Debates/ Derechas radicales, neoliberalismo y posdemocracia [Jaime Pastor]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Oct 28 00:09:40 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

28 de octubre 2018

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Debates

 

Derechas radicales, neoliberalismo y posdemocracia 

 

Jaime Pastor *

Viento Sur, 27-10-2018

https://www.vientosur.info/

 

En un momento de globalización capitalista cada vez más caótica, portadora
de crecientes desigualdades y de mayores conflictos y “sin modelo que pueda
sustituir al que entró en crisis hace diez años, que sea aceptable para la
oligarquía mundial” (Husson, 2018), la tendencia dominante en el panorama
internacional se caracteriza por el avance en el control de la agenda
política por la extrema derecha, cuando no en su conquista de gobiernos,
adoptando distintas caras en función de los contextos nacionales, de los
enemigos internos o externos con los que se enfrenta y de las relaciones de
fuerzas.

 

En efecto, si ya antes del estallido de la crisis de 2008, en el ámbito
europeo habíamos conocido ascensos innegables de fuerzas de extrema derecha
y/o populistas autoritarias, como en Austria, Francia o Italia, es evidente
que desde la llegada de Trump a la Casa Blanca esa tendencia se ha ido
extendiendo a muy distintos lugares del planeta. Su gran diversidad no
impide, sin embargo, constatar que comparten algunos rasgos comunes:

 

- reacción encabezada por líderes percibidos como outsiders (aunque en
muchos casos no lo sean…) frente al establishment corrupto (incluidos
grandes medios de comunicación), acusado de ser responsable del declive del
Estado-nación respectivo.

 

- vocación de ser alternativa como movimiento político-social frente a los
grandes partidos (principalmente, contra los de la izquierda tradicional)
mediante el apoyo en sectores de clases medias y populares que se sienten
perdedoras de la globalización. 

 

- repliegue en una concepción esencialista de su identidad nacional (con la
consiguiente nostalgia del imperio perdido en el caso de las grandes
potencias), presuntamente amenazada por quienes se encuentran más abajo de
ellas en la escala social: o sea, los sectores de la población inmigrantes y
refugiados, especialmente los de origen árabe o de religión musulmana,
considerados falsamente culpables del deterioro de los derechos sociales y
de la agravación de la inseguridad ciudadana. 

 

- negacionismo del cambio climático y apuesta por guerras culturales (con la
creciente dosis de mentiras y odio a través de las redes sociales y los
medios afines) en mayor o menor grado -especialmente allí donde el
fundamentalismo cristiano de la teología de la prosperidad ha creado nuevos
lazos comunitarios- contra las conquistas logradas en los últimos tiempos
por los movimientos feminista, LGTBI+ y antirracista, principalmente.

 

Con todo, ninguna de esas fuerzas, aunque cuestionen determinadas políticas
económicas y sociales de las elites allí donde gobiernan, como es el caso
ahora de la Lega de Salvini frente a la Comisión Europea, defiende un giro
radical respecto al neoliberalismo dominante a escala global. Esto está
quedando ya suficientemente comprobado en las políticas adoptadas por Donald
Trump desde su nacionalismo de gran potencia y también, de forma más rotunda
si cabe, en el caso de Bolsonaro, cuyo futuro ministro de Hacienda, Paulo
Guedes, goza del apoyo de las elites financieras brasileñas. Es esta
autolimitación la que viene a confirmar que en realidad estas nuevas
derechas radicales, aun siendo un fenómeno heterogéneo, como subraya Enzo
Traverso (2019), no dejan de ser hijas de un capitalismo neoliberal que ve
cómo sus viejos regímenes se descomponen como consecuencia de sus propias
políticas, generadoras de una creciente desintegración social y sistémica.

 

Estas fuerzas políticas en ascenso, más allá del debate sobre lo que hay en
ellas de mezcla de viejo y nuevo fascismo, o simplemente de cóctel
reaccionario, aparecen por tanto como una solución de recambio frente a la
crisis de la ya vieja versión del neoliberalismo y de los partidos
tradicionales corruptos. Aspiran, además, a sentar las bases de nuevos
bloques históricos interclasistas en torno a liderazgos carismáticos que
procedan a imponer nuevos regímenes políticos cada vez más autoritarios, aun
conscientes de la difícil estabilidad que pueden ofrecer para garantizar
orden y seguridad.

 

Por eso parece muy acertado el pronóstico que hacen Boffo, Saced-Filho y
Fine (2019) cuando sostienen que no nos encontramos ante “una anomalía
política transitoria que, después de un inevitable fracaso, conducirá pronto
a la restauración de una política normal de centro-derecha” en el marco de
una democracia liberal restaurada. Al contrario, ésta última pertenece ya al
pasado, al igual que el modelo de los Estados de bienestar que les acompañó
y garantizó su legitimación. Así que con lo que nos podemos encontrar en el
futuro próximo es con un antagonismo creciente entre democracia -incluida la
representativa y pluralista- y neoliberalismo tanto en el marco
transnacional (como ya ocurre desde hace tiempo bajo el mando de una
oligarquía tecnocrático-financiera) como en el nacional-estatal. Con el
consiguiente riesgo, allí donde gobiernen las derechas radicales, de
transformarse en dictaduras que se ensañen especialmente en las capas más
empobrecidas de la población. Esto último es lo que puede ocurrir en un país
clave como Brasil, en donde Bolsonaro representa una de las variante
neofascistas más peligrosas (Mosquera, 2018).

 

Por tanto, en el futuro va a ser difícil distinguir estos regímenes de las
llamadas democracias iliberales existentes en Rusia o Turquía cuando,
además, no sólo la democracia sino principios básicos del Estado de derecho
como la separación de poderes y libertades básicas están saltando por los
aires en nuestros propios países.

 

Nos hallamos, por tanto, ante una nueva fase en las formas de dominación del
capitalismo a escala internacional, facilitada además por el fracaso de la
ola de indignación que en muchas partes se inició frente al giro
austeritario emprendido tras la Gran Recesión de 2008, ya que no llegó a
transformarse en una marea de mareas imparable dispuesta a acabar con el
neoliberalismo. Sólo el movimiento feminista, cada vez más
transnacionalizado, ha podido resistir a ese reflujo y aparecer hoy, como ha
reivindicado oportunamente Angela Davis a su paso por Madrid  1/, como una
fuerza social colectiva dispuesta a hacer frente a las nuevas amenazas
reaccionarias: un movimiento que aspira a ir más allá de un feminismo blanco
y de clase media, sólo preocupado por el techo de cristal, para recordarnos
que “raza, género y clase son elementos entrelazados” y, por tanto, hay que
buscar la confluencia de todas las luchas frente a las distintas formas de
explotación y dominación.

 

Aterrizando ya en el caso español, podríamos añadir que en él se dan algunas
particularidades importantes: una, que la persistencia del legado franquista
con el que no se rompió en la mitificada Transición explica que la extrema
derecha siempre haya estado cobijada en la vieja derecha de Alianza
Popular-PP; la segunda, que tanto para la vieja como para la nueva derecha
española, el enemigo principal siempre ha sido el interno, especialmente
representado por los nacionalismos periféricos, antes el vasco y ahora de
nuevo el catalán; y, por último, que el ciclo abierto por el 15M, aun con
sus limitaciones, ha reducido hasta ahora significativamente el espacio de
crecimiento de fuerzas similares a las que representan Marine Le Pen o
Salvini.

 

Aun así, hemos podido comprobar cómo el desgaste del gobierno de Rajoy ante
el desafío independentista catalán en una parte de su base social, junto con
el retorno del debate sobre la memoria histórica, el contagio del trumpismo
y el ascenso de la xenofobia en Europa, han facilitado la emergencia de una
fuerza como Vox que no muestra complejo alguno en reivindicar el franquismo
y el racismo y en asumir ejes de la guerra cultural muy conservadores. Eso
sí, sin ocultar al mismo tiempo su obediencia a las políticas neoliberales
y, como el PP y C’s, sin cuestionar al establishment de la UE. Es esta
fuerza –que ejerce de acusación popular en el juicio al procès que se va a
iniciar probablemente en enero- la que está consiguiendo condicionar el
discurso de las otras dos fuerzas de la derecha española.

 

Así se puede entender que los tres partidos, con José María Aznar como
referente común, hayan entrado en una dinámica competitiva en torno a una
estrategia de la tensión, llevando al máximo la teoría del entorno para
tratar de deslegitimar al gobierno de Pedro Sánchez, acusado de ser
corresponsable del golpismo independentista catalán. La disputa por la
hegemonía, especialmente entre el PP y C’s, va a ser sin duda dura y su
primera prueba estará en las elecciones andaluzas del próximo 2 de
diciembre.

 

En medio de este contexto internacional y con el horizonte ya próximo de las
elecciones europeas, autonómicas y locales en mayo, la responsabilidad de
Unidas Podemos-En Comù-En Marea es enorme: solidarizándose con pueblos como
el brasileño frente a la amenaza que representa Bolsonaro y poniendo en
primer plano la lucha contra la austeridad neoliberal y la xenofobia como
base necesaria (tras las lecciones extraídas de la crisis griega y frente a
la actual experiencia italiana) para impedir el ascenso de las derechas
radicales entre las clases subalternas; reivindicando la libertad de los
presos y presas políticas –incluidas las personas encerradas en los CIE,
como nos ha corregido oportunamente Angela Davis- y un referéndum con todas
las garantías para que Catalunya pueda decidir su futuro; esforzándose, en
fin, por preservar su autonomía política y estratégica frente al gobierno de
Sánchez y a su partido, cuya lealtad al régimen y a la UE está
suficientemente comprobada.

 

Nada de esto se podrá llevar a cabo si no trabajamos por reconstruir tejido
social y comunitario entre las clases subalternas que ayude a abrir un nuevo
ciclo de movilizaciones dispuesto a contrarrestar la ofensiva de las
derechas, desbordar el tímido social-liberalismo del gobierno de Pedro
Sánchez y volver a poner el centro en la reconstrucción desde abajo de un
bloque socio-político alternativo. Para ese objetivo no servirá un Podemos
que se limite a “arrastrar al PSOE a propuestas más ambiciosas” (como
estamos comprobando con el Acuerdo Presupuestario) sino que habrá que ir más
allá y, en palabras de Martín Mosquera también aplicables aquí, reconstruir
una “izquierda radical pos-progresista que pueda estar a la altura de las
necesidades del periodo”.

 

*Jaime Pastor es politólogo y editor de Viento Sur.

 

Notas

 

1/  Se puede consultar su conferencia, titulada “El feminismo será
antirracista o no será”, celebrada en La Casa Encendida de Madrid el
25/10/2018 en
www.eldiario.es/desalambre/VIDEO-antiracista-conferencia-Angela-Davis_0_8290
67208.html.
<http://www.eldiario.es/desalambre/VIDEO-antiracista-conferencia-Angela-Davi
s_0_829067208.html> 

 

Referencias

 

Boffo, M., Saced-Filho, A. y Fine, B. (2019) “Neoliberal capitalism: the
authoritarian turn”, Socialist Register, 55, pp. 273-270.

Husson, M. (2018) “Crisis económica y desórdenes mundiales”,
www.vientosur.info/spip.php?/article14204
<http://www.vientosur.info/spip.php?/article14204> 

 

Mosquera, M. (2018) “Al borde del abismo: Bolsonaro y el retorno del
fascismo”, https://www.vientosur.info/spip.php?article14293

 

Traverso, E. (2018) Las nuevas caras de la derecha. Buenos Aires: Siglo
Veintiuno.

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