Argentina/ Zanon, una experiencia anticapitalista para la actual crisis [Alejo Lasa/Grace López Eguía]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Sep 11 13:01:26 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

11 de setiembre 2018

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Argentina

 

Zanon, una experiencia de lucha anticapitalista para la presente crisis

 

Alejo Lasa/Grace López Eguía

 

Ideas de Izquierda, 9-9-2011

http://www.laizquierdadiario.com/

 

Este nuevo libro, ZANON: Fábrica militante sin patrones, sintetiza la
experiencia de los obreros ceramistas neuquinos, que lleva 17 años bajo
gestión obrera. 

 

A partir de esta semana se puede conseguir en las principales librerías del
país el libro sobre la experiencia de la fábrica sin patrones Zanon, escrito
por uno de sus principales protagonistas, Raúl Godoy, primer Secretario
General del Sindicato Ceramista recuperado, actualmente diputado provincial
del Frente de Izquierda y dirigente nacional del PTS.

 

Este libro “sale a la calle” justamente en momentos donde Argentina vive una
nueva crisis de magnitudes históricas, y se debate si los capitalistas
podrán imponer nuevamente un saqueo brutal al pueblo trabajador, o si la
respuesta de los trabajadores y sectores populares estará a la altura de
evitarlo e imponer su propia salida.

 

Zanon, el contexto

 

En 1994 Raúl Godoy ingresaba a la fábrica en la época dorada del menemismo,
cuando comienza la historia de este libro. Unos años antes, en 1989 había
caído el muro de Berlín y el peso de su derrumbe se hizo sentir a lo largo
del planeta. Se empezaba a configurar un nuevo orden internacional. Era el
momento “globalizador” y el aparente ocaso de los sujetos capaces de poner
fin al capitalismo.

 

Este oscuro escenario no sería eterno como profetizaban los Fukuyamas, y a
fines de los ‘90 comenzaron a emerger los movimientos sociales antiglobal
contra las multinacionales, con manifestaciones y revueltas contra las
cumbres de la OMC en Seattle, el G8, el Banco Mundial y el FMI. La juventud
confluía con sectores de la clase obrera que venían dando pequeñas señales
de recuperación, pero integrados a la “multitud”. La estrategia autonomista
de sus direcciones, contribuyó a que el peso de este despertar no lograra
transformarse en una fuerza verdaderamente anticapitalista, limitándose a
“humanizar” el capitalismo.

 

En las provincias argentinas, surgían los primeros movimientos de
desocupados combativos que peleaban por su reinstalación con la demanda de
trabajo genuino, cortando rutas y puentes carreteros y enfrentando una dura
represión. En la provincia de Neuquén protagonizaron la gran pueblada
conocida como el “Cutralcazo” donde fue asesinada en medio de la represión
Teresa Rodríguez, que se convertiría en un emblema de esa lucha.

En 2001 las contradicciones del capitalismo mundial se manifestaban en
Argentina en el estallido de las recordadas jornadas revolucionarias del 19
y 20 de diciembre de ese año, que pusieron en crisis el sistema político de
representación bajo la bandera del “que se vayan todos” enfrentando una
enorme crisis social de desempleo, trabajo informal, pobreza y destrucción
de las clases medias. Esa rebelión popular iba a vincular a la pequeña
provincia patagónica de Neuquén, donde se ubica la fábrica ceramista Zanon,
a ese movimiento “destituyente” de Buenos Aires. A la vez el eco
internacional de los movimientos sociales y las multitudes se refractaban en
nuestro país en el resurgimiento de los movimientos de desocupados
“piqueteros”, pero ahora en los principales centros urbanos del país,
particularmente en el Gran Buenos Aires. Mientras las clases medias
organizaban asambleas barriales y cacerolazos, se configuraba la alianza del
“piquete y la cacerola”. Del lado del movimiento obrero el fenómeno de las
fábricas recuperadas se proyectó como la experiencia de un pequeño sector de
la clase obrera, que en defensa de sus puestos de trabajo, bajo el lema
“ocupar, resistir, producir”, ocuparía fábricas ante los cierres y despidos
y las pondría a producir sin los patrones.

 

Zanon fue para los trotskistas una “escuela de guerra”, al decir de Lenin, y
una trinchera de lucha y organización para los trabajadores con los que
juntos sostuvimos esta pelea. Una escuela que, aunque no era la guerra
misma, se transformaba en una experiencia de combate, superando los límites
corporativos y sindicalistas.

 

Muchos fueron los debates y las lecciones políticas que se dieron en este
campo de batalla. La primera es que frente a los ataques de los gobiernos y
los capitalistas el único destino posible no es resignarse y pelear por
migajas (como una indemnización) sino que la clase obrera si se organiza y
defiende un programa propio, puede plantear su salida para no pagar la
crisis.

 

Otra reflexión, ligada a la anterior, es que para ello debe ser
independiente, política y organizativamente, de toda propuesta vinculada a
un sector patronal empezando por superar la tutela policial de la burocracia
sindical. Los obreros de Zanon instalaron en el centro de su práctica
militante el carácter soberano de las asambleas resolutivas, nada se decidía
por fuera de estas instancias de debate y votación a mano alzada.
Fortalecieron la democracia obrera no solo con la recuperación de la
comisión interna con delegados por sección, sino incorporando otras formas
de representación. Sumaron una nueva institución: los coordinadores de la
producción, uno por sector y un coordinador general que rendía cuentas en
las asambleas. Los obreros ceramistas socialistas a través de estas medidas,
buscaban desarrollar la confianza de los trabajadores en sus propias
fuerzas, contra la moral de sometimiento y resignación que imprime la
burocracia sindical. Este proceso culminó con el cambio en los estatutos del
sindicato.

 

En el llamado movimiento de fábricas recuperadas el debate sobre la
independencia del propio movimiento se dio en torno a qué salida asumir: si
era el cooperativismo, levantado por sectores del peronismo, o la lucha por
la estatización sin pago y bajo gestión obrera de toda fábrica que cierre o
despida masivamente. Era un programa transicional de exigencia al estado que
estatice sin pagar indemnización y a la vez una pelea por la participación
decisiva de los obreros en la toma de decisiones sobre el conjunto del
funcionamiento de la fábrica. La resolución de esta contradicción, estaría
vinculada al desarrollo de la relación de fuerzas entre las clases. Porque
“integrar las cooperativas a un capitalismo en crisis era una camino regio a
la auto-explotación”. No faltaron tampoco las alternativas autonomistas, que
alentaban “experiencias autogestionarias” en los bordes del sistema. Al poco
tiempo se demostraban verdaderamente utópicas al chocar con las presiones y
relaciones capitalistas del mundo real.

 

La experiencia de Zanon demuestra que, incluso en la situación difícil en
que se encuentra ahora y sin haber logrado imponer la estatización, la única
perspectiva realista en defensa de sus intereses, era pelear por su
expropiación y estatización sin pago y bajo administración obrera en función
de un plan de obras públicas al servicio de las necesidades populares para
la construcción de viviendas, escuelas y hospitales. Aún con sus límites,
Zanon fue (y es) una experiencia anticapitalista, que desafió la "santa"
propiedad privada, desafió la legalidad del Estado, y demostró ante los ojos
de miles que los patrones no son "necesarios" para hacer funcionar las
fábricas.

 

A pesar de no haberse radicalizado el proceso de ocupación de fábricas, y de
la enorme contradicción de haber quedado aislada e inmersa en un mercado
capitalista, esta gestión obrera mostró un enorme potencial no solo como
perspectiva de salida a la crisis para el futuro, sino para el propio
desarrollo de la producción. Por eso una conclusión central es que cualquier
cooperativa o gestión obrera solo puede conservar su fuerza vital si se
sostiene con una firme militancia, si mantiene un claro horizonte
anticapitalista, una clara oposición al Estado y sus instituciones.

 

Y esta cuestión nos introduce en otro debate crucial, que es cómo los
trabajadores se convierten en verdaderos “tribunos del pueblo”, líderes de
su clase y de la causa popular. Lo que los marxistas definimos como
“hegemonía” no por una consideración ontológica de la clase obrera, sino por
el rol social que cumple en la producción capitalista, porque es la clase
que puede transformar la sociedad sobre otras bases, liquidando el
capitalismo. Para lograr esa hegemonía, la primera tarea que encararon los
obreros fue ajustar cuentas con la burocracia sindical, para desarrollar la
confianza en sus propias fuerzas, contra la moral de sometimiento y
resignación que imprime esa casta privilegiada y desarrollando las
instancias democráticas de decisión y la auto-organización.

 

Zanon incorporó a su programa las demandas de otros sectores oprimidos y
supo buscar colaboración en otros aliados dispuestos a defender la causa
ceramista, como lo mostró el pacto obrero universitario, con estudiantes y
profesionales de la Universidad del Comahue, que aceptaron poner su
conocimiento al servicio de una causa común, o la alianza con el pueblo
mapuche.

 

Zanon, el libro

 

Se publicaron diversos libros sobre las fábricas recuperadas, de autores,
estilos y puntos de vista diversos. La “marca” del libro Zanon: fábrica
militante sin patrones es sin duda su relato militante, la de uno de sus
obreros y principales dirigentes. Raúl Godoy nos recuerda cómo fue posible
la permanencia bajo gestión obrera de una de las principales fábricas
ceramistas de Latinoamérica, atravesando distintas coyunturas políticas del
país e incluso al interior de la fábrica.

 

Haber aprovechado el cambio de la situación política nacional (2001) fue
fundamental para que los obreros pudieran tomar decisiones ofensivas, sin
detenerse ante la propiedad privada capitalista, porque sus acciones no
dependían solo de la relación de fuerzas en la fábrica. Un análisis correcto
de la realidad y las relaciones de fuerzas eran el comienzo. Las decisiones
políticas siempre se tomaron apostando a una recomposición del movimiento
obrero con la cual confluir, en una solución algebraica que combinara la
mejor defensa –opuesta a la espera pasiva– para pasar a la ofensiva, como
señalara Clausewitz (De la guerra): “Toda defensa, de acuerdo con su fuerza,
buscará transformarse en ataque tan pronto como haya agotado las ventajas de
la defensa”.

 

Sus páginas abarcan desde los inicios del proceso de organización –a
mediados de los años 90–, la combinación del trabajo legal y reservado para
organizar la fábrica lejos de la vigilancia patronal y el control policial
de la burocracia sindical, hasta la toma, la puesta en producción, la
alianza con la juventud estudiantil y los trabajadores desocupados, los
avances en programa y organización, la pelea por el frente único con las
organizaciones de masas y las políticas de autodefensa; la utilización
revolucionaria del parlamento y las “contradicciones” del orden legal como
puntos de apoyo y amplificar la política.

 

Hoy nuevamente nos ponemos al frente de su defensa en medio de la crisis,
porque hace falta condensar toda la experiencia que ha hecho la clase
trabajadora y mantenerla viva. La mayor condensación de esa experiencia es
la de la construcción de un partido que la haga programa y estrategia. Las
conclusiones que el libro recoge son un aporte de los trotskistas que
protagonizamos esta experiencia, para que las nuevas generaciones de hombres
y mujeres de la clase trabajadora y la juventud encuentren inspiración y
herramientas para terminar con el capitalismo e imponer una nueva sociedad
sin explotación ni opresión. Porque esta vez, a diferencia de 2001, queremos
llegar preparados para que la clase trabajadora y las nuevas generaciones no
paguen los costos de la crisis e impongan una salida propia.

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