Memoria/1968/ Checoslovaquia: 8 meses de primavera [Anna Libera y Charles André Udry]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Mar 3 11:25:43 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

3 de marzo 2018

Boletín Informativo

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germain5 en chasque.net

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Memoria/1968

Cincuentenario de 1968

Checoslovaquia: 8 meses de primavera *

Anna Libera y Charles André Udry

Viento Sur, 3-3-2018

http://www.vientosur.info/

A comienzos de enero de 1968, el Presidium del Comité Central (CC) del
Partido Comunista Checoslovaco (PCCh) nombró a Alexandre Dubcek primer
secretario del partido, después de duros enfrentamientos. Así empezó lo que
vino a llamarse “Primavera de Praga”, aplastada brutalmente por los tanques
del Pacto de Varsovia que invadieron el país el 21 de agosto de 1968.
Todavía se prolongaría durante varios meses la resistencia de los
trabajadores y los estudiantes. La normalización sólo llegaría a lo largo de
1969.

El 4 de marzo de 1968 empezaron a circular confidencialmente unas actas
detalladas de la reunión del CC de enero. En ellas se leía: “Durante la
discusión se han enfrentado lo nuevo y lo viejo respecto a la acción
política del partido. Se ha expresado una primera tendencia que, en mayor o
menor medida, no tiene en cuenta el nivel alcanzado en el desarrollo
socialista de nuestra sociedad y se ha afanado por defender formas
periclitadas de trabajo del partido; a su juicio, las causas de nuestros
errores están ante todo en las dificultades encontradas en la marcha de la
economía, las insuficiencias del trabajo ideológico, la falta de rigor y las
actitudes liberales en el terreno ideológico, los efectos de las maniobras
de diversión ideológicas de Occidente (…) Frente a esta posición se
expresaron tendencias muy claras (…) que reclamaban urgentemente un nuevo
curso (…) a partir de elevar la acción política al nivel correspondiente a
la evolución contemporánea de nuestra sociedad, teniendo en cuenta los
efectos de la revolución científica y técnica. El desarrollo de la economía
y de sus nuevas formas de dirección requieren un cambio inevitable de los
métodos de dirección del partido, con el fin de dominar un campo
suficientemente amplio para la iniciativa y la actividad pública de los
grupos sociales como tales”.

La primera tendencia estaba representada por el hasta entonces principal
dirigente del PCCh, Novotny. La segunda, heterogénea, encontró su portavoz
en Dubcek.

La nueva dirección no se planteó cambios radicales inmediatamente después de
su victoria; pretendía transformar gradualmente el partido desde el
interior, utilizando a los intelectuales para remover un poco el aparato
conservador. Su proyecto era que a finales de 1969 o en 1970 un Congreso
sancionara el proceso transformador ya realizado. Pero el debate sobre los
problemas del país debía abrirse desde el comienzo. Así se hizo en prensa,
radio y TV.

Compromisos efímeros

Dubcek intentaba evitar la confrontación abierta con Novotny, cuya fracción
conservó en un primer momento sus puestos en la dirección del partido. Pero
rápidamente se supo que Novotny había intentado organizar un golpe de Estado
militar tras la victoria de Dubcek. La presión popular por la dimisión de
Novotny se hizo imparable. Todos los sectores de la sociedad se movilizaron:
los estudiantes crearon un parlamento independiente, los sindicatos exigían
el restablecimiento del derecho de huelga, aparecían embriones de partidos
políticos… ¡hasta los censores exigieron la abolición de la censura! Novotny
dimitió de la presidencia de la República el 21 de marzo siendo sustituido
por Svoboda, un jefe militar y héroe nacional. Pero Dubcek era consciente de
que la dinámica del movimiento de masas estaba desbordando los límites
fijados.

Dubcek intentó contemporizar, pero la batalla en la dirección era cada vez
más dura. Los conservadores trataban de bloquear las medidas de
liberalización que puso en marcha el gobierno Cernik desde el mes de abril
(leyes sobre el derecho de reunión y asociación, sobre la libertad de
prensa, sobre la delimitación de competencias del Ministerio del Interior,
sobre los Consejos Obreros, etc.), que obtienen un amplio apoyo en la
población. La batalla en el interior del CC concluyó con la exclusión de
Novotny. Fue inevitable la convocatoria de un Congreso extraordinario que se
decide tenga lugar en septiembre. Se inicó inmediatamente un proceso de
elección democrática de delegados en congresos regionales.

En este marco un documento conocido por Las dos mil palabras va a desempeñar
un papel considerable. Escrito por Ludwig Vakulic, refleja la frustración de
un sector de la intelectualidad frente a las ambigüedades del equipo Dubcek
y el miedo a un retroceso si no se institucionaliza la democratización. La
idea central del documento era saludar las iniciativas positivas tomadas por
la dirección del partido desde enero, pero advirtiendo frente a una
confianza ciega en ella y llamando a los trabajadores y a los jóvenes a
“tomar ellos mismos” la dirección de la lucha por la transformación de la
sociedad.

El documento estará en el centro de los debates para la elección de
delegados al Congreso. Los conservadores lo exhibirán como una confirmación
de todos sus temores. Los liberales, por su parte, intentarán limitar el
alcance del texto, destacando las buenas intenciones de sus autores y
denunciando únicamente “las cuarenta palabras desgraciadas”, es decir, las
que llamaban a la acción independiente de masas. Este documento será el
pretexto avanzado por los “países hermanos” para aportar su “ayuda
internacional” al partido checoslovaco, amenazado por “la ofensiva de las
fuerzas contrarrevolucionarias.

Los consejos obreros

Hubo que esperar tres meses después de enero de 1968 para que los
trabajadores y trabajadoras empezaran a moverse a través de la brecha
abierta por la crisis en la dirección del partido. La dirección del
Movimiento de los Sindicatos Revolucionarios (ROH), organización oficial,
tenía muy poco apego por las reformas. Su secretario, Miroslav Pastrick,
escribía en enero en el periódico del sindicato, Prace, que el ROH debía
“servir incondicionalmente al socialismo” (léase al partido) y “reforzar la
unidad ideológica de las masas”. Esta es una perfecta ilustración de la
concepción estalinista del sindicato como correa de transmisión del partido.

La tendencia Novotny, bien anclada en el aparato sindical, hizo campaña en
las empresas contra los reformadores. Dubcek y su equipo reaccionan y a
mediados de marzo es destituida la dirección del ROH. Los reformadores deben
dar confianza a los trabajadores de que iban a disponer de más medios para
la defensa de sus intereses; es una especie de moneda de cambio contra la
introducción de reformas que afectarían a las condiciones de trabajo y
empleo. Además, frente a los obstáculos que suponen los burócratas
incompetentes que colonizan la dirección de las empresas, hay que apoyarse
en las y los productores. El Programa de Acción adoptado por el CC del PCCh
el 5 de abril afirma: “…el Partido considera que es indispensable que todo
el colectivo de trabajo que soportará las consecuencias, tenga también una
influencia sobre la gestión de las empresas. Así nace la necesidad de
órganos democráticos en las empresas, que tendrían poderes delimitados en lo
que concierne a la dirección de la empresa”. Sin embargo, el programa
precisa los límites de estos “órganos democráticos”: “Naturalmente, eso no
cambia en nada la autoridad indivisible y el poder de los cuadros dirigentes
de la empresa”.

En el mes de mayo estallan una serie de huelgas que con frecuencia tienen en
su punto de mira a directores de empresa incapaces y corruptos. El dirigente
de los sindicatos de Eslovaquia, Daubner, escribe en el periódico Pravda de
Bratislava que los managers “no han comprendido que ha tenido lugar un
cambio y que debían considerar a los sindicatos como un interlocutor serio”.

A comienzos de junio se constituyen dos consejos obreros en dos empresas
clave: CKD de Praga y Skoda de Pinsel. A finales de junio los trabajadores
de CKD elaboran unos Estatutos de la autogestión:

“Los trabajadores de la fábrica CKD, realizando uno de los derechos
fundamentales de la democracia socialista, el derecho de los trabajadores a
gestionar sus empresas, y deseando una unión más estrecha de los intereses
de toda la sociedad con los de cada individuo, han decidido fundar la
autogestión de los trabajadores que toma en sus manos la gestión de la
fábrica”.

Estos estatutos definen el lugar respectivo de la Asamblea de Autogestión de
la empresa (órgano soberano, en el cual participan todos los empleados,
menos el director) y del Consejo de Trabajadores (elegido por la Asamblea).
El puesto de director se saca a concurso por el Consejo y la Asamblea. Esta
dinámica atraviesa la reunión de la Conferencia Nacional del ROH a mediados
de junio. En ella la huelga es reconocida como un medio de defensa de los
intereses de los asalariados y además se les incita a la creación de
Consejos de Trabajadores. Así pues, en Checoslovaquia el movimiento de los
consejos se apoya en el movimiento sindical, aunque delimitando las tareas
respectivas del sindicato (defensa de los intereses sociales) y de los
consejos (gestión).

Cuando se produce la invasión soviética, los trabajadores organizados en las
empresas ocupan un lugar central en la resistencia: los metalúrgicos, cuya
federación agrupa a 900.000 trabajadores, representan el ala más radical. El
XIV Congreso, clandestino, del PCCh tiene lugar en la fábrica CKD de
Vysocani, en las proximidades de Praga, y traduce la fusión entre la
resistencia obrera y nacional a la ocupación y la voluntad de extender los
instrumentos de autogestión.

El desarrollo de los consejos tiene lugar después de agosto. En junio había
19, en octubre 113 y 140 estaban en fase de organización. Pero el 24 de
octubre Dubcek hace adoptar un decreto para bloquear la extensión de los
consejos; ésta es una demostración de la función que Dubcek asume en la
primera fase de la normalización. La oposición obrera contra esta medida es
tan fuerte que la dirección del ROH tiene que denunciar públicamente el
decreto el 11 de noviembre.

A pesar de todos estos obstáculos, el movimiento de los consejos sigue
progresando. El 9 y 10 de enero de 1969 tiene lugar un Congreso en la
fábrica Skoda que reúne a delegados de 200 consejos, los cuales deciden
crear una asociación nacional de los consejos. Pero esta movilización no
encuentra articulación en el terreno político. Dubcke desmoviliza e impide a
la vez la emergencia de una alternativa.

Los normalizadores han puesto manos a la obra. La alianza entre “los
directores generales y los directores de las empresas” y los “amigos
soviéticos” termina produciendo un proyecto de ley sobre la “empresa
socialista” en febrero de 1969. En él se propone un “Consejo de empresa” en
el cual el peso decisivo lo tienen los organismos del Estado y sus
representantes.

El VII Congreso del ROH, que se reúne en marzo de 1969, muestra la amplitud
del rechazo al proyecto de ley. La resolución del sindicato, aunque hace
concesiones al gobierno, insiste en que “en la creación de los Consejos de
Trabajadores, en tanto que órganos democráticos supremos de gestión de las
empresas…, una parte decisiva de los miembros de los Consejos de
Trabajadores deben ser elegidos entre los empleados de las empresas”.

La ofensiva normalizadora va reforzándose. En abril de 1969 el Consejo
Nacional Checo suspende la discusión sobre el proyecto de ley. Las purgas se
aceleran. En julio de 1970 los consejos serán formalmente prohibidos por el
Ministerio de Industria y el 5 de marzo de 1972 el Consejo Central del ROH
condenaba oficialmente a los Consejos de Trabajadores porque implican “el
paso a la liquidación de la propiedad social global”. La normalización
consigue así imponerse, en nombre del orden y del “socialismo”, contra la
democracia socialista en la sociedad y en las fábricas.

Los “países hermanos”

Pero recuperemos el hilo de los acontecimientos. La presión y las amenazas
del Pacto de Varsovia van a convertirse en un elemento central de la
situación desde junio de 1968. La llegada de Dubcek al poder no había
despertado ninguna inquietud entre los dirigentes soviéticos. Se le
consideraba un aliado fiel de la URSS. Pero a partir del desarrollo del
movimiento de masas esta actitud cambia. La pérdida de control del partido,
simbolizada en la convocatoria del Congreso extraordinario de septiembre, se
considera el dato decisivo.

A mediados de julio, la URSS, Polonia, la RDA, Hungría y Bulgaria se reúnen
en Varsovia y envían una carta a la dirección del PCCh –que unos días antes
había rechazado una invitación para comparecer en el pleno ante ellos-
llamando la atención sobre “la ofensiva llevada a cabo por la reacción con
el apoyo del imperialismo contra el partido y las bases del régimen
socialista”. También expresan su desconfianza hacia los dirigentes del PCCh,
que no son conscientes de estos peligros, y denuncian la presencia de
contrarrevolucionarios en el propio seno de la dirección del PCCh. La
situación es tan grave, dicen, que ya no es competencia solamente de la
dirección del PCCH y exige la intervención de la “comunidad socialista”.

La respuesta de la dirección del PCCh rechaza las acusaciones y defiende la
línea seguida desde enero. En el país se desarrolla un amplio movimiento
contra lo que se considera una intolerable injerencia. Todas las instancias
del partido y las organizaciones de masas ratifican la carta del partido y
prosigue la preparación del Congreso. Los delegados están elegidos a
comienzos de julio: más del 80 % son “progresistas” (el 10 % de ellos son
considerados “radicales”).

Para tranquilizar a los soviéticos se realiza un encuentro bilateral entre
la URSS y Checoslovaquia el 29 de julio. No se conocen los datos de la
reunión, pero a su regreso Dubcek informa de la “comprensión de los
soviéticos”. Quizás trataba de convencerse a sí mismo, desoyendo a algunos
generales que le informaban con inquietud de los movimientos inhabituales de
las tropas del Pacto de Varsovia, que entrarían en el país el 21 de agosto.

Dubcek esperó hasta el final poder conciliar lo que es inconciliable en el
mundo burocrático: la democratización y el “papel dirigente”, el monopolio
del partido; la independencia nacional y la aceptación de una subordinación
a los intereses geopolíticos de la burocracia del Kremlin. Así habrá
suscitado las esperanzas de los trabajadores y, a la vez, dejado la puerta
abierta a aquellos cuyo único fin es aplastarlas.

La invasión

La invasión militar soviética buscaba con su masividad paralizar a la
población. Contando con que ningún sector del ejército checo pasaría a la
resistencia y que las masas no habían conquistado medios de autodefensa en
la lucha precedente, se consideraba poco probable un enfrentamiento de tipo
húngaro.

Así pues, para los soviéticos se trataba en una primera fase de utilizar la
presencia de tropas para restablecer el control burocrático sobre las
instituciones políticas para que, en una segunda fase, esas instituciones
pudieran vencer al movimiento popular. La dirección Dubcek iba a mostrarse,
desgraciadamente, un instrumento dócil de ese proyecto. El movimiento
espontáneo y masivo de resistencia no armada a la ocupación revelaba el
profundo apego de los trabajadores y los jóvenes a los ideales de la
Primavera de Praga. Pero su misma amplitud iba pronto a revelar el retraso
en la aparición de una dirección independiente antes de la intervención.
Pese a la notable actividad de resistencia de numerosos comunistas de
izquierda, no consiguieron organizar esa dirección en la obligada
clandestinidad posterior a la invasión. Junto a la capitulación de Dubcek,
éste será el dato central que permitirá la victoria de la normalización a lo
largo de 1969.

Los soviéticos no tenían en todo caso un trabajo fácil. No querían una
solución puramente militar, sino utilizar la presión militar para resolver
políticamente la crisis. Querían restablecer la legitimidad de un PC a sus
órdenes. Para ello necesitaban la capitulación de Dubcek y su equipo, que
ellos mismos deshicieran el movimiento que habían suscitado. Éstos fueron
llamados a Moscú y allí firmaron un protocolo en el que aceptaban el
“estacionamiento temporal” de tropas del Pacto de Varsovia en
Checoslovaquia. Las concepciones políticas de la dirección dubcekiana
explican esta rendición: siempre habían considerado sus divergencias con
Moscú como problemas tácticos, subordinados a su relación prioritaria con el
“movimiento comunista internacional”, es decir, con el poder del Kremlin.

No faltaron las tensiones y contradicciones, incluso en el aparato del
partido. Desde el anuncio de la invasión, la dirección del partido en Praga
lanzó un llamamiento a la resistencia pacífica y a la fraternización con los
soldados, creando una red de comunicación por radio y TV y convocando la
reunión inmediata del XIV Congreso del PCCh en la fábrica CKD de Praga. No
había la menor duda de la legitimidad de este Congreso, en el que estuvieron
presentes dos tercios de los delegados elegidos democráticamente en los
congresos regionales previos. El Congreso condenó la invasión y eligió un
nuevo CC, que el 27 de agosto rechazó el protocolo firmado en Moscú entre
Dubcek y los soviéticos. Pero a su regreso de Praga Dubcek declaró nulo el
Congreso y restauró el CC elegido en 1966, con algunos miembros elegidos en
el XIV Congreso.

La resistencia

Tras las primeras reacciones frente a los tanques y dada la ausencia de
dirección del movimiento de resistencia, no hubo un desarrollo de grandes
acciones de calle, pero sí una extensión de los consejos y la
autoorganización, al que ya nos hemos referido en un punto anterior.

Había un cierto atentismo, una tímida esperanza en que Dubcek al menos
conseguiría salvar lo esencial de las reformas. Pero estas ilusiones se
disiparon rápidamente. El 28 de octubre, aniversario de la creación del
Estado checoslovaco, hubo manifestaciones masivas exigiendo la retirada de
las tropas soviéticas.

La juventud estudiantil fue la primera en comprender que era necesario
relanzar la acción contra la ocupación y organizar una dirección
independiente de Dubcek. Crearon un comité de acción con representantes de
todas las facultades que en diciembre se transformó en un Parlamento
estudiantil. Bajo el impulso de Karel Kovanda, Jiri Müller y Petr Uhl, un
comité llamó a una manifestación el 17 de noviembre que fue prohibida y
transformada inmediatamente en dos días de ocupación de universidades e
institutos en todo el país. Además, lanzaron una “Carta a los camaradas
obreros y campesinos”, de contenido muy general, pero cuya importancia
estuvo en el mismo hecho de existir. La carta pasó de fábrica a fábrica.
Dirigentes obreros fueron a las facultades ocupadas. En numerosas fábricas
se votó el compromiso de ponerse en huelga si se atacaba a los estudiantes.
La asamblea de Skoda Pilsen se pronunció por la elección de una nueva
dirección “que se comprometa a aplicar el proceso de democratización
política y organizativa”. Los 22.000 obreros de la siderurgia de Kladno
exigieron la dimisión de los dirigentes opuestos a la democratización.
Posiciones similares fueron adoptadas por los mineros de Ostrava y los
obreros de CKD, que llegaron a convocar una huelga preventiva el 22 de
noviembre cuando los estudiantes desafiaron la orden de evacuación de las
facultades ocupadas.

Se desarrollaba una vanguardia unitaria entre estudiantes y dirigentes
obreros de grades empresas. Se firmó un pacto entre el sindicato metalúrgico
y el sindicato estudiantil de Praga cuyo programa, según las autoridades de
la normalización, convertía el manifiesto de las 2.000 palabras en un
“cuento de hadas”. Pactos similares se firmaron en otros lugares.

Una movilización de esta amplitud no podía manifestarse indefinidamente sin
un proyecto político. Pero los cuadros que podían transformar esta poderosa
acción de resistencia en una ofensiva política que habría podido dividir la
dirección del partido y así minar el instrumento político de los ocupantes,
estaban dispersos. Eran muy activos en la resistencia, pero se encontraban
sumergidos dentro de las organizaciones de masas, sin relaciones entre
ellos, sin proyecto.

A finales de febrero de 1969 Dubcek declaró: “Hemos conseguido superar la
fase más aguda de la crisis”. Tenía razón. Ya no era de ninguna utilidad
para los ocupantes. A finales de marzo, el equipo de hockey checo gana al de
la URSS 4 a 3. La victoria desencadena manifestaciones populares contra la
ocupación. El Kremlin aprovecha la ocasión para destituir a Dubcek y poner
en su lugar al fiel Husak. Dubcek será nombrado embajador en Turquía. En
enero de 1970, pese al escrupuloso silencio que había mantenido desde su
destitución, será expulsado del partido.

La normalización exigió en realidad la expulsión de centenares de miles del
PCCh. Otras formas de represión: cárcel, exilio, despidos, chantaje sobre
los estudios de los hijos…, se generalizaron para aplastar el movimiento de
resistencia. Así se segó la primavera de Praga.

* Este artículo se publicó en la revista Inprecor, nº 61, mayo 1988.

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