Uruguay/ Familiares de desaparecidos se retiran del "Grupo por Verdad y Justicia" creado por el gobierno [Samuel Blixen]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mar 2 18:19:32 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

2 de marzo 2018

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Uruguay/

La renuncia de Familiares al Grupo por Verdad y Justicia

Hasta acá llegamos

El retiro del representante de Familiares en el Grupo de Trabajo por Verdad
y Justicia reveló una crisis signada por la inoperancia en la búsqueda de
los desaparecidos. Esa crisis estuvo alimentada, además, por las
desinteligencias con la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado
Reciente que responde a la Presidencia. Otra expresión de la ausencia de
voluntad política real y de la debilidad frente a la estructura militar.

Samuel Blixen

Brecha, 2-3-2018

https://brecha.com.uy/

El presidente miró por una de las ventanas del piso 11, prolongando un
silencio lleno de expectativas después de los saludos de rigor. El río
estaba, como siempre, de un color achocolatado. Abajo, en el lado opuesto de
la Torre Ejecutiva, Artigas seguía ahí, en su soledad, soportando el olvido
como antes había soportado las traiciones. El visitante seguía parado, en
medio del despacho, intrigado; en un sillón, cumpliendo el papel de testigo,
el ministro de Defensa calculaba el efecto del silencio premeditado.
Finalmente el presidente regresó al escritorio, pero no se sentó. Apoyado en
el respaldo del sillón, develó la incógnita. El comandante en jefe del
Ejército ocultó cualquier signo de sorpresa:

—General –dijo el presidente–, dentro de una semana quiero tener en mi
escritorio un informe detallado sobre los lugares exactos donde están
enterrados los prisioneros desaparecidos durante la dictadura. Sin errores
ni dilaciones. Esta es una orden, en mi condición de comandante supremo de
las Fuerzas Armadas. No es un pedido. ¿Sabe lo que significa?

—Sí, señor –respondió el comandante del Ejército, inmutable y con un rostro
inescrutable–. Las órdenes están para cumplirse.

Este episodio nunca ocurrió, desde 1985 hasta hoy. Y particularmente no
ocurrió en estos 13 años de gobierno frenteamplista. Si hubiera ocurrido, si
un presidente hubiera tenido la determinación y la voluntad de dar la orden,
entonces la izquierda uruguaya no estaría soportando la vergüenza más grande
de su historia, cuya última consecuencia es la determinación de la
organización de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos (Familiares)
de retirar a su delegado del Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia (Gtvj).
La decisión ahonda una crisis ya instalada en el organismo creado por el
presidente Tabaré Vázquez en mayo de 2015 a través de un decreto con el
objetivo de investigar los crímenes de lesa humanidad cometidos por agentes
del Estado.

El cese de Ignacio Errandonea como representante de Familiares en el Gtvj
fue dado a conocer ayer jueves 1 de marzo mediante un extenso comunicado que
sintetiza la frustración por la ausencia de voluntad política para revertir
la complicidad de los mandos militares de hoy con los terroristas de Estado.
Familiares detalla los signos de esa debilidad: “No se ha querido presionar
a los militares para que aporten la información que sabemos poseen
(confirmada por el plano anónimo que permitió ubicar a Fernando Miranda en
2005 y la información en poder del comandante de la aviación que permitió
ubicar a Ubagésner Chaves Sosa ese mismo año). No se han enviado mensajes
contundentes a la institución militar sobre cuál sería el único camino para
superar eso que llaman ‘carga del pasado’ (o sea sus propios crímenes
impunes). Hasta ahora no se enfrentan las dilatorias de los indagados para
concurrir a la justicia, ni el carácter ‘especial’ y privilegiado de los
condenados con ‘prisión domiciliaria’ a pesar de las denuncias sobre la
violación de la norma, ni la anacronía de la jubilación que se sigue pagando
a condenados y fugados, así como tampoco se concreta la reforma a la Caja
Militar. (…) Lo vemos hoy en declaraciones de políticos y militares diciendo
que el Ejército puede ayudar en el control de la inseguridad ciudadana (…)
cuando aún no se ha hecho cargo de sus propios crímenes. Lo vemos en las
declaraciones del comandante en jefe diciendo que son los más interesados en
que encuentren a los desaparecidos (…) cuando los mantienen secuestrados en
sus propios predios. Lo vemos en las últimas sentencias de la Suprema Corte
de Justicia, en cuanto a no considerar como crímenes de lesa humanidad a la
tortura y la desaparición de personas”.

“Me da vergüenza”

De ese texto se desprende que la debilidad política para enfrentar las
actitudes de las Fuerzas Armadas cruza tangencialmente a todos los poderes
del Estado y a lo largo del tiempo. El pecado original, que sentó las bases
de la impunidad en las negociaciones del Club Naval, se manifiesta en las
sucesivas debilidades: cuando se permitió que el general Hugo Medina
guardara en su cofre fort las primeras citaciones de la justicia; cuando el
presidente Julio María Sanguinetti interfirió en el plebiscito de 1989
presionando a las televisoras para que no difundieran el spot de Sara Méndez
apelando al voto verde para encontrar a su hijo secuestrado; cuando el
presidente Luis Alberto Lacalle se doblegó ante los generales para no
investigar la desaparición y asesinato del chileno Eugenio Berríos; cuando
el presidente Sanguinetti –otra vez– negó que en Uruguay hubiera casos de
robos de bebés; cuando el presidente Jorge Batlle confesó que no iba a
castigar al asesino de María Claudia García de Gelman que él mismo había
identificado; cuando el presidente Tabaré Vázquez optó por dejar sin castigo
a los dos generales que le mintieron sobre la ubicación de los
enterramientos clandestinos en unidades militares; cuando el presidente José
Mujica concurrió a saludar al primer general en actividad que acababa de ser
procesado por la justicia.

Frente a tantas señales, no es de extrañar, entonces, que el actual
comandante en jefe del Ejército, general Guido Manini, actúe según esos
antecedentes. No tuvieron consecuencias sus críticas políticas a la
iniciativa del gobierno para reducir el déficit de la Caja Militar; no fue
reprendido cuando tildó de mentiroso al subsecretario de Economía; no se le
reclamó una explicación por las incursiones, en dos oportunidades, de unos
misteriosos drones en predios donde se efectuaban excavaciones en busca de
tumbas clandestinas; no se ahondó en su información falsa sobre un posible
enterramiento, que implicó la suspensión de las excavaciones en un predio
militar para iniciarlas en otro.

Si la ausencia de una orden para investigar las desapariciones es signo de
debilidad política, la ausencia de una orden en la interna de la institución
militar es signo de cómo, para preservar la impunidad, se debilita la cadena
de mando y la estructura vertical que sostienen al aparato militar. Una
prueba de ello son unas recientes declaraciones del general Manini sobre el
asesinato de Julio Castro. Cabe recordar que la muerte del educador y
periodista fue achacada a un paro cardíaco dos días después de su detención.
La ubicación de sus restos en 2011, en el Batallón de Infantería número 14,
reveló que Castro fue asesinado de un balazo en la cabeza, y la aparición de
un casquillo en la tierra removida sugiere que fue ejecutado al borde de la
tumba, en el momento previo a su enterramiento. Compungido por esa
evidencia, cuando un periodista le preguntó qué había sentido cuando se
enteró de que Castro había sido ejecutado, Manini declaró: “(sentí) una gran
vergüenza. Se comprobó que mataron a alguien de 69 años que no era
guerrillero, era periodista. Ninguna razón pudo justificar algo así. El que
lo hizo, lo hizo por una concepción totalmente errada”. ¿Cómo puede ocurrir
un asesinato en una unidad militar sin que el comandante lo sepa? El
entonces teniente coronel Regino Burgueño, jefe del Batallón 14 entre 1976 y
1979, no sabía dónde estaba parado, a menos que haya recibido la orden de no
darse por enterado. Y ese deliberado atentado contra la verticalidad y la
autoridad justifican que hoy, el comandante sienta vergüenza por lo que hizo
“alguien”.

Juego de mosqueta

Al anunciar su retiro del Gtvj, Familiares puntualiza que una de las razones
de la inoperancia en las investigaciones que debían impulsarse desde ese
organismo, es “la heterogeneidad del diseño institucional”, una forma
diplomática para expresar la contradicción de una dualidad de funciones –el
Grupo de Trabajo, por un lado, y la Secretaría de Derechos Humanos para el
Pasado Reciente, por otro– que no sólo no complementó sino que entorpeció
las tareas. La ausencia de un marco legal para el Gtvj (que Presidencia se
abstuvo de impulsar porque –según palabras atribuidas al prosecretario Juan
Andrés Roballo– la ley podía ser “bastardeada” en el Parlamento) convirtió a
la Secretaría en el fiel de la balanza: el Gtvj no tiene presupuesto (sus
miembros son honorarios) y la Secretaría decide en función de los
lineamientos de Presidencia.

Así, el éxito más grande del Gtvj fue la intervención en los archivos del
Fusna (Fusileros Navales), a partir de una iniciativa de Familiares ante el
entonces ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, que autorizó el
ingreso a la unidad, y del actual ministro, Jorge Menéndez, que autorizó la
digitalización de los documentos (véase nota vinculada). Pero la Secretaría
redujo a cuatro la contratación de técnicos y congeló así la posibilidad de
entrar en otras unidades militares donde se presume que existen archivos, y
que requiere de un número mayor de técnicos con experiencia en
digitalización y búsqueda. El acceso a esas unidades fue en principio
confirmado al Gtvj por el ministro Menéndez. Las dilatorias en la formación
de nuevos grupos contrastan con la celeridad con que la Secretaría obtuvo
fondos para comprar en 120 mil dólares una máquina excavadora.

El papel protagónico de la Secretaría explícitamente impulsa las directivas
emanadas de Presidencia, por lo que debe adjudicársele la responsabilidad en
las dificultades que enfrentó el Grupo de Trabajo. Una iniciativa que generó
rispideces fue un documento de confidencialidad, cuya firma se exige para
quienes trabajan en el Gtvj y en la Secretaría, y que representa un
increíble retroceso en cuanto a transparencia y democratización. El
documento impone, a voluntarios y funcionarios, el compromiso de “no
divulgar y a mantener estricta reserva de los documentos, expedientes,
archivos, imágenes, materiales, investigaciones, así como cualquier tipo de
información o conocimiento a la que tenga acceso o se generare. Esta reserva
aplica a todos los datos o información conferidos verbalmente,
documentalmente o pasivos de potencial acceso directo o necesario o
fortuito”. La confidencialidad, que comprende incluso el secreto sobre los
comentarios de pasillo, se extiende por un plazo de diez años.

Con la retirada de Familiares, el Gtvj termina de desflecarse: la crisis
servirá para determinar la verdadera voluntad de descubrir las
responsabilidades por las infamias del pasado, lo que implica abandonar el
gatopardismo

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Investigación truncada

Una prueba de que la recopilación y análisis de los archivos de la
represión, aunque parciales y quizás depurados, revelan secretos y orientan
la búsqueda de la verdad, es el rescate de un documento ubicado en el
archivo de Fusileros Navales (Fusna) sobre la detención en Montevideo y la
entrega a represores paraguayos de un argentino y una italiana desaparecidos
desde 1977 y cuyos restos, inhumados de una fosa común en Asunción, fueron
identificados en 2016.

Recién a fines de 2014 la Secretaría de Derechos Humanos uruguaya tomó
conocimiento de la detención y secuestro de la italiana Rafaela Filipazzi y
el argentino José Agustín Potenza, a raíz de una denuncia presentada en
Argentina por las hijas de cada uno de los desaparecidos. Filipazzi, de 33
años, y su compañero Potenza, músico, instrumentista y funcionario del
Congreso argentino, habían viajado en junio de 1977 a Montevideo, después a
Paraguay y retornado a Uruguay tras una escala en Brasil. La información
proveniente de la justicia argentina decía que ambos habían sido detenidos
por funcionarios policiales paraguayos en el hotel Hermitage, en Pocitos,
entre el 25 y el 27 de junio, y trasladados a Asunción a comienzos de julio
del año mencionado.

Desaparecidos casi durante 40 años, el trabajo de los antropólogos forenses
argentinos sobre la identidad de cuatro cuerpos descubiertos en una fosa en
el predio de la Agrupación Especializada de la Policía permitió confirmar
que Filipazzi y Potenza efectivamente habían sido asesinados en Paraguay.
Los cuatro esqueletos fueron hallados entre 2009 y 2013, y entre agosto y
setiembre de 2016 se dio a conocer su identificación. Los restos de las
otras dos personas pertenecían a los militantes comunistas paraguayos Miguel
Ángel Soler y Cástulo Vera. La Comisión de Verdad y Justicia de Paraguay
documentó 425 casos de personas ejecutadas o desaparecidas durante la
dictadura de Stroessner, la más larga del Cono Sur, pero hasta ahora no
logró establecer qué motivó el asesinato de la pareja.

Sin embargo, fue hace unos meses cuando los técnicos del Gtvj que trabajaban
en los archivos del Fusna descubrieron un documento que revela el papel
jugado por los militares uruguayos en ese nuevo caso del plan Cóndor. No
está demostrado que la italiana y el argentino fueran militantes de los
grupos clandestinos argentinos y existen indicios de que la presencia de
represores paraguayos podría obedecer a razones “no políticas”. La supuesta
vinculación de Rafaela al Partido Socialista Argentino y la referencia
imprecisa a la militancia peronista de José, no son “méritos” como para
justificar una operación Cóndor a tres bandas.

El documento hallado en el Fusna que confirma la detención de la pareja en
Montevideo abre vías de investigación. Hasta ahora los elementos sobre el
secuestro y el traslado clandestino eran el resultado de la información
fragmentaria recabada por la hija de Rafaela Filipazzi, que en dependencias
paraguayas habría permanecido con vida hasta noviembre de 1977, a juzgar por
unas cartas clandestinas que escribió desde su cautiverio a una amiga, por
intermedio de un supuesto policía que se hacía llamar Capurro. De ser
auténticas esas cartas, podría compararse el relato de su detención y
traslado con la información contenida en el documento militar. Más aun: en
la medida que es posible establecer quiénes eran los responsables del Fusna
en esa época, podría reclamarse información adicional por intermedio del
Ministerio de Defensa o de la propia justicia. Por lo pronto se sabe que en
la dirección de la inteligencia del Fusna a lo largo de 1977 se alternaron
los capitanes Jorge Tróccoli, hoy sujeto a juicio penal en Italia por la
desaparición de ciudadanos uruguayos descendientes de italianos; y Juan
Carlos Larcebeau, preso en Uruguay, con una condena de 20 años por su
participación en la desaparición de uruguayos secuestrados en Argentina.

Filipazzi y Potenza fueron “liberados” en los primeros días de julio de 1977
y viajaron a Asunción custodiados por represores paraguayos. Una
investigación realizada por miembros del Gtvj habría logrado establecer la
identidad de los paraguayos que viajaron con los detenidos. Pese a los
elementos surgidos a partir del documento militar, el Gtvj desestimó
formular una denuncia en la justicia uruguaya, y un proyectado viaje a
Asunción quedó en suspenso.

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