Argentina/ La experiencia del feminismo villero [Mariana Greif]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Sep 20 00:44:41 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

20 de setiembre 2018

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Argentina

 

Feminismo villero: la experiencia de la Villa 21-24 

 

Un espacio de contención y empoderamiento colectivo de La Poderosa para las
mujeres villeras.

 

Mariana Greif

 

La Diaria, 19-9-2018

https://feminismos.ladiaria.com.uy/

 

El lugar es del tamaño de una habitación, pero tiene lo básico para
convivir, trabajar y construir: baño, mesas, bancos y una jarra eléctrica,
el elemento clave para que nunca falte el mate. Las paredes blancas están
recién pintadas, y en una de ellas luce una cartelera con las actividades
que se desarrollan en el espacio todas las semanas. También hay imágenes de
mujeres referentes como Nora Cortiñas, titular de Madres de Plaza de Mayo
Línea Fundadora, y la activista brasileña Marielle Franco, asesinada en
marzo de este año. En una de las esquinas superiores, un cartel grita: “Ni
una menos”. Los ventanales, que llegan hasta el piso, dan hacia la avenida
Iriarte, la calle principal de la Villa 21-24 y la única que está asfaltada.

 

Estamos en el interior de la Casa de la Mujer, un proyecto del Frente de
Géneros del movimiento popular argentino La Poderosa. La describen como “un
lugar de contención con ejes en derechos humanos, salud y educación, así
como en recreación, trabajo y diversidad, para empoderar desde abajo a toda
la comunidad”. La primera casa fue inaugurada en marzo en la Villa 31. La de
la Villa 21-24 se inauguró el 23 de julio. Todavía se siente el olor a la
pintura fresca.

 

La casa es fácilmente identificable. En el frente, arriba de los ventanales,
un mural pintado a mano anuncia: “Casa de la Mujer. Frente de Género de La
Poderosa. Feminismo villero”. El espacio es autogestionado por las vecinas y
las puertas están abiertas a todas las mujeres. Los varones no tienen
permitida la entrada. La comunidad lo sabe desde el primer día y no insiste.

 

“¿Por qué entran solamente las mujeres? Porque cuando nos juntamos entre
nosotras podemos pensar otras cosas y surgen un montón de cuestiones re
copadas. Además, al momento de compartir, una va generando una confianza que
creemos que sólo surge si las que te rodean son otras mujeres”, explica a la
diaria la coordinadora de la Casa de la Mujer de esta villa, Jésica
Azcurraire. “En otros espacios te callás más, no decís muchas cosas porque
hay varones y no sabés cómo expresarlo, porque te da vergüenza o porque no
sabés cómo van a reaccionar ellos. Pensamos esto para poder tener esa
intimidad que a veces solamente las mujeres comprendemos”, agrega.

 

El otro motivo de restringir el acceso es que muchas veces las mujeres no se
acercaban a la casa porque sus parejas no les permitían formar parte de
espacios donde había otros varones. “Pasó que sus parejas, por celos, les
decían a las pibas que no vengan a los talleres porque ‘seguramente acá
estaba su macho”, y una persona violenta obviamente no va a querer que esa
mujer se apropie de estos espacios”, cuenta Azcurraire. “No queríamos
generar esas situaciones”, explica, porque “está bueno que las mujeres se
acerquen a la casa y puedan salir de a poco de la situación de violencia”.

 

La idea de crear una Casa de la Mujer surgió de la necesidad de tener un
espacio de encuentro, capacitación, información y contención para mujeres en
los barrios. “Hace un tiempo, después de las asambleas barriales, nosotras
nos dimos cuenta de que no teníamos un espacio de encuentro; hasta entonces
ese espacio era en la calle o en la casa de alguna vecina. Por lo tanto,
hace un año y medio, dijimos: el barrio necesita una casa de la mujer”,
recuerda Azcurraire. “Ahí empezamos a soñar y a pensar en lo que queríamos
hacer”, rememora. Las mujeres imaginaban un espacio “lleno de talleres”, en
donde pudieran adquirir conocimientos y capacitación laboral pero también
“información, que posteriormente iba a dar el pie para poder hablar de un
montón de cosas y combatir la desinformación sobre algunos temas”. De a
poco, las vecinas se animaron a compartir sus conocimientos y cada una formó
su taller. Hoy, las talleristas son alrededor de 20.

 

Más que un refugio

 

De lunes a viernes, la casa de las mujeres está a todo ritmo: hay entre tres
y cuatro actividades por día. Uno de los talleres brinda apoyo escolar y
alfabetización para mujeres adultas que quieren terminar la escuela o el
liceo. También hay clases de tejido, reciclado de ropa, encuadernación y
baile.

 

La Casa de la Mujer cuenta, además, con el taller Pibas ATR, dirigido a
adolescentes que estén interesadas en cine, fotografía y fanzines. A la
cabeza de este curso está María, la hermana de Azcurraire, quien intenta
generar proyectos desde la empatía y “la mirada del barrio”. La coordinadora
de la casa cuenta que su hermana superó hace poco una “situación de consumo
problemático muy grave” y que su batalla ha motivado a otras. “Sabemos que
en el barrio la droga está marcada y son nuestras pibas las que terminan
cayendo en esa situación. Pero algunas se reapropiaron de este taller y se
animaron a encarar proyectos porque, además, saben que lo da una persona que
pasó por la misma situación que ellas”, cuenta Azcurraire.

 

Otro de los cursos más populares es el de estética y belleza, a cargo de la
cooperativa Mica Gaona, surgida luego del femicidio de Micaela Gaona, en
julio de 2017, en la Villa 21. Su caso se convirtió en el primer femicidio
villero que se judicializó, y su asesino fue condenado a cadena perpetua.

 

En este curso, las vecinas pueden aprender peluquería, maquillaje y
depilación. Pero Azcurraire insiste en que la cooperativa es mucho más que
eso: “No es solamente de estética y belleza, sino que también se dan charlas
con perspectiva de género para que las mujeres puedan identificar las
distintas experiencias que van viviendo y se animen a contarlas”.

 

Además de los talleres, la Casa de la Mujer cuenta con un eje de salud que
articula las demandas de las mujeres del barrio con los Centros de Salud y
Acción Comunitaria (Cesac). En particular, las responsables hacen la
conexión para conseguir consultas médicas –en un barrio en el que los
centros de salud “no dan abasto”– y otros insumos, como la pastilla del día
después, tests de embarazo o preservativos. El grupo de salud también
organiza charlas con las trabajadoras de los Cesac para “derribar mitos” en
cuestiones de sexualidad y métodos anticonceptivos.

 

La casa tampoco cierra los sábados, que son los días de “mateada” entre
todas las vecinas. Antes de esa actividad, las talleristas se reúnen para
hacer un seguimiento de la situación de cada una de las mujeres que acuden a
la casa: saber si están atravesando algún proceso personal difícil, si hay
algo que les impida asistir a los talleres o si necesitan algún tipo de
ayuda. “El seguimiento es re importante”, aclara Azcurraire. “Acá estamos
para acompañar, esta es una casa de encuentro y un lugar seguro. Hay grupos
de Whatsapp de cada taller, y estamos ahí siempre, más allá de estas
paredes”.

 

Abortar en la villa

 

Cuando las mujeres de la villa se propusieron “combatir la desinformación”
que circulaba en el barrio, uno de los temas principales que surgieron fue
el del aborto clandestino, que este año revolucionó la agenda social en
Argentina y fortaleció al movimiento feminista. Azcurraire recuerda que fue
en la Villa 21-24 que se organizó el primer “pañuelazo” por el aborto legal,
seguro y gratuito mientras el Congreso argentino debatía en torno a la ley
para despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo. En su opinión, la
villa dio ese primer paso porque está “mucho más organizada que otros
barrios”. Esta villa es la más grande de Capital: según datos oficiales,
allí habitan 1.334 familias.

 

Poner la problemática del aborto clandestino sobre la mesa no fue fácil y
formó parte de un proceso lento, cuenta la coordinadora de la casa. Una de
las razones fue la fuerza que tiene la iglesia en el barrio: “La iglesia
cumple otro rol acá, y la idea no es sacar a las mujeres de ahí, porque para
muchas es un espacio de contención”.

 

El Frente de Género de La Poderosa tiene cuatro años, pero recién este año
decidió posicionarse públicamente a favor del aborto legal, seguro y
gratuito. La razón, plantea Azcurraire, es evidente: “Somos las pobres las
que nos morimos por los abortos clandestinos, y ninguna quiere que se siga
muriendo su vecina, su hija, su hermana, su amiga. Ninguna más. Queremos que
cada una pueda elegir sobre su cuerpo”.

La influencia de la iglesia y el conservadurismo impregnado en muchas
familias llevó a que las feministas villeras se cruzaran con historias de
mujeres que vivían “realidades muy duras” pero estaban “totalmente negadas”.
En algunos casos, participar en los distintos espacios en la Casa de la
Mujer inició en estas mujeres un “proceso lento” que terminó en el apoyo a
la legalización del aborto y a su participación en las distintas
manifestaciones a favor de la ley. “Una no quiere que se mueran las mujeres
que tiene al lado. Somos nosotras las sobrevivientes, tenemos que gritar que
las villeras nos morimos y que no tenemos ese privilegio de vivir en otro
lado y poder pagar un aborto seguro para no morir”.

 

Azcurraire cree que, muchas veces, a las villeras no les dan lugar en la
lucha feminista. “Luchan por nosotras, pero nosotras podemos luchar solas”,
reflexiona. “Tenemos un lugar, un poder de decisión, tenemos boca. Siempre
la luchamos, porque nacimos luchando. Ser mujer en un barrio donde el Estado
está ausente todo el tiempo ya es vivir luchando el día a día, es resistir
todo el tiempo”, agrega, antes de asegurar que ellas sufren una doble
estigmatización: por ser mujeres y por ser villeras.

 

Ilustra lo que dice con una situación personal. Hace poco le tocó buscar
trabajo, como enfermera, y en las aplicaciones no escribió su verdadero
domicilio porque siempre siente que sus estudios y sus logros pierden
credibilidad cuando se enteran de que vive en una villa. Para colmo, es
mujer.

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