Nicaragua/ #SOSNicaragua. Revolución cívica en las calles y las redes sociales [Julio López]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Sep 19 10:52:25 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

19 de setiembre 2018

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Nicaragua

 

#SOSNicaragua

 

Revolución cívica en las calles y las redes sociales

 

La población nicaragüense regresó a las calles en busca de justicia y
libertad. La insurrección cívica, liderada por jóvenes, ha quedado
registrada en las redes sociales. Las movilizaciones ciudadanas han puesto
en jaque al régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, que se sostiene en
el poder amparado en el uso de las fuerzas policiales y grupos irregulares.

 

Julio López *

 

Nueva Sociedad, setiembre 2018

http://nuso.org/

 

La negligencia del Gobierno de Nicaragua en el manejo de un incendio que
arrasó más de cinco mil hectáreas de bosque de la Reserva Indio Maíz –una de
las más importantes de Centroamérica–, fue la chispa que encendió las
protestas. Luego, vino la reforma a la seguridad social que afectaba a las
personas jubiladas, que deducía un 5% de sus pensiones, aumentaba la cuota
de cotización a trabajadores y empleadores, y cambiaba la fórmula de cálculo
de las nuevas pensiones. Entonces, las llamas se propagaron y ocurrió lo
inesperado. Una explosión ciudadana volvió las miradas sobre Nicaragua.

 

El 18 de abril, personas jubiladas afectadas por las reformas protestaron en
León y fueron reprimidos por miembros de la Juventud Sandinista (JS). En
Managua, decenas de jóvenes se convocaron para exigir la derogación de las
reformas. Daniel Ortega y Rosario Murillo respondieron con violencia. Sus
fuerzas de choque, vestidas con camisetas blancas y leyendas de amor y paz,
agredieron brutalmente a quienes se manifestaban de manera pacífica. Además,
robaron cámaras y celulares, hirieron a decenas de personas, y sacaron del
aire a los canales de televisión 100% Noticias, Canal 12, CDNN 23 y
Telenorte.

 

Yo fui uno de los periodistas agredidos ese día, mientras transmitía las
protestas por Facebook. A causa de los golpes perdí la memoria y aún no
recuerdo lo sucedido. «Lo que no se borrará de la memoria del pueblo
nicaragüense son los crímenes cometidos por Ortega y su esposa Rosario
Murillo», dije durante una manifestación de periodistas en la Universidad
Centroamericana (UCA), el 3 de mayo, Día Internacional de la Libertad de
Prensa.

 

El 19 de Abril, Daniel Ortega cruzó los límites. Durante 11 años reprimió
las manifestaciones ciudadanas, pero ningún nicaragüense había sido
asesinado. Desde ese día, más de 300 personas, mayoritariamente jóvenes, han
muerto durante las protestas, según informes de organizaciones de derechos
humanos.

 

El 22 de abril, en un intento por apaciguar las manifestaciones ciudadanas y
facilitar una salida a la crisis política a través del diálogo, Ortega
revocó las reformas del seguro social. Sin embargo, ante la conmoción e
indignación por los asesinatos, su reacción fue tardía. Multitudinarias
marchas, en casi todo el país, demandaban justicia por las personas
asesinadas. Además, pedían la dimisión de Ortega y Murillo.

 

La esperanza del padre Fernando Cardenal, ex ministro de Educación durante
el primer gobierno de Daniel Ortega, está ahora más viva que nunca. «Creo
profundamente en los jóvenes (…) Ellos son mi esperanza. Sólo hace falta que
la sociedad les ofrezca una causa grande, noble, bella, si es difícil,
mejor, y que al frente de ella haya personas con autoridad moral. Yo espero
que los jóvenes regresen a las calles a hacer historia», afirmó en su
proclama Testamento en el año 2010.

 

La juventud nicaragüense se sumó a una causa grande y noble: la de la lucha
por la justicia y la democratización del país. Según la socióloga Elvira
Cuadra, quienes protestan son en su mayoría jóvenes de las generaciones
postrevolucionaria. La acusación de que se trataba de jóvenes apáticos,
insensibles, indiferentes y poco comprometidos con los problemas de la
sociedad nicaragüense al no «interesarse» en la política, han quedado en el
pasado

 

¡No que no, sí que sí, ya volvimos a salir!

 

La generación «apática» volvió a las calles y, estando al tanto de que así
se les percibía, portaban pancartas con la consigna ¡No que no, sí que sí,
ya volvimos a salir» y la coreaban a todo pulmón durante las
manifestaciones!

 

La periodista Sofía Montenegro, autora de la investigación La Masculinidad
Hegemónica en los Jóvenes de la Posrevolución, encontró que la juventud
nicaragüense rechazaba la política y sus expectativas estaban centradas en
la autorrealización personal: culminar una carrera, consumo y bienestar.
Hoy, los jóvenes han llegado a la conclusión de que, si no hay un cambio en
el país, los proyectos personales no son posibles. En su texto afirma: «En
contraste con la juventud de sus padres, la de la generación siguiente
aparece más sosegada y replegada al interior de la familia, ocupada en
estudios y diversión y una participación limitada a espacios deportivos o
religiosos … tienen como meta principal terminar sus estudios, tener una
profesión y su propia casa… Dicen no estar interesados en la política».

 

En un estudio anterior acerca de la cultura política de la juventud
nicaragüense, las investigadoras Elvira Cuadra y Leonor Zúniga anticiparon
que la generación postrevolucionaria era poco comprometida con los problemas
del país, desinteresada de la política, y nada dispuesta a sacrificarse por
causas políticas. Sus causas, en todo caso, eran personales. Sin embargo,
los miembros de esta generación manifestaban su preferencia por la
democracia como régimen político.

 

La apatía es parte de un retrato generacional dibujado por quienes
protagonizaron la revolución, considera la antropóloga y trabajadora social,
María José Díaz. «Empezaron a leer a las nuevas generaciones como apática
porque estaban comprendiéndola desde los lentes de los años ochenta. La
generación política de la revolución utilizó como estrategia la lucha armada
para derrocar a la dictadura militar de Somoza».

 

Díaz añade que la juventud estaba participando en otras trincheras que no
necesariamente era la movilización en la calle. «Había un montón de jóvenes
insertados en distintos proyectos o procesos comunitarios que ya estaban
nombrando la alianza gobierno-capital, gobierno-iglesia, que ya estaban
nombrando la ilegitimidad de este gobierno», afirma. Además, a su juicio,
algunos medios de comunicación repetían ese discurso. «Decían que éramos una
generación apática, se quedaban en un análisis superficial y omitían otras
expresiones organizadas donde los jóvenes promovían procesos de cambio».

 

Dolly Mora, activista feminista, coincide con Díaz. «Considerarnos apáticas
tiene que ver con no reconocer el trabajo que hacíamos un montón de
activistas desde distintas miradas, agendas, propuestas y temas. Lo que hizo
falta fue visibilizar esa agenda y las voces de los jóvenes».

 

El estudio ¿Cómo se informan y participan los jóvenes? de la Fundación
Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides), señala que las
redes sociales se convirtieron en un espacio donde los jóvenes nicaragüenses
se informan, expresan su opinión y participan en causas sociales con las
cuales se sienten identificados. De esto modo, rechazó que hubiese apatía de
la juventud nicaragüense hacia los temas que afectan al país. Más bien,
planteó dudas sobre de «si los espacios de participación tradicionales son
lo suficientemente abiertos, modernos, creativos y útiles para atraer a la
juventud».

 

El universitario Edwin Carcache, integrante del Movimiento 19 de abril,
reconoce que el temor era un factor que limitaba la participación. «Durante
11 años nos dejamos intimidar por un gobierno dictatorial, genocida, por los
ataques previos que habían realizado las turbas en ciertas manifestaciones.
Los jóvenes salimos a la calle; y desde ese momento abrimos los ojos y vamos
a continuar luchando y batallando por la libertad de Nicaragua».

 

Por su parte, la excomandante sandinista Mónica Baltodano, declaró a
Proceso: «La memoria entró de golpe. Nosotros que nos quejábamos de que la
juventud era muy pasiva, y mira, nos vino a abofetear la cara». Y,
finalmente, el escritor Sergio Ramírez manifestó que «esta generación
demostró que no sólo le interesan las fiestas o estar en las redes sociales,
sino que ya tienen mayor interés por el contexto social y político».

 

Las redes sociales en tiempos de represión

 

Nunca las redes sociales habían logrado tanta relevancia en Nicaragua. Han
disputado a los medios de comunicación la inmediatez noticiosa y evadido la
censura de los medios oficialistas.

 

En un país donde la libertad de expresión ha sido criminalizada y la familia
del presidente Daniel Ortega acapara casi la totalidad de los canales de
televisión y decenas de radios en todo el país, las redes sociales se han
convertido en un medio alternativo para la difusión del pensamiento.

 

El informe Disparar a matar publicado por Amnistía Internacional, señala que
el Gobierno de Nicaragua, a través de diversos medios de comunicación
oficialistas, ha promovido un discurso de «negación de la realidad» mediante
una campaña de estigmatización hacia las personas que protestaban, en un
intento por minimizar la rebelión ciudadana. La vicepresidenta Rosario
Murillo expresó ante los medios de comunicación que los grupos de personas
que se manifestaban eran grupos «minúsculos» que atentaban «contra la paz y
el desarrollo, con intereses y agendas políticas egoísta, tóxicas, (…) los
cuales habían fabricado las muertes, como estrategia contra el gobierno».
Expresó también que «estos corazones enfermos, cargados de odio, y
pervertidos, no pueden sembrar el caos y negar a todas las familias
nicaragüenses la tranquilidad que gracias a Dios tenemos».

 

El informe de Amnistía Internacional afirma, además, que el discurso de
Daniel Ortega no solo negaba e ignoraba la realidad de violencia que estaba
ocurriendo en Nicaragua bajo su mando directo y con graves violaciones de
derechos humanos y crímenes penados por el derecho internacional, sino que,
además, en un contexto de conflictividad social, pudo haber incitado a la
confrontación.

 

No obstante, el presidente Daniel Ortega y sus medios de comunicación no
lograron imponer su discurso de negación ni de estigmatización, ya que su
retórica era incompatible con la realidad. El relato de la crisis política
de Nicaragua pasó a la cancha ciudadana a través de las redes sociales, la
calle y medios independientes. La narrativa oficial no logró la credibilidad
que el gobierno nicaragüense esperaba.

 

El presidente Daniel Ortega, consciente del contrapoder de la opinión
pública, días antes de las protestas, había intentado controlar los
contenidos en Internet. Pero no tuvo éxito y no le quedó otra opción que
engavetar la iniciativa de ley, al menos, temporalmente.

 

Periodistas y medios de comunicación independientes han emitido dos
pronunciamientos condenando los ataques a la libertad de expresión y la
libertad de prensa, en los cuales reconocen el extraordinario despliegue de
las personas que, haciendo uso de su derecho constitucional, han brindado
información a través de las redes sociales. «Gracias a su empoderamiento, se
está derrotando la censura y el monólogo oficial. Rechazamos los planes del
régimen de imponer la censura y cortapisas para limitar este derecho
ciudadano», manifiesta el comunicado.

 

En los momentos más intensos de la represión, las redes sociales se
convirtieron en la principal fuente de información para los medios de
comunicación. Era casi imposible dar cobertura a todos los ataques que
ocurrían casi simultáneamente en varios departamentos del país.

 

De esta manera, las redes se convirtieron en una plataforma para denunciar a
nivel nacional e internacional la represión y los asesinatos
extrajudiciales, cuya responsabilidad recae sobre Daniel Ortega y la cadena
de mando de la Policía Nacional, como lo señaló Amnistía Internacional.

 

Las marchas han sido pacíficas. Las armas del pueblo han sido los morteros,
las barricadas, los tranques y las redes sociales, particularmente Facebook
y Twitter, donde se ha evidenciado la represión y no solo de las protestas
actuales, tal como dice Dolly Mora.

 

Igualmente, las redes sociales han jugado un papel fundamental para la
convocatoria a las acciones masivas. Afiches y videos circulaban en Facebook
y Twitter; así como en grupos de WhatsApp, Telegram y Signal llamando a la
población a unirse a las marchas.

 

Cada celular, un ojo. Represión al descubierto

 

Mientras Daniel Ortega y Rosario Murillo intentaban ocultar sus crímenes, la
ciudadanía se encargó de sacarlos a luz pública. El régimen no solo perdió
el control de las calles. También perdió el de la información. La ciudadanía
documentó las agresiones con sus celulares y dejó al descubierto a los
responsables.

 

El gobierno acusó a los manifestantes de incendiar instituciones públicas y
medios de comunicación, de saquear supermercados y tiendas, de realizar
ataques para culpar al gobierno. Sin embargo, centenares de fotografías y
videos demostraron fueron las fuerzas de choque del gobierno y
paramilitares, actuando en coordinación o con el beneplácito de la Policía
Nacional.

 

Las denuncias en las redes sociales y en medios de comunicación también
evidenciaron cómo el gobierno utilizó a las fuerzas irregulares para
asesinar, secuestrar, torturar y generar caos, imponiendo un estado de
sitio.

 

«La persona que se atreve a grabar a su agresor con un celular, tiene
conciencia de derecho, de denuncia. Las redes sociales son instrumentos que
los jóvenes en resistencia pacífica están sabiendo utilizar, grabando a
quienes les disparan», explicó María José Díaz.

 

#SOSNicaragua: marchas, represión y asesinatos en Facebook

 

Lo que era impensable antes del 18 de abril, acabó sucediendo. Una serie de
marchas multitudinarias dirigieron sus dardos al poder de Daniel Ortega. Han
vuelto las canciones de protestas y las viejas consignas. «¡El pueblo unido,
jamás será vencido!», gritan las masas, alzando banderas azules y blancas.

 

La mayoría viste de negro y blanco, con pasamontañas o pañoletas azules y
blancas para tapar sus caras. Los morteros son infaltables. Los estudiantes
llevan cruces de madera con mochilas colgadas, en homenaje a sus compañeros
asesinados. También portan mantas y pancartas con las fotografías y los
nombres de las personas asesinadas. Desde los altoparlantes leen sus nombres
y la muchedumbre responde: «¡Presente, presente!». «Es imposible olvidar y
perdonar», dice la población.

 

Las marchas son transmitidas en vivo a través de Facebook por jóvenes,
quienes comparten con sus amigos y seguidores la emoción de participar en
las ellas.

 

La represión y los asesinatos también han sido transmitidos en Facebook. El
asesinato del periodista de Bluefields Ángel Gahona, el 21 de abril de 2018,
fue visto al instante. Gahona transmitía en vivo las protestas de Bluefields
cuando recibió varios disparos en la cabeza. «Ustedes pueden ver la puerta y
las paredes del cajero de Banpro, totalmente destruidas», fueron sus últimas
palabras. Luego, se escucharon los disparos y Ángel cayó al suelo. El video
en Facebook se hizo viral y la conmoción invadió al país.

 

El 20 de abril, Franco Valdivia, de 24 años, estudiante de derecho y rapero,
fue asesinado por un francotirador en el municipio de Estelí, al norte de
Nicaragua, mientras participaba en las protestas contra el gobierno, según
denunció su familia. Minutos antes, él había denunciado en Facebook las
agresiones. «Andábamos en la marcha los jóvenes y las personas de la tercera
edad, de manera pacífica y ellos (antimotines) vinieron a tirarnos bombas»,
declaró Franco mostrando una bala de goma en sus manos.

 

El 30 de mayo, día de las madres nicaragüenses, el régimen de Daniel Ortega
y Rosario Murillo, se ensañó con la madre de todas las marchas, la
movilización más multitudinaria durante la jornada de protestas. Al menos
dieciocho personas fueron asesinadas por paramilitares y policías, quienes
dispararon desde el Estadio Nacional Denis Martínez. La masacre fue
transmitida en Facebook por periodistas y ciudadanos que quedaron atrapados.
El caos y el terror se apoderaron de la multitud que huía en diferentes
direcciones. Más de 5.000 lograron refugiarse en la Universidad
Centroamericana (UCA). En uno de los videos se observa a un grupo de
personas subir un herido a una moto para trasladarlo al hospital, pero
lamentablemente fallece.

 

El 14 de junio de 2018, Ezequiel Martínez, de 22 años, fue asesinado durante
un operativo de antimotines y paramilitares para remover un tranque en
Tipitapa, Managua. En el video que se virilizó en las redes sociales, se
observa sus últimos minutos de vida. «Le dieron a Ezequiel», grita uno de
sus compañeros. El joven, con su celular en mano, camina desangrándose hasta
llegar a una acera, se sienta y se desvanece.

 

Eran días y noches de incertidumbre, impotencia e indignación. «Auxilio, nos
están disparando», «nos están atacando, necesitamos que vengan los medios,
los obispos», eran los dramáticos llamados en audios y videos que se
publicaban en Facebook o que llegaban a los grupos de WhatsApp, Telegram y
Signal. Los obispos, acompañados de medios de comunicación, fueron a mediar
muchas veces, logrando salvar centenares de vidas.

 

El volumen de información que circulaba en Facebook, Twitter y aplicaciones
de mensajería, obligó al periodismo a sacrificar la inmediatez para dar más
tiempo a la verificación.El periodista, Mario Misael Centeno, declaró al
medio digital Maje, que los flujos de información eran tan grandes que ni
los propios periodistas podían administrar o confirmar. Las fake news
estaban a la orden del día. Se publicaban en las redes sociales o se
distribuían en cadenas de chat. Uno que otro medio se vio en la tentación de
publicar pero, en general, se cumplió con el deber de verificar.

 

En Facebook circulaban listas de personas asesinadas. Una que otra aparecía
viva o había fallecido por causas no vinculadas a la represión. Aunque
fueron casos aislados, Daniel Ortega, los medios oficialistas y cuentas de
Facebook y Twitter afines a grupos progubernamentales, emprendieron una
campaña de manipulación para minimizar los asesinatos, como si los 195
reconocidos por el propio Ortega no fuesen suficientes.

 

Paul Oquist, asesor del presidente Ortega, declaró a medios internacionales
que muchas de las noticias que llegan sobre la violencia en Nicaragua son
fake news y acusó a las organizaciones de derechos humanos de estar
«parcializadas». En los mismos términos se pronunció el canciller Denis
Moncada en la Organización de Estados Americanos (OEA), quién responsabilizó
a la oposición de fabricar o inventar muertos.

 

La Comisión de la Verdad, Justicia y Paz, señala en su informe preliminar
(actualizado al 4 de julio de 2018), que hay 209 personas fallecidas (12
mujeres y 197 hombres), producto de la represión. Es decir, catorce más de
las que aceptó el presidente Daniel Ortega en una entrevista con el
periodista Andrés Oppenheimer, de la cadena CNN. Dicho informe hizo hincapié
en que tiene conocimiento de ocho personas que algunas organizaciones
reportaron como fallecidas, pero quienes a través de distintos medios
aclararon que están vivas. Lo que no dice la Comisión de la Verdad es que
estos casos fueron subsanados en la lista de personas fallecidas, presentada
por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que en su última
actualización reporta 317 muertes.

 

Marlon Josué Martínez es uno de los casos que menciona la Comisión de la
Verdad, Justicia y Paz. Marlon publicó un video en Facebook, aclarando que
pudo haber sido una confusión o una broma, pero los medios oficialistas
manipularon la información. «Lo que está pasando en Facebook es totalmente
falso. Hay un caído con mi nombre y apellido, pero es un chavalo de Ciudad
Sandino, yo ahora estoy en España, hace un año que salí de Nicaragua. No sé
si usaron mi imagen, si hicieron alguna broma o fue por equivocación», dijo.
El «caído» que menciona Marlon Josué Martínez es Marlon Manases Martínez,
asesinado el 20 de abril en el municipio de Ciudad Sandino, Managua.

 

El informe de la Comisión de la Verdad, liderada por Gustavo Porras
(presidente de la Asamblea Nacional y coordinador del Frente Nacional de los
Trabajadores), señala que Franklin Valdivia Machado, de Estelí, es otro de
los jóvenes que está vivo. Pero, en realidad, el asesinado fue Franco
Valdivia Machado. Jairo Hernández, según la comisión de Porras, está vivo,
pero el medio oficialista «Viva Nicaragua Canal 13» lo reportó como
fallecido, «víctima de los grupos criminales de la derecha». El informe de
la CIDH lo reporta como Jairo Mauricio Hernández.

 

#QueremosLaPaz

 

El hashtag del gobierno promovía la paz y la no violencia. Pero Ortega no ha
cesado la represión ni ha desarmado a los grupos paramilitares, pese a los
reiterados llamados de la CIDH, la OEA, la Conferencia Episcopal de
Nicaragua (CEN) y la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos.

 

En lugar de la paz, Ortega sembró el terror. Paramilitares encapuchados y
agentes de la policía dispararon indiscriminadamente contra la población
civil desde las llamadas «camionetas de la muerte». Los «autoconvocados» han
compartido fotografías y videos en las redes sociales donde se observa a
estas «fuerzas combinadas», disparando a civiles.

 

En pancartas y pintadas se critica el discurso del gobierno. «Por el día
rezan y por la noche disparan», dicen. En las redes se leen comentarios como
este: «Yo no creo en un gobierno que reza por el día y asesina por la noche,
un gobierno que nos quiere intimidar con los saqueos, un gobierno que nos
roba la paz». 

 

En nombre de la paz, la seguridad y la libre circulación, la Policía
Nacional implementó un violento operativo para quitar los tranques y
barricadas, dejando a su paso decenas de asesinatos y centenares de heridos.
El gobierno alegó que en los tranques y barricadas se promovían asaltos,
extorsiones, violaciones y asesinatos. Lo que no aclaró es que esto ocurría
en los tranques y barricadas de sus paramilitares, lo cual fue usado como
pretexto para poner en marcha la llamada «operación limpieza», que tenía
como objetivo deshacerse de los núcleos de resistencia pacífica y
desbloquear las carreteras.

 

También en nombre de la paz, la policía y los paramilitares-policías
voluntarios, según la última versión de Ortega, han ejecutado una cacería
casa por casa para detener a líderes de las protestas, tranques y barricadas
y presentarlos como terroristas.

 

El Mecanismo Especial de Seguimiento para Nicaragua (MESENI) de la CIDH
documentó la intensificación de la represión y los operativos desplegados
por agentes de la Policía Nacional y grupos parapoliciales en el contexto de
la llamada «operación por la paz», acción que habría cumplido con el
objetivo de desmantelar los tranques ubicados en diferentes ciudades del
país. El MESENI confirmó que ha recibido información alarmante sobre la
activación de prácticas de persecución judicial y criminalización contra
quienes participaron en diversas formas de protesta desde el 18 de abril.

 

Además, la CIDH advirtió que tras el levantamiento de tranques, mediante el
uso de la fuerza, las autoridades realizaron numerosas detenciones
arbitrarias, efectuadas por grupos encapuchados y armados. «Las personas no
son informadas de sus derechos al momento de la detención, ni de los cargos
que se les imputan; tampoco se exhiben órdenes judiciales, ni sus familiares
reciben información sobre el lugar al que fueron llevados», añade.

 

Con el hashtag #JusticiayReparación para las «víctimas del terrorismo
golpista», la Juventud Sandinista (JS) y los medios oficialistas, continúan
justificando los crímenes que el gobierno de Daniel Ortega no ha logrado
explicar.

 

Para el periodista y escritor Guillermo Cortés, la campaña pretende
«desacreditar la insurrección cívica y presentarla como un intento de golpe
suave, financiado desde el exterior y no como una justa lucha de amplios
sectores del pueblo que se rebelaron contra su mal ejercicio del poder».

 

La mayoría de la población nicaragüense, efectivamente, quiere la paz, pero
no de pura retórica. Quienes verdaderamente quieren la paz están conscientes
de que sólo es posible si el país se enrumba hacia la democracia. «Tenemos
que reprogramarnos para una sociedad democrática, donde el caudillismo no
tenga cabida», han expresado los jóvenes nicaragüenses, quienes tienen la
inmensa tarea de democratizar el país. El reto es inmenso, pero no
imposible. 

 

* Julio López es licenciado en Comunicación Social con experiencia en radio
y televisión. Es periodista del programa radial Onda Local. Es docente de la
Universidad de Ciencias Comerciales (UCC) de Nicaragua e integrante del
equipo de coordinación del Programa de Formación Social y Político “Agentes
de Cambio Nicaragua”. Sus áreas de especialidad son la producción
radiofónica, cobertura multimedia, periodismo de investigación y cobertura
de temas ambientales, específicamente de cambio climático y desarrollo
sostenible. Este artículo fue escrito con la colaboración de Cristopher
Mendoza y Duyerling Ríos.

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