Memoria/ Checoslovaquia 1968: "Kafka como detonador político" [Eduard Goldstücker]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Sep 9 18:54:13 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

9 de setiembre 2018

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Memoria

 

Dosier Checoslovaquia (II)

 

“Kafka como detonador político”

 

Eduard Goldstücker 

 

A l´encontre, 22-8-2018

http://alencontre.org/ 

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur

https://vientosur.info/

 

En enero de 1981 la editorial del Partido Comunista Italiano, Editori
Riuniti, publicaba un libro de entrevistas con Eduard Goldstücker. Fueron
realizadas por Franco Bertone. El título Da Praga a Danzica; el subtítulo:
Una “confesión” personal y política sobre el hilo de la historia.

 

Eduard Goldstücker comenzó, en los años 1930, a escribir ensayos consagrados
de forma prioritaria a la literatura alemana. En 1960, publica un trabajo,
titulado Rainer María Rilke und Franz Werfel 1/, que tuvo una audiencia
remarcable en los medios intelectuales de Checoslovaquia.

 

En 1964, en Praga, edita un ensayo cuyo eco e impacto fueron notables en el
clima cultural y político que reinaban en Checoslovaquia, aún marcado, entre
otras cosas, por un antisemitismo cultivado desde los procesos de 1949-1954.
Este ensayo lleva el título de Na tema Franz Kafka (Sobre el tema de Franz
Kafka). Recibió el premio de la Unión de Escritores. En 1965, Eduard
Goldstücker es el coautor de la obra Über Franz Kafka aus der Pager
Perspektive. 

 

En 1968 apareció en italiano una obra que sintetiza su planteamiento
sociopolítico y cultural que se confirmó en 1967-1968, Socialismo e libertà.
En el XIV Congreso (clandestino) del Partido Comunista de Checoslovaquia
(PCC), el 22 de agosto de 1968, Goldstücker fue elegido al Comité Central
del PCC y a su presidium. Se vio obligado a emigrar en 1968. En 1974, será
privado de su nacionalidad.

 

Publicamos a continuación la traducción de extractos del capítulo VI de las
entrevistas con F. Bertone, capítulo titulado: Kafka como detonador
político. Goldstücker describe en él el macro y el micro clima políticos y
culturales que reinaban en Praga. Habíamos podido apreciar algunos de sus
elementos, en diferentes entrevistas realizadas con ocasión de un viaje a
esa ciudad en 1966.

 

Quienes actualmente reducen el proceso en marcha de entonces en
Checoslovaquia únicamente al año 1968 -por no decir a la intervención
militar soviética- dan pruebas de una miopía histórica que, más de una vez,
se prolonga en el momento actual (Charles-André Udry).

 

********

 

“Inmediatamente después del XX Congreso del PCUS (Partido Comunista de la
Unión Soviética, que se celebró del 14 al 25 de febrero de 1956), muchos
intelectuales checoslovacos manifestaron públicamente la opinión de que el
modelo estalinista no era en absoluto aplicable a nuestro país. La
desilusión en el país era grande y algunos jóvenes intelectuales muy capaces
tuvieron que pagar el expresar públicamente esta desilusión. Cada vez
estábamos más convencidos de la necesidad de buscar vías de desarrollo
nuevas e intentamos abrir el debate, publicar artículos, pronunciar
conferencias en este sentido. Pero la reacción del grupo dirigente del
partido [a cuya cabeza tronaba Antonín Novotny desde 1953] fue ciega y muy
dura 2/.

 

Recuerdo a dos jóvenes filósofos, Karel Kosík e Iván Svitàk que intentaron
lanzar un debate en el periódico de la Unión de Escritores Literární Noviny,
pero que fueron castigados inmediatamente: Kosík fue enviado a trabajar a
una fábrica; Sviták sufrió el mismo trato y además fue expulsado del partido
3/.

 

Algunos meses después del XX Congreso del PCUS, se reunió el Congreso de
Escritores. Dos de nuestros más amados poetas, Jaroslav Seifert [1901-1986]
y Frantisek Hrubín [1910-1971] sacudieron al Congreso con sus discursos
sobre el carácter opresivo del régimen y sobre la inútil falta de libertad
que debíamos soportar. Seifert había sido obligado a un silencio casi
completo después de 1948 [en 1929 se había opuesto a la bolchevización
estalinista del PC y fue expulsado del partido]. Sin embargo era uno de
nuestros poetas más importantes y se había sumado con entusiasmo a la lucha
del partido. Pues bien, el contraataque del grupo dirigente del partido fue
duro incluso durante el Congreso de escritores y las amenazas volvieron a
aparecer como antaño.

 

En suma, tuvimos que esperar al XXII congreso del PCUS [octubre 1961], y
luego al XI Congreso del PCC para una más o menos libertad de iniciativa y
expresión.

 

(Franco Bertone) A partir de entonces estamos en vísperas de un
acontecimiento que fue de una enorme importancia para Checoslovaquia, un
acontecimiento en el que eres protagonista y que puso en movimiento
sucesivos acontecimientos, de gran, muy gran importancia, importancia
política. Hago alusión a la conferencia de especialistas marxistas en Kafka…

 

En julio de 1962 si recuerdo bien, se celebró en Moscú un congreso del
Movimiento por la Paz en el que Sartre había pronunciado un discurso para
reclamar una desmilitarización de la cultura. Muy bien. Yo ya había sido
nombrado presidente de la cátedra de germanística de la universidad de Praga
y había constituido un comité nacional checoslovaco de especialistas en
literatura alemana. Decidí proponer al comité la organización de una
conferencia internacional de marxistas sobre la obra de Kafka. Dije que
Kafka había nacido en Praga, que había escrito y vivido en Praga, que su
vida y su obra tenían numerosas relaciones con Praga, que en todo el mundo
se discutía de Kafka y que numerosas personas venían a Praga para ver los
lugares en que Kafka había vivido y trabajado. [Estas puntualizaciones de
Goldstücker dicen mucho sobre la política -¿cultural?- de la dirección del
PCC-CHU]. ¿Entonces, por qué entre nosotros, Kafka debía continuar siendo un
tabú, desacreditado como escritor pesimista y decadente? A partir de ahí,
propuse hacer frente públicamente a ese problema: ¿debíamos continuar
considerando a Kafka como un escritor pesimista y decadente cuya obra debía
ser mantenida alejada del pueblo checoslovaco? Mi propuesta fue aceptada por
el comité.

 

En febrero de 1963, escribí un artículo sobre Kafka para la publicación de
la Unión de Escritores, Literárni Noviny, en el que, entre otras cosas,
escribía que en nuestro horizonte se perfilaban nuevas posibilidades de
libertad y que se debía estar en disposición de explotarlas de la mejor
manera posible. Como has querido recordar, algunas personas en diversas
partes del mundo consideraron este artículo como el primer paso en dirección
a la primavera de Praga. […]. Como en todos los países de la Europa oriental
también teníamos, siguiendo el modelo de la URSS, una organización de masas
que se llamaba Sociedad para la Difusión de la Cultura Política y
Científica, que luego fue rebautizada como Academia Socialista. Durante este
período la Sociedad comenzaba a organizar debates públicos sobre una serie
de temas. En marzo de 1963, unos veinte oradores, representando a diversos
sectores de la vida cultural fueron invitados a responder a las preguntas
del público. Pero antes de que se celebrara la reunión, Nikita Jrushchov
pronunció en Moscú su célebre discurso dogmático sobre las cuestiones
culturales. Era evidente para todos que las preguntas del público apuntarían
a conocer nuestra opinión en relación al discurso de Jrushchov y esto
suscitaba muchas dificultades.

 

En Praga se expresó enseguida una gran agitación. Algunos oradores se
declararon enfermos porque no quería verse obligados a hacer afirmaciones
que molestaran a la dirección del partido ni querían enfrentarse al público.
Yo era uno de los oradores y conmigo llegó también un funcionario del
partido, el responsable del departamento de cultura del Comité de distrito
de Praga, un hombre horrible, Antonín Cerny. A mitad de nuestra reunión
llega una pregunta escrita por un grupo de estudiantes: “Demandamos al
profesor Goldstücker que nos diga su opinión sobre el discurso de Jrushchov
sobre las cuestiones culturales”.

 

Los estudiantes, quizás mis propios estudiantes, se volvieron hacia mí,
demostrándome así su confianza y no tenía ninguna intención de engañarles.
Les dije que apreciaba mucho al camarada Jrushchov y que, desde varios
puntos de vista, debía estarle agradecido a causa de su iniciativa política,
tomada en el CC Congreso del PCUS, que seguramente me había salvado la vida.
Sin embargo, esto no podía llevarme a declarar que estaba de acuerdo con sus
ideas sobre las cuestiones culturales […]. Hubo un largo aplauso y, a partir
de ahí, creo que fui considerado en Checoslovaquia como alguien que decía la
verdad. Era la primera vez en quince años que alguien expresaba en público
una opinión contraria a los jefes de la URSS. […]. En realidad, en el mismo
debate, un representante del secretariado, Ladislav Stoll, fue irónicamente
interrumpido por el público por medio de aplausos ritmados y, con semejante
follón, no pudo terminar su discurso.

 

Aún hoy, no podemos olvidar nuestro Congreso de Escritores de ese período.
Fue un Congreso único en la historia de la cultura de todos los tiempos
porque, durante ese Congreso, las y los intelectuales checoslovacos
demandaron oficialmente al régimen… la introducción de la censura. De hecho,
en Checoslovaquia, la censura no existía oficialmente. Sin embargo, cada
palabra escrita, en cualquier disciplina, debía pasar por un examen de una
censura de Estado, que oficial y jurídicamente no existía. Era una situación
intolerable. Porque en el interior del edificio en el que residía la
redacción del periódico del Partido, el RudéPrávo, existía una oficina para
los funcionarios de la censura que, oficialmente, no existía: el estalinismo
instaurado por el Partido se había vuelto tan aberrante que ¡un órgano
inexistente del Estado tenía derecho a controlar al Partido [su periódico]!

 

Ahora bien, esta censura inexistente no operaba sobre la base de una ley
(que evidentemente no existía), sino sobre la base de directivas del
secretariado y de la oficina de seguridad del Partido, directivas que nadie
entre nosotros conocía y que, además, cambiaban permanentemente. Los
escritores decidieron, a partir de ahí, reclamar una ley para la censura. Al
hacerlo, pensaban poder al menos disponer de una norma escrita a la que
poder referirse y tener jurídicamente la posibilidad de reconocer la censura
y poder recurrir sus decisiones. Por esta razón, peleamos por tener una
censura legal que, finalmente, fue instituida. Si bien la ley sobre la
censura no contaba demasiado: las modalidades de aplicación de la ley eran,
una vez más, definidas por las circulares del secretariado del Partido y la
situación finalmente empeoró.

 

En este contexto general, del 27 al 28 de mayo de 1963, celebramos nuestra
conferencia internacional sobre Kafka […].

 

Alfred Kurella 4/ atacó con severidad nuestra conferencia, sosteniendo que
Kafka era un escritor decadente cuya obra no tenía absolutamente ningún
interés para una sociedad que construía el socialismo. En nuestra
conferencia, los representantes de la República Democrática Alemana habían
desarrollado una orientación que, de una parte, reconocía la calidad de
Kafka como artista y escritor pero que, de otra, -según lo que decían-
reflejaba en sus obras las condiciones sociales del capitalismo y, por
encima de todo, la alienación que golpeaba al ser humano en la sociedad
capitalista, una realidad que no tenía nada que decir y que ver con los
seres humanos de la nueva sociedad, los que estaban construyendo el
socialismo. En suma, la representación de Alemania del Este consideraba a
Kafka como un “simple fenómeno histórico”.

 

La mayor parte de las intervenciones en la conferencia expresaron un punto
de vista exactamente opuesto. Argumentaban que el solo hecho de una
conquista del poder por el Partido Comunista en un país no representaba
ninguna garantía de una solución automática a los problemas de la
alienación. Sosteníamos, de forma mayoritaria, que durante el período de
transición del capitalismo al socialismo, la alienación continuaba siendo un
fenómeno social muy presente. Personalmente, afirmé que, sobre la base de mi
experiencia personal, podía muy bien existir una situación en la que el
ciudadano se sintiera como profundamente más alienado en una sociedad
socialista que en una sociedad capitalista. Esta observación fue
naturalmente considerada como un casus belli. […].

 

Recuerdo, a propósito de esto, [la publicación de las obras de Kafka], un
pequeño episodio. Creo que se produjo a finales del año 1965. Ilya Ehrenburg
había venido a Praga por unos días. La Unión de Escritores organizó una
comida en su honor y debía hacerle el honor de una recepción en mi
apartamento. Sabía que Ehrenburg consideraba a Kafka como uno de los hijos
más gloriosos de Praga y me sentía obligado a decir cuánto había apreciado
el hecho de que un grueso volumen de las obras elegidas de Kafka hubiera
sido publicado en la Unión Soviética. Sonriendo, de forma irónica, ante mi
manifestación de cortesía, Ehrenburg me confió: “He visto un volumen ruso
sobre Kafka en las librerías de Sofía. Creo que hemos publicado a Kafka en
ruso para los lectores búlgaros”. Esa fue la primera fase de las
repercusiones de la conferencia sobre Kafka. La segunda fase comenzó después
de la invasión soviética de mi país” […].

 

Notas

 

1/ El primero es más conocido por las y los lectores. El segundo, Franz
Werfel, nació en Praga en 1890. Adolescente es amigo de Max Brod y de Franz
Kafka. Hizo su bachiller en el Deutsche Gymnasium de Praga. Trabajó luego
para la reputada editorial Kurt Wollf Verlag que, en su catálogo, publicaba
no solo a Kafka, Marx Brod (que publicará las obras de Kafka) o Heinrich
Mann, sino también a Gustav Meyrink, Ernest Weiss, Arnold Zweig, etc. De
origen austriaco, de cultura judía, será uno de los primeros en denunciar el
genocidio armenio de 1915. En 1938, con Alma Mahler, la viuda de Gustav
Mahler, su esposa, deberá huir hacia Francia, luego Portugal para acabar en
los Estados Unidos (C-A.U).

2/ Dos años después de la muerte de Stalin, el 1 de mayo de 1955, la
dirección del PCC inauguró un gigantesco monumento de granito en honor de
Stalin en Praga; será destruido en 1962, mediante explosivos… sin mucho
ruido político (C-A.U.).

3/ Publicaremos extractos de las contribuciones de Karel Kosík y de Iván
Svitàk, en los episodios de este dossier en relación a los acontecimientos
en Checoslovaquia anteriores a 1968, luego a los años 1967-68-69.

A propósito del castigo mencionado por Goldstücker hacia estos dos
intelectuales, es revelador que la sanción impuesta por los dirigentes de un
pretendido Estado obrero burocráticamente asimilado -a la URSS aquí, en este
caso- consistía en relegar al culpable a una fábrica, es decir a las filas
obreras (C-A.U.)

4/ Alfred Kurella era un “importante funcionario del partido de la RDA, que
representaba de forma rigurosa la línea estalinista en materia cultural”
(E.G.). Hay que precisar que este funcionario de la cultura, exiliado en la
URSS desde 1933 y de vuelta a la RDA en 1954, escribió un artículo, tras la
intervención del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia, en el diario del SED,
Neues Deutschland: “Franz Kafka, el padre espiritual de la contrarrevolución
checoslovaca”. (C-A.U).

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