Uruguay/ Segregación urbana y desigualdad social [María José Álvarez Rivadulla - Gonzalo Giuria]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Sep 9 18:57:27 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

9 de setiembre 2018

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Uruguay

 

Con la socióloga María José Álvarez Rivadulla, experta en segregación urbana
y desigualdad

 

La necesidad de compartir espacios 

 

Gonzalo Giuria

La Diaria, 8-9-2018 

https://findesemana.ladiaria.com.uy/

 

Radicada desde hace diez años en Colombia, donde ejerce como docente en la
Universidad de los Andes de Bogotá, María José Álvarez Rivadulla es una
socióloga uruguaya cuya área de investigación se enfoca en la sociología
urbana y la desigualdad, y en particular en cómo el espacio urbano refleja y
constituye desigualdades. Formada en la Universidad de la República, se
doctoró en la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos, y la semana pasada
estuvo en Montevideo para dictar cursos y participar en conferencias en la
Facultad de Ciencias Sociales. la diaria aprovechó su estadía para hablar
con ella sobre varios temas.

 

Según la especialista, la segregación residencial en Montevideo se ha
reducido en los últimos años, luego de un largo período de crecimiento. La
última actualización de datos sobre segregación residencial en Montevideo,
según recuerda, es una tesis de Economía de Lucía Vázquez, dirigida por la
investigadora Verónica Amarante, en la que ella fue jurado. En este trabajo
se refleja una disminución de la segregación en la capital, por lo menos
desde 2011. “Los índices de segregación de la pobreza que usualmente
utilizamos, como el índice de Duncan, para la segregación de pobres y no
pobres, parecerían estar bajando. Si esto es realmente así recién comenzó a
darse en 2011, después de varios años de bonanza, por lo que hay que tener
claro que la segregación residencial tiene sus dinámicas propias, que no son
un espejo de la desigualdad”, afirmó Álvarez Rivadulla.

Según dijo, aunque la desigualdad tiene un efecto “en cómo vivimos y dónde
vivimos”, hay otros factores que también intervienen, como la política de
vivienda, el funcionamiento propio del mercado inmobiliario y las decisiones
residenciales de los agentes, que “no son un reflejo automático de lo que
pasa a nivel macroeconómico”.

 

“Parecería que la segregación residencial por ingresos se está reduciendo,
pero todavía estamos muy lejos de los niveles en que se estaba cuando se
empezaron a hacer mediciones sobre esta a mediados de los años 80,
aproximadamente en 1986, que fueron realizadas por el sociólogo Ruben
Kaztman. Desde ese momento la segregación fue subiendo sin parar y ese
crecimiento recién se detuvo, según estos últimos resultados, en 2011;
entonces podemos afirmar que en el largo plazo tenemos a una Montevideo más
segregada que en el pasado”, explicó.

 

Ciudades partidas

 

La segregación residencial tiene como una de sus principales causas el
aumento de la desigualdad, particularmente en el largo plazo. La suba del
traslado hacia la periferia de la ciudad y la pauperización de estas áreas
también ha contribuido mucho a este fenómeno. Al respecto la experta señaló,
al referirse a los asentamientos, que las personas que vivían en áreas no
céntricas pero sí consolidadas de la ciudad se mudaron a zonas periféricas y
más homogéneamente pobres, lo cual aumentó la segregación.

 

En paralelo se dio otro fenómeno: la preferencia de los hogares de mayores
ingresos por concentrarse en la zonas costeras de la ciudad. “Entonces ahí
tenés varias causas que relacionadas con el mercado inmobiliario, con la
desigualdad, con la preferencia de los agentes y también con la política
pública. En este último punto, la política pública en nuestros países
segrega y ha segregado llevando viviendas de interés social, como Los
Palomares de Casavalle, por ejemplo, a lugares que ya eran pobres, que ya
eran segregados”, manifestó.

 

En este sentido, añadió que un caso paradigmático es el de Chile, donde se
dio una política “súper agresiva de construcción de unas 500.000 viviendas”
en Santiago. “Estas poblaciones, que antes vivían en barrios informales,
fueron reubicadas en la periferia de la ciudad, mejorando sin dudas el
déficit cuantitativo de vivienda, es decir el número de viviendas que te
hacen falta, pero generando muchos problemas de segregación de esta
población, que ahora vive lejos de sus trabajos, por ejemplo, y en lugares
marcadamente homogéneos”.

 

Los profesionales dedicados al estudio de estos temas parten de la hipótesis
de que la homogeneidad residencial tiene un impacto negativo en las
personas, principalmente en las de menos recursos. Con “recursos” los
especialistas no se refieren exclusivamente a lo económico, sino a que la
segregación residencial también corta la posibilidad de que los menos
pudientes accedan a recursos sociales en el barrio, y también en la escuela
como capital social, es decir, relaciones que pueden ayudar a acceder a
información y permitir, por ejemplo, obtener algún trabajo u otro beneficio
material. Cuanto más homogéneo es el entorno menos posibilidades las
personas tienen de encontrarse con alguien distinto, que tenga acceso a
posibilidades que lo puedan beneficiar. “Esa es una hipótesis de trabajo: la
cercanía geográfica con alguien distinto a mí, de más recursos, es una
condición necesaria pero no suficiente para que exista una relación. Pero lo
que sí garantiza que no haya una relación es la distancia; la cercanía al
menos la hace posible”, explicó la socióloga.

 

Hacer y no hacer

 

Desde las políticas públicas, Álvarez entiende que es muy difícil reducir la
segregación residencial, pero algo que se puede hacer es no promover la
segregación desde el principio, es decir, tener cuidado de dónde colocar a
la población cuando se hacen realojos, sobre todo de vivienda gratuita, algo
que también es difícil de realizar porque es mucho más costoso hacer una
vivienda de interés social en una zona céntrica de la ciudad. “Algo sobre
esto se ha hecho en ciudades europeas como Ámsterdam, Londres o Berlín. Eso
es muy costoso por el precio del suelo en zonas céntricas, pero a veces el
tema también pasa por una cuestión de voluntad política”, opinó.

 

Recordó que el ex alcalde de Bogotá Gustavo Petro intentó construir
viviendas de interés social en terrenos estatales en zonas centrales, donde
se topó con la resistencia de los vecinos. “Pero finalmente logró realizar
al menos una parte del proyecto, con sus problemas, pero muestra que es
posible. Este tipo de iniciativas, que son costosas, mucho más costosas que
dar viviendas, en términos de segregación son mucho más efectivas”, dijo.

 

En su opinión hay otros instrumentos, no tan presentes, que también pueden
contribuir a disminuir la segregación residencial; algunos de ellos se usan
en forma incipiente en Uruguay, por ejemplo los subsidios de alquileres para
viviendas que estén en determinadas zonas.

 

“Vos podés regular sin la necesidad de hacer vivienda estatal, pero desde el
Estado dirigir para que la gente alquile viviendas en lugares más
heterogéneos”, planteó.

 

Otro tema que se puede impulsar desde los gobiernos, dijo Álvarez Rivadulla,
son las políticas de suelo. “Por ejemplo, si vos hacés un plan de renovación
urbana, como el Plan Goes, puede ocurrir gentrificación, es decir el
desplazamiento de los residentes más pobres por otros con mayor poder
adquisitivo. Desde el Estado podés planificar que eso no pase tanto; por
ejemplo, comprando terrenos y asegurándoles los destinos, ofreciendo
instrumentos como créditos de renovación para residentes viejos,
restringiendo el uso del suelo de una u otra forma. Es complejo, pero desde
el Estado vos podés tener un papel regulador sin tener que necesariamente
construir viviendas”, puntualizó.

 

Según contó Álvarez, es difícil no sólo en Sudamérica sino en el mundo
encontrar experiencias exitosas de reducción de la segregación residencial.
Ha habido experiencias positivas en este sentido cuando se gastó mucho
dinero y se construyeron viviendas sociales en lugares céntricos, pero
además trabajando mucho en los detalles, por ejemplo en que las viviendas
sociales no se diferencien arquitectónicamente del entorno en el que están:
que no se pueda diferenciar con facilidad cuál es la vivienda social y
cuáles son las viviendas regulares del mercado.

 

“El diablo está en los detalles, en todas las políticas públicas y también
en las urbanas, y la homogeneidad estética es muy importante para armonizar
ese espacio. Hay experiencias en América Latina que son positivas, y en
nuestra ciudad. Si bien no tenemos una evaluación más profunda, parecería
que el Plan Goes fue exitoso en lograr una renovación urbana sin aumento de
la segregación, y hasta tal vez con efectos reductores de esta, incentivando
que hogares de mayores ingresos se ubiquen en lugares antes deprimidos sin
que se vayan los residentes actuales”, afirmó la socióloga.

 

La visión actual de Álvarez es más optimista respecto de la que tenía hace
algunos años sobre la realidad de la segregación residencial en Montevideo.
“Fui muy pesimista anteriormente con lo que había pasado con los
asentamientos irregulares, porque creo que en una ciudad que no crece
demográficamente, como Montevideo, no nos podemos permitir que 10% de su
población esté residiendo en viviendas informales. Me cuesta creer que ello
haya pasado en tan poco tiempo, porque expulsamos gente de una ciudad que ya
de por sí no estaba muy habitada ni en crecimiento. Fui muy pesimista
también durante los años 90 viendo los datos de aumento de la segregación,
pero creo que hoy podemos ver algunas experiencias muy interesantes en las
que se puede barajar y dar de nuevo en cuanto a dónde se ubica la gente en
el espacio”.

 

La herramienta educativa

 

El rol de la educación, particularmente de la pública, es fundamental para
disminuir la segregación social.

 

“Compartir la pared con una persona no alcanza, porque por ósmosis no te
entra la relación con el otro, sino que los efectos del vecindario se
transmiten por redes sociales, y estas ya no se generan como era antes,
jugando al fútbol en la vereda, sino fundamentalmente en la escuela
pública”, explicó Álvarez, quien agregó: “No hemos estudiado suficientemente
la segregación educativa, pero a mí me parece un tema muy importante para
analizar. Estamos trabajando en la Universidad Católica junto con Rosario
Queirolo, Cecilia Rossell y Juan Bogliaccini estudiando el tema de las
clases medias. Estamos estudiando, entre otras cosas, a los profesionales en
Uruguay y su relación con la educación pública. Y venimos notando una gran
fuga de los hijos de los profesionales desde la educación pública hacia la
educación privada. Pero entre los que se quedan en la educación pública, lo
que hemos visto es que hay una selección muy estratégica de a qué escuela
envían a sus hijos; hay personas que evitan el barrio para mandarlos a
escuelas que son mejores. Este fenómeno se magnifica cuando se quita el
radio de las escuelas. Entonces queremos meternos de lleno a estudiar este
tema, porque no tenemos datos precisos de dónde viven los niños que van a
ciertas escuelas. Creemos que ahí hay un área de estudio muy interesante”.

 

Para la socióloga, cuando la segregación residencial se une a la segregación
educativa es cuando se ven los peores resultados para los niños que tienen
menos recursos. Según Álvarez, la educación debe ser un eje central para
evitar la segregación. Al respecto dijo ser “optimista”, porque cree que en
Uruguay se está a tiempo de volver a traer a aquellos que tienen más
recursos a la escuela pública. “No a los que nunca fueron a la escuela
pública”, puntualiza, “porque hay personas que tienen trayectorias de dos o
tres generaciones en la educación privada; esas son muy difíciles de traer,
pero a los que tienen una generación en la educación privada los podés traer
muy fácilmente hacia la educación pública, y una muestra muy clara de eso
son las experiencias en los Centros de Atención a la Infancia y la Familia
(CAIF) y en algunas escuelas de tiempo completo. Hay personas que han
regresado específicamente a la educación pública a través de los CAIF, y
otras que retornan a la escuela pública buscando estratégicamente la escuela
pública que ellos consideran mejor para sus hijos”.

En este estudio, los profesionales son divididos en tres grupos. Hay algunos
que siempre han tenido trayectorias en la educación privada. Después hay
otros a los que se denomina “nostálgicos”, que mandan a sus hijos a la
educación privada pero que añoran la escuela pública a la que fueron ellos,
que era una escuela policlasista. “Entonces ahí tenemos un grupo que está
dispuesto a volver a la educación pública si esta logra darle lo que estas
personas necesitan”, cuenta Álvarez. “¿Y qué es lo que piden en general?
Doble horario, horario extendido, que sea bilingüe, entonces es importante
atender estos reclamos para volver a traer estos niños hacia el sistema
educativo público, porque como Estado te debe interesar que no se pierda el
capital social que se genera en las escuelas públicas. Además, hay otro
grupo de profesionales, a los que nosotros llamamos ‘militantes’, que son
aquellos que todavía mandan a sus hijos a la escuela pública a pesar de
tener los recursos para mandarlos a la educación privada porque creen que es
lo mejor, pero que en general son muy estratégicos a la hora de elegir a qué
escuela los mandan. La segregación educativa produce resultados comunalmente
negativos”. Álvarez concluyó: “En estos últimos años se han hecho muchísimas
cosas, por ejemplo las escuelas de tiempo extendido son muy importantes, los
CAIF son un enorme acierto porque cada vez tenemos más claras nuestras
oportunidades en la vida, pero creo que en el tema de la educación tenemos
un problema enorme porque no aprovechamos suficientemente la bonanza
económica que hubo en los últimos años para revertir las inequidades
sociales; más allá de que el índice de desigualdad de ingresos haya bajado,
creo que la fragmentación social aumentó y mucho, y eso no se lo perdono a
estos años de bonanza con un gobierno de izquierda”.

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