Cuba/Debates/ Falsa unanimidad [Amaury Vadivia]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mar 9 18:44:11 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

9 de marzo 2018

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Cuba/Debates

Cuba frente a sus debates políticos

Falsa unanimidad 

Los cubanos que acudirán a votar en las elecciones legislativas del próximo
domingo lo harán en un país que en la última década ha experimentado grandes
cambios, sobre todo en lo económico, que han marcado profundamente a su
población. Mientras el oficialismo insiste en que el “voto unido” es
revolucionario, por fuera de los espacios oficiales aflora dentro de la
izquierda en Cuba un nuevo e intenso debate ideológico sobre el futuro del
país.

Amaury Valdivia, desde La Habana

Brecha, 9-3-2018 

https://brecha.com.uy/

A la mañana siguiente de su designación como líder provisional de Cuba, Raúl
Castro se presentaba como una incógnita para sus compatriotas.

Luego de casi medio siglo como “número dos” dentro del Partido Comunista y
el aparato estatal, una sorpresiva enfermedad de su hermano Fidel lo había
hecho pasar al primer plano. Era un protagonismo que en sus propias palabras
asumía con el compromiso de “continuar por la senda que nos ha trazado el
comandante en jefe”.

Los primeros meses no implicaron mayores cambios. Sin embargo, ya en el
primer semestre de 2007 el “general-presidente” comenzó a cuestionar en
varios de sus discursos lo que definió como la “falsa unanimidad” en el
país. A su juicio, la falta de discusión, de debate formal, le hacía a la
revolución tanto daño como sus peores enemigos. “Se debe escuchar a todos
con respeto, sin importar lo diferentes que puedan resultar sus criterios”,
consideró.

Fue un giro inesperado para las dinámicas del ejercicio político en la isla,
pero Raúl Castro persistió en esa línea de acción al menos hasta abril de
2011, cuando en el VI Congreso del Partido Comunista –el primero desde 1997–
obtuvo amplios poderes para poner en marcha lo que se ha definido como
“actualización del modelo económico cubano”, la cual dejaría atrás más de
cuatro décadas de absoluto dominio estatal sobre la economía. Desde
entonces, los llamados a cuestionarse “las causas de las cosas” se fueron
convirtiendo en intercambios circunscritos a “los espacios establecidos”; a
las asambleas del partido y sus organizaciones afines. Ir más allá puede
considerarse como “hacerle el juego al enemigo”, o peor aún, la abierta
disidencia.

Si bien las reformas emprendidas a partir de 2007 han propiciado un discreto
crecimiento económico (un 2 por ciento anual en promedio), sus beneficios no
se han distribuido de forma equitativa, lo cual ha generado tensiones y
erosionado el apoyo popular a las autoridades; también la participación de
la ciudadanía en el sistema político (véase recuadro).

En este contexto, paralelamente al “cierre de filas” en los ámbitos
oficiales, ha florecido –sobre todo entre una parte de la intelectualidad–
un dinámico debate ideológico sobre el futuro de la isla. Por la variedad de
posiciones que la conforman, esa discusión hubiera resultado inimaginable en
la Cuba de hace diez años. Sus puntos de atención van de la economía a las
interioridades del sistema político y tienen como telón de fondo la
expansión creciente de dinámicas sociales propias del capitalismo, con
particular eco entre la juventud.

Debates en nuevos ámbitos 

Un conocido corto de ficción cubano, Nicanor, refleja desde el humor las
condiciones del debate político en Cuba, al desarrollar su trama en un baño,
durante el intermedio de una reunión. Hasta allí van muchos de los
personajes para felicitar o cuestionar al protagonista, o simplemente a
indagar sus motivos para abstenerse en una votación. A ninguno se le ocurre
exponer sus verdaderas opiniones en el espacio establecido para ello.

Cabe señalar que, en sus 42 años de sesiones, la Asamblea Nacional de Poder
Popular (parlamento) registra una sola votación que no alcanzó la aprobación
unánime de sus más de 600 diputados.

Aunque de manera oficial la Constitución faculta a los ciudadanos a ejercer
su derecho a opinar y trasmitir reclamos a las autoridades, “marcarse” como
crítico resulta poco recomendable en un país donde la práctica totalidad de
los empleos públicos y el acceso a servicios, como las guarderías
infantiles, dependen de “comprobaciones” respecto de la conducta
político-social del solicitante. Además, en el sistema burocrático las
decisiones finales están en manos –precisamente– del organismo objeto de las
críticas.

Tal vez por eso el intenso debate político e ideológico que aflora
actualmente en Cuba se está dando por fuera de los foros formales y
oficiales. Más allá de las discusiones espontáneas entre conocidos, el
espacio del “baño” del cortometraje mencionado es asumido por Internet.
Aunque acceder a ella no siempre resulta fácil ni barato, en los últimos
años la red ha logrado una significativa difusión. A través de ella el
“cubano de a pie” recibe informaciones que muy pocas veces están en los
medios oficiales, y a través de ella intercambian ideas amplios segmentos de
la intelectualidad dentro y fuera de la isla.

Del cuentapropismo y otros “demonios” 

El funcionamiento del naciente sector privado en Cuba (véase “La revolución
privada”, Brecha, 24-VIII-17) es uno de los temas centrales del debate
político. A mediados de 2017 el primer vicepresidente de los consejos de
Estado y de Ministros, y más probable sucesor de Raúl Castro en la
presidencia, Miguel Díaz-Canel, dedicaba buena parte de un encuentro con
dirigentes a criticar a “algunos empresarios privados que intentan construir
una imagen idealizada de la Cuba de antes de la revolución”. Aquella
conferencia, convenientemente filtrada y difundida a través de pendrives,
fue el anticipo de las medidas que en agosto pasado adoptó el gobierno para
el “perfeccionamiento del trabajo por cuenta propia” (del sector privado) y
que, en la práctica, han supuesto la puesta en pausa de su expansión.

Hasta agosto de 2017 Raúl Castro había apostado todas sus fichas a las
“nuevas formas de gestión no estatal”. Esa denominación genérica comprende
el incipiente sector privado y las “cooperativas no agropecuarias”, que han
generado el 72 por ciento de todos los empleos creados de 2010 a la fecha,
según señaló el economista Ricardo Torres en Progreso Semanal, una de las
pocas revistas que se editan fuera de Cuba y que cuenta con el
reconocimiento oficial del gobierno.

Sin embargo, en las instancias de poder se las sigue mirando con recelo. Tal
posición fue expresada públicamente a mediados de febrero por Marino
Murillo, el vicepresidente a cargo de las reformas, pero no es nueva entre
los inquilinos del Palacio de la Revolución. Casi desde el comienzo de la
“actualización del modelo”, el propio Raúl Castro se vio obligado a asumir
la defensa de los “cuentapropistas”, reclamando que se les considerara “tan
revolucionarios como cualquiera de nuestros otros trabajadores”.

Por eso muchos se sorprendieron cuando el general-presidente tomó la palabra
para criticar “los excesos cometidos” en el proceso de apertura.

Discusión abierta 

“El sector no estatal ha enfrentado un marco regulatorio inadecuado y
siempre cambiante”, detalló Torres. “En lugar de limitar el desarrollo del
sector, Cuba necesita pensar cómo va a aprovechar al máximo sus recursos
humanos. Crear empleos y aumentar la productividad requieren inversión, y
ésta, un marco seguro”, opinó este investigador.

Es un punto en el que coinciden la mayoría de los estudiosos cubanos sobre
el tema, que, como el destacado economista Juan Triana, se cuestionan hasta
qué punto le corresponde al gobierno mantener bajo su responsabilidad hasta
los más pequeños negocios. “Producir croquetas no debiera ser parte de las
preocupaciones de un Estado que debe garantizar la salud y la educación de
forma masiva a toda la población”, apuntaba el profesor de la Universidad de
la Habana en un artículo reciente. A su juicio, las autoridades deberían
centrarse en establecer las normas más adecuadas para la actividad y
fiscalizar que sean cumplidas.

Se trata de un campo abierto a la discusión. El investigador social Fernando
Luis Rojas alerta sobre el grado de desprotección en que se encuentran los
empleados del sector privado, y la necesidad de políticas públicas que
garanticen sus derechos (véase “La difícil lucha sindical”, Brecha
24-VIII-17). El tema sigue siendo una asignatura pendiente y no sobresale en
la línea de acción de las instancias de poder.

La revisión de una parte significativa de las medidas ya implementadas, y la
suspensión de otras que se anticipaban como inminentes, han colocado al
futuro de la “actualización” entre signos de interrogación, sobre todo por
el hecho de que “las reformas abren nuevos espacios a nuevos actores que no
lo son plenamente sin derechos y deberes regulados (…) para este fin sería
necesaria una revisión de las comprensiones sobre ‘control popular’ y
‘sociedad civil socialista’ referidas en los documentos de la reforma”,
sugiere el doctor en ciencias históricas Ariel Dacal.

Si bien a juicio de Raúl Castro y el gobierno, la actualización –en el
discurso oficial “reforma” se considera un término alusivo al capitalismo–
es un proceso que debe desarrollarse únicamente en el campo de la economía,
para algunos segmentos de la intelectualidad y parte de la población la
necesidad de cambios va más allá.

El propio Dacal, en otro texto, apuntaba: “En cualquier modelo la
representación es necesaria. La diferencia está en quiénes eligen a las/los
representantes y, en consecuencia, a qué intereses responden”. Este tipo de
críticas son expresadas justamente desde sectores que se autodefinen como
socialistas, pero que no ocultan sus dudas con respecto a “un mecanismo
invisible de selección de cuadros que ha permitido privilegiar líneas de
pensamiento determinadas dentro de las fuerzas que componen la revolución”.

Los autores de esta cita son los integrantes de La Joven Cuba, una
publicación en Internet que desde hace varios años llama a democratizar las
dinámicas del Poder Popular, haciéndolas más participativas. Incluso el
nombre de la plataforma alude a un movimiento revolucionario que en la
primera mitad del siglo XX estuvo a punto de conquistar el poder a través de
la lucha armada. Antonio Guiteras, su líder, era una de las personalidades
más admiradas por Ernesto Che Guevara durante los años que vivió en la isla.


Y es así que, por primera vez desde su creación en 1976, desde la izquierda
cubana se manifiestan cuestionamientos al sistema de nominación de los
candidatos –que indirectamente controla el partido–. En la coyuntura
electoral que afronta la isla (véase recuadro), esa premisa cobra singular
relevancia.

Coordenadas de un debate 

La Joven Cuba es tan sólo una de las tantas publicaciones web donde se
desarrolla el debate político e ideológico cubano. En él participan
protagonistas de un amplio espectro. Incluso desde la diversidad de sus
presupuestos, todas las tendencias se definen como “revolucionarias y
socialistas”.

La izquierda más relacionada con el Estado apuesta por una renovación dentro
del sistema, mientras que en la otra punta del abanico se alinean grupos
como el nucleado en torno a la plataforma Cuba Posible. Entre los primeros
resaltan los nombres de articulistas como Iroel Sánchez, Enrique Ubieta y
Elier Ramírez; entre los segundos –definidos por sus rivales como
“centristas”– están Veiga (director de Cuba Posible), Lenier González y el
politólogo cubanoestadounidense Arturo López-Levy.

Cuba Posible es un sitio web que parte de la premisa de ofrecer una
pluralidad de opiniones, todas con un enfoque más o menos crítico del
proyecto socialista cubano. Ha logrado sumar a su laboratorio de ideas a
personalidades de diversas posiciones políticas, que van desde la izquierda
más militante hasta el social-liberalismo o social-cristianismo.

A medio camino se ubican las ya mencionadas revistas La Joven Cuba y Temas,
el Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, e incluso blogs como
Segunda Cita, del cantautor Silvio Rodríguez. Estos actores promueven una
radical refundación del proyecto socialista en un sentido más popular y
participativo, y cuestionan algunas dinámicas del modelo de socialismo
cubano, por ejemplo el burocratismo y la falta de transparencia.

“En casos como el nuestro (…) no puedes llegar aquí con un discurso de
ultraderecha a tratar de ganar adeptos. Tienes que usar lo que la gente
interpreta como justo, y con ese discurso de izquierda empezar a introducir
el capitalismo por la puerta de la cocina. Ese sería el papel que podría
tener el ‘centro’ dentro de una sociedad como la cubana”, declaraba a
mediados del año pasado Enrique Ubieta, en una entrevista para el portal
Cubadebate.

Sus declaraciones aludían en parte a un texto de Veiga, en el que éste
consideraba necesario que el futuro presidente emergiese “de un proceso de
elecciones libres, secretas, competitivas y, además, directamente por el
voto ciudadano”. La propuesta está en abierta contradicción con el modelo
actual, en el que son las comisiones de candidaturas las encargadas de
seleccionar a los propuestos para cada uno de los niveles del Estado.

Otro de los puntos de desencuentro es el de la necesidad –o no– de una
reforma constitucional. Bajo la óptica de uno de los análisis publicados en
Cuba Posible, es esa la gran tarea pendiente para las autoridades que
asumirán la transición: despejar “el marco político y jurídico para el
relacionamiento de viejos y nuevos actores socioeconómicos. Ajustes que han
de ser ventilados en un proceso de reforma constitucional, como cierre de lo
que debería ser un nuevo contrato social para Cuba”.

Riesgos del oportunismo

Dependiendo del analista, puede considerarse una afirmación herética o
comprometidamente patriota. Su signo resulta más difícil de definir si se
tienen en cuenta los vínculos de Cuba Posible con el Departamento de Estado
y otras instituciones del gobierno estadou-

nidense. En abril de 2012, Veiga y González –por entonces editores de la
revista Espacio Laical, del arzobispado católico de La Habana– eran
anfitriones de una conferencia brindada en la isla por Carlos Saladrigas,
copresidente del Cuba Study Group y muy relacionado con líderes del exilio
cubanoestadounidense, como el senador republicano Marco Rubio.

En la banda contraria, la cúpula dirigente sigue considerando cuestionable
cuanta posición se aparte del canon establecido. En el último congreso de la
Unión de Escritores y Artistas, el vicepresidente, Díaz-Canel, señaló el
oportunismo de “aquellos que quieren marcar distancia y convertirse en
‘personajes’ haciendo guiños al enemigo. Es imprescindible diferenciar al
que plantea dudas y criterios con honestidad en nuestros espacios de debate,
del que busca notoriedad, sobre todo fuera del país, con posiciones
oportunistas”.

Críptico como siempre ha sido, y a las puertas de entregar la presidencia
–sin perder el poder real, que seguirá estando en sus manos como primer
secretario del partido–, Raúl Castro parece tener como norte las
experiencias “importadas” desde China y Vietnam. En ellas, y en el creciente
papel de los militares dentro del Estado, radican sus bazas para este final
de partida con tantas apuestas todavía por definir. Por lo pronto, desde
hace tiempo ya nadie habla en Cuba de “falsa unanimidad”. La consigna
oficial para los comicios inminentes es el “voto unido”. Así de simple.

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Entretelones electorales

Este domingo 11 de marzo los cubanos acudirán a las urnas para “elegir” a
los diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular y a los integrantes
de los gobiernos provinciales. A finales de abril, los 605 parlamentarios
surgidos de estos comicios deberán seleccionar a los 31 integrantes del
Consejo de Estado, el órgano colegiado que desde 1976 rige los destinos de
la isla. Entre sus facultades está la de designar al presidente del país.

La consulta transcurre bajo circunstancias excepcionales: por primera vez
desde 1959 Cuba se enfrenta a un escenario en el que no será gobernada –al
menos formalmente– ni por Fidel ni por Raúl Castro. Tampoco por ningún otro
de los hombres de la “generación histórica” que participaron en la última
guerra de liberación.

Aunque Raúl Castro mantendrá en sus manos la mayor cuota de poder efectivo
–pues seguirá siendo el primer secretario del Partido Comunista–, resulta
indiscutible que el nombramiento de un nuevo presidente implicará un cambio
notable en las dinámicas funcionales del país, incluso si –como se ha dejado
entrever– al escogido no se le otorgan las presidencias conjuntas de los
consejos de Estado y de Ministros (gobierno).

En teoría, ni el partido ni el gobierno tienen la facultad de hacer
propuestas para ocupar los puestos electivos. Y la ley electoral cubana
establece que hasta la mitad de los escaños en el parlamento y las asambleas
provinciales pueden ser repartidos entre los delegados de municipio, que son
propuestos por sus vecinos en asambleas barriales. De entre ellos se
seleccionan luego aquellos “con mayores méritos y representatividad, que
junto con personalidades nacionales conforman las listas de candidaturas”,
señala el sitio oficial del parlamento cubano.

Por años, el sistema electoral cubano funcionó con una exactitud suiza, mas
el paso del tiempo y los cambios en la realidad cubana han determinado que
se convierta también en blanco de cuestionamientos que –más que contra él–
van dirigidos a la forma en que se gestionan muchos de los ámbitos
fundamentales del país.

“El recuento de los últimos cinco procesos eleccionarios en Cuba –para
delegados municipales– muestra una tendencia curiosa: en 2005 dejó de votar
el 3,3 por ciento de los electores registrados, en 2007 el 3,5 por ciento,
en 2010 el 4,1 por ciento, en 2012 el 5,8 por ciento y en 2015 no se
presentaron 10 por ciento de los votantes convocados (…). En las votaciones
para delegados a las Asambleas Provinciales y de diputados a la Asamblea
Nacional del Poder Popular, la curva de participación también es
decreciente, hasta llegar al 9,1 por ciento de abstencionismo en el proceso
2012-2013”, apuntó en noviembre pasado el joven periodista Julio Batista al
anticipar que en las elecciones locales se abstendría de emitir su voto. “Mi
decisión no será porque no me importe el futuro de mi país (…) se basa en no
legitimar un sistema en el cual no me reconozco, un sistema que ha
traicionado su esencia participativa”, sentenció.

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