Francia/ Notre Dame: las trágicas consecuencias de una política incendiaria [Manon Boltansky]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Abr 21 11:17:54 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

21 de abril 2019

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Francia

 

Notre Dame: las trágicas consecuencias de una política incendiaria

 

Manon Boltansky 

NPA, 16-4-2019 

https://npa2009.org/

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur 

https://vientosur.info/

 

El lunes 15 de abril de 2019 quedará en la historia como el día en que Notre
Dame de París fue devastada por las llamas. En el momento de escribir estas
líneas el incendio parece controlado y solo algunos focos residuales siguen
contenidos por las y los bomberos, temiendo riesgos de rebrote. En realidad
habrá que esperar varios días o semanas para conocer la extensión de las
pérdidas y los daños causados por el incendio, el hundimiento del armazón de
la cubierta y de la aguja así como las consecuencias de los centenares de
miles de litros de agua lanzados para apagar las llamas sobre las
estructuras y las obras de arte que no han podido ser evacuadas.

 

Las causas del incendio siguen siendo aún desconocidas aunque un inicio
accidental proveniente de los espacios ocupados por los trabajos de
renovación parece hoy la pista privilegiada por las autoridades y
profesionales. Solo la investigación permitirá aclarar esto en los hechos,
pero podemos afirmar ya que las responsabilidades no hay que buscarles ni
señalarlas en eventuales errores individuales… sino claramente del lado de
una política global y de una suma de responsabilidades colectivas en la
cúspide de las cuales se encuentra la del Estado, responsable de la
seguridad del sitio y director de los trabajos en curso.

 

¿Qué consecuencias?

 

Las primeras informaciones entregadas por los bomberos indican que “el
conjunto de la cubierta está siniestrada, el conjunto del armazón está
destruido, una parte de la bóveda se ha hundido” por la caída de la aguja
cuyas impresionantes imágenes son mostradas en la portada de todos los
periódicos. Esta aguja, así como una parte del techo y del armazón de la
cubierta databan de los trabajos efectuados en el siglo XIX por
Viollet-le-Duc. El resto del armazón hundido databa del siglo XIII,
reconstruido con vigas de madera provenientes de la primera construcción en
el siglo XII, y había sido llamado por su importancia y tamaño “la selva”.
Al desplomarse, la aguja ha hundido una parte de la bóveda de piedra de la
catedral pero no parece (a día de hoy) haber puesto en peligro la estructura
general. Numerosas reliquias, obras de arte y objetos habrán sido afectados
por el fuego, la ceniza y el agua y una parte de los plomos de las vidrieras
ha sido también afectada de forma más o menos importante. El gran órgano que
acababa de ser restaurado parecería haber sufrido también daños importantes.

 

Las primeras reacciones

 

Muchos parisinos y parisinas se han reunido, en medio de una gran emoción,
al pie de la catedral… Pero las reacciones políticas bastante menos sinceras
y espontáneas no han tardado tampoco en multiplicarse. Macron el primero,
sin duda feliz por haber podido evitar su prevista intervención televisiva
(para anunciar las medidas que planteaba para atajar la crisis social de las
y los chalecos amarillos y otros movimientos sociales ndt) para pasar a
jugar el papel de “salvador” del patrimonio, de la Nación y de su unidad
reencontrada (¡sic!). Tras él y sobre el mismo tema, todos los racistas,
fascistas y nacionalistas patentados se han ido sucediendo con rapidez para
hablarnos del corazón de la herencia cristiana de la nación (¡y de la
civilización!) atacada. Algunos avanzan ya por el terreno del complotismo
islamofobo más craso…

 

¿Se podía prever o evitar algo así?

 

Al margen de los hechos precisos que la investigación permitirá quizás
determinar, una catástrofe de tal amplitud solo puede ser fruto de una
cadena colectiva de responsabilidades. Este accidente pone a la luz dos
problemas estructurales y señala la responsabilidad directa del Estado: de
una parte, la política de los sucesivos gobiernos de desinversión en la
salvaguarda y mantenimiento del patrimonio (igual que en el conjunto de los
servicios públicos). De otra, la insuficiencia de las normas de seguridad en
los trabajos patrimoniales (lo mismo que ocurre en el conjunto de los
trabajos de los edificios públicos). “Lo que ha pasado tenía que pasar. La
falta de un real mantenimiento y de una atención cotidiana a un edificio de
una importancia mayúscula es la causa de esta catástrofe. No se trata de
buscar responsables, la responsabilidad es completamente colectiva porque es
el monumento más colectivo del país”, explicaba J.M Léniaud (presidente del
consejo científico del Instituto Nacional del Patrimonio). Desinversión
financiera y falta de personal. El estado de los edificios patrimoniales es
muy a menudo deplorable, las necesidades en políticas de conservación,
restauración y renovación son inmensas. Las y los profesionales de la
conservación/restauración, así como el conjunto del personal y de las y los
agentes que trabajan en este tipo de edificios públicos, dan testimonio de
ello y no dejan de lanzar alertas que se quedan en letra muerta. Los
accidentes, humanos y materiales, son desgraciadamente moneda corriente.

 

Hacer pagar a las y los más pobres

 

Según el presidente Macron, “esta catedral la reconstruiremos entre todos y
todas”. Precisemos de paso, por un lado, que no será él quien la reconstruya
(como tampoco fue construida en su época por el obispo Maurice de Sully sino
por las y los miles de trabajadores, obreros y artesanos, que se han
sucedido a lo largo de los siglos). De otra parte, que para ello sería
preciso que el Estado invirtiera en su reconstrucción… lo que no parece que
sea la idea. Macron, al contrario, ya ha anunciado este martes 16 de abril
el lanzamiento de una “suscripción nacional” para financiar la restauración…
En 2017 fue necesario que una fundación privada encontrara la financiación
(privada) y acordara con la diócesis el lanzamiento de los trabajos de
renovación que estaban en curso, en particular en la aguja y la techumbre.
Esta última no había sido restaurada desde los años 1930… El conjunto del
patrimonio nacional es hoy víctima de ese desinterés del Estado. Pero en el
punto opuesto de esos intereses de dinero, la población, incluyendo sus
componentes más populares, se ha sentido a menudo ligada al patrimonio
público y a los monumentos culturales e históricos… particularmente Notre
Dame, hecha célebre por Victor Hugo como el corazón viviente más popular de
París. La ocasión perfecta para el gobierno de hacer aprobar la financiación
de su restauración sobre las espaldas de una colecta nacional (!). La
maniobra es hábil, pues permite ocultar su propia responsabilidad en el
incendio, y la gente, sinceramente conmovida, se dispone ya a donar. ¡Pero
es al Estado a quien corresponde pagar!. ¡Nuestros impuestos deberían servir
ya para financiar los servicios públicos, incluyendo el de la cultura y el
de un patrimonio accesible para todas y todos!. En lugar de desaparecer en
exenciones fiscales para las mayores empresas…

 

Sin embargo, hay dinero

 

Este drama es sobre todo la ocasión de recordar que la financiación de la
cultura y del patrimonio es de lejos uno de los mejores nichos fiscales que
las y los capitalistas pueden encontrar. Matando dos pájaros de un tiro,
adornan su imagen, a veces puesta muy en cuestión, mediante “generosos”
donativos, y gozan al mismo tiempo de las exenciones fiscales más ventajosas
de toda la (sin embargo) amplia gama ofrecida por los sucesivos gobiernos.
Las y los mecenas se agolpan: 200 millones para LVMH y la familia Arnault
(Bernard Arnault es propietario del grupo de artículos de lujo LVMH, es el
hombre más rico de Francia y primero de la Unión Europea ndt), 100 millones
de Pinault (François-Henri Pinault es considerado uno de los hombres más
ricos del mundo, con una fortuna familiar estimada el 18 de agosto de 2018
de 30 500 millones de dólares ndt) que casi parecen poca cosa, 100 millones
Total y, la guinda del pastel, Vinci (un grupo industrial francés ndt)
propone un “mecenazgo de competencia” y hacer una alianza de constructores
(¿Bouygues, etc?) para trabajar “gratuitamente” en la reconstrucción de la
catedral. El mercado del arte y las inversiones en materia de patrimonio
gozan ya de una fiscalidad particularmente ventajosa, pero entre quienes
hacían “llamamientos a la ayuda” había sin embargo muchos que pedían aún
menos impuestos para “salvar” Notre Dame e incitar a las donaciones… En
primera fila de éstos, el primero de los servidores y símbolo de los lazos
consanguíneos entre la Cultura en el gobierno y los regalos a los más ricos:
J-J Aillagon. Quien hoy demanda la clasificación de la catedral como “tesoro
nacional” a fin de que los donativos gocen de una desgravación fiscal del
90%, fue sucesivamente ministro de Cultura, director del museo personal de
Pinault y luego director del castillo de Versalles… Un llamamiento, por
tanto, probablemente desinteresado…

 

Las decisiones en materia de cultura y de patrimonio son decisiones de
sociedad

 

Evidentemente, tenemos más que dudas sobre la voluntad y los medios que va a
desbloquear el Estado para la reconstrucción. Sobre el conjunto de los
trabajos de los grandes monumentos nacionales (a fortiori de los de menor
posteridad), éste ha optado sistemáticamente por las soluciones “menos
costosas” pero también las menos deontológicas y respetuosas de los
materiales y construcciones originales. No podemos a partir de ahí sino
interrogarnos sobre la reconstrucción que se perfila… Jean Michel Liénaud
sostiene que “para Notre Dame, será lo mismo. No volveremos a ver ni la
aguja ni el armazón de la cubierta. Sin embargo, el desafío del Segundo
Imperio fue reconstruir en 1860 la aguja que había sido desmontada un poco
antes de la Revolución porque amenazaba ruina. Fue una verdadera proeza
neomedieval. Esta vez soy pesimista”.

 

No equivocarse en las prioridades

 

No se pueden sino comprender las reacciones de las y los que señalan el
desprecio y el silencio de las autoridades y de las grandes empresas, sin
embargo todas hoy en primera línea, cuando en noviembre pasado 8 personas
encontraban la muerte en el hundimiento de su insalubre inmueble y
centenares de otras personas se encontraban evacuadas de sus casas de
alquiler sin soluciones de realojamiento, en Marsella. La actual exposición
de donativos nos prueba que cuando están en juego sus intereses
(esencialmente simbólicos y financieros) las empresas pueden encontrar el
dinero y desbloquear sumas considerables en muy poco tiempo. Lo mismo ocurre
con el gobierno, cuando decide ofrecerles regalos… En esta balanza, la vida
de las clases populares solo cuenta si va acompañada de una línea de
exención fiscal. Lo que está en juego es evidentemente incomparable.

 

¿Qué interés tiene financiar viejas piedras?

 

Hay quien se interroga a menudo sobre la pertinencia de invertir tales sumas
de dinero en la cultura o en la preservación del patrimonio (cada vez menos
dinero público por otra parte…), igual que a veces ocurre también en el caso
de la investigación científica abstracta. Pero sería un error oponer
cualquier necesidad social a tales inversiones. El dinero no falta, a poco
que se le vaya a buscar donde está. El patrimonio forma parte de una
propiedad colectiva inestimable. Su valoración y su accesibilidad a todas y
todos tiene que ver con el desarrollo de las y los individuos y de nuestras
sociedades.

 

Escribir una historia diferente

 

Notre Dame, como otros monumentos, forma parte de nuestra historia y de
nuestro inconsciente colectivo. Es importante negarse a dejar lo que
simboliza en manos de nacionalistas de todo pelaje. A través de los tiempos,
ha simbolizado ciertamente las relaciones de poder entre la iglesia católica
y el poder estatal. Pero es también un símbolo deslumbrante de la evolución
de la arquitectura religiosa. En fin, es también un monumento secular de la
historia de París, y Victor Hugo a través de su obra epónima la había ligado
a lo que París tenía de más vivo, bullicioso y popular. Durante la
Revolución francesa, y luego durante la Comuna de París, fue utilizada como
lugar de actividades colectivas y de reuniones políticas, mientras la
Marsellesa y otros cantos revolucionarios resonaban en los tubos de los
grandes órganos. Es también un reto de reapropiación cultural y colectiva de
nuestra clase social.

 

Esta vez no había afortunadamente vidas humanas directamente en juego frente
a los intereses financieros, pero hemos perdido uno de nuestros bienes
patrimoniales colectivos más preciosos… Una vez más sacrificado por este
gobierno y los precedentes como consecuencia de sus incendiarios recortes
presupuestarios…

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