Argentina/Debates/ Caracterización del gobierno, visiones alternativas [Rolando Astarita]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Jun 4 14:42:51 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

4 de junio 2018

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Argentina/Debates

 

Caracterización de Cambiemos, visiones alternativas

 

Rolando Astarita

 

Blog Marxismo&Economía

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La idea dominante en buena parte de la izquierda es que el gobierno de Macri
expresa los intereses del capital especulativo y del capital imperialista,
fundamentalmente de EEUU. Estos habrían sido, además, los responsables de la
corrida cambiaria y los principales vehículos de la fuga de capitales. A su
vez, sigue el razonamiento, el acuerdo con el FMI sella el sometimiento de
Argentina a los poderes imperiales. De ahí que la demanda de la liberación
nacional vuelva a estar en el primer plano. La consigna de la hora es
“Patria sí, colonia no”.

 

Naturalmente, este discurso conlleva la noción de que el kirchnerismo y las
corrientes nacionalistas burguesas o pequeño-burguesas afines, son
progresivas en relación a los “financistas apátridas, el capital
imperialista y el FMI”. Un razonamiento que impregna no solo el análisis del
presente, sino también del pasado. Por ejemplo, si hoy el pedido de un
crédito al FMI es sinónimo de sometimiento colonial, la cancelación de los
préstamos del Fondo por parte del presidente Kirchner habría sido un paso
hacia la liberación nacional. Podrá decirse que la medida fue vacilante o
incompleta, pero puestos en la lógica de la “liberación nacional o
neocolonialismo”, no hay manera de refutar la afirmación “ahora somos más
independientes” (Kirchner, julio 2006, después de la cancelación). Y con el
mismo argumento ahora se concluirá que las fracciones que expresan los
intereses del capital productivo y nacional son progresivas frente al
gobierno de los CEO y sus negociados con el capital financiero.

 

En definitiva, todo empuja a reforzar la estrategia de “derrotar al enemigo
principal y urgente”. Después de todo, si los padecimientos de los
trabajadores se deben principalmente a los especuladores y al FMI, los
mismos se aliviarán cuando llegue al gobierno algún representante del
capital productivo (y argentino, faltaba más). Por eso, muchos dirigentes
del campo “nacional y popular” convocan a la izquierda (incluidas las
organizaciones que se referencian en Marx, Lenin, Trotsky, Che Guevara) a
unir fuerzas “contra el enemigo principal”.

 

En este respecto, son llamativas las piruetas dialécticas de algunos
dirigentes de la izquierda cuando, apurados por el envite, tratan de
explicar por qué no se unen con el kirchnerismo, habiendo coincidencia en el
diagnóstico sobre el “peligro inmediato”. El tema tiene importancia porque
buena parte de la militancia kirchnerista, o filo stalinista, considera que
el rechazo a formar un frente único anti-Cambiemos es sectario y
divisionista. De hecho, el problema ya se planteó en ocasión del ballotage
de 2015, cuando la izquierda llamó al voto en blanco, o la abstención. Es
que si Scioli era el candidato de la burguesía “nacional y popular” (con
todas sus “vacilaciones e inconsecuencias”), y Macri el candidato del
capital financiero imperialista (principal responsable de los males del
pueblo), ¿por qué votar en blanco? Para colmo, la izquierda consideró que el
triunfo de Macri representó un “giro a la derecha”. ¿Por qué entonces no
llamó a votar a la fracción “menos mala” para evitar, al menos, algunos de
los sufrimientos actuales al pueblo? Son las preguntas que en su momento se
hicieron muchos militantes y simpatizantes del campo nacional y popular. Y
que hoy vuelven a preguntar ¿por qué no nos unimos contra el enemigo
urgente? Pero aferrados a la defensa de la patria frente a las finanzas
imperiales, los marxistas nacionales no pueden ofrecer respuestas
coherentes.

 

Una visión alternativa

 

Mi interpretación acerca de qué expresa el gobierno de Cambiemos es distinta
de la que prevalece en la izquierda marxista y nacionalista. En mi opinión,
el programa del gobierno de Macri expresa los intereses del conjunto del
capital, ya que su objetivo es mejorar las condiciones de explotación de la
fuerza de trabajo, con independencia de que el capital sea grande o pequeño,
nativo o extranjero.

 

Por eso, al margen de tensiones y matices, la clase dominante tiene un
acuerdo sustancial en, al menos: eliminar o reducir subsidios estatales;
eliminar o reducir planes sociales; disminuir jubilaciones (en el mediano
plazo, elevar la edad de jubilación); reducir impuestos; reducir el costo
“de la política”; sostener un tipo de cambio real alto; impedir que los
salarios se ajusten según la inflación y bajarlos en términos reales;
debilitar el derecho de huelga (la represión a los huelguistas de
subterráneos Buenos Aires es ejemplar); profundizar la flexibilización
laboral; abaratar los despidos; acabar con lo que llaman “la industria del
juicio”; y debilitar, o suprimir, a las corrientes sindicales combativas (de
nuevo, véase subterráneos). Estas reivindicaciones son levantadas por
empresarios y voceros de la industria, el comercio, la minería, el agro, el
transporte, la banca y demás instituciones financieras. Por eso la corrida
cambiaria fue aprovechada por prácticamente todas las fracciones para pedir
al gobierno que acelere “el ajuste”, y  a la oposición parlamentaria “que
deje hacer al gobierno”. Y si hay cuestionamientos, estos apuntan a la
capacidad del gobierno para hacer el “ajuste” a fondo.

 

Es absurdo entonces, y contrario a los hechos, sostener que se trata solo de
reclamos del capital financiero, o del capital financiero imperialista. Pero
por esto mismo, también es absurdo, y contrario a los hechos, decir que la
devaluación del peso y las medidas de ajuste ocurren porque las “ordena” el
FMI. Por supuesto, el FMI refuerza la orientación en curso, pero lo esencial
es que existe una convergencia de intereses objetivos entre el Fondo y la
clase capitalista local. Más aún, la demanda de avanzar en el ajuste la
formulan, de hecho, los capitalistas a través de la huelga de inversiones y
la fuga de capitales. Por eso, también es contrario a toda la evidencia
afirmar, como leo en algún periódico de la izquierda radicalizada, que la
devaluación del peso se produjo porque la dispuso el FMI. La realidad es que
la corrida comenzó antes del pedido de crédito al FMI, y obedeció a la pura
lógica de la ganancia, el único criterio que cuenta en estas cosas. Ante
estas evidencias, la afirmación de que todo se debe al FMI y los poderes
foráneos solo puede explicarse por el afán de exaltar, a cualquier precio,
el nacionalismo. Es el tipo de argumento que a lo largo de décadas
presentaron las organizaciones stalinistas (el PC en primer lugar) para
disculpar a los capitalismos “nacionales” y apoyar a la fracción “progre y
nacional” de la clase dominante.

 

En base a lo anterior, también sostengo que la clase obrera no debería
encolumnarse detrás del discurso patriótico, que hoy todo lo inunda. Para la
clase explotada, que el capital sea propiedad de Lázaro Báez o de Cristóbal
López, y no de Techint o Coca Cola, es un tema irrelevante. En cuanto al
FMI, y el capital financiero internacional, no se los puede derrotar sin
romper con la burguesía nativa (y en última instancia, el resultado de esta
lucha dependerá de la relación de fuerzas entre el capital y el trabajo en
el plano mundial; no es un tema meramente “nacional”). Es esencial retener
que la burguesía argentina no tiene ninguna progresividad histórica.

 

En el mismo sentido, que el capital sea pequeño o mediano no es razón para
asignarle algún rol progresivo, o para depositar confianza en sus
representantes políticos. En este punto es conveniente recordar el viejo
consejo de Lenin a los obreros rusos: “No confiéis en ningún pequeño
propietario, por pequeño que sea, incluso trabajador” (citado por Trotsky).
Esta recomendación tiene vigencia.

 

En definitiva, las caracterizaciones alternativas del gobierno de Cambiemos
conectan con una de las cuestiones que tradicionalmente más se han discutido
en la izquierda, a saber, cuál es la “contradicción principal” (para usar
una expresión de los sesenta). Por un lado, la que dice que es entre el
capital especulativo-imperialista y el resto de la población (o “el
pueblo”). Por otro lado, la que dice que la contradicción principal es entre
el capital y el trabajo. La primera induce al conciliacionismo de clase. La
segunda es el fundamento de la independencia de la clase obrera con respecto
a toda ideología burguesa.

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