
gente de los errores y las arbitrariedades que cometen estos gobiernos de
izquierda?  En el caso de Nicaragua es clarísimo, pues estamos frente a un
régimen, desconectado de la sociedad, que no habla con la gente. Imagínate
que desde 2007 solo Ortega y su esposa pueden hablar, y solo lo hacen con
los medios que controlan. Ni siquiera pueden hablar los ministros o el
presidente de la asamblea nacional; este es un régimen que constriñe de
forma brutal las libertades más esenciales.

 

En todos los lugares los medios de comunicación y las grandes cadenas están
en manos de la derecha. Aquí en Nicaragua eso no existe. La familia de
Ortega, usando los fondos que donó el gobierno de Venezuela, compró por lo
menos cuatro canales de televisión. Y los otros pertenecen a un gran
empresario mexicano cuyos acuerdos con todos los gobiernos hace que toda su
programación sea basura, que no contribuye en nada a la formación, ni al
desarrollo de valores.  Eso sí, no tiene ni un solo noticiero, porque los
noticieros están prácticamente prohibidos en Nicaragua. Entonces son cosas y
detalles que te permiten entender que este régimen no es un régimen para
nada ni progresista ni de izquierda y es un régimen que está, realmente, no
solo reproduciendo y ampliando el régimen capitalista, sino también
constriñendo de manera brutal las libertades esenciales por las que tenemos
que luchar.

 

Ahora ya es más claro para una buena parte del mundo que estamos oprimidos
por un régimen dictatorial, absolutista y despótico… y ahora criminal. Las
organizaciones de derechos humanos de Nicaragua, y ahora la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIIDH) han establecido que un mes
después de iniciadas las protestas se contabilizaban más de 76 muertos en
las protestas. La mayoría jóvenes estudiantes que fueron asesinados por
disparos certeros a la cabeza, ojos, corazón, garganta. Es decir, Daniel
Ortega y Rosario Murillo mandaron a reprimir las protestas que se
desarrollaron a partir del 18 de abril, no solo con bombas lacrimógenas y
balas de goma, sino con balas de plomo.  Más de 800 heridos y 600
capturados, los cuales fueron víctimas de torturas y tratos infamantes.  Se
ha establecido que había ordenes de la Ministra de Salud para que los
heridos no fuesen atendidos en hospitales públicos. Así pereció un
adolescente herido en la garganta que no fue atendido en dos centros
hospitalarios por esa criminal orden.

 

De ahí que la apertura de un Dialogo Nacional, mediado por la Conferencia
Episcopal de Nicaragua, sea visto con escepticismo por las mayorías que
participan en la protesta, pues realmente lo que la gente está pidiendo es
que la pareja presidencial salga del gobierno, y que el diálogo sea
realmente una negociación para encontrar cauces democráticos para este
cambio, con el afán de evitar más derramamiento de sangre.

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