Colombia/ Salir del modelo extractivista: un Petro antipetróleo [Decio Machado]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mayo 25 13:33:12 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

25 de mayo 2018

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Colombia



Elecciones presidenciales



Un Petro antipetróleo



Este domingo los colombianos elegirán a su próximo presidente, divididos
entre el miedo a la izquierda, por un lado, y por el otro con el temor de
que Álvaro Uribe vuelva a dirigir el país, aunque sea a través de un
presidente títere. El escrutinio de los votos se efectuará con un software
que se ha mostrado corruptible y ya ha sido corrompido. Es la primera vez en
la historia del país que un candidato de sensibilidad progresista podría
llegar a la presidencia, se llama Gustavo Petro y propone sacar a Colombia
del modelo extractivista.



Decio Machado, desde Quito



Brecha, 25-5-2018

https://brecha.com.uy/



Seis son los candidatos que aparecerán en la papeleta de votación, si bien
la pugna por llegar a la segunda vuelta –algo que parece casi seguro, pues
ningún de los presidenciables tiene una intención de voto superior al 50 por
ciento– involucra sólo a cuatro nombres: Iván Duque, candidato promocionado
por el ex presidente Álvaro Uribe y su partido Centro Democrático; el ex
senador y ex alcalde de Bogotá Gustavo Petro, en nombre del movimiento
ciudadano Colombia Humana; el ex alcalde de Medellín y ex gobernador de
Antioquia Sergio Fajardo, quien se presenta como líder de la Coalición
Colombia, conformada principalmente por el Polo Democrático y el Partido
Verde; y el ex vicepresidente del actual gobierno Germán Vargas Lleras,
quien con una coalición denominada Mejor con Vargas Lleras es el candidato
del establishment y de una parte importante de la oligarquía.



La legislación colombiana no permite que se hagan públicas las encuestas
durante la última semana de campaña, motivo por el cual los últimos sondeos
de opinión accesibles son los del pasado 20 de mayo. En ellos el joven
abogado Iván Duque  –patrocinado por Álvaro Uribe–, pese a no tener más
trayectoria política que su participación en el Senado durante los últimos
tres años y medio, aparece en la cima de todas las encuestas con una
intención de voto que oscila entre el 41 y el 34 por ciento, dependiendo de
la encuestadora. Tras él, todas las empresas demoscópicas coinciden en
situar al economista Gustavo Petro, quien contaría con una intención de voto
de entre 27 y 21 por ciento. Les siguen, con posibilidades aún, Sergio
Fajardo y Germán Vargas Lleras, con un respaldo de entre 17 y 9 por ciento.



Un progre entra en escena



Cabe destacar que desde que en 1811 se creara el primer Estado republicano
denominado Provincias Unidas –y posteriormente Simón Bolívar conformara la
Gran Colombia– es la primera vez en la historia de este país que un
candidato de sensibilidad progresista puede llegar a ocupar la poltrona
presidencial. Pero esto dependerá del grado de abstencionismo entre los
jóvenes –grupo en el que Gustavo Petro tiene una llegada superior a la de
sus rivales–, que es mayor que entre la población adulta y por lo general
más conservadora. Y la maquinaria electoral de sus rivales (aparatos
partidistas, de finanzas, e incluso de las instituciones públicas
controladas por aliados del candidato) ya se ha puesto a trabajar. Prueba de
ello es que los mitines de campaña de Germán Vargas Lleras –a los que antes
no iba nadie– son, tras los de Petro, los que tienen mayor número de
asistentes en este momento.



Según las últimas encuestas, entre los electores que irían a votar (la mitad
del padrón electoral) todavía hay un 20 por ciento de indecisos. En Colombia
es habitual que entre el 10 y el 13 por ciento de estos indecisos se decidan
por uno de los candidatos en los últimos días previos a la elección (el
resto de ellos entregarán un voto en blanco o nulo), lo que puede cambiar
radicalmente el escenario electoral dependiendo hacia dónde y en qué
proporción se inclinen. Merece destacarse que entre el 35 y el 50 por ciento
de los recursos de campaña de los candidatos se gastan en las últimas dos
semanas. Además las encuestas no pueden medir el efecto de las redes
clientelares que se activan en los últimos días del proceso, lo que hace que
las actuales encuestas puedan cambiar significativamente e inclinarse por el
candidato oficialista, Vargas Lleras.



Pese a que la capacidad de transferencia de votos de los líderes políticos,
legisladores y partidos a un candidato presidencial en Colombia no supera en
el mejor de los casos el 60 por ciento, siendo su promedio real apenas la
mitad, el apoyo de los grandes aparatos no deja de ser fundamental. La
candidatura de Vargas Lleras está siendo respaldada por aproximadamente un
42 por ciento de las estructuras políticas activas en el país; mientras que
Iván Duque tiene un apoyo del 30 por ciento de esos aparatos. Los candidatos
que juegan fuera del establishment, Sergio Fajardo y Gustavo Petro, gozan
del apoyo de tan sólo el 7 y 5 por ciento, respectivamente, de estas
maquinarias.



Tres temores



Sin embargo la lectura no puede hacerse de forma lineal. Valga como ejemplo
indicar que sólo el 65 por ciento del santista Partido de la U apoya a
Vargas Lleras, habiéndose alineado el resto con su opositor, también
conservador, Iván Duque. De igual manera, y para profundizar la confusión,
cabe reseñar que el apoyo a Petro supera estructuras orgánicas partidistas,
transversalizando parte de las bases del Polo Democrático, de la Alianza
Verde e incluso de sectores liberales y hasta conservadores que el próximo
domingo  al votar romperán con la disciplina partidaria (resta ver en qué
medida).



Definir la principal característica de esta campaña electoral pasa por
señalar la existencia generalizada de “grandes miedos” en la sociedad
colombiana. Son principalmente tres. Uno ampliamente extendido a que
Colombia se convierta en otra Venezuela, un discurso implementado
estratégicamente desde el uribismo, que pese a ser falso le ha dado muy
buenos resultados. Y dos miedos enfrentados, de peso similar: el temor a que
Gustavo Petro llegue a ser presidente, por un lado, y en la trinchera
opuesta el miedo a que Álvaro Uribe vuelva a gestionar el poder en el país a
través de un presidente títere. El único candidato en Colombia que tiene
positivos por encima de negativos es Sergio Fajardo, quien a lo largo de la
campaña se ha demostrado incapaz de rentabilizarlo políticamente.



La candidatura de Gustavo Petro ha ilusionado a una parte importante del
electorado, un verdadero mérito si se toma en cuenta que la candidatura de
Colombia Humana carece de los recursos económicos mínimos necesarios para
afrontar una campaña presidencial en un país con un Pbi anual de casi
300.000 millones de dólares. Pese a ello, Petro ha repolitizado a
determinados segmentos de la sociedad, construyendo una narrativa entrañable
pese a su pragmatismo.



Un Duque duro



No menos sorprendente es el caso del conservador Iván Duque. Este abogado de
apenas 41 años fue inicialmente catapultado a la política por el actual
presidente, Juan Manuel Santos, siendo reclutado posteriormente por un
Álvaro Uribe ya enemistado con el primero. “Me impresionó su talante, su
liderazgo, su claridad”, diría Duque respecto de Uribe, justificando su
reposicionamiento político hace pocos años atrás. Iván Duque fue asesor de
Álvaro Uribe en las Naciones Unidas, e impulsado por él llegó al puesto de
senador. Tuvo a Uribe como profesor asistente en la Universidad de
Georgetown, donde también fungieron en esa función otras figuras tan
“entrañables” como el venezolano Gabriel Cisneros, el español José María
Aznar y el ecuatoriano Guillermo Lasso, entre otros miembros de la crème
conservadora de habla hispana.



Duque carece de trayectoria política. Su padre, un miembro del Partido
Liberal que ejerció como gobernador de Antioquia en el período 1981-1982 y
fue ex ministro de Minas y Energía, ocupa más espacio que los méritos
políticos del candidato presidencial en las recientes biografías de Iván
Duque que en la actualidad van siendo posicionadas en la red.



Hoy Duque se ha convertido en el “hombre duro” de Colombia. Nadie discute su
presencia en la segunda vuelta y algunos incluso tienen la esperanza de que
consiga ganar directamente en la primera. Iván Duque en la actualidad es el
representante político de ese 50,21 por ciento de colombianos que votaron No
al acuerdo de paz con las Farc en el referéndum de octubre de 2016. La
victoria de Duque supondría para el uribismo retomar el control del país,
recomponer su rumbo político en una tendencia ultraconservadora nacional y
desmontar el proceso de paz para volver a implementar la mano dura que haría
pagar penalmente todas sus fechorías a la insurgencia desmovilizada.



Salir del modelo extractivista



Frente a esto, Gustavo Petro ha construido su propuesta electoral alrededor
de tres ejes: superar la segregación y la discriminación; fortalecer lo
público; y luchar contra el cambio climático, apostando por tecnologías
limpias.



El fortalecimiento de la educación y la salud pública, la descentralización
burocrática, la eliminación del latifundio improductivo, un nuevo pacto
social y político, la priorización del mercado interno, la participación
ciudadana y la lucha contra la corrupción son parte habitual de la actual
narrativa petrista. Petro tiene claro que el modelo económico colombiano de
las últimas décadas es consecuencia del énfasis puesto en el desarrollo de
la capitalización mediante la exportación de petróleo y carbón. Un escenario
propiciado, entre otros factores, por el código minero expedido en 2001
durante el gobierno de Andrés Pastrana. Esta fue la línea que luego
siguieron Álvaro Uribe y el actual mandatario, Juan Manuel Santos. Por eso
lo más innovador del programa petrista es su propuesta de sacar a Colombia
del modelo extractivista, planteando retirar paulatinamente las economías
basadas en la extracción de crudo y carbón para sustituirlas por políticas
de fuerte apoyo al agro en los 15 millones de hectáreas colombianas que ya
son fértiles, y buscando, en paralelo, impulsar un adecuado proceso para su
industrialización. En palabras del candidato: “Nosotros proponemos transitar
hacia un modelo que convierta a Colombia en potencia agraria y ambiental y
permita el desarrollo integral de la industria. Es decir, proponemos todo lo
contrario de lo que ha sucedido tanto en la Venezuela de hoy como en la
Colombia de hoy”.



Para Petro las rentas provenientes tanto del incremento del precio del crudo
como de la prohibición mundial del consumo de cocaína producen efectos
perniciosos debido al aumento significativo de divisas en el país. De esta
forma el aumento de los ingresos externos puede llegar a causar la llamada
“enfermedad holandesa”, la apreciación de la moneda nacional, la destrucción
de la industria y la agricultura local y el empobrecimiento de vastos
sectores del país.



Pero no hay que confundirse. Gustavo Petro no es un posdesarrollista, pues
considera que esta lógica económica es perfectamente compatible con un
modelo de industrialización como el estadounidense, el ruso, el chino, el
nipón o el coreano. En resumidas cuentas, la propuesta de reforma agrícola
planteada por Petro no tiene más objetivo que modernizar al sector rural del
país cafetero.



Rumbo al balotaje



Desde que dejara la Alcaldía de Bogotá, Gustavo Petro se lanzó a visitar,
con distintos pretextos, las diferentes regiones del país, recorriéndolas
desde hace más de dos años en un trabajo sistemático con miras a la actual
campaña electoral. Su emblemática propuesta de Bogotá Humana durante su
gestión como burgomaestre se convirtió en la Colombia Humana de hoy. Varios
de sus colaboradores más leales en la Alcaldía se convirtieron en los
impulsores territoriales de su candidatura presidencial.



A partir de entonces la gente se ha ido uniendo voluntariamente a su
campaña, logrando poner en la esfera pública una propuesta alternativa de
sociedad, gobierno y economía. A diferencia de sus rivales, en las
movilizaciones petristas –que gozan de convocatoria masiva en todo el país–
no se reparten refrigerios ni tamales, tampoco gorras o camisetas, ni hay
buses que lleven a la gente al lugar. Petro irradia esperanza a sus
seguidores, rescata el viejo discurso liberal de Jorge Eliécer Gaitán, lo
impregna con la imagen de Luis Carlos Galán y lo actualiza hablando de
cambio climático y superación de la economía fósil, o sobre la diversidad
sexual y los derechos de las nuevas ciudadanías.



De esta manera Petro ha pasado a encarnar el sentimiento anti establishment
de la ciudadanía común colombiana frente a una de las elites políticamente
más impresentables del subcontinente. Su estrategia tiene tintes populistas,
lo que lo convierte en un personaje épico para segmentos poblacionales que
van paulatinamente identificándose con él. Incluso en las redes sociales el
candidato progresista ha sido capaz, con un discurso altamente emocional, de
gestar una comunidad que se moviliza militantemente como un ejército digital
sólido, consistente desde el punto de vista estratégico y mucho más
estructurado que el de sus rivales.



Pese a que a priori todos los escenarios en una segunda vuelta son
favorables a Duque y ninguno a Petro, el mero hecho de una presencia
progresista en el balotaje pone muy nerviosas a las elites y al
establishment.



Irregularidades electorales



Fruto de lo anterior, hay amplios sectores de la sociedad colombiana que
están reclamando que el próximo domingo estén presentes más veedores
internacionales, ante un cúmulo de irregularidades que ya comienzan a
aparecer en el proceso electoral. Entre ellas se destaca el hecho de que no
se haya cambiado el logo de Colombia Humana en el tarjetón de voto, petición
que se realizó en tiempo y forma por parte de esta formación. En paralelo
han comenzado a aparecer denuncias, como la de un senador que descubrió
recientemente que unos 4 mil jurados de votación (veedores electorales),
postulados por empresas en las elecciones legislativas del pasado 11 de
marzo, no están registrados como aportantes en los sistemas de seguridad
social. En Colombia las empresas aportan veedores a las mesas electorales.
El hecho de que esas 4 mil personas no coticen en la seguridad social
significa que las empresas presentaron nombres que no corresponden a sus
trabajadores. De las 2.373 empresas que debían haber enviado sus listados de
jurados de votación para el proceso del mes de marzo, tan sólo lo hicieron
1.609, posibilitando así que estas 4 mil personas fueran introducidas de la
nada en el sistema electoral con el presumible objetivo de manipular los
resultados. La Fundación Paz y Reconciliación señaló por su parte la
existencia de un cártel de venta de votos dentro de la autoridad electoral.



Pero el asunto más delicado son las denuncias hechas por el propio Gustavo
Petro respecto de una supuesta manipulación del software de escrutinios que
utiliza la Registraduría Nacional del Estado Civil. Tras un análisis de los
resultados de las elecciones legislativas de 2014, fruto de una denuncia del
Partido Mira, una formación religiosa que se presentaba entonces por primera
vez a las elecciones legislativas, el Consejo de Estado –máxima autoridad en
la jurisdicción de lo contencioso administrativo en Colombia– detectó que no
coincidían los datos del escrutinio para esa tienda política en los
formularios E14, que recogen manualmente las votaciones levantadas en cada
mesa, y el resultado final que arrojaba el software de la Registraduría.
Este fue el caso en al menos la mitad de las 100 mil mesas electorales
existentes en el país. Por consiguiente, el Consejo de Estado emitió la
orden de que dicho software fuera revisado, condición que no se ha cumplido
hasta hoy. En definitiva, dado el volumen de anomalías detectadas, se puede
suponer que no estamos ante un error marginal, sino posiblemente ante la
manipulación del sistema tecnológico electoral que se utilizaría de forma
discriminatoria con el fin de inflar o menguar los resultados de
determinadas formaciones políticas. Al cierre de este artículo el gobierno
colombiano no ha autorizado aún la entrada al país de una misión de expertos
tecnológicos –bajo el auspicio de la Unión Europea– que vienen a analizar
este problema.



Trasvases y abstencionismo



Las espadas de los cuatro principales candidatos presidenciales se mantienen
en alto durante esta última semana de campaña, esperando la cita en las
urnas del domingo. Iván Duque ha visto cómo durante los últimos días su
ventaja frente a Gustavo Petro se acorta, posiblemente debido al trasvase de
votos que genera el crecimiento de la candidatura de Germán Vargas Lleras.
Por su parte, Sergio Fajardo, quien a priori se presumía como el principal
contendor de Duque pero que hizo una campaña electoral muy insípida, ha
conseguido en estos últimos días dar un pequeño tirón hacia arriba afectando
negativamente la candidatura petrista, pues su crecimiento en Bogotá ha
mermado el apoyo a Petro entre el electorado capitalino. A su vez, Gustavo
Petro busca sorprender con el hipotético respaldo de parte de ese voto joven
habitualmente abstencionista, lo que significaría un fuerte empujón a su
candidatura en caso de conseguirlo. Por último, Germán Vargas Lleras busca
romper los pronósticos electorales apoyándose en la política clientelar de
la maquinaria oficialista y los grandes recursos de los que dispone.



Si hubiera segunda vuelta, ésta se celebraría el próximo 17 de junio. Una
contienda Duque versus Petro, a priori beneficiaría al primero, aunque el
pánico que han expresado las elites demuestra que ya no tienen todas las
seguridades consigo. Si por alguna circunstancia Gustavo Petro no fuera el
opositor al uribismo en el balotaje, sino Fajardo o Vargas Lleras, la cosa
se le podría complicar aun más al candidato de Uribe.



En todo caso, Colombia es un país políticamente muy difícil y
tradicionalmente conservador. Con un padrón electoral actual de 36,23
millones de electores, los cálculos para el próximo domingo indican que los
votantes no superarán los 18 millones, en el mejor de los casos. Entre ellos
destacará el “estrato 3”, ese 34,4 por ciento de los colombianos de clase
media-baja. Entre los más pobres, eso que eufemísticamente los medios llaman
“estrato 1 y 2”, y que suman el 45 por ciento de la población, posiblemente
reinarán el abstencionismo y la indiferencia.

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