Mujeres/ Clase obrera se escribe en femenino y plural [Josefina L. Martínez]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Sep 16 11:43:59 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

16 de setiembre 2018

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Mujeres



Clase obrera se escribe en femenino y plural



La mujer es una fuerza laboral de primer orden en el mundo y el movimiento
internacional de mujeres introduce el mensaje de que es posible rebelarse
contra las condiciones de opresión y explotación laboral



Josefina L. Martínez *



CTXT, 12-9-2018

https://ctxt.es/es/



Nunca en la historia del capitalismo la clase trabajadora ha estado tan
feminizada como ahora. Si a las cifras de la fuerza laboral global se suma
el trabajo sumergido y el trabajo de cuidados en los hogares, se puede
afirmar que la mayoría de las personas que trabajan son mujeres.



“Si nosotras paramos, se para el mundo”: la huelga global del pasado 8M
expresó esta profunda transformación, así como la potencialidad de un
movimiento de mujeres que actúa como catalizador de las luchas contra la
violencia patriarcal, la precariedad capitalista, la opresión racial y
sexual.



Las mujeres trabajadoras son hoy nada menos que el 40% de la fuerza laboral
del planeta, según estimaciones de la Organización Mundial del Trabajo. Esta
cifra contiene importantes desigualdades por regiones: mientras en la zona
euro y en Norteamérica está en torno al 46%, en Latinoamérica y el caribe y
en regiones como China por encima del 41%, cae al 20% en regiones como Medio
Oriente y norte de África, y vuelve a rozar el 50% en países de África
subsahariana. Los datos consideran tan solo a personas que trabajan a cambio
de una remuneración o que buscan activamente trabajo. Pero no incluyen la
gran masa de trabajo “invisible” realizado por mujeres en los hogares: el
cuidado de niños, enfermos y personas dependientes, la preparación de
alimentos, lavado y arreglo de ropa, limpieza, etc.



Tomado de conjunto, el siglo XX muestra una línea ascendente de la
participación femenina en el mercado laboral, pero ésta pega un salto
notable desde 1970, llevando la curva a sus niveles más altos. En Estados
Unidos, las mujeres eran 22.8% de la fuerza laboral en 1910, casi el doble
en 1960, y un 56.8% en 2016. En España fue más lento, la fuerza de trabajo
femenina se mantuvo por debajo del 15% desde 1910 hasta 1970 cuando comenzó
un ciclo creciente hasta alcanzar más del 46% en 2017.



El auge neoliberal implicó la expansión del trabajo industrial y de
servicios en nuevas regiones del planeta hasta entonces predominantemente
rurales. También implicó la multiplicación de formas de subcontratación,
trabajo parcial, externalizaciones y trabajo precario, ocupado en gran parte
por mujeres. En los países más pobres, la feminización del trabajo es
especialmente alta, siendo mayoritario entre las mujeres el trabajo informal
–86% en la India y por encima del 70% en países como Bolivia, Perú, Pakistán
o Indonesia–.



Las tareas que realizan las mujeres en millones de hogares son invisibles
para las estadísticas laborales, pero, como explican las feministas desde la
Teoría de la Reproducción Social, el capital necesita la reproducción de la
fuerza de trabajo: para que los trabajadores puedan volver cada día a la
fábrica o la oficina, tienen que comer, vestirse y descansar. Los recortes y
privatizaciones neoliberales en la educación pública, los servicios sociales
y la sanidad, recargan aún más la doble jornada laboral femenina. El tiempo
dedicado por las mujeres a los cuidados es mucho mayor que el que ocupan los
hombres en esas tareas. Mientras en Francia les consume el doble de tiempo a
ellas que a los hombres, en países como España o Argentina las mujeres
trabajan tres veces más que ellos en las actividades domésticas no
remuneradas. En países como la India la proporción es de 10 a 1.



Cuando una mujer avanza



En los últimos años, colectivos de mujeres han tomado protagonismo al frente
de luchas laborales. “Si se puede, si se puede, si una mujer avanza, ningún
hombre retrocede”: es el canto de las trabajadoras de Coca Cola. Las
“Espartanas” son un símbolo de las luchas obreras en España. Son
trabajadoras, madres, hijas y esposas de trabajadores que enfrentan a la
multinacional.



“Mujer es femenino, y número plural: estamos hasta el coño de violencia
laboral”: así lo expresaban las camareras de piso agrupadas en Las Kellys
durante una concentración del 8M. También se han hecho escuchar las
trabajadoras del centro logístico de HM en Madrid con una huelga indefinida,
las empleadas de residencias de Bizkaia, las teleoperadoras del servicio 016
contra la violencia de género, los colectivos de trabajo doméstico o las
temporeras de la fresa en Huelva. Un fenómeno que se replica a nivel
internacional con la gran huelga de las maestras de West Virgina y las
trabajadoras de hoteles Hilton de Stamford en Estados Unidos, las
inmigrantes limpiadoras de estaciones de trenes en París, o las enfermeras
en huelga en los hospitales de la India.



La dinámica del movimiento feminista internacional parece estar estimulando
a las mujeres trabajadoras, precarias y mal pagadas, renovando su confianza
para convertirse en avanzada de las luchas laborales. Se contagia entre las
mujeres la idea de que es posible rebelarse contra las condiciones de
opresión y explotación laboral. Percibir esta dinámica es necesario para
evitar un doble error. Por un lado, considerar a la clase obrera como un
sujeto abstracto, sin género -lo que convierte al masculino en “universal”
mientras se invisibilizan las reivindicaciones de las mujeres-. Pero también
el simétrico opuesto: construir un sujeto femenino indefinido, sin clase,
dejando de lado el hecho de que la mayoría de las mujeres son trabajadoras,
precarias, inmigrantes y pobres.



* Josefina L. Martínez es historiadora y periodista.



Fuentes estadísticas



International Labour Organization, ILOSTAT database. Noviembre 2017.



Working women: Key facts and trends in female labor force participation, Our
World in Data, 2017.

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