Brasil/ ¿Bolsonaro es o no un neofascista? [Valerio Arcary]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Oct 18 13:04:27 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

18 de octubre 2018

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Brasil

 

¿Bolsonaro es o no un neofascista?  

 

Valerio Arcary *

Esquerda Online, 17-10-2018 

https://esquerdaonline.com.br/

Traducción de Ernesto Herrera

 

Se abrió un debate, inclusive en la izquierda, sobre si Bolsonaro es o no un
neofascista. Este debate no es un diletantismo. Exige rigor. ¿Cuáles deben
ser los criterios para la clasificación de un liderazgo político? Es preciso
ser muy serio cuando estudiamos a nuestros enemigos. Quién no sabe contra
quién lucha no puede vencer. 

 

Evidentemente, la cualificación de cualquier corriente política o liderazgo
de ultraderecha, como sumariamente, fascista, es una generalización
apresurada, históricamente, errada y, políticamente, ineficaz. El fascismo
es un peligro tan serio que debemos ser serenos en su definición. Toda
extrema-derecha es radicalmente reaccionaria. Pero ni toda la extrema
derecha es fascista. Es necesario evaluar, ponderar, calibrar, cualificar
con todo cuidado a nuestros enemigos. 

 

Bolsonaro es un neofascista. O un fascista de la etapa histórica en que
vivimos, después de la restauración capitalista en la ex URSS y China. Se
engañan los que piensan que se trata de una exageración. Bolsonaro es
peligrosísimo. Incluso considerando que todavía no construyó un partido
fascista a escala nacional. Incluso considerando que la mayoría de sus
electores no sean fascistas. O que el núcleo dirigente se está formando.

 

Sí, el neofascismo no es una copia exacta del fascismo. El fascismo fue para
el marxismo, esencialmente, la forma política de la contrarrevolución ante
el peligro de la revolución europea, cuando la existencia de la URSS
inspiraba la causa de los trabajadores. Todos los partidos fascistas
defendían la necesidad de un régimen totalitario. La eliminación de las
libertades democráticas de los regímenes electorales era instrumental para
destruir las organizaciones de los trabajadores. Pero el fascismo italiano
no era, exactamente igual al alemán (obsesión antisemita), o al franquismo
español (preservación formal de la monarquía), y el salazarismo portugués
(fanatismo católico) tenía, también sus peculiaridades. Movimientos
fascistas en muchas otras naciones, inclusive Brasil, el integrismo,
existían en el mismo período histórico. Pero, a pesar de sus
especificidades, todos merecen la cualificación de fascistas. 

 

Ocurre que no estamos en una etapa semejante a los años treinta del siglo
pasado, después de la catástrofe la Primera Guerra Mundial, después de la
victoria de la revolución rusa y de la crisis de 1929. No estamos, desde la
crisis económica del 2018, ante los “años treinta en cámara lenta”. No hay
peligro inminente de una nueva revolución del octubre. No obstante, a escala
mundial, asistimos al refuerzo de una extrema-derecha en los últimos diez
años. 

 

El neofascismo en un país periférico como Brasil no puede ser igual al
fascismo de sociedades europeas de los años treinta. En primer lugar, porque
no responde al peligro de la revolución. Responde a la experiencia de
sectores de la clase media durante los catorce años de gobiernos de
colaboración de clases del PT, y al estancamiento económico y regresión
social de los últimos cuatro años, la mayor de la historia contemporánea. 

 

El antipetismo de los últimos cinco años es la forma brasilera de
anti-izquierda, anti-igualitarismo, o anticomunismo de los años treinta. No
fue una apuesta del nucleo principal de la burguesía contra el peligro de
una revolución en Brasil. Hasta hace pocas semanas atrás la inmensa mayoría
de la burguesía apoyaba a Geraldo Alckmin (PSDB). Bolsonaro es un caudillo.
Su candidatura es la expresión de un movimiento de masas reaccionario de la
clase media, apoyado por fracciones minoritarias de la burguesía, frente a
la regresión económica de los últimos cuatro años. 

 

Los modelos teóricos puede ser varios. Más simples o más complejos. Con más
o menos criterios. Aquí un esbozo o una sugestión de diez criterios: 

 

(1) su origen social; 

(2) lo que hace o su trayectoria; 

(3) lo que defiende; su ideología, o su programa;

(4) cuál es su proyecto político;

(5) qué relación mantiene con las instituciones, con el Congreso o con las
Fuerzas Armadas, por tanto, su posición ante el régimen político;

(6) qué relación, respectivamente, con la clase dominante, y con la clase
trabajadora; 

(7) con que tipo de partido o movimiento y/o su instrumento de lucha; 

(8) quién lo apoya o cuál es su base social, y la dimensión electoral de su
audiencia; 

(9) cuáles son sus relaciones y apoyos internacionales; 

(10) de dónde viene el dinero o cuáles son sus fuentes de financiamiento; 

 

Siguiendo este pequeño esquema, y considerando estos diez criterios, podemos
concluir que: 

 

1. El origen social de Bolsonaro es la pequeña-burguesía plebeya. La
búsqueda de ascenso social rápido a través de una carrera de oficial en el
Ejército, no fue incomún, durante generaciones, especialmente entre los
euro-descendientes. Ella exigía un desempeño escolar inferior a las carreras
de medicina, derecho, ingeniería, en las Universidades Públicas (además de
ofrecer un sueldo desde el inicio), y ofrecía como recompensa estabilidad, y
una remuneración, comparativamente, mucho más elevada que la de un profesor
de educación física. Este origen de clase explica algunas obsesiones de
Bolsonaro: el racismo rencoroso, el resentimiento social, el anticomunismo
feroz el nacionalismo suburbano, la fascinación por el modo de consumo de la
clase media norteamericana, el rencor anti-intelectual.

 

2. No se debe juzgar un líder político solamente por lo que dice, sino por
lo que él hace. La trayectoria de Bolsonaro, durante los últimos cuarenta
años, fue la de un oficial  insubordinado delirante y, después, de un
diputado corporativista folclórico marginal en el último escalón del “bajo
clero”. Bolsonaro nunca fue brillante. Siempre fue un mediocre, u
desaforado, en verdad, un bocón. Bolsonaro está presente en la lucha
política desde hace treinta años, y ya acumuló seis períodos de diputado
federal. Pero no se puede comprender el lugar, cualitativamente, diferente
que ocupa hoy sin analizar el papel de la Lava Jato desde 2014, y la
apropiación histórica de la bandera anticorrupción por sectores de la clase
dominante. Fracciones de la burguesía ya usaron esa bandera en sus luchas
intestina en 1954 para derribar a Getúlio Vargas, en 1960 para elegir a
Jânio Quadros, en1964 para legitimar el golpe militar, en 1989 para elegir a
Collor de Melo, y en 2016 para fundamentar el impeachment de Dilma Rousseff.
Bolsonaro salió de la oscuridad en las movilizaciones por el impeachment
entre 2015/16, cuando la exigencia de intervención militar ganó audiencia
entre millares de millones que salieron a las calles. 

 

3. Bolsonaro responde a la demanda de liderazgo fuerte ante la corrupción en
el gobierno; de comando ante el agravamiento de la crisis de seguridad
pública; de resentimiento frente del aumento del peso de los impuestos a la
clase media; de ruina de pequeños negocios bajo la regresión económica; de
pauperización por la inflación, de los costos de la educación, salud y
seguridad privadas, de orden ante las huelgas y manifestaciones; de
autoridad frente al impasse de la disputa política entre las instituciones;
de orgullo nacional ante la regresión económica de los últimos cuatro años.
Responde, también, a la nostalgia de las dos décadas de dictadura militar en
franjas de las clases medias exasperadas. Si eso no fuese poco, conquistó
visibilidad dando expresión a la resistencia de ambientes sociales atrasados
y reaccionarios frente a la lucha del feminismo, del movimiento negro y
LGBT, o hasta los ecologistas.

 

4. El proyecto político de Bolsonaro es un régimen bonapartista. Esto
significa la subversión del régimen semi-presidencialista establecido en los
últimos treinta años. Bolsonaro expresa el repudio de esta clase media
contra las conquistas sociales y democráticas de la Constitución de 1988.
Bonapartismo, derivado de Bonaparte, inspirado por el modelo francés,
significa un régimen autoritario en que la presidencia se eleva por encima
de las otras instituciones, Congreso y Poder Judicial, y concentra poderes
excepcionales, en nombre de la defensa de la unidad de la nación. Esa es la
importancia del slogan “Brasil encima de todo”. Hay varios tipos de
bonapartismos. El proyecto de Bolsonaro, apoyado en la movilización de un
movimiento de masas de desesperados, sugiere el plan de un régimen que,
dependiendo de las condiciones de la lucha político-social, puede llegar a
adquirir formas semifascistas. 

 

5. Las relaciones de Bolsonaro con las instituciones, tanto cuanto sea
posible, indica una fuerte representación de las Fuerzas Armadas y de las
policías en su posible gobierno. Bolsonaro no es un populista de derecha
como Trump. No es, tampoco, solamente un líder autoritaria, que será
fácilmente neutralizado por la presión de los principales jefes de la clase
dominante, después de derrotar al PT en las elecciones. Luego de la victoria
electoral, con una probable mayoría en el Congreso para realizar las
enmiendas constitucionales que desea, y pleno aporte del Ejército, Bolsonaro
estará legitimado para el ejercicio del poder en condiciones que nadie en la
presidencia tuvo desde 1985. 

 

6. Bolsonaro viene improvisando una relación con la gran burguesía a través
de la nominación de Paulo Guedes como su superministro de la economía. Se
trata de una improvisación que se acelera. El plan económico presentado es
ultraliberal, con énfasis en la privatizaciones indiscriminadas y
aceleradas, choque fiscal brutal, y ataque frontal a los derechos de los
trabajadores, comenzando por una reforma de la previsión social. Su
estrategia es reposicionar a Brasil en el mercado mundial al lado de Estados
Unidos contra China. Cuenta para eso con inversiones de Estados Unidos en
Brasil para salir del estancamiento. Esta estrategia es coherente como
planes estratégicos de los núcleos más poderosos de la burguesía interna,
pero no puede ser aplicada sin que haya una gran confrontación social,
porque no ocurre, hasta ahora, una derrota histórica de la clase trabajadora
brasilera. Una derrota histórica acontece cuando una generación pierde la
confianza en s misma, y es necesario un intervalo histórico para que una
nueva generación se ponga en movimiento. El 2016/2017 lo que ocurrió -el
proceso que culminó con el golpe parlamentario que derribó al gobierno Dilma
Rousseff- no fue una derrota histórica. Lo que vivimos fue una inversión
desfavorable de la relación social de fuerzas. Una derrota político-social.
Pero la evolución de la situación reaccionaria, si no fuera revertida, es
una amenaza muy seria

 

7. Bolsonaro no se apoya en un partido fascista. Usó como instrumento
electoral un partido de alquiler. Pero esta debilidad orgánica fue
compensada, ampliamente, por la movilización de un movimiento de masas. Y no
anula su caracterización como neofascista. Él podrá, si gana las elecciones,
construir un partido del control del Estado. Ya está lanzada una campaña de
afiliaciones al PSL que anuncia la intención de conseguir millones de
adherentes. 

 

8. Evidentemente, la inmensa mayoría de los seguidores de Bolsonaro no es
fascista. Pero eso no anula que él sea neofascista. Tampoco quiere decir que
un núcleo minoritario de sus electores no sea fascista. Lo que define un
movimiento, en primer lugar, es su dirección. La audiencia alcanzada por
Bolsonaro ya es grande y dinámica lo bastante para que esta corriente sea,
en este momento, la mayor en Brasil. 

 

9. Subestimar a Bolsonaro, o a la capacidad de su corriente en articularse
en el terreno internacional sería un grave error. Existe una internacional
de extrema-derecha, todavía en formas embrionarias, construyéndose en el
mundo, con financiamiento robusto de algunos grandes grupos económicos, que
responden al proyecto de una fracción del capitalismo norteamericano de
ofrecer resistencia al ascenso de China como potencia proto-imperialista. 

 

10. El financiamiento de la campaña electoral de Bolsonaro permanece,
esencialmente, oscura. En tanto, la potencia de su presencia en las redes
sugiere que hay grupos empresariales seriamente involucrados. Algunos de
estos grupos ya son, ampliamente, conocidos. 

 

* Militante de Resistencia, organización de la izquierda radical que integra
el PSOL, y columnista del portal Esquerda Online. Profesor titular jubilado
del Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología-IFSP, Doctor en
Historia por la USP-Universidad de San Pablo.

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