Guatemala/ La explotación de los trabajadores en la industria del azúcar [Entrevista a cañeros de la Costa Sur]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Mayo 27 13:33:40 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

27 de mayo 2018

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Guatemala



Entrevista a tres trabajadores cañeros de la Costa Sur de Guatemala



"La industria del azúcar no es muy dulce para sus trabajadores"



Marcelo Colussi/Cindy López



 <http://www.rebelion.org/> Rebelión, 26-5-218

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Condiciones de sobreexplotación laboral, falta de prestaciones de ley,
ningún sindicato que defienda los derechos de los trabajadores, exigencias
cada vez más difíciles de cumplir impuestas por las empresas –lo cual obliga
a agotadoras jornadas soportadas muchas veces bajo el efecto de
estimulantes–, a lo que se suma una peligrosa contaminación del medio
ambiente (aire y agua) como consecuencia de los pesticidas utilizados,
desvío de ríos a favor de los ingenios y, como broche de oro, una supuesta
“Responsabilidad social empresarial” que daría respuestas “sociales y
humanas” a las penurias de los obreros cañeros, son la auténtica situación
de los trabajadores de la industria azucarera en la Costa Sur de Guatemala.
Eso es así tanto para los cortadores estacionarios, traídos en general desde
el Altiplano Occidental para las zafras –miembros de pueblos originarios
habitualmente– o para los oriundos del lugar. En todos los casos:
explotación, panorama oscuro, desesperanza. Las innumerables iglesias
neoevangélicas o las cada vez más populares cantinas que inundan el país,
serían las únicas válvulas de escape ante tanta ignominia.



Como colofón, mientras los oligopolios que manejan el negocio siguen
creciendo, ni siquiera esas pésimas condiciones van quedando como opción
para los campesinos pobres y sin tierra, pues la mecanización de la zafra
(para competir internacionalmente y no perder, según declaran los
propietarios cañeros) va expulsando en forma acelerada a enormes cantidades
de trabajadores de la industria del azúcar hacia la desocupación. Trabajos
precarios o la marcha forzosa como migrante irregular rumbo a Estados Unidos
van siendo las únicas salidas. O el integrarse a circuitos delincuenciales
que permitan la sobrevivencia.



La organización sindical y/o comunitaria quedó seriamente dañada producto de
la feroz represión de años anteriores. Pero sigue habiendo luchadores
sociales que no se rinden, que siguen alzando la voz denunciando todas estas
injusticias, y esperanzados en que otro mundo sí es realmente posible, por
lo que continúan movilizándose, luchando, organizándose.



En alguna aldea del departamento de Escuintla conversamos con tres de ellos,
ya entrados en años. Su juventud y energía, pese a su edad cronológica, no
deja de sorprender. “Hay que seguir organizándose. Solo organizados se podrá
cambiar todo esto”, repiten sin dudarlo. Su visión de futuro y la convicción
en que el cambio sí es posible, es una lección de ética revolucionaria.



Por seguridad, y a pedido de ellos, no consignamos sus nombres.



-Pregunta: ¿Cómo es el trabajo del corte de caña?



Entrevistados: La forma de cortar la caña de azúcar ha ido cambiando con los
años. Y según como van las cosas, pronto es probable que, con la
mecanización, ya no se necesiten más cortadores. Antes, hace muchos años,
pagaban 50 centavos por manzana. Después, cuando llegaron los Botrán,
trajeron unos carretones. Ahí se cortaba y se cargaban unos grandes
camiones, de tres y cuatro tramos. Había cortadores y cargadores. En ese
tiempo se formó un sindicato, pero vino Andrés Botrán, el de los fabricantes
de ron, y se llevó a los líderes sindicales para hacerlos a su lado. Los
compró. Eso era para los años 60. En ese tiempo todavía se cortaba por
manzana. Después se empezó a cortar cadeneado, por cadenas. Y después vino
el sistema de cargar mecanizado. Eso fue más o menos para 1975. Ahí es
cuando los ingenios comenzaron a estafar al trabajador. Con las máquinas
decían que en cada carga, cada “mordida” como le llamaban, llevaban una
tonelada de lo que el trabajador cortador había cortado a machete, pero era
mentira. Agarraban más, pero lo pagaban siempre como si fuera una tonelada.
Era pura explotación. Uno, de trabajador, sabe cuánto es una tonelada;
siempre robaban al cortador.



Los ingenios siempre buscan la manera de explotar y explotar a quien
trabaja. En un tiempo daban el refresco con droga, para que uno trabajara
más. Había que sacar la tarea a como diera lugar, y si agarraba la noche, le
ponían un tractor con las grandes luces para que uno siguiera hasta cumplir
con la cantidad que le pedían. Era una sobreexplotación.



A los cortadores los tenían divididos por capacidad: los que cortaban más,
los más pilas, los que cortaban regular, los que cortaban menos. Adelante va
lo que le llaman el monitor, que va abriendo brecha y preparando para los
cortadores. Y el cortador entra con su machete a hacer la tarea. Eso cansa
mucho, fatiga, agota.



-Pregunta: ¿Ya trabajaban mujeres para esa época, para los años 60 o 70 del
siglo pasado?



Entrevistados: No, la verdad que no. Eso vino mucho después. Y en realidad,
no hay muchas. Son pocos los ingenios que ocupan mujeres.



-Pregunta: ¿La zafra cuánto tiempo dura?



Entrevistados: Máximo: 6 meses. Hecha con cortadores a machete, como se hizo
siempre. Y eso da trabajo para todo ese tiempo al cortador. Aunque ahora,
con la mecanización, cada vez hay menos trabajo. Se necesitan trabajadores
para otras tareas, para regar por ejemplo, pero ya no para el corte.



-Pregunta: Con la zafra tradicional, el trabajador cañero tiene, o tenía,
trabajo para 6 meses, para medio año. ¿Y qué hace el resto del tiempo?



Entrevistados: Ahí está el problema. La gente tiene que ver qué hace esos
otros 6 meses. Se las arregla como puede; y, por supuesto, les va bastante
mal. Salen a cazar o a pescar para conseguir algo de comida, hacen trabajos
donde se puede, se busca leña que se sale a vender por ahí, se van a la
capital a ver qué consiguen, muchos se meten de policías en agencias de
seguridad privadas. Cuando hay trabajo, en la época de zafra, los ingenios
le dicen que le hacen un ahorro al trabajador. Pero no es cierto. Lo
confunden a uno. Lo hacen trabajar al máximo, y le prometen un premio al que
más corta, una bicicleta por ejemplo. Pero eso es un engaño. Además,
terminada la zafra, no hay nada que hacer. Para trabajar y que traiga
cuenta, los compañeros se drogan. Ellos mismos compran la pastilla, para
trabajar más. Y los ingenios lo permiten, no dicen nada. Más bien, lo
estimulan a uno para que lo haga. Se trabaja todos los días, de domingo a
domingo, sin parar. A veces le dan un día de descanso entre semana. Hay
trabajadores que son de aquí, de la costa, y van en buses que ponen las
empresas al corte, luego regresan a sus casas en las aldeas por las noches.
Y otros trabajadores vienen del Altiplano, traídos por los enganchadores.
Esos son a los que les dan galeras para dormir, con camarotes, y también se
les da la comida. Ellos están toda la zafra, y luego se regresan a sus
tierras. Antes venían niños también, ahora no. Entonces, ahora sí, en
algunos ingenios contratan mujeres. Cada ingenio tiene su forma de cortar;
algunos queman más cañales, otros no tanto. Pero en todos explotan, piden
cada vez más producción.



Ahora, con las máquinas que están trayendo, ya no se van a necesitar
cortadores. Cada máquina le quita trabajo a 500 cortadores. Imagínese si
ahora es un problema, con unos meses de trabajo y otro medio año sin nada,
lo que va a ser si ya no hay nada que hacer en la zafra. Dicen que meten las
máquinas porque la industria azucarera guatemalteca tiene que competir con
otros países, con Brasil por ejemplo. Pero con esa competencia ¿qué tenemos
que ver los pobres? Si fumigan y usan venenos para mejorar esa competencia,
¿qué tenemos que ver nosotros, los pobres, con esos sus negocios? A nosotros
solo nos quedan las consecuencias negativas de todo eso.



-Pregunta: Hablaron del envenenamiento por los pesticidas. ¿Cómo está esa
situación?



Entrevistados: Eso nos está matando, aunque los ingenios digan que no. A un
grupo de los COCODES de aquí nos llevaron a un ingenio para que viéramos
todo ese proceso y decirnos que está todo bien. Nos mostraron unas plantas
hermosas que tienen allá, para hacernos creer que lo que la avioneta o el
helicóptero fumigan no daña las plantas. Pero eso no es cierto. Cuando
fumigan, igual que cuando hacían las algodoneras, el aire se lleva el
producto que tiran, y eso se riega por todos lados. Eso llega a las aldeas,
a todas las plantas, a nuestras milpitas, al ganado que podemos tener
nosotros, y todo eso se envenena. Esa es una vieja lucha que tenemos, para
impedir que las fumigaciones sigan perjudicándonos. Hubo gente que luchó por
esa causa, y la mataron. A muchos compañeros mataron, también a licenciados
que nos apoyaban, como el Lic. Argueta, un abogado muy comprometido y
responsable que apoyaba nuestras reivindicaciones. A toda esa gente las
mataron los dueños de los ingenios, los grandes productores azucareros. Pero
nosotros seguimos denunciando y luchando. Todo eso que hacen los ingenios
daña el aire y las aguas. Como no podemos tomar el agua de los nacimientos,
porque se contamina con las fumigaciones, tenemos que comprar el agua
embotellada. Desde hace años que se da esta contaminación, desde la época de
las algodoneras, y ahora también con las cañeras. Eso ha matado infinidad de
compañeros y compañeras. Fumigan, y luego ponen a trabajar a la gente; es
ahí cuando los trabajadores se envenenan, y nadie dice nada. No hay
sindicatos ni organizaciones que reclamen. Y del mismo modo, murieron muchos
niños y mujeres. El gobierno, por supuesto, no dice nada tampoco.



-Pregunta: O sea que toda la industria de la caña, además de dar empleo una
época del año, crea también grandes problemas.



Entrevistados: Sí, por supuesto. Da empleo, igual que daban antes las
algodoneras, pero también trae problemas. Por ejemplo, años atrás, entre los
años 1930 y 1940, con las empresas algodoneras, vinieron muchos salvadoreños
que salían de su país, porque allá había un dictador en la presidencia.
Vinieron a trabajar aquí, en las algodoneras, y muchos se quedaron y se
metieron después en las cañeras; como eso movía dinero, fueron apareciendo
los bares, y se llenaron también de muchachas que venían a trabajar y
dispuestas a hacer cualquier cosa para ganarse sus centavos. Antes había
mucho trabajo. Ahora no. Pero todos esos lugares, bares y cantinas,
siguieron siempre. Es más: crecieron estos últimos tiempos. Mucha juventud
termina arruinándose allí.



-Pregunta: ¿Y cómo está todo esto ahora, si va a faltar tanto el trabajo con
esto de la mecanización, si ya no van a ser necesarios tantos cortadores
cañeros?



Entrevistados: Eso es un gran problema, grave. Por eso ahora ya hay tanto
ladronismo, tanto patojo sin trabajo que se mete a delinquir, o se acerca a
las drogas. Es el mismo empresario el que va llevando a la gente a la
desesperación, y de ahí viene la delincuencia. En la época de la Revolución
de 1944, con Juan José Arévalo primero y Jacobo Arbenz después, no se veían
estos problemas: había trabajo, dinero, no faltaba la comida, no se veía
tanta delincuencia. Hoy día hasta los niños salen a robar, porque falta el
dinero. Está terrible la situación, y es por culpa de estos empresarios
millonarios que la cosa se puso así, y todavía se va a poner peor si falta
más trabajo. Hacer lo que se pueda para sobrevivir, hacerse delincuente o
migrar hacia el Norte van siendo los únicos caminos que le quedan a la
gente.



Pregunta: ¿Cómo están las condiciones de trabajo actualmente entonces?



Entrevistados: Los ingenios se inventaron algo que le llaman “Departamento
de Recursos Humanos”. Eso es toda una mentira. Con eso suplantaron lo que
antes eran los sindicatos, que eran para luchar por los derechos de los
trabajadores. Ahora estas oficinas preparan a algunos trabajadores que
compran para que hablen maravillas de las empresas, y no cuenten las
condiciones que de verdad existen, que son malísimas, infrahumanas. Hay
explotación de los trabajadores: esa es la verdad. Pero a estos compañeros
que compran les dan unas pláticas y les lavan la cabeza. Les dicen que se
tienen que portar bien, los amenazan con que si cuentan las condiciones
reales de trabajo no los vuelven a contratar. Les hacen creer que ahora la
patronal los protege, pero eso no es así. Aquí las condiciones son muy
malas: además de la explotación en el trabajo, los pobres tenemos que
soportar el veneno de las fumigaciones, y además, la ceniza de la quema de
los cañaverales. Hay oficina de Derechos Humanos, hay una CICIG, hay un
Ministerio del Medio Ambiente, pero ¿qué investigan ellos? A nosotros nos
dicen que no botemos basura, que no cortemos un árbol para hacer leña, ¿y
los ingenios: qué? ¿Qué pasa con esos venenos que riegan todo el tiempo
matándonos a nosotros, a nuestras siembras, a nuestros animalitos?



-Pregunta: ¿Hacen desvíos de ríos también, verdad?



Entrevistados: Sí. Por aquí hay un par de presas. Y agarran el agua para
regar sus cañales, dejándonos sin agua a nosotros en las aldeas. Se secan
los ríos de donde tomamos el agua, o se contaminan. Porque hay contaminación
por todos lados, en el aire, y eso estamos respirando o bebiendo todo el
tiempo, a no ser que terminemos comprando el agua embotellada, que es cara.
También se dañan nuestras siembras, los frutales que tenemos, por ejemplo.
Con esas siembritas nosotros, campesinos pobres, más o menos nos podemos ir
arreglando. Pero producto de todo este desastre que hacen con el medio
ambiente, se pierden muchas veces las milpas, o los mangos, o los frutales
que tenemos, por culpa de las fumigaciones.



-Pregunta: Dicho de otro modo: por aquí sobran los problemas entonces, ¿no?



Entrevistados: Exacto. Pero lo peor es la falta de trabajo. Están
contratando poca gente, y solo joven. Y no a todos los jóvenes; la gran
mayoría no halla qué hacer. Hace algunos años había pequeñas parcelas, pero
esas tierritas no pueden competir con los grandes, y terminan vendiendo todo
a los ingenios. Los grandes acaparan, y siguen creciendo. Por aquí hay
alguien que tiene mucha tierra, uno que fue rector de la Universidad de San
Carlos, un tal Estuardo Gálvez. Ese es de los más malos que hay: si se
pierde un animal de la finca, o se friega una máquina, entre todos los
trabajadores tienen que pagarlo. Las condiciones de trabajo son malas: malos
salarios, mucho trabajo, no les dan prestaciones que se supone son de ley,
no hay institutos de secundaria para que estudien los jóvenes, no les dan
seguro de salud. Muchas veces con el Seguro Social también nos engañan; hay
muchos compañeros que llegan a la edad de jubilarse, y ahí se enteran que
las empresas no les hicieron sus aportes durante muchos años, por lo que
quedan desamparados, sin pensiones. Y no tenemos nadie donde ir a reclamar
por esas injusticias. El Ministerio de Trabajo ni aparece. En esas pequeñas
finquitas que les decíamos, antes había un poco de trabajo todo el año: se
chapeaba, se atendían animales. Ahora ya no. Solo hay caña en toda la zona,
que va a parar toda al extranjero, a Estados Unidos básicamente, para el
azúcar que se come o para fabricar combustibles para vehículos. Aquí
consumimos solo los restos de la caña de azúcar, la de peor calidad. Lo peor
es que para ese trabajo ya no contratan gente, y en todo caso, prefieren
solo a algunos jóvenes, que son los que más producen. Los viejos, por
supuesto, vamos sobrando.



-Pregunta: Explotación, condiciones muy malas en el trabajo, no hay
sindicatos, contaminación peligrosa en todo el ambiente, desvío de ríos por
parte de los ingenios… Es decir: una situación malísima. ¿Cómo se soluciona
todo esto, compañeros?



Entrevistados: Hay que seguir organizándose. Hoy día la gente está muy
desorganizada, por tanta represión que hubo años atrás, por tantas iglesias
evangélicas que distraen, por tanta cantina y tanta droga que circula entre
la juventud. Hay miedo, se está desconcertado, uno no sabe bien qué hacer.
La gente no cree en nada hoy día, solo espera las elecciones para recibir
algún regalo de los partidos políticos, sabiendo que la política es pura
mafia y que con esos regalitos no se soluciona nada, que eso es pura
corrupción. Pero como no hay muchas esperanzas, al menos se agarra eso. Por
eso hay que seguir organizándose para resistir, para tener proyectos que
cambien esta situación. Solo organizados se podrá cambiar todo esto. Si
antes estuvimos organizados y logramos cosas, aunque nos golpearon mucho,
debemos volver a hacerlo.

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