Uruguay/ Crisis militar y pol韙ica. El poder de la impunidad al desnudo [Samuel Blixen - Mariana Achugar]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Abr 5 20:40:49 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

5 de abril 2019

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Uruguay

 

La semana en que Tabar茅 V谩zquez descabez贸 la c煤pula de Defensa

 

De giros inesperados 

 

No aclares, que oscurece. El dicho popular alcanz贸 un gran rating en la crisis pol铆tica desencadenada a ra铆z de las confesiones del teniente coronel Jos茅 Gavazzo (1) sobre el asesinato del tupamaro Roberto Gomensoro, contenidas en las actas de un Tribunal de Honor, que provocaron la destituci贸n de seis generales, entre ellos, el comandante del Ej茅rcito que hab铆a sido nombrado d铆as antes por Tabar茅 V谩zquez.

 

Samuel Blixen

Brecha, 5-4-2019

https://brecha.com.uy/

 

La destituci贸n de los militares y la renuncia inducida del ministro de Defensa, Jorge Men茅ndez, y su subsecretario, Daniel Montiel, se ha visualizado como un estallido, cuando, en realidad, es un proceso que comenz贸 a mediados de febrero y que transcurri贸 discretamente hasta que un informe period铆stico revel贸 el contenido de las actas del Tribunal de Honor. El relevo del comandante del Ej茅rcito Guido Manini R铆os, el 15 de marzo, y el nombramiento de su sucesor, general Jos茅 Gonz谩lez, fueron consecuencia de las cr铆ticas a la actuaci贸n de la justicia que el primero de los nombrados formul贸 en un documento cuando solicit贸 entrevistarse con el presidente para que se produjera una definici贸n sobre la homologaci贸n del fallo del tribunal. Ese fallo absolv铆a a Gavazzo de lesionar el honor de las Fuerzas Armadas, a pesar de haber sido condenado por 28 homicidios y desapariciones. El tribunal condenaba, en cambio, a Gavazzo a pasar a la situaci贸n de reforma por haber permitido que un coronel, Juan Carlos G贸mez, permaneciera en prisi贸n durante tres a帽os, cuando sab铆a que era inocente. Las opciones de los generales que actuaron en el tribunal revelaron varas distintas para sopesar injusticias: tomaron medidas frente al encarcelamiento de un coronel, pero eludieron tomar aquellas que pudieran satisfacer a los familiares de 28 v铆ctimas asesinadas.

 

En ese momento, 16 de marzo, nadie, ni el presidente V谩zquez, ni el general Manini, ni el secretario de la Presidencia, Miguel 脕ngel Toma, ni el ministro de Defensa en funciones, Montiel, explic贸 por qu茅 Gavazzo sab铆a de la inocencia de G贸mez. Hubo, en ese momento, una apuesta por mantener un discreto silencio en la esperanza de que el asunto se olvidara. Entre otras cosas, se incurri贸 en la flagrante contradicci贸n de ascender a la jefatura del Ej茅rcito a un general que no advirti贸, en la consumaci贸n de 28 asesinatos, una lesi贸n al honor militar.

 

Fue necesario que lo inexplicable e inexplicado tomara estado p煤blico cuando el periodista Leonardo Haberkorn public贸 en El Observador detalles de las declaraciones que Gavazzo formul贸 ante los generales Gonz谩lez, Alfredo Erramun y Gustavo Fajardo. En el tribunal, Gavazzo admiti贸 que en 1973 se hizo cargo del cuerpo de Roberto Gomensoro, lo traslad贸 en un veh铆culo hasta el R铆o Negro, lo embarc贸 en una lancha y finalmente lo arroj贸 a las aguas. Declar贸 que todo lo hab铆a hecho 茅l solo, sin ayuda, con la evidente intenci贸n de subrayar que no involucraba a subalternos.

 

La publicaci贸n de parte de las actas hizo trizas la pol铆tica de silencio. Ante el nuevo panorama, el presidente tom贸 dr谩sticas medidas: destituy贸 a los tres generales del tribunal, entre ellos, al flamante comandante que hab铆a asumido hac铆a una semana, y comunic贸 que aceptaba la renuncia del ministro de Defensa y del subsecretario. Primero un comunicado de la Presidencia y luego declaraciones que V谩zquez formul贸 para el informativo de Vtv pretendieron atenuar las aristas m谩s oscuras del episodio. V谩zquez, que ya hab铆a encomendado al presidente del Frente Amplio, Javier Miranda, que difundiera la noticia de que 茅l, el presidente, no estaba en conocimiento de la confesi贸n de Gavazzo, en sus declaraciones al periodista Gabriel Pereyra admiti贸 que no hab铆a le铆do el expediente, aunque hab铆a sido informado de 茅l. Explic贸 que por d铆a firmaba unos 50 documentos. De todas formas, aclar贸 que estaba dispuesto a asumir la responsabilidad pol铆tica de los hechos.

 

Las ambig眉edades y las opacidades de que hicieron gala los principales protagonistas sufrieron otro sacud贸n, cuando el diario El Pa铆s revel贸 que a mediados de febrero el ministro Men茅ndez, no bien recibi贸 y ley贸 las actas del tribunal, se dirigi贸 a la Torre Ejecutiva y se entrevist贸 con V谩zquez, a quien interioriz贸 del contenido de las actas. Como explic贸 despu茅s el presidente, le pidi贸 a Men茅ndez que trasladara al secretario de la Presidencia, Miguel Toma, los antecedentes y que se efectuara la denuncia penal correspondiente. Tal como revel贸 El Pa铆s, Men茅ndez se entrevist贸 con Toma, por m谩s que este colorado, hombre de confianza de Tabar茅 V谩zquez, neg贸 esa entrevista y pretendi贸 deslindar la responsabilidad en una conversaci贸n telef贸nica que no lo deja muy bien parado. Fue necesario que el propio Men茅ndez, aquejado de una grave enfermedad que lo oblig贸 a solicitar licencia a principios de marzo, dejara por escrito todos los detalles en una carta que elev贸 al presidente. Reci茅n entonces, Toma admiti贸 haberse reunido con Men茅ndez y haberse enterado de las confesiones de Gavazzo. Sin embargo, deslind贸 la responsabilidad al depositar en el Ministerio de Defensa la tarea de formular la denuncia penal que el presidente le hab铆a encomendado a 茅l. Con ello, Toma le pasaba la pelota a Montiel, ministro en funciones, cuya actuaci贸n en todo el episodio mereci贸 un respaldo del Mpp.

 

La carta de Men茅ndez despej贸 un aspecto que provocaba escozor en el Frente Amplio: la duda de si el presidente sab铆a o no los extremos de la declaraci贸n de Gavazzo. Ahora no cabe duda de que V谩zquez fue alertado de la confesi贸n del delito. Otra cosa es saber con qu茅 minuciosidad ley贸 el documento, si es que lo ley贸, lo que no reduce su responsabilidad.

 

Lo m谩s grave es que la documentaci贸n no s贸lo refiere a confesiones de Gavazzo, sino que tambi茅n incluye confesiones y denuncias del coronel (r) Jorge 鈥淧ajarito鈥 Silveira, quien revel贸 que Gavazzo tambi茅n asesin贸 a otro tupamaro, en 1974. Silveira afirm贸, adem谩s, que Gavazzo era responsable de unas cien desapariciones. Todo eso estaba en el expediente que V谩zquez no ley贸. Un agudo observador de la realidad pol铆tica coment贸: 鈥淗ay que recordar que un vicepresidente de la Rep煤blica, nada menos, fue obligado a renunciar por la compra indebida de un colch贸n con una tarjeta institucional鈥.

 

Ambig眉edad y gatopardismo

 

En el cocido de este guiso hay dos ingredientes principales: uno, la pervivencia, a trav茅s de las sucesivas generaciones de oficiales, de una concepci贸n invariable de la doctrina de la seguridad nacional, una defensa del terrorismo de Estado y un compromiso f茅rreo con la omert脿. La actitud del ex comandante Manini R铆os de ordenar la continuaci贸n de las actuaciones del tribunal, a pesar de que fue informado del tenor de las declaraciones de Gavazzo y Jorge Silveira, es una prueba de esa actitud. Tambi茅n la de los tres generales, que se sometieron a la disciplina cuando, como funcionarios p煤blicos, estaban en la obligaci贸n de formular una denuncia ante el conocimiento de un delito.

 

Al justificar su actitud, Manini expres贸 que la confesi贸n de Gavazzo no era una novedad, porque ya hab铆a sido procesado en el expediente del asesinato de Gomensoro, pero se cuid贸 de no comentar que Silveira acusaba a Gavazzo de otros dos delitos, por lo menos: la muerte de Eduardo P茅rez Silveira, v铆ctima de la explosi贸n de una granada arrojada a su celda del cuartel de Artiller铆a n煤mero 1 en 1974, y la desaparici贸n de Mar铆a Claudia Garc铆a de Gelman, en diciembre de 1976 o enero de 1977. Aunque enf谩ticamente afirm贸, en el acto de proclamaci贸n de su candidatura a la presidencia de la Rep煤blica, que no hab铆a escondido nada, despu茅s, en una entrevista concedida a B煤squeda, admiti贸 que, quiz谩s, hab铆a sido un error no formular la denuncia correspondiente.

 

El otro ingrediente tiene que ver con la ambig眉edad y el gatopardismo del poder pol铆tico en la cuesti贸n de los derechos humanos. No era necesaria la confesi贸n de Gavazzo para conocer el horror de los cr铆menes de la dictadura, tal como expres贸 Julio Mar铆a Sanguinetti. De hecho, el ex presidente en sus dos mandatos hizo lo posible por impedir la investigaci贸n del terrorismo de Estado: archiv贸 los expedientes de las denuncias y bloque贸 los intentos de desarticular la impunidad que 茅l mismo impuls贸.

 

V谩zquez, al comentar las confesiones de Gavazzo, concluy贸 que se desmoronaba la pol铆tica del silencio sobre las atrocidades del pasado. Parece un exceso de optimismo, porque nada induce a pensar que espont谩neamente, ahora, todos los guardianes de los secretos har谩n cola para confesarse. De hecho, la confesi贸n de Gavazzo est谩 directamente relacionada con la forma en que el ej茅rcito encara los tribunales de honor (v茅ase nota aparte).

 

Entre los aplausos por la destituci贸n de los seis generales (tres del Tribunal de Honor y tres del Tribunal de Alzada), el pedido al Parlamento para el pase a reforma de otros tres y las cr铆ticas por la forma opaca en que el gobierno administr贸 la crisis, la oposici贸n tiene la oportunidad de apoyar la creaci贸n de instrumentos que permitan y faciliten la investigaci贸n de los cr铆menes y definan las responsabilidades. Ante el 鈥渉orror鈥 ahora 鈥渄escubierto鈥, todos coinciden en la necesidad de reparar las omisiones, pero el 煤nico camino sugerido es dejar que la justicia penal tome cartas en el asunto (v茅ase nota aparte).

 

Para encauzar efectivamente la investigaci贸n de los cr铆menes, es necesario que el poder pol铆tico (gobierno y Parlamento) otorguen las herramientas para ubicar los archivos militares que contienen los informes sobre las actuaciones de la represi贸n. El llamado 鈥淎rchivo Berrutti鈥, una colecci贸n voluminosa de im谩genes microfilmadas, aporta indicios sobre d贸nde buscar la informaci贸n concreta: hay por lo menos 12 archivos de otros tantos organismos militares, que deber铆an ser ubicados y sacados a luz. El ex ministro Men茅ndez ensay贸 algunas iniciativas al autorizar el ingreso a determinadas unidades para la digitalizaci贸n de sus archivos; y el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, autoriz贸 la digitalizaci贸n del archivo de la Direcci贸n Nacional de Informaci贸n e Inteligencia. Sin embargo, no existe hasta ahora un equipo oficial, con los recursos necesarios para estudiar todo ese material. Una tarea de tal magnitud, a realizar de forma independiente y a resguardo de presiones, s贸lo puede llevarla a cabo alg煤n organismo con respaldo parlamentario, como la Instituci贸n Nacional de Derechos Humanos, entre cuyas atribuciones est谩, precisamente, la potestad de ingresar a cualquier lugar sin aviso previo.

 

La ubicaci贸n de los archivos sobre los operativos militares es una tarea que a煤n est谩 por encararse. Quiz谩s el nuevo ministro de Defensa Nacional, Jos茅 Bayardi, disponga alguna iniciativa concreta en ese sentido.

 

los relatos en el tribunal. Tal vez la novedad m谩s interesante que aport贸 la confesi贸n de Jos茅 Gavazzo en el Tribunal de Honor que lo juzg贸 por una eventual lesi贸n del honor militar (adem谩s de provocar la crisis que dej贸 en evidencia la hipocres铆a militar y el gatopardismo pol铆tico) es la confirmaci贸n de un principio castrense que obliga a revisar la 贸ptica con que se mide la responsabilidad penal en los casos de delitos de lesa humanidad.

 

Seg煤n las reproducciones de parte de las actas (que saludablemente deber铆an ser puestas al acceso de todos), Jos茅 Gavazzo relat贸 ante los generales del tribunal que en el cuartel de La Paloma encontr贸 sin vida a un prisionero que estaba siendo interrogado. Gavazzo no dice que 茅l lo mat贸, que es responsable de la muerte, pero dice que inmediatamente le comunic贸 la novedad al jefe de la unidad, el coronel Alfredo Rubio. 脡l, Gavazzo, por entonces mayor, era el segundo jefe de esa unidad de Artiller铆a. La confesi贸n describe que, despu茅s de dar detalles a Rubio, ambos se trasladaron a la Regi贸n Militar n煤mero 1 y le comunicaron lo sucedido al general Esteban Cristi. En el despacho del jefe de la Regi贸n, Cristi decidi贸 que se desprendieran del cuerpo de Gomensoro, es decir que el asesinado pasar铆a a ser un desaparecido. Entonces, Gavazzo relata que, obviamente con la autorizaci贸n de Rubio, traslad贸 el cuerpo hasta el R铆o Negro y lo lanz贸 al agua.

 

Esta versi贸n de Gavazzo fue corregida por el coronel (r) Jorge Silveira, quien, al declarar en el tribunal, dijo que Rubio, profundamente enojado por la muerte de Gomensoro, se hab铆a trasladado solo al comando de la regi贸n para informar a Cristi. Gavazzo hab铆a quedado en el cuartel.

 

A los efectos del significado del relato, son irrelevantes las diferencias entre las versiones. Lo que importa es que el mayor Gavazzo inform贸 a su superior, Rubio, y este inform贸 a su superior, el general Cristi. Y que, producto de ello, hubo una orden de actuar para remediar la situaci贸n. El ejemplo confirma una convicci贸n extendida entre militantes de derechos humanos y pol铆ticos sensibilizados con el tema: todos los actos militares requieren la correspondiente orden superior; el mando debe siempre estar informado de los sucesos y ordenar en consecuencia. Puede haber excepciones, casos en los que un subordinado act煤a sin el visto bueno de su superior, pero, en ese caso, la venganza ser谩 terrible, porque la iniciativa socava el pilar de la verticalidad del mando; la obediencia debida es la contracara del control absoluto del mando. La iniciativa debe contar siempre con el respaldo superior para concretarse, y la iniciativa que no cuenta con la autorizaci贸n es severamente castigada.

 

Los legajos de los oficiales de las Fuerzas Armadas est谩n repletos de sanciones por esa causa. De lo que se desprende que ning煤n oficial tomar谩 la iniciativa de asesinar a un prisionero si no cuenta con la autorizaci贸n superior. Puede que ocurra un accidente y que la muerte no sea premeditada, pero siempre habr谩 una intervenci贸n del superior.

 

Si ese es el criterio que rige para la vida militar, entonces hay que concluir que las atrocidades del terrorismo de Estado fueron ordenadas o avaladas por el superior. Si un comando de militares uruguayos asesin贸 en Buenos Aires a Zelmar Michelini y H茅ctor Guti茅rrez Ruiz, fue porque cont贸 con la debida autorizaci贸n. Y el enterramiento de Julio Castro, por poner otro ejemplo, en el predio del Batall贸n 14 de Infanter铆a, en Toledo, debe de haber contado con el conocimiento y la autorizaci贸n del jefe de la unidad de aquel entonces, agosto de 1977. 驴Qu茅 autoridad pod铆a llegar a ejercer ese comandante con sus subordinados, si cualquiera pod铆a entrar en los predios del cuartel a enterrar cuerpos? Por el contrario, es dable suponer que ese superior sab铆a qui茅n orden贸 el enterramiento, qui茅n le dio la orden y qui茅nes ejecutaron la acci贸n, oficiales y soldados. Sin embargo, hasta ahora nadie pregunta, en cada caso investigado, qui茅n daba las 贸rdenes, qui茅n autorizaba.

 

Otro punto de reflexi贸n es por qu茅 en los tribunales de honor se cuenta, se dice, se admite lo que se niega en otros 谩mbitos, en especial en la justicia. Gavazzo, por ejemplo, neg贸 siempre ante los magistrados tener algo que ver con el asesinato de Gomensoro, pero lo confiesa en el tribunal. Una explicaci贸n aceptable es que la norma, en las Fuerzas Armadas, dicta que en los tribunales de honor se debe decir la verdad, quiz谩s porque los miembros del tribunal, oficiales superiores, no pueden permitir que un subordinado les mienta en la cara y los enga帽e. Es otra forma inadmisible de atentar contra la verticalidad del mando.

 

Este tribunal, que tanta repercusi贸n ha tenido, no es una excepci贸n. Hay otras actas, en las que los oficiales han admitido lo que en otras instancias han negado. Por ejemplo, en el tribunal que juzg贸 la conducta de Manuel Cordero, 鈥渁cusado鈥 de ser homosexual, algunos de los acusadores admitieron que secuestraron, interrogaron y presionaron a civiles que concurr铆an a los mismos bares frecuentados por Cordero para obtener pruebas. Admitieron que hab铆an amenazado a dichas personas con represalias si llegaban a difundir lo que hab铆an vivido. Cordero, por su parte, se defendi贸 con un argumento irrebatible: en las fechas de las acusaciones, en 1976, 茅l permaneci贸 en comisi贸n en Buenos Aires todo un a帽o, lo que signific贸 la confirmaci贸n de que estuvo actuando en Automotores Orletti, torturando a uruguayos secuestrados, como fue acusado por decenas de v铆ctimas.

 

Para redondear ejemplos: el coronel (r) Ernesto Ramas admiti贸 ante un tribunal que hab铆a realizado el secuestro extorsivo de un narcotraficante a quien acus贸 de ser 鈥渢errorista鈥 para mantenerlo incomunicado en el centro clandestino de La Tablada, mientras se tramitaba una transferencia bancaria. Y el coronel Eduardo Ferro, enfrentado en un tribunal con su colega de la inteligencia Carlos Silva, admiti贸 que el Sid manten铆a relaciones estrechas con la Cia.  

 

Nota  

 

1) Uno de los principales represores de la dictadura, se le tipificaron 28 homicidios. Actualmente con 鈥減risi贸n domiciliaria鈥 por 鈥渞azones de salud鈥, contin煤a cobrando la jubilaci贸n de militar en 鈥渟ituaci贸n de reforma鈥. (Redacci贸n Correspondencia de Prensa) 

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La impunidad y la defensa de los Derechos Humanos 

 

Mariana Achugar *

La Diaria, 4-4-2019

https://ladiaria.com.uy/

 

En una sociedad que acepta la violencia y la impunidad del Estado como algo inevitable se deslegitima e invisibiliza a quienes luchan por defender los derechos humanos. El Estado tiene un papel sustantivo en la reproducci贸n de la cultura de la impunidad. Hoy, como a lo largo de estos casi 34 a帽os transcurridos desde que finaliz贸 la dictadura, el Estado y sus instituciones han optado por pol铆ticas de memoria o indiferencia que tienen peso en la organizaci贸n de las relaciones de poder en nuestra sociedad y en las garant铆as que tenemos de que se protejan nuestros derechos. Pasado y presente est谩n interrelacionados, y la cultura de la impunidad contin煤a.

 

La disputa por darle credibilidad social y construir un acuerdo sobre qu茅 signific贸 el pasado dictatorial tiene que ver con las luchas pol铆ticas del presente. Existen y continuar谩n existiendo m煤ltiples relatos sobre el pasado, pero prevalecen aquellos que tienen que ver con las relaciones de poder en un momento particular, como lo demuestra el caso de Argentina, donde hoy se discute cu谩ntos fueron los desaparecidos.

 

En Uruguay, a pesar de 15 a帽os de gobiernos progresistas, la lucha por verdad y justicia, as铆 como la defensa de los derechos humanos b谩sicos, son retos vigentes en nuestra democracia.

 

Las revelaciones sobre el Tribunal de Honor en el que se legitimaron cr铆menes de desaparici贸n, asesinato y tortura, junto con el mensaje emitido la semana anterior por el Ministerio del Interior justificando el seguimiento y posterior detenci贸n de dos j贸venes que participaban en una marcha pac铆fica, demuestran la normalizaci贸n de la impunidad a nivel institucional. Estos casos ponen en evidencia la complicidad del Estado en la reproducci贸n de una cultura de impunidad.

 

Lamentablemente, vivimos en un contexto en el que la impunidad se ha naturalizado y la violaci贸n de los derechos humanos ha pasado a segundo plano. En estos d铆as el tema logr贸 tener m谩s visibilidad debido a su resonancia medi谩tica, pero hasta ahora el foco de las campa帽as pol铆ticas y los medios hab铆a estado en la seguridad centrada en la protecci贸n de la propiedad privada. La violencia de la que se habla en el 谩mbito p煤blico es la relacionada con el robo, no con la violencia ejercida por grupos poderosos o por el Estado. Las soluciones que se discuten son la militarizaci贸n de la sociedad y el incremento de la vigilancia a la ciudadan铆a.

 

El Estado hace caso omiso a los reclamos y demandas de la sociedad civil organizada que pide verdad y justicia, y estos reclamos casi no son registrados por los medios masivos. Como establece el informe de las investigaciones sobre pol铆ticas de verdad y justicia en la regi贸n publicado por la Universidad de Oxford (Lessa, 2019), las v铆ctimas, los familiares y las organizaciones de derechos humanos han tenido un papel clave al presentar denuncias e iniciar causas, ya que en Uruguay en ning煤n caso la Fiscal铆a General de la Naci贸n actu贸 de oficio. Hay dos ejemplos claros de esta situaci贸n. En primer lugar, el caso de las ex presas pol铆ticas que en 2011 hicieron una demanda judicial por cr铆menes sexuales durante el per铆odo 1972-1983. Los denunciados fueron casi 100 militares y civiles, de los cuales s贸lo cinco han sido procesados. Ocho a帽os despu茅s, la causa sigue abierta. En segundo lugar, est谩 la denuncia de acad茅micos, abogados y activistas sociales que fueron amenazados de muerte por el llamado Comando Barneix. Estas personas amenazadas, que cuentan con el apoyo de cientos que expresaron su solidaridad, solicitaron al gobierno que se investigara la situaci贸n, pero todav铆a no han recibido respuesta a su pedido. La inacci贸n y falta liderazgo pol铆tico para aclarar estos casos y conseguir justicia promueven la cultura de la impunidad y naturalizan una cultura institucional en la que quienes ejercen la violencia desde instituciones del Estado lo hacen sin rendir cuentas.

 

Las recientes informaciones sobre espionaje en democracia, la videovigilancia durante las marchas, y el uso de tiras en marchas de movimientos sociales son una indicaci贸n de que algunas pr谩cticas t铆picas de la dictadura no han desaparecido. Todos somos sospechosos, no sujetos de derecho. Este tipo de contexto favorece una cultura en la que no existe responsabilidad penal o administrativa de quienes violan derechos humanos.

 

驴Por qu茅 tiene que haber una noticia en la prensa sobre cr铆menes durante la dictadura para que se cumplan las leyes y se revise a qui茅n se pone a cargo de las Fuerzas Armadas? 驴Por qu茅 se usan c谩maras de videovigilancia y operativos con m谩s de diez veh铆culos policiales para detener a un joven que particip贸 en una marcha en defensa de nuestro derecho a tener agua limpia o por estar en desacuerdo con un proyecto como UPM2? 驴Por qu茅 no se usan esas c谩maras u operativos para encontrar a los que amenazaron de muerte a defensores de los derechos humanos o para indagar a quienes han sido acusados de cr铆menes sexuales durante la dictadura? La celeridad y eficiencia operativa que se demuestra en el caso de quienes se manifiestan en contra de ciertas pol铆ticas y de cierto modelo de desarrollo desaparecen cuando se busca a los responsables de cr铆menes durante la dictadura o a quienes destruyen radios populares o destruyen sitios de memoria.

 

Los derechos y las garant铆as legales deben ser defendidos para todas y todos, y en todo caso. No puede haber situaciones de excepci贸n. Este tipo de argumentaci贸n fue la que justific贸 el terrorismo de Estado, como demuestra el an谩lisis del discurso militar durante la dictadura (Achugar, 2008). No estamos en una dictadura, pero las limitaciones de los derechos ciudadanos coartan nuestra democracia.

 

Hoy, en un contexto en el que los derechos humanos y las democracias est谩n siendo atacados en la regi贸n y en gran parte del mundo, no podemos aceptar esta situaci贸n de impunidad ante la vulneraci贸n de derechos b谩sicos como la libre expresi贸n, el acceso a la justicia y la protesta. Para afianzar la democracia tenemos que garantizar nuestro derecho a exigir que las formas y procedimientos establecidos para proteger a la ciudadan铆a se cumplan. Deben marcarse las responsabilidades de las autoridades que no se hacen cargo o que son omisas ante estas violaciones de derechos.

 

Transformar la cultura de la impunidad a nivel del Estado requiere, como m铆nimo, asegurarnos de que no formen parte de nuestras instituciones quienes no defienden los derechos humanos y el funcionamiento democr谩tico. Tambi茅n se necesita revisar la Ley Org谩nica Militar, redise帽ar los planes de estudio militares y reducir la cantidad de efectivos, como sugiere la organizaci贸n Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos. Adem谩s, necesitamos preparar a quienes trabajan en la Polic铆a y en el Ministerio del Interior en el respeto a las leyes y los procedimientos dise帽ados para resguardar nuestros derechos. La deconstrucci贸n de la impunidad requiere una serie de pol铆ticas aplicadas sistem谩ticamente para transformar esta cultura instalada en las instituciones del Estado. 

 

* Mariana Achugar es docente e investigadora de la Universidad de la Rep煤blica.

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