Cultura/ Toni Morrison, la narradora que desnudaba las cicatrices [Silvina Friera - Eduardo Lago]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Ago 7 21:04:14 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

7 de agosto 2019

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Cultura

 

Toni Morrison murió el lunes a los 88 años

 

La narradora que desnudaba las cicatrices

 

Fue la primera mujer negra en ganar el Nobel de Literatura y en sus novelas
defendió los derechos de las mujeres y de la población negra.

 

Silvina Friera

Página/12, 7-8-2019

https://www.pagina12.com.ar/

 

La escritora nació el 18 de febrero de 1931 en Lorain (Ohio) como Chloe
Ardelia Wofford.La escritora nació el 18 de febrero de 1931 en Lorain (Ohio)
como Chloe Ardelia Wofford.La escritora nació el 18 de febrero de 1931 en
Lorain (Ohio) como Chloe Ardelia Wofford.La escritora nació el 18 de febrero
de 1931 en Lorain (Ohio) como Chloe Ardelia Wofford.La escritora nació el 18
de febrero de 1931 en Lorain (Ohio) como Chloe Ardelia Wofford.

 

La escritora nació el 18 de febrero de 1931 en Lorain (Ohio) como Chloe
Ardelia Wofford.

 

El lenguaje de la opresión gravita en el cuerpo y en la palabra. Imprime
cicatrices con su violencia más explícita o soterrada. Toni Morrison –que
murió el lunes a los 88 años- ha pasado a la historia de la literatura no
sólo por ser la primera mujer negra en recibir el Premio Nobel de Literatura
en 1993. Sus novelas –desde la inicial Ojos azules, en la que explora la
alienación de una niña negra que desea ser como Shirley Temple, hasta
Beloved y Jazz- enlazan la historia de su raza y la de los Estados Unidos,
el país donde nació, con los tópicos que son su marca literaria registrada:
la obsesión por las injusticias de raza, de género o de clase –que a veces
están tan conectadas que es difícil discernir donde empieza una y termina la
otra-, las huellas del esclavismo en la vida cotidiana de las mujeres, la
culpa sin origen aparente, el pasado escamoteado que la memoria intentará
rescatar en una batalla desigual contra el olvido.

 

“A los países les gustan los cuentos de la patria porque le da seguridad a
las personas. La realidad es una triste verdad donde tenemos mucho que
ocultar y avergonzarnos –planteaba Morrison-. Lo que pretendo es mostrar que
el conquistador es el que ha escrito siempre, no el que fue conquistado. Yo
hice eso en Una bendición, en Amor y en mis otros libros. Busco hacerlo
desde el lado del conquistado. Lo que hago es quitar las tiritas para que se
vea la cicatriz de la sociedad, la realidad. No hay que tener miedo de mirar
al pasado porque sólo así se sabe quiénes somos”.

 

La gran narradora que encontraba las palabras precisas para quitar las
tiritas y dejar al desnudo las cicatrices con una intensidad excepcional
nació el 18 de febrero de 1931 en Lorain (Ohio) como Chloe Ardelia Wofford.
Hija de un obrero del acero y una ama de casa, le encantaba que su abuela le
contara historias de supersticiones y de sus antepasados. En la Universidad
Howard de Washington empezaron a llamarla Toni, por su segundo nombre con el
que había sido bautizada en la Iglesia Católica: Chloe Anthony.

 

En los años '50 se graduó en Filología Inglesa y en 1958 se casó con el
arquitecto jamaiquino Harold Morrison. Seis años después, el matrimonio se
separó, ella quedó a cargo de sus dos hijos y empezó a trabajar en la
editorial Random House. Como editora le dio protagonismo a Paule Marshall o
Zora Neale Hurston, entre otras escritoras negras. A los 39 años, en 1970,
publicó su primera novela, Ojos azules, como Toni Morrison.

 

En Sula (1973) indaga en la condición de la mujer negra en Estados Unidos,
discriminada por la sociedad y el Estado, abandonada, maltratada y alejada
de la educación para ocuparse del cuidado de sus hijas y del hogar. En 1978
recibió el Premio Nacional de la Crítica norteamericana por La canción de
Salomón, las vicisitudes de un próspero hombre de negocios que ha tratado de
ocultar sus orígenes para integrarse a la sociedad blanca.

 

“Cuando los africanos llegaron aquí como esclavos fueron separados y no
permitieron que se casaran, que tuvieran hijos, los separaron por dialectos
para que no pudieran comunicarse. Les robaron cualquier idea de hogar, de
comunidad. Pero hoy los afroamericanos han infiltrado el sistema –comparaba
la escritora-. Ahora son ellos quienes mandan en la cultura, el lenguaje, la
música, el estilo y lo han hecho como un virus saludable para la sociedad
porque han podido impulsar sus creencias y su cultura… Los republicanos
tienen miedo porque ven que este país está cambiando. Les asusta la idea de
perder el Estados Unidos tradicional según sus convenciones”.

 

A fines de los '70, abandonó la edición de libros para dedicarse a tiempo
completo a la escritura. Con Beloved (1987) –su novela más celebrada
ambientada en la Guerra de Secesión Americana, basada en la vida de la
esclava Margaret Garner- ganó el premio Pulitzer de ficción en 1988; luego
llegarían Jazz (1992), el amor de una pareja negra que escapa del
sometimiento y los abusos de sus patrones blancos; Paraíso (1997), Amor
(2003), Una bendición (2008), Volver (2012) y La noche de los niños (2015),
su última novela publicada.

 

Morrison dio clases en la Universidad de Princeton, donde había montado un
taller en el que cada año invitaba a artistas de distintos ámbitos, desde el
violinista Yo-Yo Ma hasta Gabriel García Márquez. En 2012, el entonces
presidente Barack Obama le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad a
esa mujer de rastas grises y ojos avellana a la que consideró “un tesoro
nacional”. En 2016 recibió el Premio PEN/Saul Bellow.

 

“Siempre he buscado producir un impacto poderoso en el lector con lo que
escribo. No quiero que la gente se distraiga ni un instante. Busco que el
lector se entregue y quiera pasar las páginas rápidamente. El arranque de
una novela es lo más importante para mí, al igual que el final. Me interesa
una literatura con imágenes, con un lenguaje y unas palabras intensas donde
cada una de ellas tenga su fuerza y su lugar preciso”, explicaba la
escritora.

 

Desde las páginas de sus novelas fue una ferviente defensora de los derechos
de las mujeres y de la población negra. “La vitalidad del lenguaje reside en
su habilidad para pintar lo actual, las vidas imaginadas y posibles de sus
hablantes, lectores, escritores. Aunque a veces su equilibrio esté en
desplazar la experiencia, no ser el sustituto de ella. Se extiende y arquea
hacia donde el significado puede estar”, dijo en su discurso de aceptación
del Premio Nobel de Literatura.

 

“El lenguaje nunca puede fotografiar la esclavitud, el genocidio, la guerra.
Ni debería lamentarse por la arrogancia de poder hacerlo. Su fuerza, su
felicidad radica en lanzarse hacia lo inefable”, agregó la escritora que con
maestría y lirismo narró “los dobladillos de la vida” de los negros, como
expresó en Ojos azules, esa lucha por escalar hacia “los grandes pliegues
del vestido”.

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Toni Morrison, una escritura de belleza desoladora

 

Su proyecto trataba de revelar cómo el lenguaje y la historia habían sido
arrebatados a su comunidad.

 

Eduardo Lago

El País, 7-8-2019

https://elpais.com/cultura/

 

La importancia de Toni Morrison en el canon de la literatura de nuestro
tiempo no se puede exagerar. Autora de once novelas que incluyen títulos
como Ojos azules (1970), Sula (1973) o La canción de Salomón (1977), el
núcleo de su obra lo constituye la trilogía compuesta por Beloved (1987),
Jazz (1992) y Paraíso (1997), novelas que penetran como no se había hecho
antes ni se ha hecho después en cuestiones tan sangrantes como el racismo,
la injusticia social provocada por la diferencia de clases o los abusos
cometidos como consecuencia de la discriminación sexual. En su ficción
Morrison somete a examen estos temas entrelazando mito e historia,
sirviéndose de una prosa cuya potencia artística y eficacia técnica hacen de
ella un arma insuperable. La fuerza con que aborda temas indeciblemente
dolorosos cristaliza en un lenguaje de belleza tan precisa y desoladora que
resulta paralizante.

 

Los críticos han hablado siempre de una tensión verbal que alcanza un nivel
estético que solo se da en las más altas formas de expresión poética, aunque
a ella le molestaba que se pusiera el énfasis en los aspectos más artísticos
de su hacer. Su proyecto, mucho más complejo y ambicioso, respondía a otros
objetivos. Se trataba de revelar cómo el lenguaje y la historia habían sido
arrebatados a su comunidad; se trataba de llevar a cabo el proyecto de
devolver la dignidad humana a quienes habían sido desposeídos de ella. Se
trataba de escribir deshaciéndose, según sus propias palabras, del poder de
“la mirada blanca”.

 

Y sí, el proyecto podía tener una dimensión estética, pero los hechos la
sepultaban. La realidad de la que debía dar cuenta le hizo decir en 2012,
con motivo de la muerte de Trayvon Martin, adolescente de 17 años abatido
por la espalda en Florida: "En la vida me quedan dos cosas por ver: un chico
blanco alcanzado por la espalda por las balas de la policía y un hombre
blanco condenado por haber violado a una mujer negra. Con un ejemplo me
basta". Es en ese punto de desequilibrio entre el horror cotidiano, la bruma
que tiende a ocultarlo, y la necesidad de reaccionar en nombre de la
justicia con lo que se tiene a mano, en su caso la palabra, lo que hace que
su escritura sea el equivalente de una descarga eléctrica.

 

Leer a Morrison no es fácil, ni estilística ni temáticamente. Su obra tiene
como centro la experiencia afroamericana vista desde la perspectiva de la
mujer, con el trauma de la esclavitud como trasfondo.

 

La asombrosa Beloved, su obra maestra, está dedicada a los más de sesenta
millones de personas que fueron víctimas de la esclavitud en su país, y se
basa en la historia real de una esclava fugitiva que, a punto de volver a
ser capturada por sus antiguos amos decide dar muerte a su hija de dos años
antes de permitir que viva como esclava. Ante una premisa humana de esta
índole, la concesión del Premio Nobel de literatura, en 1993, otorgado por
primera vez a una mujer negra, no pasa de ser un mero gesto, pese a su valor
simbólico.

 

La verdadera importancia de la obra de Toni Morrison estriba en que su
mirada lancinante y redentora socava las premisas mismas de lo que significa
escribir literatura.

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