Francia/ Ventas de armas y petróleo: la servidumbre culpable con Arabia Saudita [Thomas Cantaloube y Edwy Plenel]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Sep 22 12:24:23 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

22 de setiembre 2018

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Francia

 

Venta de armas y petróleo: la servidumbre culpable de Francia con Arabia
Saudí 

 

Al igual que sucedió con François Hollande, la Presidencia de Emmanuel
Macron alinea su política en Oriente Medio con los intereses de Riad. Una
elección inmoral -la venta de armas utilizadas en la sucia guerra de Yemen-
e irresponsable, acentúa una dependencia energética y geopolítica
desastrosa.

 

Thomas Cantaloube y Edwy Plenel 

 

Mediapart, 19-9-2018, edición en español *

https://www.mediapart.fr/es/

 

Desde hace un año y medio, se recibe regularmente en el Palacio del Elíseo a
dirigentes de ONG humanitarias y de defensa de los derechos humanos para
hablar de la tragedia provocada por la guerra en Yemen o para quejarse de
las abundantes ventas de armas francesas a las dictaduras, en particular a
los países del Golfo Pérsico y Egipto. Una y otra vez son muy bien recibidos
por los asesores, que escuchan atentamente sus puntos de vista e incluso
parecen « aprobar [sus] mensajes de alerta y [sus] recomendaciones », según
un integrante de estas organizaciones que ha participado en varias de dichas
reuniones.

 

Sin embargo, invariablemente, en los días y las semanas siguientes, estos
emisarios constatan que no se les ha escuchado y, sobre todo, que no se les
ha tenido en cuenta. Como si se hubiesen dirigido a personas sordas. Hay un
punto geográfico de fricción que reaparece regularmente: Arabia Saudí. La
monarquía teocrática absoluta parece intocable.

 

Puede bombardear 3 a civiles en Yemen de forma indiscriminada; puede
encarcelar indefinidamente a activistas de la democracia y de los derechos
de la mujer y ejecutar a un número creciente 3 de condenados; puede
practicar un islam de lo más riguroso, que no tiene nada que envidiar a las
teorías de Daesh; puede empobrecer a su población mientras sus élites se
hartan de comprar yates y castillos en el extranjero; puede secuestrar al
jefe de gobierno de un país amigo 3, Líbano; puede hacer todo eso que
Francia nunca levanta la voz. Y lo que es peor, halaga a Riad o le extiende
la alfombra roja a la menor oportunidad. ¿Qué no haría París para ganarse a
Arabia Saudí? Aparentemente todo.

 

El fenómeno no es del todo nuevo, pero viene cobrando cada vez más
importancia en los últimos años, primero con François Hollande en la
presidencia y luego con Emmanuel Macron -Nicolas Sarkozy, prefería Catar-.
El reciente nombramiento de un fiel macronista, Sylvain Fort, al frente de
la comunicación en el Elíseo puede aumentar aún más esta inclinación hacia
los saudíes: la agencia que él mismo fundó, Steele & Holt, se encargó, tras
aceptar su cargo en el Elíseo y dejar dicha empresa, de asegurar la
comunicación del Reino y del príncipe heredero en Francia con el objetivo de
mejorar su imagen y, según el diario  3Le Monde 3, de acompañar la firma de
un acuerdo de colaboración con la Ópera de París.

 

Armas, petróleo e Irán; esta es la tríada que dicta la relación de Francia
con el reino wahabí y le lleva a hacer la vista gorda ante una de las
autocracias más regresivas y mortales del planeta.

 

Con François Hollande, su leal Jean-Yves le Drian fue a la vez ministro de
Defensa y ministro de Armamento. Con su gabinete, el antiguo barón
socialista de Lorient, feudo de la Dirección de Construcción Naval (ahora
Grupo Naval), era conocido como el más acérrimo promotor de la venta de
armas francesas a países que deseaban equiparse con misiles, aviones y
tanques. Fue el primero en conseguir vender el avión Rafale de Dassault 

 

Tras incorporarse a las filas de Macron, en mayo de 2017, se instaló, junto
a su círculo íntimo, en el ministerio de Asuntos Exteriores, y según las
confidencias de varias personas próximas al gobierno, « sigue vigilando la
venta de armamento y continúa siendo uno de los interlocutores privilegiados
de nuestros principales clientes ». Por lo tanto, la diplomacia francesa no
es la del respeto de los derechos humanos, como se proclama a menudo, sino
la de los intereses de la industria armamentística. Sabiendo que a Riad no
le faltan los cortesanos en este campo, sobre todo en Estados Unidos, París
se esfuerza por hacer todo lo que está en su mano para mantener la mejor
relación posible. No se culpa a Arabia Saudí de las muertes evitables de
civiles en Yemen, aunque se puedan emplear armas francesas para este fin,
como no ha descartado Florence Parly, ministra de Defensa. El silencio es la
consigna cuando las defensoras de los derechos de las mujeres han sido
encarceladas arbitrariamente 3 durante más de 100 días, a diferencia de lo
que ocurre en Canadá (leer el artículo de Mediapart en francés).

 

Y cuando la ONU trata con dificultar de arrojar algo de luz sobre el destino
de la población en Yemen con la ayuda de un grupo de expertos de Naciones
Unidas, París pone la zancadilla a los procedimiento en la maquinaria de la
organización para luego guardar silencio cuando su presidente evoca en voz
alta la posibilidad de que Arabia Saudí sea culpable de crímenes de guerra
(leer el siguiente artículo en francés: Face aux possibles crimes de guerre
de la coalition, Paris se tait – Frente a los posibles crímenes de guerra de
la coalición, París se calla).

 

Del mismo modo, cuando Emmanuel Macron se jacta de haber permitido la
liberación de Rafik Hariri en noviembre de 2017 durante una escala en Riad,
« fue después de haber luchado duramente durante varias horas con el
príncipe Mohamed bin Salman, tan irrespetuoso con Francia, cuando el
presidente tuvo que recordarle que hablaba con una potencia del Consejo de
Seguridad », contaba hace unos meses un diplomático al que se le informó de
este intercambio.

 

Frente a este servilismo, no es de extrañar que las ONG y los defensores de
los derechos humanos sientan que están predicando en el desierto: pueden
hablar con asesores y miembros del ejecutivo bien intencionados, pero sus
palabras son barridas sin vacilar por los adultos al frente: Macron,
Jean-Yves Le Drian, empresarios, partidarios de la (verdadera) politik
empresarial.

 

Francia nunca se ha hecho una foto de familia sellando un pacto « petróleo
por seguridad » con la monarquía saudí, como lo hizo el encuentro entre
Franklin Roosevelt y el rey Ibn Saud en febrero de 1945, pero las relaciones
entre los dos países siempre han sido buenas. En 1979, incluso París salvó
al reino de la cruel humillación cuando la Meca fue tomada, con el apoyo
clandestino de la GIGN.

 

Francia, es verdad, tiene ideas y no tiene petróleo, pero necesita
desesperadamente oro negro. De 1990 a 2012, Rusia fue el principal proveedor
de hidrocarburos de París. Pero desde 2013, Arabia Saudí ha pasado al primer
plano: en 2015, el último año del que se tienen cifras, Riad suministró el
18,6% del petróleo crudo comprado por Francia. Dadas las tensiones con
Moscú, obviamente se ha vuelto muy complicado enfadarse con los saudíes. A
diferencia del mercado de armas, en el que el comprador se encuentra en una
posición de fuerza, el poder sobre el mercado del petróleo pertenece al
vendedor. Por lo tanto, París sale doblemente derrotado frente a Riad.

 

Además de esta doble sumisión económica, Francia se ha unido a las
complicadas alianzas en Oriente Medio del lado de Arabia Saudí contra Irán.
Desde entonces, ha quedado fuera de juego en la alianza bélica de Mohamed
bin Salman y Benjamin Netanyahu, en un cambio asombroso en el que el enfoque
ideológico (y financiero) del peor terrorismo islamista se ha convertido en
el aliado más cercano de un Estado israelí comprometido con la extrema
derecha y sus ilusiones de apartheid.

 

Esta elección francesa es puramente política. Se debe al lento ascenso de
los neoconservadores franceses al ministerio de Asuntos Exteriores y al
Elíseo, que comenzó con Sarkozy, continuó con Hollande y ahora con Macron.
Este puñado de altos funcionarios alineados con la posición bushista del «
eje del mal » ha ido ganando influencia. Para ellos, Irán es una amenaza
mucho mayor para la paz mundial que Arabia Saudí, a pesar de que 15 de los
19 terroristas suicidas del 11 de septiembre de 2001 eran saudíes; a pesar
de la propagación del rigorismo wahabí por el resto del mundo, especialmente
en Europa; a pesar de la ausencia de cualquier tipo de contrapoder frente a
la familia que dirige el Reino.

 

La atención prestada a la posible adquisición de armas nucleares por parte
de Teherán se ha convertido en un obstáculo para cualquier evaluación
racional del peligro. Durante los años de negociaciones que condujeron a los
acuerdos de Viena sobre la energía nuclear iraní, los negociadores
franceses, según han confesado, fueron mucho más duros y recalcitrantes que
los diplomáticos estadounidenses.

 

Irán no es, ciertamente, un dechado de virtudes ni un modelo de respeto de
los derechos fundamentales, pero es un país con corrientes de expresión
contradictorias, con elecciones, con una población altamente educada
dispuesta a romper décadas de aislamiento. Sobre todo, no es un país donde
los estados de ánimo de un soberano, o de su hijo, son capaces de poner
patas arriba el gobierno de las instituciones de la noche a la mañana, de
amenazar a un vecino con la guerra si no se somete a una lista de deseos, o
de construir planes de desarrollo que servirán principalmente para
enriquecer a los bancos extranjeros. Todo lo cual se lleva a cabo en Arabia
Saudí con el liderazgo actual del príncipe heredero Bin Salman.

 

Esta decisión de cortejar a Riad en lugar de discutir pacíficamente con
Teherán y, al hacerlo, alinearse con la posición de los Estados Unidos de
Trump, llevó a París a alejarse inmediatamente cuando Washington denunció el
acuerdo nuclear en mayo de 2018. Mientras que el ministro de Economía Bruno
Le Maire, en un principio (¿gaulliste?) había prometido que Francia no se
dejaría dictar por su política comercial, las empresas francesas que habían
regresado a Irán (Peugeot, Total, Airbus) rápidamente hicieron las maletas
para complacer a Estados Unidos, pero también a Arabia Saudí.

 

« Pensemos en todas las cosas que el petróleo nos hace aceptar, olvidar y
tolerar ». En 2006, hace más de diez años, un político francés de primer
nivel expresó en voz alta su enfado contra una situación que llevó a no
poner « suficientemente en cuestión a estos reinos, estos emiratos, estos
regímenes totalmente corruptos y de ninguna manera democráticos, a los que
vendemos armas por las que nuestros presidentes actúan como representantes
comerciales, mientras que la condición de la mujer se limita a la llegada de
pocas diputadas a las Cámaras de Comercio de Riad o Yeda ».

 

En un fuerte credo ecológico, instaba a « salir del petróleo lo antes
posible », añadiendo que esta revolución es « necesaria desde todos los
puntos de vista, no sólo desde el punto de vista medioambiental ». « La
dependencia del petróleo », resumió, « no es sólo una cuestión ecológica, ni
incluso una cuestión de fuente de suministro. Es un problema político: hasta
que no nos hayamos distanciado, hasta que no hayamos construido nuestra
independencia, no recuperemos nuestra libertad, seremos débiles, blandos e
inescrupulosos ».

 

Este líder francés hablaba en plata en un libro en el que, además, reclamaba
Le Devoir de vérité [El deber de la verdad]. Su nombre es François Hollande
y seis años después de estas lúcidas palabras, se convirtió en presidente de
la República Francesa, un presidente que será el que más frecuentará, de la
V República, a la monarquía absoluta saudí. « Débil, blandos, sin
principios... ». Sí, así es. 

 

* Mediapart, versión española: Mariola Moreno, infoLibre 3, socio editorial
de Mediapart. Edición Irene Casado Sánchez

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