Brasil/ Al borde la fascismo. Bolsonaro, el polarizador [Marcelo Aguilar]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Oct 5 12:03:41 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

5 de octubre 2018

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Brasil

 

Al borde del fascismo

 

Bolsonaro, el polarizador 

 

Encabeza las encuestas de intención de voto para la primera vuelta de las
elecciones presidenciales del domingo, y tiene buenas chances de convertirse
en el próximo presidente de Brasil. Jair Bolsonaro ha sabido aprovechar el
profundo descontento popular por la corrupción, el desencanto con el
petismo, el miedo a la inseguridad y la reacción contra los movimientos de
mujeres y de minorías discriminadas. Así este ex militar ha obtenido el
apoyo de sectores muy diversos. El único grupo que ha logrado unirse con
éxito en rechazo a este nostálgico de la dictadura han sido las mujeres. Con
el eslogan “Él no”, el sábado pasado tuvo lugar el mayor evento político
organizado por mujeres en la historia de Brasil.

 

Marcelo Aguilar, desde San Pablo

 

Brecha, 5-10-2018

https://brecha.com.uy/

 

Brasil se enfrenta a una de las elecciones presidenciales más polarizadas de
su historia reciente. Las constantes discusiones entre la gente contrastan
con el hastío que la mayoría de los brasileños dicen sentir frente a la
política.

 

Si la discusión política se mantiene viva a nivel social, es sobre todo
debido a un hombre: Jair Bolsonaro. El candidato presidencial
ultraderechista lidera las encuestas para la primera vuelta del domingo
próximo con 35 por ciento de la intención de voto (según una encuesta de
Datafolha de ayer).

 

Este ex militar paracaidista, nostálgico de la dictadura militar, ha logrado
acumular el apoyo de amplios sectores de la sociedad, aprovechando sobre
todo el descontento popular con la extendida corrupción en el país, la
preocupación por la inseguridad y la reacción contra los movimientos de
mujeres, Lgbt y de minorías discriminadas.

 

Pero su discurso virulento también ha sido capaz de generar un amplísimo
rechazo, y el pasado sábado 29 de octubre ese rechazo lo representaron las
mujeres brasileñas, que irrumpieron en el escenario político al colmar las
calles de las principales capitales de los estados del país con
multitudinarias manifestaciones, sobre todo en San Pablo –donde alcanzaron
el medio millón de participantes– y Rio de Janeiro. A una semana de las
elecciones, las mujeres se colocaron a la vanguardia de la lucha política.
Protagonizaron la primera movilización masiva anti-Bolsonaro, que no fue
gestada por las organizaciones sociales tradicionales ni contó con el
sustento de grandes estructuras organizativas. Nació como iniciativa de una
mujer, Ludmilla Teixeira, que a mediados de setiembre creó un grupo de
Facebook llamado “Mujeres unidas contra Bolsonaro”. En dos semanas ya
contaba con más de 3,5 millones de integrantes y rápidamente, antes de
expresarse en las calles, el rechazo a Bolsonaro se transformó en un
fenómeno viral bajo el eslogan #elenão (“él no”).

 

Un fantoche carismático 

 

Jair Bolsonaro es un personaje curioso. Fácilmente irritable, suele perder
la compostura ante preguntas que, aunque no muy complejas, lo obligan a
pensar más allá de su estrecha zona de confort. A pesar de estar
acostumbrado a ser victimario, ha conseguido presentarse como víctima (el
apuñalamiento que sufrió durante un acto público el mes pasado reforzó esta
imagen) y presentar la imagen de que todo el mundo está contra él porque
dice lo que nadie se anima a decir.

 

Sus declaraciones venenosas y sus propuestas radicales de mano dura –una de
sus banderas es la liberalización de las armas: “Si alguien dice que quiero
darle carta blanca a la Policía Militar, para matar, yo respondo: sí,
quiero”, dijo en diciembre pasado– encuentran eco en un país con índices
altísimos de violencia. Ha logrado convencer de que representa lo nuevo al
venderse como el “único político que no se corrompió”, a pesar de que su
trayectoria parlamentaria es poco impresionante: durante sus 28 años en el
Congreso, el diputado del Partido Social Liberal (Psl) sólo ha logrado hacer
aprobar dos proyectos de ley que presentó. Bolsonaro cosecha apoyos en una
sociedad indignada con la corrupción.

 

Asume su ignorancia –y se distancia así de su principal rival, Fernando
Haddad, el sabelotodo de la elite académica paulista, encorsetado en la
defensa del legado petista, que no ejerce la autocrítica ni asume ninguna
equivocación– prometiendo “rodearse de los mejores en cada área” y “buscarle
la vuelta” a los problemas del país.

 

Estos son algunos de los elementos que hacen que Bolsonaro convoque apoyos
muy lejanos de lo que debería ser el nicho de una candidatura de extrema
derecha que defiende la oligarquía blanca más rancia, que es capaz de partir
al medio una placa conmemorativa de Marielle Franco en la calle y posar para
una foto riendo descaradamente.

 

Bolsonaro ha superado ese nicho, y el riesgo de su victoria ya se ha vuelto
demasiado real. Con Lula preso, el diálogo con el pobrerío quedó vacante, y
en tiempos de histeria colectiva no sería la primera vez que pase a
ejercerlo un fantoche con delirios fascistas que promete cuidar a los menos
privilegiados, aunque en realidad los odia.

 

“Antisistema” 

 

La socióloga Esther Solano, de la Universidad de San Pablo, ha estudiado a
los votantes de Bolsonaro. En su investigación, Crisis de la democracia y
extremismos de derecha, explora, mediante entrevistas, los motivos para
simpatizar con el ultraderechista. Solano señala que el principal es que se
presenta como un “político honesto”, en contraposición a la “clase política
corrupta” que gobierna el país. Eso, analiza la investigadora en su estudio,
lo ha convertido en un candidato “antisistema” a ojos de sus seguidores.
Además Bolsonaro consigue presentarse como un candidato con soluciones para
temas muy caros a la sociedad brasileña, como la inseguridad.

 

“Te pueden matar en cualquier momento. Este país es horrible. Tenés una
hija, sale de noche y puede ser violada. Robos, asaltos por todos lados. No
se puede vivir de esta manera, siempre con miedo. Nosotros queremos
soluciones”, se queja una entrevistada por Solano. Otros defienden la
liberalización de las armas de fuego: “Si el Estado no nos protege, tenemos
que protegernos solos. Los bandidos tienen armas y nosotros no. Es un
derecho, sí queremos tener armas para defender a nuestra familia y a nuestra
casa”, comenta otra entrevistada.

 

Otro eje central del apoyo a Bolsonaro que identifica Solano es el
antipetismo –el rechazo al PT tuvo su punto más alto durante las protestas
pro impeachment de 2016–, cuyo foco es la condena a la corrupción, pero
también a las “políticas asistencialistas”, que generarían “parásitos del
Estado”.

 

Solano muestra en su estudio que muchos también consideran que Bolsonaro es
un líder carismático, cercano a la gente común, una imagen de la que goza
Lula y que motivó a muchos de sus votantes en anteriores elecciones.

 

Bolsonaro suele expresar su rechazo al 50 por ciento de la población
brasileña que es negra. En un acto en el Club Hebraica, de Rio de Janeiro,
en abril de 2017, contó que visitó un quilombo –así se llamaban las
comunidades de esclavos forajidos, y que hasta hoy son espacios de
resistencia negra– y que allí las personas “no hacen nada, creo que ya no
sirven ni para procrear”. Prometió que de ser electo presidente no demarcará
“ni un centímetro de tierra indígena o quilombola”, porque “donde hay una
tierra indígena se encuentra una riqueza debajo” que puede ser explotada.
Las comunidades indígenas y quilombolas que reclaman tierras sufren en
Brasil una persecución sangrienta. Según los datos de la Comisión Pastoral
de la Tierra (Cpt), más de 1.800 personas fueron asesinadas en conflictos
vinculados a la posesión de tierras desde el retorno de la democracia, en
1985.

 

La mayoría de los entrevistados por Esther Solano expresan recelos respecto
del movimiento negro, del feminismo y de los movimientos Lgbt. Afirman que
los integrantes de estos movimientos sí sufren discriminación, pero que
“abusan de sus derechos” y que se aprovecharían de la victimización para
obtener beneficios del Estado e incomodar a los que no pertenecen a esos
grupos.

 

Un motivo para el apoyo a Bolsonaro es justamente la defensa de valores
tradicionalmente conservadores. Por ejemplo, Solano entrevistó a un
estudiante de 19 años que se define como gay de derecha y que cree que los
homosexuales sufren discriminación, pero piensa que eso se soluciona
trabajando y no reclamando: “Yo no soy víctima de nada. Eso de que los gays
somos unos pobrecitos, unas víctimas, no es así. Hay que reclamar menos y
trabajar más”.

 

Remasculinización

 

Joanna Burigo, coeditora del libro Tem saída? Ensaios críticos sobre o
Brasil y magíster en género, medios y cultura, señaló a Brecha que Bolsonaro
también representa “el fuerte rescate de una masculinidad que muchos sienten
que está siendo atacada y diluida, sobre todo por los discursos feministas”,
ese es un punto clave, insistió. “Eso se ve reforzado en el gesto principal
de la campaña de Bolsonaro (que constantemente simula tener un arma en la
mano y disparar con ella) y en fotos que se sacan sus seguidores con armas
reales, en una demostración fálica.”

 

Es que en un país donde –según los datos del Foro Brasileño de Seguridad
Pública– 164 mujeres son violadas cada día, si hay algo que parece haber
logrado forjar una unidad contra Bolsonaro es su machismo indiferente y sus
repetidos ataques hacia las mujeres.

 

En 2016 el diputado del Psl dedicó su voto a favor del impeach­ment de la
entonces presidenta Dilma Rousseff al coronel Carlos Brilhante Ustra, uno de
los más feroces torturadores de la dictadura militar, verdugo de Dilma y al
que Bolsonaro califica de “héroe nacional”. En 2014, en el pleno de la
Cámara de Diputados, le dijo a la diputada petista y ex ministra de Derechos
Humanos María do Rosário que no la violaba “porque no valía la pena”. Un
hábito del candidato ultraderechista es denigrar a mujeres periodistas que
lo entrevistan, incluso en vivo y en directo. Las ha llamado “vagabundas”.
También ha afirmado que no necesariamente le pagaría el mismo salario a una
mujer que a un hombre.

 

Sobre la población Lgbt, Bolsonaro no esconde nada. Ya dijo que “a nadie le
gustan, sólo los soportamos”.

 

Mujeres de todos los colores 

 

El rechazo a la candidatura de Bolsonaro recorre todo el espectro político.
En las movilizaciones del sábado participaron mujeres tanto de izquierda
como de derecha.

 

“Estoy aquí porque no quiero un fascista gobernando mi país. Sería un
retroceso sin retorno. Luchar para que no ocurra esa tragedia es una
cuestión de ciudadanía básica. Bolsonaro va contra todo lo que hemos
construido en este tiempo de democracia”, comentó a Brecha Eloísa, durante
el acto en la explanada de Largo da Batata, en San Pablo. Simpatizante de
Geraldo Alckmin –representante de la derecha liberal y candidato del Partido
de la Social Democracia Brasileña (Psdb)– y lesbiana, afirmó que votar por
Bolsonaro significaría ir contra sí misma: “Cómo voy a votar por un
candidato misógino, homofóbico y racista, que además no tiene propuestas.
Votarlo es darle un cheque en blanco. Quien respeta los derechos humanos,
quien quiere igualdad y pluralismo no puede permitir que una persona así sea
electa. Entre el oscurantismo y la libertad, no hay dudas, elijo la
libertad”, sentenció.

 

Para Jessy Dayane, vicepresidenta de la Unión Nacional de los Estudiantes
(Une), que también estuvo presente en la marcha en San Pablo, Bolsonaro
representa “un atraso civilizatorio” que “enfrenta a todo el pueblo
brasileño”. Esta militante, que votará a Fernando Haddad, consideró que uno
de los motivos para rechazarlo es que a lo largo de su trayectoria política
el presidenciable representó siempre intereses que “benefician a los ricos”
y perjudican a la clase trabajadora: “Cree que los trabajadores tienen que
tener menos derechos, para así generar más empleos; o sea, opone el trabajo
a los derechos. Y nosotras queremos justamente lo contrario: un Brasil con
trabajo digno y derechos para todos”, comentó a Brecha. “Mujeres de
diferentes identidades y corrientes ideológicas se unieron contra él
justamente porque el fascismo, el machismo, el racismo y la ‘lgbtfobia’ son
atrasos civilizatorios que nadie que defienda un mínimo básico de democracia
puede defender. Y especialmente las mujeres, que sabemos que su victoria
sería un riesgo para nuestras vidas”, concluyó.

 

En otro rincón de la multitud se encontraba Melina, una argentina que vive
en Brasil desde hace siete años y que hace campaña por el candidato Ciro
Gomes, un progresista de perfil nacional-desarrollista. “Yo nunca fui
activista, ni me involucré mucho en política. Pero hoy soy madre de un niño
de 2 años y me di cuenta de la importancia que tiene la mujer en la toma de
decisiones políticas”, comentó. “Cuando escuchás hablar a Bolsonaro te das
cuenta de que no piensa en invertir en las personas, lo que quiere es
resolver los problemas sociales eliminando a las personas, al diferente, y
lo hace a través de un discurso tosco de violencia y segregación. Yo no
quiero eso para mi hijo”, comentó a Brecha, y describió el fenómeno de apoyo
a Bolsonaro como una “marea de odio”. “El problema es que fue subestimado,
pero es un fenómeno creciente –afirmó–, por eso estamos acá, precisamos
combatirlo en las calles.”

 

Lecturas de la marcha 

 

Para Burigo, el hecho de pasar de un grupo de Facebook a una movilización
nacional en tan poco tiempo marcó un punto de inflexión en el movimiento
anti-Bolsonaro. “Poner el cuerpo en las manifestaciones, que fue lo que
ocurrió el sábado en todo el país, cambió radicalmente el tono de la
protesta, porque es en nuestros cuerpos donde sentimos los efectos de la
violencia, y son nuestros cuerpos los que estamos colocando en las
trincheras de la lucha contra un futuro sombrío para segmentos de la
población ya tan marginalizados en este país”, comentó.

 

Burigo apuntó, además, que “ningún otro grupo consiguió movilizar a tanta
gente en las calles contra esa candidatura abiertamente antidemocrática, y
en ese mismo impulso construir el mayor evento político organizado por
mujeres en la historia de Brasil”. Pero esta analista señaló que las
manifestaciones multitudinarias del sábado no surgieron de la nada y que no
deben comprenderse solamente como un gesto de las mujeres para “salvar a la
patria”, sino como “una continuación de la politización de las mujeres
brasileñas y de nuestra participación en el debate público”.

 

Según Esther Solano, las mujeres tendrán un papel clave en las elecciones de
este mes de octubre. “Por primera vez en la historia el voto de género está
tan distante entre unos candidatos y otros. El público femenino representa
la mayor parte del voto indeciso. Ese voto tiene la capacidad de tener un
gran impacto en la elección, sobre todo en una segunda vuelta, que todo
indica será muy ajustada”, comentó a Brecha. Sobre todo teniendo en cuenta
que, según la última encuesta publicada (Datafolha, 2 de octubre), es en
este público entre el cual Bolsonaro encuentra mayor rechazo. El 49 por
ciento de las mujeres de ninguna manera votaría por él.

 

“Al partir de variables como ‘izquierda’ versus ‘derecha’, ‘militantes de
partidos’ versus ‘despolitizados’, ‘elite’ versus ‘pobres’, ‘antipetismo’
versus ‘petismo’, los analistas tradicionales no consiguen explicar cómo lo
femenino atraviesa esas distinciones y las torna más complejas”, comentó en
Facebook Camila Maia, activista de derechos humanos y co-coordinadora del
programa de política exterior del candidato presidencial Guilherme Boulos,
del izquierdista Partido Socialismo y Libertad (Psol). “Para las mujeres,
Bolsonaro no es sólo un candidato. Es una fuerza concreta que afecta sus
relaciones en la sociedad, sus relaciones personales y familiares,
especialmente con los hombres, su libertad y su existencia”, subrayó.

 

La candidatura de Bolsonaro ha evidenciado un abismo cultural en cuanto a
los derechos de las mujeres. Una muestra de esa polarización, que incluso ha
logrado dividir a las mujeres entre sí, fueron los comentarios de la
profesora universitaria Janaina Pascoal, famosa por ser una de las autoras
del pedido de impeach­ment de Dilma y hacer discursos encendidos Biblia en
mano. “Las mujeres que votan a Bolsonaro saben que si el PT vuelve,
seguiremos más rápidamente hacia una venezuelización. No tiene sentido
quedarnos paradas en causas femeninas o feministas”, declaró al sitio
Huffington Post.

 

El día después de las movilizaciones de mujeres contra Bolsonaro, los
seguidores del ultraderechista realizaron su propia marcha. En la Avenida
Paulista, de San Pablo, Eduardo Bolsonaro, diputado e hijo del candidato
presidencial, reforzó el discurso de su padre. Entre otras cosas dijo: “Las
mujeres de derecha son más lindas que las de izquierda” porque “no muestran
los pechos ni defecan en las calles”.

 

La candidatura de Bolsonaro, concluyó Burigo, “es un triste síntoma cultural
de la nación”.

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