Capitalismo/ Crisis económica y desórdenes mundiales [Michel Husson]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Oct 2 00:03:16 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

2 de octubre 2018

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Capitalismo

 

Crisis económica y desórdenes mundiales

 

Michel Husson 

 

A l´encontre, 20-9-2018

https://alencontre.org/

Viento Sur, 30-9-2018

https://vientosur.info/

 

Diez años después de la quiebra de Lehmann Brothers, se multiplican las
contribuciones en torno a dos cuestiones: ¿Cómo ocurrió? y ¿Se puede
reproducir? Pero casi todas están centradas en los movimientos financieros,
pasados o por venir. El punto de vista adoptado aquí es algo diferente,
porque intenta identificar las raíces económicas de los desórdenes
mundiales. Su hilo director es el siguiente: el agotamiento del dinamismo
del capitalismo y la crisis abierta hace diez años conducen a una
mundialización cada vez más caótica, portadora de nuevas crisis, económicas
y sociales.

 

El capitalismo asfixiado

 

El dinamismo del capitalismo se basa en última instancia en su capacidad
para obtener mejoras de productividad o. dicho de otra manera, en hacer
crecer el volumen de mercancías producidas en una hora de trabajo. Tras las
recesiones generalizadas de 1974-75 y 1980-82, las mejoras de productividad
se han desacelerado tendencialmente. Hemos pasado de lo que algunos
califican como la Edad de Oro (para destacar el carácter excepcional de este
período) al capitalismo neo-liberal, amenazado hoy día por un estancamiento
secular. Durante este período, el capitalismo logró la proeza de restablecer
la rentabilidad a pesar de la desaceleración de las mejoras de
productividad, como lo muestra el gráfico 1 1/.

 

Esto sólo ha sido posible gracias al frenazo casi universal de los salarios,
cuya parte en el conjunto de la renta desciende tendencialmente. Y este
resultado se ha debido también a un conjunto de mecanismos que actúan unos
sobre otros (mundialización, financiarización, innovaciones tecnológicas,
endeudamiento), cuyas contribuciones relativas sería inútil descomponer. Las
desigualdades son parte integrante de este modelo coherente, aunque su
coherencia no podía ser duradera 2/. Las contradicciones de este modelo
condujeron a la crisis de 2007-2008. La mundialización es desde luego uno de
los elementos esenciales de este modelo, pero la crisis ha tenido el efecto
de modificar sus características.

 

El gran cambio del mundo

 

La década anterior a la crisis se caracterizó por el ascenso de los llamados
países emergentes, y en particular China. Esta emergencia se alcanzó gracias
a una nueva organización de la producción, cuyos diferentes segmentos se
reparten en varios países, desde la concepción a la producción y
distribución al consumidor final. Estas cadenas de valor mundiales se
instauraron bajo la égida de las empresas multinacionales, tejiendo una
verdadera red que aprisiona la economía mundial. Hoy día, un smartphone es
concebido, producido y comercializado por trabajadores de los cuatro
rincones del mundo.

 

Esta nueva forma de mundialización sirvió de escapatoria a la crisis de
comienzos de los años 1980, abriendo una reserva de mano de obra de bajos
salarios, acrecentada aún más tras el hundimiento del socialismo real. Pero
condujo a un verdadero cambio de la economía mundial, como lo muestra el
reparto de la producción manufacturera mundial (dejando aparte la producción
de energía): entre 2000 et 2018 ha aumentado un 62%, pero la casi totalidad
de este progreso se realiza en los llamados países emergentes, donde se ha
más que doblado (+152 %), mientras que ha progresado débilmente en los
países avanzados (+16 %). Los países emergentes realizan hoy día el 42 % de
la producción manufacturera mundial, frente al 27 % en 2000 (gráfico 2) 3/.
En algunos países, como China y Corea del Sur, esta industrialización cada
vez está menos acantonada en industrias de ensamblaje (textil o electrónica)
y se registra un ascenso de sectores de productos de alta tecnología,
incluso de bienes de producción.

 

La oposición entre países avanzados y emergentes es sin embargo un enfoque
engañoso. A comienzos de siglo, Rosa Luxemburg podía definir el imperialismo
como "la expresión política del proceso de la acumulación capitalista que se
manifiesta con la competencia entre capitalismos nacionales" 4/. Nicolas
Bujarin describía un "proceso de nacionalización del capital, es decir la
creación de cuerpos económicos homogéneos, encerrados en las fronteras
nacionales y refractarios los unos respecto a los otros" 5/. Cada país
imperialista partía entonces a la conquista del mundo, de ahí la primera
guerra mundial, calificada de inter-imperialista.

 

Pero hoy día el mapa de los Estados y el de los capitales ya no coinciden.
Hay que abandonar por tanto la representación de una confrontación
asimétrica entre países imperialistas y países dependientes, y sustituirla
por un concepto de economía mundial estructurada según una lógica de
desarrollo desigual y combinado llevado a cabo por las empresas
transnacionales.

 

Estados y capitales

 

Desde el momento en que el mapa de los Estados y el de los capitales son
cada vez más dispares, hay que pensar de otra manera las relaciones que los
mantienen. Desde luego, no han desaparecido los lazos privilegiados entre
tal multinacional y su Estado, y éste intentará defender los intereses de
sus industrias nacionales. El distanciamiento viene más bien del hecho de
que las grandes empresas tienen como horizonte el mercado mundial y que una
de las fuentes de su rentabilidad reside en la posibilidad de organizar la
producción a escala mundial minimizando costes y localizando sus beneficios
en los paraísos fiscales. No tienen ninguna obligación que les fuerce a
recurrir al empleo doméstico, y sus salidas están en gran parte
desconectadas de la coyuntura nacional de su puerto de enganche. Esto quiere
decir que el débil crecimiento del mercado interior de un país es soportable
para las empresas de ese país, siempre que disponen de salidas alternativas
en el mercado mundial. La tarea de los Estados, y esto es particularmente
cierto en Europa, ya no es defender a sus campeones nacionales, sino hacer
todo lo posible para atraer las inversiones extranjeras a su territorio.

 

Esta organización de la producción mundial ha sido hecha posible y
construida por decisiones políticas orientadas a derribar todos los
obstáculos a una libre circulación de los capitales a través del mundo. Ha
sido puesta en marcha por instituciones y tratados internacionales, y muchas
veces impuesta a los países dependientes en forma de planes de ajuste
estructural.

 

La mundialización conduce por tanto a un entrelazamiento de relaciones de
poder, organizadas en lo que podría llamarse una doble regulación
contradictoria. Por un lado, los Estados pretenden defender su rango en la
escala de potencias nacionales, garantizando al mismo tiempo las condiciones
de funcionamiento del capitalismo mundializado. Por otro lado, esos mismos
Estados deben conciliar los intereses divergentes de los capitales
orientados hacia el mercado mundial con los del tejido de empresas que
producen para el mercado interior, y gestionar la conflictividad social
interior.

 

Las relaciones de poder económico están estructuradas hoy día en dos ejes:
un eje vertical clásico que opone a los Estados nacionales, y un eje
horizontal que corresponde a la competencia entre capitales. Las
instituciones internacionales funcionan como una especie de sindicato de
Estados capitalistas pero no existe hoy ni ultra-imperialismo, ni gobierno
mundial. El capitalismo contemporáneo escapa por el contrario a cualquier
verdadera regulación y funciona de manera caótica, dividida entre una
concurrencia exacerbada y la necesidad de reproducir un marco de
funcionamiento común. Las prerrogativas del Estado-nación no han sido
suprimidas, al contrario de lo que dicen algunas tesis unilaterales.
Tratándose de la economía mundial, hay una que subsiste: el control de las
materias primas.

 

El dominio de las materias primas

 

La lucha permanente por el acceso a las materias primas no ha cesado, y
engendra desequilibrios y conflictos. Se piensa evidentemente en la energía:
el petróleo, el uranio, etc. Habría que añadir las tierras expoliadas 6/ en
beneficio de la agricultura productivista, la hidroelectricidad y la
explotación minera. El acceso al agua engendra también muchos conflictos
regionales.

 

La mundializaciónn tiene como efecto desestabilizar la agricultura
campesina, ya sea inundando el país con importaciones de productos
alimenticios, o por el acaparamiento de las tierras. Al mismo tiempo, el
motivo de muchas inversiones internacionales es deslocalizar las
producciones más contaminantes a países con legislaciones poco exigentes.
Todos estos mecanismos vienen además agravados por el cambio climático, de
tal manera que se puede avanzar la idea de que las transferencias en sentido
amplio (residuos, contaminaciones, recalentamiento, sequías, lluvias
torrenciales, productos agrícolas subvencionados, simientes bajo patente,
abonos y pesticidas) son "las causas de los exilios forzados" 7/.

 

Este cuadro comporta sin embargo el riesgo de un determinismo un tanto
simplista que llevaría a olvidar la articulación con otros factores sociales
y políticos. Sostener, por ejemplo, que la guerra civil en Siria ha sido
fomentada bajo mano para preservar los intereses de los grandes grupos
petroleros, sería evidentemente muy reductor. Pero esta determinación –a la
que se añaden las ventas de armas– existe, como lo muestra un inquietante
análisis de dos economistas 8/. Muestran que los períodos en que la tasa de
ganancia de los cuatro mayores grupos petroleros (BP, Chevron, ExxonMobil,
Shell) desciende por debajo de la media de las grandes empresas, son
seguidas por un conflicto, desde la guerra de los Seis Días hasta la tercera
guerra del Golfo en 2014. Aunque los autores conceden que su "historia de
Oriente Medio es en gran parte una fábula" y que "los dramas de la región
(…) tienen su propia lógica específica", su artículo recuerda la necesidad
de combinar correctamente la voluntad de dominación de los recursos y otras
determinaciones.

 

El agotamiento de la mundialización

 

La primera década de este siglo ha estado dominada por un eje China/Estados
Unidos (se ha hablado de Chinamérica) funcionando con una lógica de
complementariedad. Estados Unidos vivía a crédito con un déficit exterior
financiado por el reciclaje de los excedentes, sobre todo de China. Las
inversiones en China en forma de joint ventures contribuían al dinamismo de
la economía china. Otros países se han integrado en esta división
internacional del trabajo: los famosos emergentes o incluso los PECO [países
de Europa central y oriental: 11 países, aunque muy heterogéneos] con
respecto a Alemania. Y se ha desarrollado el eje económico transatlántico
entre Europa y Estados Unidos. Esta mundialización era eficaz desde el punto
de vista del capital y toda la ideología dominante se dedicó a vanagloriar
sus ventajas, a convencer de la necesaria adaptación a la concurrencia
global, o a blandir la amenaza de las deslocalizaciones.

 

Ahora parece como si la última década, inaugurada por la crisis de 2008,
hubiese hecho aparecer poco a poco los límites de esta organización. Aunque
no se puede hablar de fin de la mundialización, hay que destacar los signos
manifiestos de un agotamiento que parece duradero. El desarrollo de las
cadenas de valor mundiales venía motivado, no sólo por la búsqueda de bajos
costes salariales, sino también por el potencial de los países emergentes en
términos de mejoras de productividad. Su ralentización en el centro podía
ser compensado por su dinamismo en la periferia. Ahora bien, uno de los
fenómenos más llamativos de la última década es que el progreso de la
productividad en el Sur se ha desacelerado claramente. En los países
emerges, "el crecimiento anual medio de la productividad global de los
factores se ha dividido por más de tres, pasando de +3,5 % (2000-2007) a un
poco más de 1,0 % (2011-2016)" 9/. Éste es sin duda el factor que contribuye
a explicar la desaceleración espectacular del comercio mundial. Hasta
entonces, progresaba dos veces más rápido que la producción nacional; hoy
aumenta al mismo ritmo.

 

Una de las razones es que China se desengancha de las cadenas de valor: "las
importaciones de inputs destinados a ser reexportados representan ya menos
del 20% de las exportaciones totales de mercancías, frente al 40 % durante
los años 90. Varios factores explican esta retirada: alza de salarios,
reorientación hacia actividades de mayor contenido tecnológico, voluntad de
un mejor reparto de los frutos del crecimiento, apreciación del tipo de
cambio" 10/.

 

Dejando aparte a China, podría incluso hablarse del fin de la emergencia.
Los otros países BRICS (Brasil, Rusia, India, Sudáfrica) no han conseguido
superar duraderamente, como lo han hecho China y Corea del Sur, une
especialización inicial basada en el abastecimiento de materias primas.
Pierre Salama habla de "reprimarización" 11/ en el caso de Brasil y otros
economistas mencionan una desindustrialización precoz 12/. Además, los
países emergentes están sometidos a movimientos erráticos de capitales que
inducen una inestabilidad crónica de sus balances exteriores y de su moneda.
Los recientes casos de Turquía y de Argentina son un ejemplo llamativo, pero
podrían citarse también los países del sur de Europa, abandonados por las
entradas de capitales.

 

Dislocación social

 

La crisis ha servido de revelador de otro fenómeno –que las políticas de
austeridad han contribuído a exacerbar–: la dislocación social engendrada
por la mundialización. Ésta no ha sido ni «feliz» ni «inclusiva». Muchos
estudios, incluso procedentes de instituciones internacionales como el FMI y
la OCDE, han señalado sus efectos corrosivos, siendo el más destacado la
polarización de los empleos.

 

En todos los países avanzados se observa el mismo fenómeno: el empleo
aumenta por los dos extremos. En una punta de la escala progresan los
empleos muy cualificados, en la otra los empleos precarios; entre ambos, la
clase media se estanca y sus perspectivas de ascenso social se desvanecen.
Al mismo tiempo, se ahondan las desigualdades de rentas. La mundialización
no es la única responsable, y es muy difícil, si no imposible, extraerla de
un modelo de conjunto en el que la financiarización y la puesta en pie de
nuevas tecnologías también tienen su parte, así como la relación de fuerzas
entre capital y trabajo.

 

Es la ocasión para recordar que muchos países no son ni avanzados ni
emergentes, y que una parte importante de la población mundial vive en
segmentos de países que son mantenidos apartados de la dinámica de la
mundialización capitalista. Las líneas de fractura atraviesan así las
formaciones sociales y contribuyen a la desestructuración de las sociedades.

 

No es por tanto sorprendente constatar la reciente multiplicación de
estudios sobre las desigualdades de rentas. Branko Milanovic, uno de los
especialistas mundiales en esta temática 13/, resume así una conclusión ya
compartida: "Las desigualdades de rentas crecen en el interior de los
países, pero se reducen a nivel mundial con el ascenso de China" 14/. Y esta
profundización de las desigualdades en el interior de los países "influye
sobre la estabilidad política de los Estados-nación".

 

Ante este cuestionamiento, las instituciones internacionales entonan su mea
culpa sobre el tema: habría hecho falta redistribuir mejor las ventajas de
la mundialización para hacerla más inclusiva. Pero este piadoso deseo es
contradictorio con uno de los resortes de la mundialización, como es una
concurrencia fiscal exacerbada. El tipo medio de impuestos sobre los
beneficios en los países avanzados ha pasado del 44%, a comienzos de los
años 1990, al 33% en 2017, e incluso al 27%, teniendo en cuenta las medidas
adoptadas por Donald Trump 15/. Y el movimiento es mundial: el tipo medio ha
descendido también un tercio durante ese mismo período 16/.

 

La contradicción es patente: la atractividad implica un descenso constante
de los recursos fiscales que no pueden por tanto ser dedicados a una
redistribución que corrija los efectos de la mundialización para hacerla
inclusiva. Esta desfiscalización generalizada de los beneficios es la puerta
abierta a la evasión fiscal, que reduce aún más los recursos de los Estados:
el 40 % de los beneficios de las multinacionales fueron localizados en los
paraísos fiscales en 2015 17/. El Estado social está minado desde el
interior y no es sorprendente que la adaptación a la economía mundializada
vaya pareja a su «adelgazamiento». Las funciones del Estado no son
neutralizadas por la mundialización, son reorientadas: el Estado social se
convierte en un Estado antisocial cuya prioridad es la atractividad y la
competitividad de su economía.

 

La creciente desconfianza ante la Unión Europea puede ser interpretada
también como el efecto de retorno de la crisis de la mundialización, en
tanto se considera cada vez más a las instituciones europeas guiadas por un
proyecto de adaptación a la lógica de la economía mundializada.

 

El efecto Trump

 

La capacidad disruptiva de Donald Trump parece no tener límites pero sus
medidas proteccionistas no tienen en cuenta la manera como funciona la
economía de Estados Unidos, ni el entrelazamiento actual de los capitales.
Sobre el primer punto, uno de los elementos esenciales de Chinamérica era
permitir a Estados Unidos el descenso de la tasa de ahorro de las economías
domésticas (y por tanto el crecimiento del consumo), con la contrapartida de
un importante déficit comercial financiado por los capitales procedentes del
resto del mundo, en particular de China. Además, Donald Trump lleva a cabo,
con reducciones de impuestos, una política expansionista que profundiza el
déficit. Un cáustico comentarista ha escrito: "si existiese un plan secreto
para hacer estallar el déficit comercial, se parecería mucho a la actual
política americana" 18/.

 

Lo que tampoco comprende la administración bajo la égida de Trump es que el
comercio mundial afecta principalmente a bienes y servicios intermedios,
cuya parte es "casi dos veces más importante que la de los bienes y
servicios destinados a la demanda final" 19/, como recordaba recientemente
el director general del Banco de compensaciones internacionales. En su caso
se trataba evidentemente de defender el libre cambio, peso la constatación
corresponde a la realidad.

 

En el caso de Estados Unidos, una buena parte de sus importaciones
corresponden a inversiones estadounidenses en países como China o México.
Según el FMI, Estados Unidos detentaba en 2015 el 44% del stock de
inversiones directas realizadas en México, y la parte de exportaciones
chinas hacia los Estados Unidos proveniente de empresas con participación
extranjera era un 60% en 2014 20/.

 

No es por tanto de extrañar que el mundo de los negocios estadounidense esté
dividido y que muchos sectores teman el encarecimiento de sus importaciones
de bienes intermedios o las medidas de represalia: "la inquietud suscitada
por el impacto del proteccionismo del Sr. Trump no deja de aumentar en el
conjunto de la economía americana, donde muchas empresas se sirven de las
cadenas de valor mundiales para conservar precios bajos y beneficios
elevados, y temen que este época pueda llegar pronto a su fin " 21/. Así, un
grupo de empresas ha presentado un recurso ante el tribunal de comercio
internacional de New York para cuestionar la sobretasa del 25 % sobre las
importaciones de acero 22/. Las empresas punteras de la informática también
han criticado los límites a la inmigración, que podría reducir la captación
de cerebros en su favor.

 

La política mercantilista de Donald Trump es incoherente. El déficit
comercial de Estados Unidos corresponde contablemente al hecho de que el
ahorro nacional no es suficiente para financiar la inversión interior, al
que viene a añadirse el impacto del déficit presupuestario, agudizado por
las reducciones de impuestos. En estas condiciones, el déficit no se va a
reducir a pesar de las tasas sobre las importaciones, a menos que se reduzca
el consumo de las economías domésticas, y por tanto el crecimiento de
Estados Unidos 23/. En la práctica, deberán seguir afluyendo las entradas de
capitales del resto del mundo para financiar el déficit comercial. Pero esto
supone que el papel del dólar como moneda de reserva no se vea cuestionado.
Ahora bien, esta condición estaría amenazada si quienes financian a los
Estados Unidos se vieran disuadidos para poseer dólares, bien porque baje su
tipo de cambio, o a causa de las medidas agresivas tomadas en su contra.

 

Las medidas de Trump afectan también a Europa y por tanto al eje
transatlántico, por ejemplo cuando renuncia al proyecto de tratado –el Tafta
(Asociación transatlántica de comercio e inversión)– uno de cuyos objetivos
era precisamente intensificar las relaciones entre Estados Unidos y Europa,
con el fin de deja a un lado a China 24/.

 

El nuevo despliegue chino

 

Si Donald Trump ha decidido de forma manifiesta acabar con el eje Estados
Unidos/China, China por su parte está también emprendiendo una nueva vía,
basada en tres principios. El primero es recentrar su economía hacia el
mercado interior, lo que está haciendo muy progresivamente. Segundo eje: el
gobierno chino avanza el objetivo de una mejora de su producción, con el
ambicioso programa Made in China 2025. Por último, China desarrolla el
proyecto titulado «El cinturón y la ruta»: se trata de un programa
gigantesco de infraestructuras de cerca un billón de dólares, que afecta a
más de 60 países. El «cinturón» une –por tierra– China con Europa occidental
vía Asia central y Rusia; la «ruta» es marítima y permitirá unir África y
Europa por el mar de China y el océano Índico 25/.

 

Branko Milanovic ve en ello un verdadero proyecto de desarrollo que rompe
con las reglas del consenso de Washington, según el cual: "basta con
privatizar, desreglamentar y liberalizar los precios, los intercambios
exteriores, etc., para que los empresarios privados aprovechen la ocasión, y
el desarrollo llegará por sí mismo" 26/. Podemos no compartir esta
apreciación positiva, que subestima el enorme riesgo financiero infligido a
los países afectados, como Pakistan o Sri Lanka, amenazados por el
sobreendeudamiento. Para China es también sin duda la ocasión para aumentar
su influencia sobre los países asociados, en una lógica que lleva a algunos
a hablar de un nuevo imperialismo chino" 27/.

 

Pero no es menos cierto que esta nueva ruta de la seda y el programa Made in
China 2025 significan un redespliegue sustancial de la economía china y una
nueva estructuración de la economía mundial. La OCDE es muy consciente de
ello y está preocupada insistiendo "en los límites de lo que China puede
hacer por sí sola" y sugiriendo que "serán necesarias importantes
contribuciones de los países de la OCDE", lo que supone un "«papel creciente
de los mercados" y el reforzamiento de los "derechos de propiedad y de la
competencia" 28/.

 

Populismo: la verdadera herencia de la crisis financiera

 

El orden mundial anterior a la crisis está hoy cuestionada por el avance –y
el acceso al poder– de fuerzas de extrema derecha defensoras de una crítica
de la mundialización, que se ha reforzado con la crisis. Un editorialista
del Financial Timesa ha escrito que "el populismo es la verdadera herencia
de la crisis financiera mundial" 29.

 

Desde luego, hay que evitar todo mecanicismo. Por ejemplo, los países
europeos más afectados por la austeridad (Grecia, España, Portugal) quedan
poco afectados por el ascenso de la extrema derecha, mientras que ésta se
encuentra en el poder en Italia, Austria, Hungría o Polonia. La afluencia de
refugiados durante los últimos años ha jugado evidentemente un papel, pero
este factor ha tenido también un impacto diferenciado según países. La
fórmula algebraica general combina los efectos del neoliberalismo y la
xenofobia, pero en proporciones variables.

 

Se puede citar en este sentido un estudio fascinante sobre los determinantes
del voto a favor del Brexit 30/. El autor parte del descenso en los gastos
sociales entre 2010 y 2015. Como media es el 23,4 %, pero varía mucho de un
distrito a otro (de 46,3 % a 6,2 %), lo que permite diseñar un mapa de la
austeridad que puede compararse con los votos a UKIP (Partido para la
independencia del Reino Unido) que coincide además con los votos a favor del
Brexit en 2016. La relación entre ambos es muy estrecha y el autor se
arriesga a afirmar que en ausencia de medidas de austeridad el Brexit habría
sido minoritario. Las cosas son sin embargo más complicadas, en la medida en
que los descensos de gastos sociales han sido más señalados en los distritos
más afectados por los efectos del modelo neoliberal: desindustrialización,
paro y polarización de empleos. Las determinaciones son por tanto complejas,
y aunque el autor no hace jugar ningún papel a la inmigración, la xenofobia
no estuvo ausente entre los argumentos de campaña a favor del Brexit.

 

Un reciente estudio 31/ utiliza datos económicos y electorales que cruza con
los resultados de la European Social Survey, una encuesta sobre opiniones de
los ciudadanos. Establece que "las regiones que conocen un aumento mayor del
paro son más susceptibles a rechazar a los inmigrantes de base económica".
La crisis "ha modificado la opinión de los europeos sobre el impacto de los
inmigrantes en la economía, un efecto especialmente fuerte para las personas
más afectadas por las consecuencias negativas de la mundialización y las
mejoras tecnológicas". Los autores introducen así una diferencia entre los
"motores económicos y culturales del populismo": sus resultados muestran que
el rechazo a los inmigrantes tiene un fundamento económico más que cultural.
No hay correlación entre el paro y la percepción del papel de los inmigrados
en la vida cultural del país. Es como si los partidos de extrema derecha
transformaran la base económica del rechazo a los inmigrados en un rechazo
cultural» o dicho de otra forma una xenofobia afirmada.

 

Wolfgang Streeck habla de una nueva oposición entre las interpretaciones "de
izquierda" y "de derecha" de la inmigración, que sería "ortogonal" al
conflicto clásico izquierda-derecha entre trabajo y capital 32/. Por último,
Patrick Artus "comprende el malestar social" de los asalariados de los
países de la OCDE y lo explica por tres factores a que están confrontados:
"desindustrialización y bipolarización del mercado de trabajo; menor
capacidad de los Estados para financiar los gastos de protección social;
descenso de la parte de los salarios, con la competencia salarial y la
elevada exigencia de rentabilidad del capital" 33/.

 

Los malos tiempos

 

El cuadro de la economía mundial tras diez años de crisis es sombrío: la
Unión Europea está dividida, entre Brexit y ascenso de la extrema derecha;
la zona euro se fracciona; muchos de los llamados países emergentes están
sometidos a movimientos erráticos de capitales; las deudas, y sobre todo las
deudas privadas, no han dejado de acumularse; la parte de las riquezas
creadas revertida a quienes las crean disminuye casi en todas partes, y las
desigualdades se agudizan; el Estado social está minado por la concurrencia
fiscal, etc. En vez de reabsorberse, los efectos de esta crisis se han
agravado. La razón de fondo es que no existe modelo que pueda sustituir al
que entró en crisis hace diez años, que sea aceptable para la oligarquía
mundial. Todos los principios de organización de la economía mundial se
desmoronan poco a poco, en particular bajo los violentos golpes de Donald
Trump. Sólo China dispone de un programa coherente de reestructuración de
una parte de la economía mundial en su beneficio.

 

En estas condiciones, muchos comentaristas anuncian ya una nueva crisis (tal
vez también para precaverse de su ceguera diez años antes) sin que nadie
pueda decir cuál será el elemento desencadenante. Pero la inquietud
dominante proviene del hecho de que ya no existen municiones disponibles.
Gordon Brown, el primer ministro británico en el momento de la crisis, ha
expresado muy bien este temor: "Cuando se produzca la próxima crisis,
descubriremos que no tenemos ni margen de maniobra fiscal o monetaria, ni
voluntad de usarla". Y apunta lo que sin duda es más inquietante, "nos
faltará la necesaria cooperación internacional" 34/.

 

Los instrumentos de coordinación han perdido su sustancia o han sido
abandonados por la potencia todavía dominante. Ya no hay piloto de la
mundialización. El desafío climático implicaría sin embargo, por naturaleza,
una cooperación internacional, por no hablar de la bifurcación hacia otro
modelo de desarrollo. Pero los desórdenes en la economía mundial, las
políticas hostiles a la inversión pública, y sin duda la lógica inherente al
capitalismo, hacen que esta perpectiva parezca trágicamente fuera del
alcance hoy día

 

Notas

 

1/ Michel Husson, « Le ralentissement de la productivité mondiale », note
hussonet n°126, 17/09/2018.

 

2/ Michel Husson, « Dix ans de crise … et puis Macron », A l’encontre,
25/08/2017.

 

3/ Fuente : CPB World Trade Monitor. ver Michel Husson, « Les nouvelles
coordonnées de la mondialisation », note hussonetn°125, 16/09/2018.

 

4/ Rosa Luxembourg, La acumulación del capital, 1913.

 

5/ Nicolas Boukharine, L’économie mondiale et l’impérialisme, 1917
(extractos) ; Imperialism and World Economy.

 

6/ Michel Husson, « L’accaparement des terres, entre Monopoly et
colonisation », L’Humanité-Dimanche, 9/08/2018

 

7/ Nicolas Sersiron, « Les transferts négatifs sont les causes des exils
forcés », CADTM, 22/08/2018.

 

8/ Shimshon Bichler y Jonathan Nitzan, « Energy Conflicts and Differential
Profits: An Update », Octubre 2014.

 

9/ Amandine Aubry et al., « Le ralentissement de la productivité dans les
pays émergents est-il un phénomène durable ? », Trésor-Eco n° 225, julio
2018.

 

10/ Christine Rifflart y Alice Schwenninger, « La Chine se normalise et son
commerce devient ordinaire », OFCE, 12/07/2018.

 

11/ ] Pierre Salama, Les économies émergentes latino-américaines, Armand
Colin, 2012.

 

12/ Fiona Tregenna, « Deindustrialization and premature deindustrialization
», en E. Reinert et al. (eds.) Elgar Handbook of Alternative Theories of
Economic Development, 2016.

 

13/ Branko Milanovic, Global Inequality. A New Approach for the Age of
Globalization, 2016.

 

14/ Branko Milanovic, « Changes in the global income distribution and their
political consequences », Oslo, Agosto 2018.

 

15/ Patrick Artus, « Pourquoi la concurrence fiscale se fait-elle par la
taxation des profits des entreprises et pas par les autres impôts »
28/08/2018.

 

16/ « Les taux d’impôt sur les sociétés dans le monde », La Lettre
Vernimmen, n° 159 mayo 2018.

 

17/ Thomas Torslov, Ludvig Wier, Gabriel Zucman, « The Missing Profits of
Nations », vox.eu, 23/07/2018.

 

18/ Phil Levy, « President Trump’s ‘Secret Plan’ To Grow The Trade Deficit
», Forbes, 13/08/2018.

 

19/ Agustín Carstens « Global market structures and the high price of
protectionism » Bank for International Settlements, 25/08/2018.

 

20/ Mary E. Lovely, Yang Liang, « Trump Tariffs Primarily Hit Multinational
Supply Chains, Harm US Technology Competitiveness », Peterson Institute for
International Economics, Mayo 2018.

 

21/ James Politi, « US tariffs see small businesses plead for mercy as trade
war bites » Financial Times, 24/08/2018.

 

22/ Elsa Conesa, « Acier : des industriels américains attaquent les surtaxes
de Trump »,Les Échos, 27/06/2018.

 

23/ Michel Husson, « Les limites (comptables) de Donald Trump », note
hussonet n°123, 28/08/2018.

 

24/ Michel Husson, « Pourquoi il faut bloquer le Transatlantic Free Trade
Area (TAFTA) », A l’encontre, 26/11/2014.

 

25/ Faseeh Mangi,« China’s Vast Intercontinental Building Plan Is Gaining
Momentum », Bloomberg, 9/04/2018.

 

26/ Branko Milanovic,« The west is mired in ‘soft’ development. China is
trying the ‘hard’ stuff » , The Guardian, 17/05/2017. En un tweet, Milanovic
añade este comentario cáustico: “pienso que China ofrece algo concreto
(carreteras, vías férreas, puentes) mientras que la Unión Europea ofrece
interminables conferencias dedicadas al tema de moda donde los consultores
de la UE se embolsan el de dinero de la UE.»

 

27/ Alice Jetin-Duceux, « Les stratégies de la Chine à l’étranger », CADTM,
Junio 2018. Robin Lee et al.,« China’s Overseas Expansion: An Introduction
to its One Belt, One Road and BRICS Strategies », Febrero 2018.

 

28/ OCDE, Business and Finance Outlook, 2018.

 

29/ Philip Stephens, « Populism is the true legacy of the global financial
crisis », Financial Times, 30/08/2018 ; « Le populisme est le véritable
héritage de la crise financière mondiale », traducción de Gilles Raveaud,
6/09/2018.

 

30/ Thiemo Fetzer, « Did Austerity Cause Brexit? », University of Warwick,
Junio 2018. Muchos estudios intentan establecer un vínculo entre austeridad
y avance de la extrema derecha. Uno de ellos está dedicado al ascenso del
nazismo en Alemania (Gregori Galofré-Vilà et al., 2017). Otros tratan de la
Alemania contemporánea (Christian Dippel et al., 2015), los Estados Unidos
(David Autor et al., 2017) o Suecia (Carl Melin et Ann-Therése Enarsson,
2018).

 

31/ Yann Algan, Sergei Guriev, Elias Papaioannou, Evgenia Passari, « The
European Trust Crisis and the Rise of Populism », BPEA Conference Drafts,
7-8/09/2017.

 

32/ Wolfgang Streeck, « Between Charity and Justice: Remarks on the Social
Construction of Immigration Policy in Rich Democracies », Culture, Practice
& Europeanization, 2018, Vol. 3, Nº 2.

 

33/ Patrick Artus, « Les évolutions inexorables des économies créent le
malaise social », Flash CDC, 24/08/2018.

 

34/ ] Gordon Brown, « We are sleepwalking into another financial crisis »
BBC, 13/09/2018.

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