Brasil/ Tragedia del Museo Nacional. El estrangulamiento presupuestal de la cultura y la ciencia [Verónica Goyzueta]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Sep 8 14:38:06 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

8 de setiembre 2018

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Brasil/

 

Científicos consideran que la reacción del gobierno de Temer ante la
tragedia fue “cínica y oportunista”

 

El incendio del Museo Nacional dejó expuestos los problemas presupuestales
de la cultura y la ciencia en Brasil 

 

Verónica Goyzueta, desde San Pablo

 

La Diaria, 8-9-2018 

https://findesemana.ladiaria.com.uy/

 

El incendio del Museo Nacional de Río de Janeiro, uno de los más importantes
de Brasil y quizás de América Latina, dejó expuestos los nervios del
abandono de Brasil en sus políticas de cultura, educación, ciencia y
tecnología. La catástrofe, que expuso la negligencia de las autoridades,
también mostró una desidia de la iniciativa privada, que no invierte, y el
reflejo en la población, que tiene acceso limitado a la educación, a centros
culturales, un retrato triste que puede explicar, en parte, por qué el “país
del futuro”, título acuñado en 1941 por el escritor austríaco Stefan Zweig,
busca cíclicamente impulso para volar, pero nunca despega.

 

Con las cenizas del museo se perdió la principal referencia de la
investigación brasileña en varias áreas del conocimiento, como la
antropología, la arqueología, la historia, la biología, la zoología, la
botánica, la paleontología, la geología, sólo por citar algunos de los
campos presentes en el edificio, que era además una referencia
arquitectónica.

 

En los últimos diez años Brasil ya vio cómo se quemaban seis importantes
centros culturales y la pérdida de acervos valiosos por falta de inversión.
Apenas en el estado de San Pablo se perdieron en incendios el teatro Cultura
Artística, uno de los principales centros de la dramaturgia brasileña; el
auditorio Simón Bolivar del Memorial da América Latina, con tapicerías de la
artista paulista Tomie Ohtake; el Liceo de Artes y Oficios; el Museo de la
Lengua Portuguesa; la Cinemateca Brasileña y el Instituto Butantan, uno de
los principales centros de investigación biomédica del mundo.

 

En medio de los escombros del Museo Nacional de Río de Janeiro, en que se
salvó el sólido meteorito Bendegó y apenas 10% de los 20 millones de piezas,
se perdieron dos siglos de historia, de grandes descubrimientos brasileños,
como los estudios de los esqueletos más antiguos de Sudamérica, entre ellos
el cráneo de Luzia que, con más de 12.000 años, era referencia en los
estudios mundiales de paleontología genética.

 

Los símbolos del abandono del estado estaban presentes en las declaraciones
de los científicos, desolados por sus pérdidas. El paleontólogo Alexander
Kellner, responsable de importantes estudios en la Antártida, recordó que
ningún presidente iba al museo desde 1958, cuando Juscelino Kubitschek lo
visitó. En la fiesta del bicentenario del museo, el presidente Michel Temer
y los ministros que fueron invitados personalmente por Kellner, así como el
alcalde de Río de Janeiro, Marcelo Crivella, brillaron por su ausencia.

 

“Era el gran museo brasileño, todos los investigadores del país llevábamos
nuestros estudios al Museo Nacional”, lamenta Rodrigo Elias Oliveira,
arqueólogo del Departamento de Genética y Biología Evolutiva de la
Universidad de San Pablo e investigador del equipo de Lapa do Santo, en
Lagoa Santa, Minas Gerais, principal sitio arqueológico de Brasil, donde se
descubrieron en 1974 los restos de Luzia.

 

El arqueólogo y antropólogo Walter Neves, reconocido internacionalmente como
el padre de Luzia, clasificó el incendio como “un crimen contra el
patrimonio brasileño y contra el patrimonio de la humanidad”. Consultado por
la diaria, se quejó del abandono del museo por décadas y lamentó la pérdida
de sus estudios, pero también de las colecciones y estudios de 200 años. “Es
una extinción. Era nuestro único museo de historia natural, con una
importancia enorme para la educación científica del pueblo”.

 

En crisis, por falta de dinero, el Museo Nacional de Río de Janeiro llegó a
su bicentenario con goteras, filtraciones, polillas comiéndose la madera,
salas vacías y otras cerradas por falta de mantenimiento. Otros museos
importantes, como el Emilio Goeldi, de Pará, el más antiguo de la Amazonia,
especializado en investigaciones de esa selva, y el histórico Ipiranga, de
San Pablo, símbolo de la independencia brasileña, están con problemas. El
Goeldi, cuenta Neves, está cerrando los viernes porque no tiene para pagar
la cuenta de luz, y el Ipiranga, clausurado hace cinco años, sin previsión
de apertura.

 

Ante la presión nacional e internacional provocada por la conmoción, el
gobierno brasileño se apresuró a buscar culpables, acusando a la Universidad
de Río de Janeiro (UFRJ), responsable del museo, y a la dirección de la
propia institución, que al igual que la del museo, está a cargo de
intelectuales afiliados al Partido Socialismo y Libertad (PSOL), agrupación
de izquierda, que reclaman hace dos años la falta de transferencia de
recursos. Tras una reunión, el ministro de Cultura, Sergio Sá Leitão,
anunció la liberación inmediata de unos 2,5 millones de dólares para
reconstruir el edificio, un valor que la dirección del museo no veía hacía
décadas.

 

“Reconstruir el edificio es muy importante, pero el tema no es la estructura
del museo sino todo lo que se quemó, que no tiene réplica, lo que perdimos
los investigadores que trabajamos con material histórico y prehistórico”,
critica Rodrigo Elias Oliveira.

 

Walter Neves es más duro: “Es de un cinismo absoluto. ¡Pero si dejó que se
destruya un museo! ¿Y quién va a reconstruir las colecciones? ¿Quién va a
darle al museo 200 años de colecciones hechas por generaciones y
generaciones de naturalistas y científicos? Es un cinismo absolutamente
oportunista”, dice sobre la medida.

 

Neves cuestionó las inversiones que el gobierno brasileño y el de Río de
Janeiro realizaron para los Juegos Olímpicos y el Mundial de fútbol,
creando, por ejemplo, el moderno Museo del Mañana, un impresionante
edificio, especie de planetario del siglo XXI, diseñado por el arquitecto
valenciano Santiago Calatrava, inaugurado en 2015 y que costó unos 73
millones de dólares.

 

“En Río se gastaron millones para construir el Museo del Mañana, que no
tiene un clavo en el acervo, mientras el Museo Nacional moría de indigencia.
Lamento profundamente el cinismo del Ministerio de Cultura, del Ministerio
de Educación y del gobierno federal, diciendo que ahora tienen recursos para
la reconstrucción”, compara el científico. De moda, el Museo del Mañana ya
es el más visitado de Brasil, con 1,4 millones de turistas en su primer año,
muy lejos del ahora extinto Museo Nacional, que ahora los brasileños
reconocen como con un valor inestimable.

 

Límites a la cultura y a la ciencia

 

La tragedia trajo aparejados datos perturbadores presentados por la prensa
nacional y extranjera. La BBC informó que en 2017 unos 289.000 brasileños
visitaron el Louvre de París, bastante más que los 192.000 que fueron en el
mismo período al importante museo de Río de Janeiro.

 

La edición brasileña de El País comparaba el presupuesto destinado al Museo
Nacional con el monto que el Congreso Nacional gasta actualmente lavando 83
autos oficiales, o con lo que se destina a mantener el Palacio de Alvorada,
la residencia oficial, que está desalojada desde la destitución de Dilma
Rousseff, hace dos años. Según las cuentas del diario, la mesa directora de
la cámara baja gastó lavando autos este año 2,7 veces más que el presupuesto
del museo, mientras que el mantenimiento del Alvorada implica mes a mes
prácticamente lo que la pinacoteca recibía en un año.

 

Ubicado en la Quinta da Boa Vista, en la zona norte de Río, el museo era
también vecino del ahora moderno Maracaná, que a siete cuadras de distancia
física estaba lejísimos en importancia si se comparan las inversiones
multimillonarias realizadas en el templo del fútbol brasileño, una pasión en
que los políticos siempre invirtieron mucho más, como si se tratase de opio
para sus electores.

 

El gobierno de Michel Temer, que asumió el comando del país en 2016, tras la
controvertida destitución de su ex aliada Rousseff, ha intensificado
agudamente una política de recortes en las áreas de educación y ciencia y
tecnología, haciendo sentir una diferencia abrumadora con los ocho años de
Luiz Inácio Lula da Silva, que aumentó los recursos para becas y amplió el
acceso a las universidades, especialmente para los más pobres.

 

Pese a que Lula tampoco mejoró la condición de los museos, la gestión de
Temer ha reducido violentamente los recursos a las universidades federales,
que son las responsables de los museos históricos y de historia natural. Los
cortes incluyen, además de becas de estudios en Brasil y en el exterior, el
presupuesto de ciencia, tecnología e innovación industrial, fundamentales
para el desarrollo.

 

Según Walter Neves, los últimos años fueron extremadamente trágicos para
todas las instituciones de investigación. “Brasil invirtió cerca de 1% del
PIB en ciencia y tecnología en los últimos cuatro, cinco años. Lo mínimo
ideal sería 2,5% del PIB”, reclama el investigador, que ante el abandono,
lanzó su candidatura al Parlamento.

 

“En mi candidatura proponemos aumentar [la inversión en investigación,
ciencia y tecnología] 0,5% al año hasta llegar a 2024 con más o menos 3%”,
cuenta sobre su campaña por el pequeño partido de izquierda Patria Libre.
Con el apoyo de un grupo llamado Científicos Comprometidos, Neves quiere
llegar al Parlamento para defender las banderas de la investigación, la
ciencia y la tecnología. “En Brasil es el pueblo el que paga las
investigaciones, entonces tenemos la obligación de devolverle al pueblo, lo
más rápido posible, los resultados”, dice Neves sobre la necesidad de
difundir el conocimiento.

 

El Ministerio de Ciencia y Tecnología, a propósito, fue uno de los
recortados por la reforma ministerial de Temer. Como base de comparación,
recibió lo equivalente a 2.400 millones de dólares en 2010, y en 2017,
anexado al Ministerio de Comunicaciones, alrededor de 1.200 millones de
dólares, un presupuesto que sufrirá más recortes este año, cuando la
previsión del Ministerio de Economía es de poco más de 344 millones de
dólares.

 

Con el incendio, profesores y estudiantes universitarios protestaron por el
país en capitales como Río de Janeiro, San Pablo y Porto Alegre, culpando al
actual gobierno por negligencia, por no invertir en educación y cultura, y
contra los reflejos de la Enmienda Constitucional 95 (EC 95). Conocida como
“techo de los gastos”, la medida fue aprobada a toda velocidad en el
Congreso, bajo la dirección del entonces ministro de Economía y ahora
candidato presidencial del grupo de Temer, Henrique Meirelles.

 

La norma, que limita por 20 años los gastos primarios del gobierno a la
inflación, fue propuesta por Temer apenas asumió la presidencia, provocó
cortes en los presupuestos de las universidades públicas y empeoró la
situación del área, que ya sufría desde 2014 con presupuestos menores, fruto
de la crisis política y económica que derivó en la salida de Rousseff en su
segundo mandato. Las políticas de austeridad muestran cómo el gobierno
actual percibe como gastos y no como inversión los recursos en áreas claves
para su desarrollo.

 

Un estudio de las Federación de Sindicatos de Profesores y Profesoras de
Instituciones Federales de Enseñanza Superior, Básico Técnico y Tecnológico
muestra un estrangulamiento del 60% en las inversiones en investigación,
ciencia y tecnología en los últimos cinco años, que empeoraron con la EC 95.

 

Para tener una idea, en 2015 el presupuesto de inversión de las 68
universidades federales del país fue de unos 3.100 millones de dólares, en
2017 cayó a aproximadamente 2.100 millones de dólares, y la previsión para
este año es de cerca de 1.400 millones de dólares.

 

Esa rampa descendente no es muy diferente de la que enfrentaba el museo que
se quemó y que recibía recursos de la UFRJ, perjudicada por la nueva
política, acentuada por la quiebra financiera del estado de Río de Janeiro.
Los recursos del Museo Nacional cayeron entonces de aproximadamente 307.000
dólares en 2015 a menos de la mitad el año pasado.

 

En agosto, la Capes, entidad del Ministerio de Educación, responsable de
aprobar becas universitarias, que fue clave en los años de Lula, anunció que
el presupuesto de 2019 no incluiría los pagos de esos beneficios de fomento
a la investigación científica. La decisión perjudica a 93.000 investigadores
y a 105 alumnos de posgrado, afectando gravemente la producción científica
nacional. El programa “Ciencia sin fronteras”, creado por Rousseff, que
financiaba becas en el exterior, fue prácticamente desactivado.

 

Otra entidad importante, el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y
Tecnológico, publicó en una carta abierta que reducirá “drásticamente” el
número de proyectos previstos para el próximo año. Ambas instituciones son
las más importantes en el fomento a la investigación y son una especie de
nube gris que sobrevuela los ánimos de todas las universidades federales.

 

Además de esos cortes sensibles, Brasil también sufre por una estructura
mastodóntica que enyesa a los investigadores, especialmente en lo
relacionado a la dificultad para registrar estudios. El Instituto Nacional
de Propiedad Intelectual, por ejemplo, recibe 34.000 pedidos de registros al
año, de los que sólo analiza cerca de 20.000; actualmente tiene unos 217.000
en lista de espera para ser aprobados y sólo 340 examinadores.

 

Según la Asociación Brasileña de Propiedad Intelectual, patentar una
tecnología en Brasil puede demorarse 14 años, mientras el promedio mundial
va de cuatro a cinco años. Esa lentitud genera impactos en el desarrollo de
innovación, en las relaciones entre las universidades y empresas, y
consecuentemente, en la economía.

 

Los científicos protestan por los efectos negativos de esa falta de
inversión y sus bloqueos en áreas de investigación en que Brasil es una
referencia internacional, como salud, desarrollo de alimentos resistentes a
plagas, energía, biodefensivos agrícolas no contaminantes, nanotecnología,
ingeniería genética, entre otros, llevando a las empresas a importar
tecnologías que ya están disponibles localmente, pero no aprobadas.

 

Un candidato anticultura

 

El desastre del Museo Nacional de Río de Janeiro también llevó al análisis
de los programas de los principales candidatos a la presidencia, con
perspectivas no muy favorables para la cultura. Apenas dos de los 13
candidatos incluyeron los museos en sus planes: la fórmula de Luiz Inácio
Lula da Silva, que aún pelea para mantenerse en la disputa, y la
ambientalista Marina Silva, que figura en segundo lugar en la última
encuesta.

 

Entre los que más se destacan, Ciro Gomes, de centroizquierda, empatado con
Silva en segundo lugar, y el conservador Geraldo Alckmin, tercero,
incluyeron la cultura en sus propuestas. Ya el favorito –después de la
impugnación de la candidatura de Lula–, el ultraderechista Jair Messias
Bolsonaro, que lidera el último sondeo con 22%, ni menciona el tema.

 

El líder en las encuestas, víctima de un atentado el jueves, preocupa por su
falta de interés en temas de cultura y sus propuestas polémicas para la
educación. En entrevistas, Bolsonaro cuestiona la enseñanza de educación
sexual en las escuelas, y la compara con pedofilia y pornografía.

 

Bolsonaro fue el único candidato que no se manifestó inmediatamente sobre la
catástrofe del museo. Cuestionado por una periodista por no haber tratado
del asunto, el ex capitán del Ejército, conocido por buscar polémica,
sorprendió con la siguiente respuesta: “Ya se incendió, ¿qué quiere que
haga? Mi nombre es Messias, pero no tengo cómo hacer milagros”, para luego
concluir: “Si no hay dinero, paciencia”.

 

El ascenso de este personaje que incita la violencia y se ha fortalecido
entre los electores anti PT es considerado una amenaza entre intelectuales,
artistas y sectores vinculados a la ciencia y la tecnología. Bolsonaro
representa un oscurantismo en esas áreas, y su atentado ha preocupado no
sólo por mostrar el grado de tensión provocado por la polarización, sino
también porque puede ser la munición que lo levante del techo del 20% al que
parecía haber llegado, considerando que hasta antes de la cuchillada tenía
el índice más alto de rechazo, con 44%.

 

Adepto a fomentar la violencia contra sus oponentes, Bolsonaro protagonizó
una nueva polémica en Acre, días antes de ser apuñalado. Desde la cima de un
camión, el ex militar levantó el trípode de una cámara de video y lo sujetó
como si fuese una ametralladora, azuzando a sus militantes a “fusilar
petralhas”, como llama despectivamente a los petistas. El candidato, que
defiende la liberación de las armas, suele repetir ese gesto en eventos
públicos, así como otro en que con la mano simula una pistola disparando, un
ademán que le enseña incluso a niños muy pequeños.

 

Su agresor, el albañil Adelio Bispo de Oliveira, de 40 años, lo apuñaló en
el abdomen durante un acto en Minas Gerais “a mando de Dios”, según consta
en su interrogatorio policial. Oliveira es una figura extraña, ex militante
del PSOL, que se volvió más tarde un lector fanático de la Biblia. En sus
redes sociales, Bispo, que aparenta tener disturbios mentales, atacaba con
textos confusos a Bolsonaro y a los masones, que lo apoyan. El candidato
presidencial del PSOL, Guilherme Boulos, y la dirección del partido
repudiaron el ataque.

 

Para analistas y políticos el atentado, que fue condenado en todas las
instancias de poder, puede ser un divisor de aguas en la campaña que entra
en la recta final para el primer turno de octubre. El hijo de Bolsonaro, el
diputado Flávio Bolsonaro, no dudó en afirmar al salir del hospital, tras la
exitosa cirugía de su padre: “Acaban de elegir al presidente. Y será en
primera vuelta”. Los electores contrarios a su figura lamentan la pérdida de
los dinosaurios en el museo, y el surgimiento de esta nueva especie aún
indescifrable en la paleontología política.

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