Marxismo/Debates/ El valor explicativo de la teoría del desarrollo desigual y combinado (Susan Dianne Brophy)

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Mar 28 15:13:21 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

28 de marzo 2018

Boletín informativo

https://correspondenciadeprensa.wordpress.com/

redacción y suscripciones

germain5 en chasque.net

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Marxismo/Debates

 

El valor explicativo de la teoría del desarrollo desigual y combinado

 

Susan Dianne Brophy * 

 

Historical Materalism, 26-3-2018

http://www.historicalmaterialism.org/

 

Traduccion de Viento Sur

http://www.vientosur.info/

 

El capitalismo no se desenvuelve de forma lineal ni uniforme. La
desigualdad, que se manifiesta con diferentes niveles de penetración de los
mercados o de desarrollo industrial, puede estar presente en un solo ámbito,
mientras que elementos no capitalistas pueden combinarse en grado diverso
con fuerzas productivas capitalistas. Articulado de este modo, el desarrollo
desigual y combinado (DDC) del capitalismo es un hecho demostrable y tan
asumido como tal que algunos sostienen que es una ley del desarrollo 1/. El
DDC es tan de sentido común que hace dos décadas Justin Rosenberg se
preguntaba en las páginas de New Left Review por qué una perspectiva
histórica que proporciona tal "simplicidad retrospectiva" tardó tanto en
aparecer 2/. Sin embargo, esta supuesta simplicidad nos lleva a otra
curiosidad: ¿cómo es posible que lo que es manifiestamente obvio sea (hoy
incluso) tan controvertido?

 

Las sospechas de Rosenberg en 2013 estaban en lo cierto. Para dar respuesta
a esta pregunta hay que adentrarse en los asilvestrados parajes filosóficos
donde este concepto echó raíces por primera vez 3/; y si se quieren estudiar
las bases filosóficas del DDC, la estación término no se encuentra solo en
Trotsky, sino en los fundamentos filosóficos más amplios del marxismo: en el
materialismo dialéctico.

 

Todavía hoy prosiguen los debates en torno al DDC, sobre todo, aunque no
exclusivamente, en los ámbitos de la sociología histórica 4/ y en el marco
teórico de las relaciones internacionales 5/. Entre las controversias más
interesantes están las que se dan entre marxistas políticos (generalmente
aquellos que invocan el enfoque de Robert Brenner, asentado en términos de
clase, sobre la transición al capitalismo), como es el caso de Benno Teschke
6/, y aquellos que propugnan el DDC en las relaciones internacionales, como
es el caso del reciente trabajo de Alexander Anievas y Kerem Nişancıoğlu 7/.
En este debate se entrecruzan entonces dos líneas divisorias, una que tiene
que ver con la amplitud temporal del DDC y otra que plantea dudas acerca del
valor explicativo del concepto. Quizás si solo nos pusiéramos de acuerdo
acerca de si el DDC es una ley transhistórica o simplemente una
característica exclusiva del capitalismo, entonces podríamos zanjar la
cuestión de su utilidad inherente. Sin embargo, este arreglo tan apresurado
no contribuye a resolver la tautología subyacente, que sostiene que el DDC
explica el desarrollo del capitalismo, pero al mismo tiempo el propio DDC
requiere una elaboración mayor, o dicho de una forma más sucinta, aclarar la
noción de que "el DDC explica el DDC" 8/. Al quedar lastrado con
inconvenientes tan arraigados, sostengo que una mirada más atenta sobre las
premisas de materialismo dialéctico en el DDC nos puede llevar a resolver la
cuestión. Si se reformula en estos términos la ley del DDC no vendría a ser
más que una simple manifestación de la lógica del materialismo dialéctico, a
la que se llega mediante la aplicación de una metodología del materialismo
histórico. Desde este replanteamiento filosófico podemos obtener claridad
lógica, algo que al menos enfriará las representaciones apócrifas del DDC y
quizás lo resituará como un marco instructivo para el estudio del cambio.

 

Para empezar: Trotsky

 

Dirijamos primero nuestra mirada a Trotsky, dado que se encuentra entre los
principales creadores de la noción del DDC como ley histórica 9/. Incluso
una comprensión básica del materialismo histórico nos obliga a reconocer que
Trotsky inicia una explicación histórica -muy detallada en el caso de la
Revolución Rusa- y, desde esa evidencia, plantea el DDC como una ley
histórica 10/. El caso ruso le convence del "carácter impremeditado,
complejo, combinado" del desarrollo cuando describe su curso como algo que
sucede con rupturas y "saltos". Observa brechas y disparidades donde los
saltos del desarrollo no solo son posibles, sino inevitables en ciertas
circunstancias; esto lo identifica con el desarrollo desigual. Al mismo
tiempo percibe "la confluencia de diferentes etapas", donde lo disociado
deviene unificado a fin de crear una nueva amalgama desarrollista; esto lo
identifica con el desarrollo combinado. Por medio de saltos, rupturas,
disparidades y desigualdad, por un lado, y fusión, interdependencia,
adaptaciones y combinación, por otro, tenemos constancia de las fuerzas
contradictorias que jalonan el cambio histórico.

 

Estamos ante el esquema de las principales controversias que persisten a día
de hoy y que ahora me limito a esbozar, pero que más adelante retomaré con
más detalle. En primer lugar, si la ley de DDC de Trotsky es el producto de
su análisis histórico de las relaciones sociales endémicas del capitalismo
¿es admisible o acertado asumir que dicha ley pueda también aplicarse
transhistóricamente a una diversidad de épocas caracterizadas por modos de
producción no capitalistas? En segundo lugar, aun cuando dicha ley solo sea
aplicable al desarrollo capitalista, ¿cuál es su valor explicativo más
amplio, más allá de la reivindicación tautológica de que el capitalismo se
desenvuelve de un modo desigual y combinado porque. el capitalismo se
desarrolla de forma desigual y combinada? Por muy intratables que parezcan
estas disputas, también podemos vislumbrar la posibilidad de resolverlas una
vez que nos embarquemos en una cuidadosa disección del funcionamiento
interno del DDC.

 

Trotsky llega a la ley del DDC porque entiende el cambio histórico como algo
esencialmente condicionado, sujeto a una geografía y un tiempo, bien dando
saltos adelante o experimentando lentos bandazos, pero siempre en
movimiento. Como ley histórica es tanto general como abstracta, pero, como
ley histórica derivada de la aplicación de una metodología del materialismo
histórico, refleja en sí la volatilidad y las contradicciones de la
transformación social. Pienso que esto es algo así como la hegemonía de la
insumisión que, para Trotsky, fundamenta otras dos afirmaciones decisivas:
el rechazo del determinismo económico, que da lugar a un enfoque etapista de
la historia 11/, y la teoría de la revolución permanente. Dado que los
restos de épocas de producción anteriores se mantienen y entran en conflicto
con nuevos medios de producción, el cambio económico se desvela como algo
altamente contingente y sujeto a un conjunto de influencias internas y
externas (por ejemplo, internacionales) 12/. La revolución debe entenderse
asimismo como inacabada porque ninguna fase secuencial es totalmente
completa hasta que el mismo sistema de clases no haya sido abolido de forma
decisiva. "El proceso de desarrollo", en términos inequívocamente
dialécticos, es la desintegración e integración ininterrumpida y no lineal
de fases diferenciadas en que diferentes rasgos del cambio histórico se
compenetran para constituir una "totalidad" o, más precisamente, una "unidad
diferenciada" 13/.

 

De forma casi subrepticia, pero en absoluto accidental, estamos ante las
premisas filosóficas del materialismo dialéctico -negación, contradicción y
síntesis- cada una de las cuales sirve a un común imperativo lógico: a lo
que Frantz Fanon, el experto, aunque infravalorado, materialista dialéctico,
denominaba el "eterno interrogante" sobre la relación entre lo concreto y lo
abstracto 14/. Entiendo la ley de desarrollo que nos propone Trotsky como
una reiteración de este imperativo del materialismo dialéctico; ambos son
inseparables, si no sinónimos, de modo que ignorar esta profunda vinculación
implica malinterpretar los fundamentos filosóficos del DDC. De aquí se
infiere entonces que las distorsiones más atroces del DDC en los debates
contemporáneos provienen (en el mejor de los casos) de una falta de atención
o (en el peor de los casos) de una negación rotunda de esta correlación
explícita.

 

Debates a la deriva

 

Partiendo de las divergencias en torno a la fidelidad relativa, sobre las
que los estudiosos insisten cuando hacen referencia a las formulaciones
originales de Trotsky, podemos encontrar una diversidad de expectativas
relacionadas con el DDC. Aunque solo haga referencia a una selección de
estas proposiciones, la muestra es suficiente para exhibir tanto las
distorsiones que caracterizan los debates contemporáneos sobre el DDC como
para poner en valor el regreso al materialismo dialéctico como respuesta.

 

Ernest Mandel, en la primera página del primer capítulo del El capitalismo
tardío, inicia su defensa de la ley del DDC con una nota sobre la relación
entre lo abstracto y lo concreto 15/. Casi incómodo por tener que abordar
una reflexión tan elemental, basa este apartado en una cita de los
Grundrisse que abarca tres cuartos de una página. Después proporciona un
hábil resumen -con las Notas Filosóficas de Lenin como suplemento- en forma
de cuatro reglas que sirvan para protegernos de toda simplificación del
método de Marx: en primer lugar, lo concreto es tanto el supuesto inicial
como el objetivo último; en segundo lugar, lo abstracto y lo concreto se
generan mutuamente en un proceso de progresión dialéctica; en tercer lugar,
esta forma de progresión unifica "análisis y síntesis", manteniendo intacta
la relación mutuamente constitutiva entre lo abstracto y lo concreto como
una "unidad de contrarios"; y, en cuarto lugar, cada sucesiva fase cognitiva
tiene que "ponerse a prueba en la práctica" como una forma de validación.
Con esta lógica filosófica a mano, se apresta a entender lo distintivo del
capitalismo tardío, no sin antes identificar las leyes del capitalismo en
general.

 

La interpretación que hace Mandel del desarrollo del capitalismo descansa en
la ley del DDC que, según él, le distingue de aquellos que plantean el
equilibrio como ley. Para Mandel, el desequilibrio es la "esencia del
capital"; cómo y con qué fin puede extraerse y acumularse plusvalía en un
sector está relacionado con cómo y para qué puede extraerse y acumularse en
otro. La "yuxtaposición de desarrollo y subdesarrollo" que Mandel observa le
lleva a respaldar la ley del DDC, y a considerarla universal en tanto que se
aplica al desarrollo capitalista en general, pero no de forma
transhistórica, en el sentido de que sea aplicable a otras épocas no
capitalistas. A simple vista podríamos adjudicar a Mandel esta
diferenciación entre lo universal y lo transhistórico; sin embargo, si
profundizamos algo más, podremos comprobar cómo un abuso de sus propias
reglas desemboca en una confusión acerca del alcance temporal del DDC y, por
extensión, de sus inferencias tautológicas.

 

Mandel está posiblemente más preocupado por defender las leyes abstractas
del capitalismo y, en general, del marxismo que en entender el capitalismo
como una unidad diferenciada, sujeta a cambios constantes. Este es el
planteamiento de Chris Harman en su mordaz crítica a El capitalismo tardío,
donde sostiene que los procesos de cambio perpetuo pueden repercutir en las
propias leyes y que Mandel, al errar con sus propios supuestos filosóficos,
"reemplaza la explicación por el eclecticismo" 16/. Una vez que dejamos de
indagar sobre abstracciones, estas pierden validez y se convierten en
reliquias que solo pueden ser desplegadas de manera ecléctica. Esto quizás
explique lo que ocurre con la ley del DDC cuando se transforma en un sello
distintivo específico para el desarrollo capitalista; la limitación temporal
del DDC lo elimina como una idiosincrasia del capitalismo, de hecho
hipostasiando la abstracción y disolviendo la unidad de contrarios en una
total identificación. Cuando se asume que lo abstracto es lo concreto, el
valor explicativo del DDC da paso a una tautología: la existencia del DDC
explica la ley del DDC, algo que se toma como un fenómeno dado.

 

Y si dejáramos de atribuir a la ley del DDC el carácter de ley, ¿no quedaría
así solucionado el problema? Marcel van der Linden nos ofrece esta
propuesta. Las leyes científicas cumplen una función de predicción, pero Van
der Linden no está convencido de que la ley del DDC pueda alcanzar este
propósito con fiabilidad alguna. Lo argumenta señalando que la ley del DDC
es "insuficientemente específica" y como tal no es una ley en absoluto 17/.
En cierta medida, Jon Elster aporta un pronunciamiento similar sobre el DDC,
si bien con un tono de renuncia mayor. A su juicio, como marxista analítico
que es, el DDC es "insulso" y hay que meterlo en el mismo saco que otras
teorías marxistas que él considera sugestivas y escurridizas 18/. Sostiene,
en apoyo esta desestimación, que existe una falta de claridad respecto a
cómo los elementos "objetivos" (por ejemplo, las condiciones económicas) y
los elementos "subjetivos" (por ejemplo, el clima político o social) podrían
combinarse de modo que nos permitan predecir dónde y cómo se produciría una
revolución comunista. Mientras Van der Linden señala que una vez que nos
deshacemos del yugo de la ley, ello nos permitirá examinar mejor las
relaciones sociales que producen los "saltos históricos" para el DDC, Elster
rechaza totalmente el DDC debido a su escaso valor de predicción. Sin
embargo, ambos impugnan el DDC como una abstracción estática y ambos
reniegan también de la abstracción porque pierde de vista lo concreto.

 

Pero no, no podemos eliminar simplemente el término "ley" en nuestra
comprensión del DDC, porque de hacerlo corremos el riesgo de ir demasiado
lejos en la otra dirección: es decir, sacrificando la dialéctica por el
materialismo y socavando la lógica que nos llevó en primer lugar al DDC.
Elster estaría contento con este resultado, pero esto de entrada solo nos
mostraría lo estrechamente identificado que está el DDC con el materialismo
dialéctico. La respuesta quizás sea mantener la noción de ley, pero
extendiendo su aplicación a épocas no capitalistas, ya que procediendo así
llegamos a una noción menos restrictiva de la ley abstracta, una que permita
una diferenciación mayor de lo concreto. Esto es lo que Rosenberg aporta a
la teoría de las relaciones internacionales.

 

Para Rosenberg, el DDC sirve a un fin más amplio, que consiste en introducir
en este ámbito una comprensión más sistemática de la historia de la
transformación social 19/. Plantea que el DDC es una vía para el debate
porque hace que lo social incida en lo internacional al tiempo que
proporciona "una abstracción general del proceso histórico" (léase: el DDC
como algo no exclusivo del capitalismo) 20/. Y, con respecto al segundo
punto, sostiene que tratar el DDC como un efecto colateral, exclusivamente
capitalista, no viene sino a distorsionar la formulación original que
hiciera Trotsky al presentar el DDC como una ley histórica con un alcance
temporal más generalizable. Alex Callinicos, respondiendo a la
interpretación que Rosenberg hace de Trotsky (presumiblemente de una manera
que recuerda a Mandel), aboga por un enfoque de modo de producción,
recurriendo a conceptos de El Capital para acentuar las formas específicas
con que se reviste el capitalismo cuando aparece en determinados periodos y
ámbitos geográficos 21/. Aunque reconoce que el DDC, según el enfoque de
Trotsky, resiste el esencialismo económico, este reconocimiento no protege
al propio Callinicos de la acusación de abordar el DDC en "términos
exclusivamente económicos" 22/. En suma, este productivo intercambio entre
Callinicos y Rosenberg en el ámbito de la teoría de las relaciones
internacionales no hace sino reflejar un debate más general en torno al DDC.
Si se aplica de una manera -el DDC como marco analítico-, puede dar cuenta
de lo social y ser resistente al reduccionismo economicista. Y, contemplado
desde otro ángulo, generaliza en exceso y por ello es insuficientemente
explicativo, haciendo que el que lo invoca sea incapaz de considerar las
particularidades del desenvolvimiento capitalista.

 

El intercambio de ideas entre Callinicos y Rosenberg dio lugar en 2008 a una
sección especial dedicada al DDC, publicada en 2009, en la Cambridge Review
of International Affairs. Aquí pisamos de nuevo el mismo disputado terreno
de antes, pero dotado de un interés compartido por la contenciosa lectura
transhistórica del DDC por parte de Rosenberg. En el artículo inicial, Neil
Davidson sostiene que el DDC -al que se refiere Trotsky- no es el DDC
transhistórico al que se adhiere Rosenberg, sino más bien un momento
específico de la historia de Rusia que "sólo llega con la industrialización
capitalista" 23/. Sam Ashman coincide al confirmar que el capitalismo genera
un tipo de desigualdad específico que de hecho no es transhistórico, porque
al utilizar el DDC como una ley transhistórica perdemos de vista, por de
pronto, los rasgos singulares del capitalismo que dieron lugar al DDC 24/.
Una apreciación similar proviene de Jamie C. Allinson y Alexander Anievas,
pues ambos sostienen que solo se puede llegar al DDC una vez que se reconoce
que los principales motores de la expansión capitalista (competencia y
plusvalía) cuentan lo mismo 25/. Este punto de partida limita necesariamente
la aplicación transhistórica del DDC, aunque sepa valorar de algún modo cómo
el DDC vincula la historia precapitalista con la capitalista. El hecho de
que Anievas, en particular, valore el DDC se pone de manifiesto en el
trabajo monográfico que más tarde coedita con Nişancioğlu bajo el título
Cómo llegó a dominar Occidente. Los autores identifican tres aplicaciones
del DDC: como ley abstracta, como metodología y (su enfoque preferido) como
teoría, y plantean, en línea con el punto de vista de Rosenberg, que la
mejor parte del DDC es la promoción que Trotsky hace de lo internacional
como una fuerza en el cambio histórico 26/.

 

Entre los comentarios más ásperos al enfoque que Rosenberg confiere al DDC
se encuentra el de Teschke, de 2014. Teschke es escéptico respecto al giro
retorcido de las relaciones internacionales que aquel imprime al DDC,
tachándolo de producto lamentable, fruto de una fusión de neorrealismo y
estructuralismo 27/. Para él el colapso del DDC como ley y como teoría en
las relaciones internacionales socava su promesa explicativa al encerrarlo
en una abstracción, una eventualidad que juzga insoportable, porque viola el
principal postulado del método dialéctico de Marx, a saber, la "eterna
interrogación" de la relación que guarda lo abstracto con lo concreto. Lo
que Teschke encuentra por cierto desconcertante es aquello que otros ya han
abanderado: hipostasiar la ley abstracta que pierde de vista lo concreto,
desembocando en una tautología. Sin embargo, quisiera añadir que, lo que es
por lo demás un análisis mordaz, el rechazo del DDC del que Teschke hace
gala es poco sincero. Elimina cualquier rastro de materialismo dialéctico en
su forma de entender el DDC, introduce una tautología en el vacío resultante
y declara que "sigue siendo incierto lo que impulsa el desarrollo desigual y
combinado". El retal transhistórico que queda no sirve para identificar la
función productiva con "la mediación política" en el desarrollo histórico, y
por ello debe ser rechazado.

 

La simplicidad del DDC al entenderlo solo como una ley abstracta socava su
esperado valor explicativo. A primera vista, el DDC pretende explicar el
desarrollo del capitalismo al ofrecer un esquema para entender el cambio
económico; sin embargo, este esquema demuestra ser insuficiente, lo que nos
lleva a la conclusión de que el propio concepto de DDC requiere una mayor
elaboración. Teschke hace referencia a esto cuando habla de la inevitable
"rotunda tautología" del DDC; pero esta valoración paliativa es antitética
con el materialismo dialéctico y es una consignación engañosa del valor
explicativo del DDC. En concreto, Teschke maneja como sinónimo la noción del
DDC como ley abstracta y el DDC como algo históricamente diferenciado, lo
que equivale a una deserción de la metodología del materialismo dialéctico
que nos conduce a una trampa tautológica. Lejos de ser algo fatal o
inevitable, la trampa viene a ser algo de su propia cosecha: el DDC solo
puede ser calificado de "rotunda tautología" cuando se ha laminado la mutua
dialéctica constitutiva entre lo abstracto y lo concreto.

 

Como he tratado de demostrar, algunos proyectan la ley del DDC como un
irremediable impostor transhistórico excesivamente generalizador; ahora
bien, cuando repatriamos el DDC a los dominios del materialismo dialéctico,
estos diagnósticos tan lúgubres resultan insoportables por dos razones. En
primer lugar, porque el DDC como ley abstracta es el producto razonable de
la lógica del materialismo dialéctico en la práctica y, dado que esta lógica
de la "eterna interrogación" no puede soportar semejante aseveración
tautológica 28/, aquellos que proscriben el DDC en virtud de su carácter
tautológico también dan la espalda a la esencia del materialismo dialéctico.
En segundo lugar, porque el DDC solo es tautológico si permanece en los
confines de la abstracción estática. Dado que el deber del materialista
dialéctico es concretar las abstracciones (y a la inversa), el DDC no debe
entenderse como un toque de clarín para un análisis ulterior o, como
explican Anievas y Nişancıoğlu, como una empresa que "opera por medio de una
serie de "niveles de abstracción descendentes para alcanzar una mayor
aproximación a la realidad empírica, remodelada en el pensamiento, a cada
paso del trayecto" 29/ Nos vemos innecesariamente arrastrados al sendero
tautológico cuando abandonamos el núcleo de la filosofía del materialismo
dialéctico, es decir, confundiendo la simple abstracción con una categoría
concreta 30/. En lugar de operar con estos conceptos de forma intercambiable
con fines autodestructivos deberíamos tener presente la relación mutuamente
constitutiva entre la ley del DDC como simple abstracción y el DDC
históricamente diferenciado como categoría concreta.

 

Una réplica

 

Mientras Teschke se muestra cauteloso ante el "resultado circular según el
cual el DDC explica el DDC" 31/, un principio esencial del análisis del
materialismo dialéctico plantea que no debemos tomar conceptos comparables
como abstracciones fijas e idénticas, y así nos lo recuerda Trotsky al
señalar que "en realidad, Ano es igual a A" 32/. Haciendo referencia a
medidas de azúcar, dice que una libra de azúcar en una balanza no es igual a
una libra de azúcar medida en un aparato más preciso. La correspondencia
absoluta requiere formalismo y fijeza, y donde no hay cambio alguno
(temporal o de otro tipo), no hay vida alguna o "existencia". En cambio, el
"pensamiento dialéctico analiza todas las cosas y fenómenos en su continuo
cambio, al tiempo que determina, bajo las condiciones materiales de tales
cambios, el límite crítico tras el cual A deja de ser A ". Desde esta
perspectiva, el diagnóstico del DDC como una "simple tautología" se
manifiesta como una pista falsa: el DDC no es igual al DDC, a no ser que se
entienda al margen de la dialéctica y, por extensión, de modo inconsistente
con respecto a su forma original de interacción.

 

Un argumento de peso contra la idea del DDC como algo temporalmente
condicionado proviene de Anievas y Nişancıoğlu, que contemplan los
tentáculos del DDC extendiéndose más allá del capitalismo europeo 33/. Sin
embargo, en términos más filosóficos, la persistencia de este debate sobre
si el DDC es o no transhistórico tiene su origen en la falta de una
demarcación más adecuada entre un DDC como mera abstracción frente a una
categoría concreta, todo lo cual se complica con divergencias formalistas
que acompañan a la insistencia de que el DDC es tautológico. Al prestar
atención con más detalle a la relación entre lo abstracto y lo concreto,
logramos excavar las entrelazadas raíces existentes entre el materialismo
dialéctico y el DDC, lo que nos permite revalorar lo que razonablemente
podemos esperar del DDC al estudiar el cambio histórico.

 

Sabemos que la abstracción pura congela la dialéctica y fomenta la
tautología al confundir lo abstracto con lo concreto; ahora bien, la manera
de salir de este aprieto requiere algo más que el cuestionamiento de la
abstracción por medio de la concreción. Trotsky insiste en que el movimiento
de concretar lo abstracto no da pie a veredictos categóricos sobre las
relaciones sociales, de hecho más bien a que "cuanto más concreto sea el
pronóstico, tanto más condicional viene a ser". Podemos, por ejemplo, tener
por un lado el trabajo como una categoría (abstracta) indiferenciada y, por
otro, el trabajo asalariado como una categoría más diferenciada
históricamente. Aunque ésta sea históricamente más específica, sigue siendo
una categoría abstracta en modo alguno resuelta 34/; nos encontramos solo en
"el proceso de la 'verdadera abstracción'", y no en el punto final de
nuestro análisis. En efecto, a medida que avanzamos en una evaluación del
desarrollo histórico, nuestras demandas de verdad en torno a lo concreto se
tornan cada vez más relativas. Pero no debemos confundir esto con un
descenso al puro relativismo, pues de hacerlo sería a costa de perder la
conexión constitutiva con la totalidad. O como lo expresaría Lenin al
afirmar que la lógica del materialismo dialéctico nos protege frente a esta
degeneración porque "reconoce la relatividad de todo nuestro conocimiento,
no en el sentido de negar la verdad objetiva, sino en el sentido de que los
límites de aproximación de nuestro conocimiento a esta verdad están
históricamente condicionados" 35/. A pesar de la unidad de "análisis y
síntesis", mantenemos intacta la diferenciación entre lo abstracto y lo
concreto, obligándonos a cuestionar nuestra propia comprensión de la
totalidad. Lo que tenemos entonces es una dialéctica entre verdad relativa y
verdad objetiva, y donde nuestro conocimiento de la verdad objetiva es
condicional, aun cuando la verdad objetiva exista incondicionalmente. En
este sentido, nuestra comprensión de lo incondicional y objetivo ocurre
mediante nuestra comprensión de lo condicional y relativo, y a la inversa.

 

Por ello, más que concretar lo abstracto, también es cuestión de abordar lo
que entendemos por lo concreto y saber mantenerlo para un análisis
posterior, a saber, haciendo abstracción de lo concreto. Por ejemplo, el
contrato como simple abstracción aparece recorriendo varias épocas. No
obstante, el tipo de contrato específico que está integrado en el modo de
producción capitalista solo puede entenderse desarrollando su forma
específica con relación a otros desarrollos históricos específicos. Cuando
se interroga a la simple abstracción con arreglo a las singularidades de un
determinado espacio y tiempo, esta está siendo subordinada al "proceso de la
'verdadera abstracción'", donde tenemos la unión de "síntesis" y "análisis".
Esto implica situar los desarrollos históricos específicos del contrato
capitalista (respecto a quién está autorizado a contraer un contrato en un
determinado espacio y tiempo) frente al concepto abstracto de contrato
(enraizado tempranamente en forma de juramento) 36/. La abstracción
compenetra lo concreto, y aunque ambas categorías sigan siendo distintas, el
desarrollo histórico del contrato en su forma capitalista asume tanto como
niega el contrato como una simple abstracción. En esta transformación, los
elementos contradictorios pueden permanecer intactos en distintos niveles,
lo que nos permite entender cómo el contrato, en la práctica un testimonio
de enemistad en el capitalismo, permanece conectado a la noción del contrato
como una expresión de lealtad de otras épocas.

 

Un ejemplo que pone mejor de manifiesto estas conexiones dialécticas es el
temprano contexto de los asentamientos coloniales en Canadá. Al crearse en
1812 el primer asentamiento en las praderas de Red River (en la actual
Manitoba), el contrato feudal que vinculó a los siervos a la compañía de
comercio de pieles de Hudson Bay se estaba transformando, a medida que
algunos siervos llegaron a ser colonos propietarios de tierras. Para que
esto ocurriera, el siervo tenía que "emanciparse, trabajar por su cuenta" y
"poder ser consignado como deudor" en la tienda de la compañía, adoptando
así las típicas tempranas libertades burguesas 37/. Pero esto no fue un
simple cuento de cómo la lealtad del contrato de servidumbre quedaba negada
por la llamada "libertad" del contrato del colono, basada en su capacidad de
endeudamiento. De crucial importancia fue que esta transformación presagiara
cambios en la libertad de los pueblos indígenas. La libertad sintética que
formaba el núcleo de la nueva situación contractual del colono era una
condición abstracta moldeada por la realidad de lo que suponía ser un deudor
y por el hecho de que la posesión de tierra entrañaba llegar a compromisos
con la libertad de ciertos pueblos indígenas. Y, a su vez, la libertad
sintética de estos pueblos indígenas reflejaba la realidad que requería sus
firmas para los tratados que legitimaban la desposesión de tierras 38/. Su
libertad, contemplada como "no familiarizada con el control y la
subordinación", fue reconocida por los agentes coloniales mediante
instancias que facilitaban relaciones contractuales de desposesión 39/. Por
ello, hacia 1812, en Red River, contraer contratos vino a ser un instrumento
de cambio, si bien el proceso en sí estuvo compenetrado de conceptos
abstractos de libertad y de realidades de clase y raza.

 

Empezar a entender la totalidad de las transformaciones implica identificar
una manifestación históricamente específica del DDC, lo que requiere un
atento análisis de las contradicciones, negaciones y síntesis que acaecen en
un determinado espacio y tiempo histórico. En el ejemplo que hemos aportado,
las dimensiones abstractas e indiferenciadas del contrato llegan a ser
comprensibles cuando se presta atención a las facetas relativas e
históricamente específicas, lo que a su vez ilustra cómo los elementos
abstractos están diferenciados, si bien por ello no dejan de ser menos
constitutivos que en las relaciones contractuales reales. Incluso con este
breve ejemplo podemos empezar a ver la dinámica desigual y combinada en un
específico periodo de cambio que clarifica la relación consustancial entre
el contrato como un constructo indiferenciado, las libertades de tipo
burgués asociadas a los contratos capitalistas y el contrato aún más
específico en un contexto de temprano asentamiento colonial. Al progresar
por medio de "niveles de abstracción descendentes" resulta posible conectar
y sin embargo diferenciar el contrato como una abstracción fija respecto a
prácticas contractuales históricamente específicas. Al mismo tiempo,
percibimos que el DDC en su forma de ley general abstracta y el DDC en un
contexto histórico más concreto son mutuamente constitutivos, aunque no
idénticos.

 

El DDC como ley de desarrollo histórico viene a ser la ley general en su
acepción extrema; podemos considerar esto como un ejemplo de una "simple
categoría" en la medida en que consiste en "determinaciones generales
abstractas que por ese motivo pertenecen más o menos a todas las formas de
sociedad" 40/. Cuando hablamos de la ley del DDC como una característica
definitiva del capitalismo (por ejemplo), tenemos en mente una articulación
más específica de la extrema abstracción; podemos considerar esto como un
ejemplo de una "categoría más concreta" en la medida en que pertenece a una
articulación específica de las relaciones sociales. Incluso en su
orientación más exclusivamente capitalista todavía estamos hablando
generalmente sobre modalidades mientras avanzamos hacia una mayor
comprensión. La cuestión más importante de esta diferenciación consiste en
reconocer que la ley del DDC puede aparecer como una extrema abstracción en
un sentido realmente universal, mientras que la ley del DDC aplicada
específicamente al capitalismo viene a ser una articulación más particular
de lo general. Como lo explica Rosenberg: "lo transhistórico y lo
históricamente específico pueden -y de hecho deben- combinarse en el
análisis de cualquier concreto particular", teniendo siempre cuidado de no
meter lo abstracto en lo concreto con el fin de obtener una visión más clara
de la totalidad 41/. Esta demarcación entre lo abstracto y lo concreto no
resta en absoluto valor para entender el DDC como una ley del capitalismo;
de hecho promueve nuestra comprensión del DDC porque el debate ya no queda
atrapado en un paradigma de esto o aquello que nos obliga a elegir entre una
versión transhistórica o una específicamente capitalista. Desde un
principio, la lógica del materialismo dialéctico nos demuestra la falacia de
esta elección. El dilema de esto o aquello, en lugar de clarificar el tema
del DDC, lo simplifica extremadamente negando aquello que deberíamos
analizar: la relación dialéctica entre lo abstracto y lo concreto. La
negación de esta relación esencial es el primer paso para aceptar que "A" es
igual a "A" 42/, lo que viene a ser el puerto de entrada a un panorama
filosófico totalmente hostil a la comprensión del desarrollo histórico. Con
este giro nos alejamos de la concepción fundacional de que "todo está sujeto
a permanente cambio" y comenzamos a pedalear por "abstracciones fijas" 43/.

 

Si después de esta demarcación más precisa entre lo abstracto y lo concreto
nos inclinamos todavía por insistir en que el DDC es un fenómeno exclusivo
del capitalismo y que carece de una dimensión universal, entonces deberíamos
intentar buscar un argumento más convincente. Una ulterior abstracción del
DDC para alcanzar un nivel más universal no implica que la ley del DDC, como
algo específico del capitalismo, también pueda aplicarse universalmente.
Ciertamente que no, pues se dan atributos específicos del DDC a los que no
se puede dar una traslación universal, como por ejemplo la dependencia del
mercado y la acumulación por medio de la plusvalía. No obstante, es
demasiado precipitado afirmar que solo donde veamos el capitalismo como el
modo de producción dominante sea cuando también podamos identificar el DDC
como el modelo general de la evolución, un hecho que se puso de manifiesto
con el ejemplo del Red River. Al negar una aplicabilidad más amplia estamos
peligrosamente a punto de sugerir -sin pruebas- que el desarrollo histórico
no se desenvuelve de forma desigual y combinada. Entonces ¿cuándo comienza
este proceso de DDC en la historia?

 

Ahora podemos realmente ver lo que está en juego cuando vinculamos el DDC de
forma tan exclusiva al capitalismo. Si reconocemos que la ley del DDC es en
esencia una expresión de la lógica del materialismo dialéctico, entonces el
impulso de encasillarlo temporalmente tiene como consecuencia una amputación
de la propia dialéctica. Contradicción, síntesis y negación vienen a ser el
ámbito singular para el capitalismo, dado que la escala completa del
desarrollo del materialismo dialéctico se pierde en aplicaciones selectivas
de las leyes generales.

 

Tengamos también en cuenta que ya concedemos tal flexibilidad a la ley del
DDC en otro ámbito, como es la geografía. Trotsky conceptualizó la ley del
DDC mediante un minucioso estudio de la Revolución Rusa, pero sería absurdo
deducir de ello que la ley del DDC carece de valor fuera del caso ruso. Que
la ley del DDC se extiende más allá de la jurisdicción específica de la
Rusia revolucionaria es un reconocimiento implícito de que la ley en sí
apunta a un modelo abstracto, generalizable y general del desarrollo que
puede estar presente en otras épocas y lugares. También resulta prudente
señalar que las observaciones de Trotsky que respaldan la ley del DDC
derivan de una sociedad y economía en transición, como era el caso de la
Rusia revolucionaria y que en su día no era un bastión del capitalismo.

 

Conclusión

 

La ley del DDC, desprovista del falaz dilema de esto o aquello que da lugar
a un análisis no dialéctico, viene fortalecida por la filosofía del
materialismo dialéctico. La principal diferenciación de la ley del DDC como
una simple abstracción en general y la ley del DDC en el capitalismo como
una categoría más completa, viene a desempeñar dos objetivos cruciales: en
primer lugar, abandona la noción de la ley del DDC como una abstracción fija
y, en segundo lugar, nos obliga a reforzar nuestro análisis del DDC como una
ley del capitalismo. Con estos dos movimientos dejamos atrás lo que era una
vez un terreno abonado para inferencias tautológicas. Al final de nuestro
trayecto podemos incluso volver la cabeza para ver dónde empezamos y para
amonestarnos por haber sostenido una vez la ingenua creencia de que el DDC
debería "explicar" todo. Tal expectativa trata al DDC como un "mero
instrumento productor de evidencias", implicando que deberíamos estar
satisfechos con medias verdades y preguntas parciales en lugar de manejar la
"eterna interrogación". La ley del DDC, si se toma en sí como una
abstracción fija, no explica nada y tampoco debemos esperar que lo haga.

 

Sin embargo, es desacertado concluir afirmando sobre esta base que la ley
del DDC carece de valor; también podría decirse que el materialismo
dialéctico no posee valor alguno. La lógica del materialismo dialéctico
viene a ser algo intrínseco al propio desarrollo histórico, y como nos
señala Marx, "el curso seguido por el pensamiento abstracto que avanza de lo
elemental a lo combinado se corresponde con el propio proceso histórico"
44/. Cuando abrazamos la lógica del materialismo dialéctico, ahondamos
gradualmente en nuestra comprensión de la naturaleza de la correspondencia
entre lo real y la idea y, por añadidura, en nuestro conocimiento de la
totalidad del cambio histórico 45/.

 

Hasta que no retomemos la lógica del materialismo dialéctico no podremos
empezar a apreciar la relación que guarda la ley del DDC como una constante
no diferenciada y la ley del DDC como una categoría históricamente
diferenciada en el capitalismo (o en otras épocas y lugares de signo no
capitalista). Esta perspectiva libera al DDC de las persistentes
controversias y promueve valoraciones más razonables sobre el cambio
histórico. Avances sustantivos en esta dirección ya han sido realizados por
Anievas y Nişancıoğlu 46/, y si se amplía el marco explicativo más allá de
las relaciones internacionales, está mucho más a nuestro alcance. El DDC,
como las leyes de la dialéctica en general, no es un "mero instrumento
productor de evidencias", sino una ley abstracta a la que se ha llegado por
medio del análisis histórico. Y, lo que es más, como ley abstracta tiene
siempre que estar en proceso de ser verificada objetivamente de acuerdo con
la lógica del materialismo dialéctico; cualquier cosa menos que esto implica
malinterpretar lo abstracto como verdad en lugar de como una búsqueda
condicional. En última instancia, ese es el verdadero valor de la ley del
DDC: es expresión de nuestro compromiso incondicional por entender el
desarrollo histórico por medio de la "eterna interrogación". 

 

* Susan Dianne Brophy es doctora en Pensamiento Político y Social por la
Universidad de York, Toronto, Canadá, y actualmente es Profesora Titular de
Estudios Jurídicos en la Universidad St. Jerome, Waterloo, Canadá.

 

Notas

 

1/ León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa,
https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/; George Novack,
Understanding History: Marxist Essays (Nueva York, 1974); Ernest Mandel, El
capitalismo tardío (México, 1975).

 

2/ Justin Rosenberg, "Isaac Deutscher and the Lost History of International
Relations", New Left Review, I, n.º 215 (1996).

 

3/ Justin Rosenberg, "The 'Philosophical Premises' of Uneven and Combined
Development", Review of International Studies, XXXIX (2013).

 

4/ Benno Teschke, "IR Theory, Historical Materialism and the False Promise
of International Historical Sociology", Spectrum, VI; Sébastien Rioux,
"International Historical Sociology: Recovering Sociohistorical Causality",
Rethinking Marxism, XXI (2009).

 

5/ Jessica Evans, "The Uneven and Combined Development of Class Forces:
Migration as Combined Development", Cambridge Review of International
Affairs, XXIX (2016); Sam Ashman, "Capitalism, Uneven and Combined
Development and the Transhistoric", Cambridge Review of International
Affairs, XX (2009). También es notable la aparición del DDC en estudios
literarios.

 

6/ Robert Brenner, "Agrarian Class Structure and Economic Development in
Pre-Industrial Europe", Past & Present, LXX (1976); Robert Brenner,
"Agrarian Class Structure and Economic Development in Pre-Industrial Europe:
The Agrarian Roots of European Capitalism", Past & Present, XCVII (1982).

 

7/ Jamie C. Allinson y Alexander Anievas, "The Uses and Misuses of Uneven
and Combined Development: An Anatomy of a Concept", Cambridge Review of
International Affairs, xx (2009); Alexander Anievas y Kerem Nişancıoğlu, How
the West Came to Rule: The Geopolitical Origins of Capitalism (London,
2015).

 

8/ Benno Teschke, "IR Theory, Historical Materialism and the False Promise
of International Historical Sociology", Spectrum, vi (2014).

 

9/ Hay quienes creen sitúan los orígenes de las elaboraciones más loadas del
siglo xx sobre el DDC a los escritos del siglo xix de Karl Marx y Friedrich
Engels, véase Karl Marx y Friedrich Engels, Obras escogidas de Marx y
Engels, https://www.marxists.org/espanol/m-e/oe/index.htm; Jairus Banaji,
Theory As History: Essays on Modes of Production and Exploitation (Chicago,
2011); Neil Smith, Uneven Development: Nature, Capital, and the Production
of Space, 3ª edición (Atenas, GA, 2008); David Harvey, "Notes Towards a
Theory of Uneven Geographical Development", en Spaces of Neoliberalization:
Towards a Theory of Uneven Geographical Development, vol. 8,
Hettner-Lectures (Stuttgart, 2005); Radhika Desai, Geopolitical Economy:
After US Hegemony, Globalization and Empire (Nueva York, 2013). Pero también
sucede que muchos teóricos del DDC solo reconocen estos orígenes de pasada,
véase George Novack, "The Law of Uneven and Combined Development and Latin
America", Latin American Perspectives, III (1976). A su vez, Lenin abordó el
desarrollo desigual, en particular, en su escrito de 1917 sobre el
imperialismo, que se centra en la naturaleza expansiva del capitalismo y su
efecto desestabilizador en las relaciones internacionales. Este
expansionismo comporta o lleva inherente la búsqueda por un país capitalista
del control exclusivo sobre otros territorios que determinaron la Gran
Guerra. Lenin se refiere a la manera en que "el desarrollo desigual y
espasmódico de empresas, sectores y países individuales es inevitable en el
sistema capitalista", véase Vladímir Lenin, El imperialismo, fase superior
del capitalismo (esbozo popular),
http://www.fundacionfedericoengels.net/images/PDF/lenin_imperialismo.pdf.
También señala que Inglaterra no podría haber logrado la condición de primer
Estado capitalista mundial sin establecer un monopolio imperialista sobre
los recursos primos que nutrieron el desarrollo de su industria nacional.
Más tarde revisó estos planteamientos en la coda del escrito, donde asocia
la compulsión expansionista del capitalismo a la creciente desigualdad entre
Estados. Pese a que su interpretación del imperialismo como fase se resiste
a la noción del desarrollo combinado, la dinámica de su denuncia del
imperialismo, sin embargo, se basa en una concepción particular del
desarrollo desigual.

 

10/ León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa.

 

11/ Michael Löwy, The Politics of Combined and Uneven Development: The
Theory of Permanent Revolution (Londres: 1981).

 

12/ León Trotsky, La revolución permanente y Balance y perspectivas.

 

13/ John Rees, The Algebra of Revolution: The Dialectic and the Classical
Marxist Tradition (Londres y Nueva York, 1998).

 

14/ Frantz Fanon, Piel negra, máscaras blancas (Madrid: Akal, 1952).

 

15/ Ernest Mandel, El capitalismo tardío.

 

16/ Chris Harman, "Mandel's Late Capitalism", International Socialism II
(1978).

 

17/ Marcel van der Linden, "The 'Law' of Uneven and Combined Development:
Some Underdeveloped Thoughts", Historical Materialism XV (2007).

 

18/ Jon Elster, The Theory of Combined and Uneven Development: A Critique,
en Analytical Marxism, ed. John Roemer (Cambridge, 1986).

 

19/ Sébastien Rioux, "International Historical Sociology: Recovering
Sociohistorical Causality", Rethinking Marxism, XXI (2009).

 

20/ Rosenberg, The "Philosophical Premises" of Uneven and Combined
Development.

 

21/ Alex Callinicos y Justin Rosenberg, "Uneven and Combined Development:
The Social-Relational Substratum of 'the International'? An Exchange of
Letters", Cambridge Review of International Affairs, XXI (2008).

 

22/ Desai, Geopolitical Economy. Es posible atribuir este enfoque más
estrecho al ámbito del estudio de Callinicos, que se centra menos en
consideraciones ideológicas o sociales; no obstante, uno de los rasgos
definitorios del desarrollo combinado es que "es mucho más que un fenómeno
económico, sino que abarca la totalidad de las relaciones que constituyen un
orden social en su conjunto", Anievas y Nişancıoğlu, How the West Came to
Rule.

 

23/ Neil Davidson, "Putting the Nation Back into 'the International'",
Cambridge Review of International Affairs, XX (2009).

 

24/ Sam Ashman, "Capitalism, Uneven and Combined Development and the
Transhistoric", Cambridge Review of International Affairs XX (2009).

 

25/ Jamie C. Allinson y Alexander Anievas, "The Uses and Misuses of Uneven
and Combined Development: An Anatomy of a Concept", Cambridge Review of
International Affairs XX (2009).

 

26/ Alexander Anievas y Kerem Nişancıoğlu, How the West Came to Rule.

 

27/ Teschke, IR Theory, Historical Materialism and the False Promise of
International Historical Sociology, 12.

 

28/ Lenin, Obras completas, vol. 38.

 

29/ Anievas y Nişancıoğlu, How the West Came to Rule.

 

30/ Marx y Engels, Economic Works 1857-1861, vol. 28; Banaji, Theory as
History.

 

31/ Teschke, IR Theory, Historical Materialism and the False Promise of
International Historical Sociology.

 

32/ León Trotsky, En defensa del marxismo,
https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1940s/dm/index.htm

 

33/ Anievas y Nişancıoğlu, How the West Came To Rule.

 

34/ Banaji, Theory as History.

 

35/ Lenin, Obras completas, vol. 14.

 

36/ Giorgio Agamben, The Time That Remains: A Commentary on the Letter to
the Romans, trad. Patricia Dailey (Stanford, 2005); Giorgio Agamben, The
Sacrament of Language: An Archaeology of the Oath, trad. Adam Kotsko, vol.
II, 3, 9 vols., Homo Sacer (Stanford, 2011); J. G. Manning, "The
Representation of Justice in Ancient Egypt", Yale Journal of Law & the
Humanities XXIV (2012).

 

37/ Thomas Douglas Selkirk, "Instructions to Miles McDonell", 1811. Reel
C-1. Library and Archives of Canada - Selkirk Collection. Para más análisis
del trabajo de los pueblos indígenas durante el comercio de pieles, véase mi
próximo ensayo en Settler Colonial Studies, titulado "Reciprocity as
Dispossession: A Dialectical Materialist Analysis of the Fur Trade".

 

38/ Esto es lo que ocurrió en el mismo lugar en 1817 con el Tratado
Selkirk-Peguis.

 

39/ George Prevost, "Instructions for the Good Government of the Indian
Department, 1812", en Collections and Researches Made by the Michigan
Pioneer and Historical Society (Lansing: Robert Smith & Co., State Printers
and Binders, 1895), vol. 23.

 

40/ Marx y Engels, Economic Works 1857-1861, vol. 28.

 

41/ Rosenberg, The Follies of Globalisation Theory.

 

42/ Como explican Anievas y Nişancıoğlu, manteniendo intacto el DDC como
"abstracción general". sin duda plantearía un problema: descontextualizado
de toda concepción de estructuras sociales históricamente diferenciadas,
difícilmente podrían vislumbrarse las escalas, mecanismos y formas
cualitativas precisas de la desigualdad y la combinación, How the West Came
to Rule.

 

43/ Trotsky, En defensa del marxismo.

 

45/ Karl Marx y Friedrich Engels, Obras escogidas de Marx y Engels, vol. 25.

 

[45] Marx y Engels, Economic Works 1857-1861, vol. 28.

 

46/ Véase también mi ensayo en Law and Critique, titulado "An Uneven and
Combined Development Theory of Law" (2017).

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