WikiLeaks/ Ascensión y caída de Julian Assange [Benedetto Vecchi]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Abr 14 13:36:08 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

14 de abril 2019

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WikiLeaks

 

Ascensión y caída de Julian Assange

 

Benedetto Vecchi *

Il Manifesto, 13-4-2019

https://global.ilmanifesto.it/

Traducción de Lucas Antón – Sin Permiso

http://www.sinpermiso.info/

 

La imagen de la detención de Assange por agentes de Scotland Yard señala el
final de una era de activismo en la Red…mediante un acto de traición. Solo,
cansado, tras años de actividad, se había convertido en una molestia para
sus anfitriones ecuatorianos, una piedra en el zapato en las relaciones de
Ecuador con los Estados Unidos.

 

Washington, y sobre todo el Pentágono, han sido muy diligentes en buscarle
la ruina a Assange, después de que WikiLeaks publicara materiales
clasificados sobre una operación de guerra sucia a cargo de soldados
norteamericanos que se les fue de las manos, matando a varios civiles y
periodistas iraquíes. La detención de Assange señala el final de una
historia que hundía sus raíces en el activismo de los medios de la Red.
Había tejido sin escrúpulos una madeja de alianzas, tanto con medios
convencionales de envergadura como con líderes políticos hostiles al libre
flujo de información (Vladimir Putin, sobre todo), sacando en ese proceso
secretos impronunciables a la luz pública.

 

Durante muchos años, su organización, WikiLeaks, ha sido sinónimo de una
forma de activismo digital que desfila bajo las banderas de la
transparencia, elevada por su radical oposición contra el secreto militar e
industrial y la manipulación de la realidad por parte de los medios. En sus
misiones de guerrilla en territorio enemigo, tanto dentro como fuera del
hiperespacio, Assange se alió con muchos extraños compañeros de cama, desde
los “hackers” más politizados y radicales (Anonymous) a directores de cine
radicales (Ken Loach) y los mejores periodistas de investigación (Glenn
Greenwald), hasta reveladores de secretos en el ejército norteamericano
(Chelsea Manning), y creó las condiciones para que gente como Edward Snowden
tomara la decisión de poner al descubierto las felonías de la Agencia
Nacional de Seguridad  (NSA) norteamericana. 

 

Su imprudente comportamiento personal, junto a las alegaciones de violación
en Suecia, le convirtieron en objeto de críticas, incluso por parte de
quienes luchan en el mismo bando. Concentraba en su persona la dirección de
WikiLeaks, no dudando en expulsar a quienes cuestionaban sus decisiones y
mostrando signos de egocentrismo y desconsideración por las necesidades de
su organización. Sus opciones tuvieron como resultado una caída en el apoyo
a WikiLeaks, lo que le llevó a tomar otras decisiones con muy poca
transparencia, como cuando se avino a trabajar para una televisión rusa
financiada por Putin. O, ciertamente, cuando entró en contacto con gente
vinculada a  Donald Trump durante la campaña de 2016 para las elecciones
presidenciales norteamericanas, dando a entender que podía proporcionar
correos electrónicos y documentos que dejarían en mal lugar a Hillary
Clinton.

 

A cada paso, Assange ha tratado de justificar sus acciones como una forma de
luchar contra la incesante campaña librada contra él por los servicios
secretos norteamericanos, una pretensión que se ha vuelto cada vez menos
plausible con el tiempo. Al final, se quedó solo y sin aliados. No podemos
más que esperar que sea capaz de evitar la extradición a los EE.UU., donde
se le acusa de conspiración para socavar la seguridad nacional, acusación
que tendra sin duda como resultado un periodo de cárcel, con una elevada
probabilidad de que sus captores le encierren y tiren la llave. Hay que
luchar para que no suceda eso, porque la labor de WikiLeaks ha sido valiosa.

 

A medida que Internet se iba convirtiendo en el medio que es hoy, Assange
reconocía su auténtico potencial de contrainformación. Tras diligentes
esfuerzos por verificar la información, publicado ingentes recopilaciones de
información cuya autenticidad nunca se ha desmentido, sin poner en riesgo la
vida de nadie. Así, por ejemplo, entre ellos se contaban documentos y
correos electrónicos de empresas petrolíferas en los que se podía leer
acerca de la corrupción de políticos africanos (por ejemplo, en Kenia o
Nigeria); o documentos en los que gestores británicos de firmas financieras
con oficinas en Asia hablaban con franqueza acerca de sus actividades
especulativas, que probablemente empobrecían a regiones enteras del planeta
para enriquecer al 1 % de la élite global.  

 

Pero la némesis número uno de WikiLeaks ha sido el Pentágono, pues ha
publicado un material revelador acerca de las fechorías cometidas durante la
guerra de Irak, o la guerra global contra el terrorismo islámico, en el que
los militares norteamericanos no se distinguieron precisamente por su
respeto por las vida de los civiles. Al mismo tiempo, Assange no dudó en
llamar a las puertas de los medios principales, proponiendo colaboraciones
con el objetivo de publicar los documentos que la página de  WikiLeaks ponía
a su disposición en medios de información regulares.

 

En todo esto, Assange se ha mostrado flexible, pragmático, y poco propenso a
un comportamiento partidista. Merece ser justamente elogiado por ello, junto
al hecho de que ha elevado la reputación de la profesión de “hacker” de la
mera busca del enriquecimiento personal a levantar la noble enseña de la
defensa del libre flujo de la información, otorgando así legitimidad a las
acciones de Anonymous. No obstante el éxito global de la película V for
Vendetta, no se habría adoptado la máscara de Guy Fawkes como símbolo
icónico de movimientos sociales si WikiLeaks no hubiera decidido apoyar y
promover —sólo fuera por tiempo breve — el lema de Anonymous: “Somos
legión”.

 

Julian Assange ha recorrido desde luego un camino muy largo desde sus raíces
como  joven activista australiano, bajo la enseña del “cypherpunk”,
impulsando la agitación y propaganda en favor del anonimato en la Red y
contra el excesivo poder de gobiernos y empresas. En el cambio de milenio,
acababa de llegar al foro social de Porto Alegre, donde distribuía
materiales sobre su bisoña organización desde detrás de un mostrador. Más
tarde, hubo de refugiarse durante siete años en la embajada de Ecuador, un
país cuyo presidente afirmó en cierta ocasión que era populista, de
izquierdas y antiimperialista, pero se convirtió más tarde en populista
neoliberal y amigo de los EE.UU.  Assange hubo de pasar muchos años solo,
sin poder acceder a fondos de WikiLeaks. Sin embargo, a lo largo de todo
este tiempo, lo que más ha cambiado ha sido la Red misma.  

 

Hoy el manto de la transparencia radical lo ha recogido de modo perverso
Facebook, Twitter e Instagram, mientras Whatsapp, en nombre de la
privacidad, recurre al encriptado para evitar que puedan leerse los
mensajes, prometiendo así anonimato. En resumen, las mismas corporaciones
gigantescas contra las que siempre se batió Assange son las que ahora llevan
la voz cantante. Es una ironía de la historia que su detención se
transmitiera en vivo y en directo en “streaming”, en consonancia con el
principio de transparencia radical que Internet le garantiza a todo el
mundo, ya se trate de activistas radicales, o de vendedores sin escrúpulos
de conexión social en forma de espacio para la publicidad. 

 

* Benedetto Vecchi, periodista del diario italiano 'il manifesto', cuyas
páginas culturales dirige. Autor, entre otros libros, de 'La rete
dall´utopia al mercato' (manifestolibri, 2015) e 'Il capitalismo delle
piattaforme' (manifestó libri 2017). Fue impulsor además de un libro de
Zygmunt Bauman, 'Identidad: conversaciones con Benedetto Vecchi'. (Losadsa,
2018).

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