Memoria/ La masacre de Tlatelolco: el octubre rojo mexicano [Jéssica Hernández y Antonio Olalla - Reportaje]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Oct 11 15:06:56 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

11 de octubre 2018

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Memoria

 

Reportaje

 

50 años de la masacre de Tlatelolco: el octubre rojo mexicano

 

Algunos testigos de la matanza de la plaza de Ciudad de México, donde
asesinaron a cerca de 500 estudiantes, rememoran cómo la vivieron

 

Jéssica Hernández/Antonio Olalla, Ciudad de México 

 

CTXT, 3-10-2018

https://ctxt.es/es/

 

Era el 2 de octubre de 1968, plaza de las Tres Culturas, también conocida
como Tlatelolco, en México DF. Miles de estudiantes acompañados, junto a
otros sectores de la sociedad mexicana, se manifestaban pidiendo más
democracia para su país. A las 17:30, un helicóptero sin distintivo alguno,
según relatan los testigos, lanza una bengala y los elementos policiales y
del ejército, que rodeaban la protesta, comienzan a disparar sin control
sobre los asistentes.

 

La orden de perpetrar la matanza fue dada por el presidente de la nación,
Gustavo Díaz Ordaz, y orquestado por el secretario de Gobernación, Luis
Echevarria Álvarez. Era su golpe maestro para acabar con las protestas que
exigían más democracia para México, diez días antes de la inauguración de
los Juegos Olímpicos que acogería la capital del país. 

 

Veinte minutos después del inmenso tiroteo, el silencio se apoderó del
gigantesco escenario; los muertos y los heridos se amontonaron en el suelo
junto a zapatos, chaquetas y bolsos que la gente perdió mientras huía para
refugiarse de las balas. La historia de México había cambiado y el
entusiasta e inocente movimiento del 68 nunca volvería a ser pacífico. En
general, la sociedad mexicana nunca volvería a conocer la paz integral con
el Estado. Después llegó la llamada "Guerra de baja intensidad", el
narcotráfico a gran escala y las revueltas indígenas de Guerrero, Chiapas y
Oaxaca.

 

Algunos protagonistas de esta historia cifran el número de muertos entre 400
y 500; nunca se supo la cantidad exacta de fallecidos. Muchos de los
cadáveres fueron retirados rápidamente por militares y policías para ser
cremados sin consentimiento familiar, intentando ocultar las huellas de la
masacre. Muchos de estos muertos están dentro de las listas de
desaparecidos. Algunos testigos aseguran que desde los edificios adyacentes
vieron cómo los granaderos remataron a los heridos en el suelo con la
bayonetas. Estos hechos trajeron al mandato de Díaz Ordaz una frase clásica
del gobierno de Porfirio Díaz: "mátalos en caliente”, frase que aún sirve
para definir estos últimos 50 años de la vida social mexicana.

 

Andrés es taxista en la ciudad de México, a sus 70 años sigue trabajando
porque asegura que la jubilación no le daría para vivir. Quedamos con él a
las puertas de la plaza de las Tres Culturas. "En aquellos tiempos era
militar, nos reunieron el día antes y nos llevaron a un campo militar a las
afuera de la ciudad, allí nos dijeron que nos enfrentaríamos a una masa
armada muy peligrosa, éramos gente inexperta y con miedo partimos hacia
Tlatelolco", recuerda. 

 

Una vez allí en el lateral de la plaza "nos dieron órdenes de disparar al
primer conato de agresión. Sobre las 17.30 desde el edificio Chihuahua
recibimos varios disparos. Nerviosos empezamos a disparar; medio asustados,
medio poseídos por la cólera. No parecíamos personas", cuenta con la cabeza
agachada. "Con el tiempo supimos que fueron elementos policiales los que
iniciaron el tiroteo contra nosotros con el fin de provocar y justificar la
masacre. Me cuesta mucho venir a esta zona de la ciudad", agrega antes de
volver a su viejo taxi para continuar con la chamba diaria.

 

El Contexto

 

Al inicio fue una anécdota: los estudiantes del Instituto Nacional
Politécnico y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) mantenían un
enorme pique, principalmente por las competiciones deportivas en las que
coincidían. Esta rivalidad a veces acaba en peleas en bares y calles. Una de
esas peleas fue sofocada de manera brutal por la policía. Días después,
grupos de estudiantes del Politécnico realizaron una serie de protestas
contra la continua represión policial y estatal, estas marchas contaron con
el apoyo decidido de los estudiantes de la UNAM.

 

Pero claro, no fue solo esta anécdota la que montó el movimiento del 68 como
recuerda José Ángel Pescador Osuna, ex secretario de Educación en los
gobiernos de Salinas de Gortari y licenciado por el Instituto Tecnológico
Autónomo de México. El sinaolense explica que ya durante el inicio de la
década había varios colectivos como el de los maestros y el de los
campesinos que pedían una apertura democrática para México, que con el
mandato de Díaz Ordaz desde el año 1964 se había convertido en un régimen
más presidencialista y asfixiante para los ciudadanos. 

 

A estas demandas había que sumarle el contexto internacional, especialmente
el mayo del 68 francés que sirvió de inspiración para México y la
efervescencia de la Revolución Cubana, que en los círculos juveniles del
Distrito Federal tuvo mucha presencia al igual que las diferentes tendencias
socialistas que empezaban a florecer en la sociedad mexicana de la época.
Ideologías que, como recuerda Pescador, estaban prohibidas en esos años en
el país.

 

Gilberto Guevara Niebla: ideólogo del 68 mexicano 

 

Entre todos los líderes del movimiento destaca la figura Gilberto Guevara
Niebla, el gran estratega del movimiento del 68 y único líder estudiantil
vivo de la época. Estudió Humanidades en la UNAM y fue miembro del Partido
Comunista en la clandestinidad, estuvo dos años en la prisión de Lecumberri
por los hechos de Tlatelolco y sufrió un breve exilio en Perú y Chile.

 

Fue una de las personas más activas de aquellos meses en México y uno de los
protagonistas de aquella tarde sangrienta en Tlatelolco. "Allí murió mi
infancia y mi juventud, entre los cientos de muertos y heridos de aquella
tarde", relata el líder estudiantil del 68. "Han pasado 50 años y sigo sin
entender porque el gobierno perpetró aquella matanza, nuestras peticiones
eran muy sencillas y no violentas". "Pedíamos simplemente el cese de la
brutalidad policial; un mejor marco jurídico que permitiera la libertad de
expresión, el derecho huelga y asociacionismo y la democratización de la
universidad".

 

Para Guevara esa tarde fue un parteaguas en la historia del país, en las
siguientes décadas se vieron reflejados los cambios que ellos pedían; "poco
a poco" fueron sucediendo esas reformas. De forma especial con la reforma
política del año 1977 y la creación de la Comisión de Derechos Humanos en
1990. Pero "aún hoy falta camino por recorrer", como defiende Guevara en sus
continuas intervenciones en los medios de comunicación. Además, puntualiza
que el desenlace de la Plaza de Tlatelolco radicalizó a la gente y justificó
la violencia posterior de diferentes colectivos contra el Estado, desde los
guerrilleros indígenas hasta los grupos de narcotraficantes. "La
instauración de los métodos violentos en la sociedad mexicana es el peor
legado de aquellos días". Mientras, a nivel personal Guevara todavía sufre
emocionalmente por haber delatado a sus compañeros de lucha, aunque se
escuda en las horribles torturas que sufrió durante su presidio. 

 

Sergio Villalobos: defensor de los derechos universitarios

 

Sergio Villalobos Navarrete nos invita a su casa al norte de Culiacán
(Sinaloa) y allí, en un pequeño porche de entrada a la vivienda, nos recibe
con su afable sonrisa y "pidiendo disculpas" por no estar todavía recuperado
de un ictus que le tiene postrado en una silla de ruedas. 

 

Preside la mesa un café del estado de Guerrero, lugar de nacimiento de
Villalobos. Él siempre ha convivido en ambientes reivindicativos y de lucha.
"Guerrero siempre ha sido un estado muy reivindicativo, sus orígenes
indígenas y los continuos agravios que sufría esa población le convirtió en
unos de los sitios más levantiscos", recuerda orgulloso. No oculta su
antigua pertenencia al Partido de los Pobres, liderado por el guerrillero
Lucio Cabañas, de orientación comunista, y su vinculación con la lucha
armada desde muy joven. Pero Villalobos abandona su hogar para ir a la
capital a estudiar en el Instituto Politécnico.

 

Allí fue testigo en julio de 1968 del brutal asalto policial a la Vocacional
número 7 del Politécnico con motivo de la riña con los estudiantes de la
UNAM. Desde entonces Villalobos participa activamente en las diferentes
protestas contra el gobierno que trascurren durante el verano del 68 en
México DF. Mientras tanto Villalobos va ocupando cargos en el Comité de
Huelga y vive intensamente el florecer de este movimiento. El crecimiento
del mismo empieza a preocupar a Estados Unidos, que manda agentes de la CIA
para desmantelar desde dentro todo lo que está pasando.

 

"Vinieron algunos tipos a nuestras reuniones, solían ser de países de
Centroamérica y siempre nos ofrecían armas. Muchas veces trataba yo con
ellos porque tenía experiencia en la lucha armada, pero siempre en las
votaciones del Comité de Huelga se rechazaba el uso de armas", expone serio
el viejo guerrillero. "¿Contra quién íbamos a utilizar esas armas?, no tenía
sentidos esos ofrecimientos. Con el tiempo descubrimos que eran agentes de
la CIA, preocupada por el auge de nuestras ideas y la expansión a otras
capas de la sociedad mexicana, y que querían justificar una futura masacre
como la que sucedió".

 

El 2 de octubre

 

“Sobre las 17.15 estábamos congregados en Tlatelolco unos 7.000
estudiantes”. Se fue sumando gente ajena a la universidad, con niños y
mujeres, campesinos, trabajadores del ferrocarril, sindicatos de profesores,
etc. “Gente que apoyaba nuestras reivindicaciones”. A las 17.30 un
helicóptero sobrevuela la enorme explanada de la Plaza de la Tres Culturas,
una bengala y empezó el tiroteo. "Yo corrí con una compañera y un fotógrafo
hacia el edificio Chihuahua, allí estaba la tribuna de oradores de todos los
líderes del movimiento", cuenta emocionado Villalobos. 

 

"Durante el trayecto, junto a mí una señora que de repente cayó destrozada
al suelo por una bala de calibre 50, utilizada para derribar helicópteros y
aviones, por la artillería pesada. A su lado estaba una niña que perdió un
brazo de golpe por otra bala del mismo calibre". La voz de Villalobos se
entrecorta cada vez más por la emoción recordando esos instantes. "Una vez
en el edificio sufrimos varios tiroteos más. Cerca de diez soldados nos
dispararon en las escaleras, a unos 20 metros, y salimos ilesos".
Villalobos, con voz entrecortada, reproduce aquellos momentos con la mirada
perdida mientras tomaba otro sorbo de café y se limpia las lágrimas. 

 

Dentro del edificio uno de los apartamentos abrió su puerta y les dio
cobijo. "Allí había como 40 personas tiradas en el suelo, unas encima de
otras, en total silencio, solo se oía el chocar en el suelo de las botas
militares por el pasillo, buscando manifestantes por los pasillos del enorme
edificio". "Mientras tanto en la calle los quejidos de los muertos y algún
disparo solitario rompían el profundo silencio que inundaba la zona, fueron
horas angustiosas esperando a que echaran la puerta abajo los granaderos y
nos pasasen a golpe de bayoneta, como habían hecho con la gente que intentó
salir de la plaza al inicio del tiroteo".

 

Una compañera del Comité Huelga que estaba con él vivía en ese edificio, y
tras unas siete horas de espera, decidieron intentar llegar a su
departamento. Lo consiguieron y allí la familia de la chica, de la que
Villalobos no recuerda el nombre, le facilitó ropa para ocultar su condición
de estudiante, hasta que pasada la madrugada huyó de Tlatelolco en taxi.
"Nunca más supe de ella, seguramente abandonó el Comité".

 

"Fui directo a trabajar, bien temprano, a la fábrica donde estaba para
pagarme mis estudios de química en el Politécnico. No quise levantar
sospecha sobre mí y fui a trabajar con todas esas horribles imágenes en mi
mente. Pero lo más doloroso fue no ver ni una reseña en los medios de la
época. Ordaz había logrado silenciar semejante matanza y apagar el
movimiento a 10 días de los Juegos Olímpicos que se disputarían en el DF",
relataba indignado Villalobos.

 

En este sentido, también se manifiesta el periodista Mario Martini, director
del diario Paralelo 23. "Estuve seis días encarcelado, sufrí vejaciones y
torturas en los calabozos por parte de la policía por participar en las
protestas del 2 de octubre. Pero lo que más me dolió fue el aplauso del
Congreso mexicano a Ordaz al explicar por encima los hechos ocurridos y
verle luego dar el discurso inaugural de los juegos", apunta con su sonrisa
irónica. 

 

Después del 2 de octubre, formó junto a otros guerrilleros del estado de
Guerrero el grupo guerrillero denominado como los Lacandones, en honor a la
selva Lacandona. Participaron en la denominada "guerra de baja intensidad",
llevada a cabo en México contra los diferentes gobiernos del Partido
Revolucionario Institucional (PRI) en los años 70. En junio de 1971 fue
encarcelado durante seis años en el penal de Lecumberri, donde fue sometido
a continuas sesiones de tortura.

 

En la actualidad, Villalobos coordina diferentes colectivos de lucha por los
derechos de los indígenas del noroeste de México, acosados por el
narcotráfico. Además es el defensor del estudiante en Universidad Autónoma
de Sinaloa (UAS). "Aún hoy me cuesta creer que siga vivo, pero mientras
pueda respirar siempre defenderé los derechos de los más desfavorecidos.
Estoy aquí porque es el bando que me ha tocado en esta vida y se lo debo a
los compañeros caídos". 

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