Anticapitalismo/ "El feminismo del 99% no es una alternativa a la lucha de clases, es otro frente dentro de ella" [Nancy Fraser - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Ago 13 16:25:17 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

13 de agosto 2019

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Anticapitalismo



Entrevista a Nancy Fraser



“El feminismo del 99% no es una alternativa a la lucha de clases, es otro
frente dentro de ella”



Rebeca Martínez *

Viento Sur N° 164

https://www.vientosur.info/



Nancy Fraser se muestra muy contundente contra el feminismo liberal de
mujeres como Hillary Clinton que solo buscan escalar posiciones dentro de
las empresas. Frente a este feminismo de las privilegiadas, Fraser apunta la
urgencia de crear un feminismo que esté del lado de la mayoría de las
mujeres: las trabajadoras, las migrantes, las lesbianas y trans, y de sus
problemas, que tienen más que ver con el racismo institucional que soportan
y con la explotación que viven dentro de sus trabajos y de sus casas, donde
cargan con la mayor parte de los cuidados. Es precisamente de esto de lo que
habla en el manifiesto Feminismo para el 99%, que firma junto a Cinzia
Arruzza y Tithi Bhattacharya y que ha sido publicado por la editorial
Herder.



Esta profesora de Filosofía en la New School de Nueva York estuvo en Madrid
recientemente, en una visita coordinada por el Grupo de Estudios Críticos, y
habló con viento sur sobre este feminismo para la mayoría y sobre el ataque
que está perpetrando el neoliberalismo contra aspectos vitales tan
importantes como la crianza de los niños y niñas, el cuidado de nuestros
mayores, la sanidad, la educación o la vivienda.



-Rebeca Martínez: Sobre el manifiesto Feminismo para el 99% que has firmado
junto a otras mujeres, ¿qué es y por qué se lanza ahora?



Nancy Fraser: Es un ensayo corto que pretendíamos que fuera popular y que se
leyera fácilmente. No es escritura académica, tiene la forma de un
manifiesto. Lo escribí junto a otras dos pensadoras feministas: una es la
italiana Cinzia Arruzza, que ahora vive en Nueva York, y la otra Tithi
Bhattacharya, que es india y enseña en Estados Unidos.



Esta ha sido la primera vez, desde que comencé mi activismo en los años
sesenta o setenta, que he escrito un ensayo como este, de auténtica
agitación política, teniendo en cuenta que soy profesora de Filosofía. Sin
embargo, los tiempos ahora son tan duros, la crisis de la sociedad y de la
política es tan severa, que sentí que tenía que dar el salto y escribir para
una audiencia más amplia.



El manifiesto es un intento de articular una nueva vía para el movimiento
feminista, que durante las dos últimas décadas ha estado dominado por el
feminismo corporativo y liberal representado por Hilary Clinton en Estados
Unidos. Este es el feminismo de mujeres profesionales y de directivas, de
mujeres relativamente privilegiadas, en su mayoría blancas, con formación y
de clase media o media-alta, que intentan meter cabeza en el mundo de los
negocios o en los medios de comunicación. Con este proyecto lo que pretenden
básicamente es escalar en la jerarquía de las empresas para ser tratadas de
la misma forma que los hombres de su misma clase y tener el mismo salario y
el mismo prestigio.



Este no es un feminismo igualitario, es un feminismo que no tiene mucho que
ofrecerle a una vasta mayoría de mujeres que son pobres o de clase
trabajadora y que no tienen esos privilegios: mujeres inmigrantes, mujeres
trans... Este feminismo del 1%, o como mucho del 10%, ha empañado el nombre
del feminismo, asociándolo al liderazgo, al individualismo y la vida
empresarial. Le ha dado al feminismo un mal nombre y lo ha asociado con el
neoliberalismo, la financiarización y la globalización, con políticas que
van contra la clase trabajadora.



Nosotras tres queríamos proponer una alternativa a esto, y no estamos solas,
porque hay otras feministas de izquierdas que también han intentado hacerlo.
Y, en efecto, la alternativa está emergiendo con las enormes marchas y las
manifestaciones del 8 de marzo, que tienen un carácter anticapitalista y
antisistémico, que protestan contra la austeridad y el asalto a la
reproducción social.



Pensamos que era un buen momento para dar el salto e intentar crear un
feminismo que sea realmente antisistema, anticapitalista y que se referencie
en las mujeres de clase trabajadora y pobres para mejorar sus vidas. Lo
interesante es que es un movimiento que debe centrarse en temáticas
tradicionales, como el derecho al aborto y otras, que sin duda son
fundamentales, pero que tiene que pensar también más allá, en la gran crisis
de la sociedad, para articular políticas y programas que beneficien a todo
el mundo. Por eso, el feminismo del 99% no significa solo el 99% de las
mujeres, significa el 99% de los seres humanos sobre el planeta. Esta es la
idea general del manifiesto.



-R.M.: Desde 2017 se han organizado tres huelgas feministas internacionales
en muchos países, incluida España. Y no solo eso. Aquí, las protestas
laborales de los últimos años están protagonizadas sobre todo por mujeres:
las trabajadoras del hogar, las limpiadoras de hoteles, de residencias de
mayores, entre otras. ¿Estamos ante una nueva ola feminista? Si es así, ¿a
qué momento del capitalismo neoliberal responde?



N.F.: Creo que sí estamos ante una nueva ola, o que al menos hay potencial
para que así sea, si hacemos una ruptura real con este feminismo liberal
corporativo.



El neoliberalismo ha perpetrado un asalto brutal contra lo que llamamos la
reproducción social, contra todas las actividades destinadas al
mantenimiento y la reproducción de personas: la crianza de los niños, la
educación, el cuidado de la gente mayor, cosas como la educación pública, la
sanidad, el transporte, las pensiones o la vivienda. Porque todo esto forma
parte de la reproducción social y no solo el cuidado de los niños, los
mayores y otras actividades realizadas dentro del hogar.



El neoliberalismo ha aplastado todo esto. Hoy día, las mujeres tienen que
estar a tiempo completo en el trabajo asalariado, en un momento en que el
Estado necesita recortar en gasto social, como parte de su política de
austeridad y de la financiarización. Así que, por un lado, tenemos el
recorte en el suministro público de estas áreas y, por otro, la insistencia
en que las mujeres dediquen su tiempo a producir ganancias para el capital.
Esto significa que hay una auténtica crisis de los cuidados o una crisis de
la reproducción social y es precisamente lo que está dando lugar a las
huelgas que mencionabas.



En la crisis de los años treinta, el centro de las revueltas activistas era
el trabajo industrial: las luchas por la sindicación, por los derechos
laborales, etcétera. Hoy la situación es otra. En parte debido a la
desindustrialización y la relocalización de la producción en el sur global;
ahora el centro es la reproducción social.



Tú has mencionado antes huelgas de mujeres muy significativas, a las que yo
añadiría la huelga de las maestras en Estados Unidos. Las profesoras tienen
salarios tan bajos que muchas de ellas tienen que realizar segundos trabajos
por la tarde para poder mantenerse, a sí mismas y a sus familias. Estas
mujeres hacen huelga no solo para conseguir mejores salarios, también piden
más recursos para la educación, para mejorar las escuelas y están teniendo
mucho apoyo. Son ejemplos que ponen la esfera de la reproducción social como
un eje amplio de lucha. Y, por lo que sé, las enormes huelgas del 8M en
España también protestan por los recortes en todas estas áreas.



Diría que hoy día las luchas por la reproducción social son la vanguardia de
la izquierda anticapitalista y antisistema. Las mujeres están en el frente y
eso significa formar parte de la centralidad, de una nueva forma de pensar
lo que es la política feminista.



-R.M.: Sobre las luchas por la reproducción social, ¿cómo se relacionan con
la lucha de clases, el movimiento antirracista y el LGTBIQ?



N.F.: Primero de todo, creo que tenemos que repensar qué entendemos por
lucha de clases. Esa imagen de los años treinta de los obreros industriales
organizados en sindicatos es una parte de lo que es la lucha de clases, pero
diría que la lucha por la reproducción social también es lucha de clases,
porque no hay producción ni trabajo industrial si no tienes a alguien que
realice el trabajo de producir a los trabajadores y de reponerlos, que cuide
de la próxima generación que les va a reemplazar. Por eso, la reproducción
social es central para la producción capitalista y el trabajo que produce a
toda esta gente y que constituye su sociabilidad supone mucho trabajo, tanto
como el trabajo en las fábricas.



Lo que constituye una clase no es solo la relación de la producción en la
fábrica, también la relación de la reproducción social que produce a las y
los trabajadores. Todo esto es parte de la lucha de clases. La idea de la
lucha de clases en el pasado era bastante estrecha. No creo que el feminismo
del 99% sea una alternativa a la lucha de clases, no creo que esté en
competición con la lucha de clases, creo que se ha constituido otro frente
en la lucha de clases, que debería aliarse con el movimiento obrero más
clásico y ser un aliado también de lo que mencionaste, de la lucha
antirracista, la lucha por los derechos de las personas migrantes, y la
lucha por los derechos de las personas LGTBIQ.



La conexión con la raza y la etnicidad es muy fuerte, porque lo que ocurre
ahora es que tenemos una nueva división de clase racializada entre las
mujeres. Las mujeres empresarias, de clase media-alta y con formación,
luchan por superar la discriminación y escalar a los puestos más altos. Lo
que hacen para poder trabajar sesenta horas a la semana en trabajos que
exigen mucho es contratar a mujeres, a menudo inmigrantes y muy mal pagadas,
para que realicen el trabajo de cuidados: cuidado de los niños, la limpieza
de la casa, la cocina, el cuidado de sus padres dependientes y demás. Estas
mujeres del llamado feminismo liberal se apoyan en todo este trabajo de las
mujeres racializadas, que son las mujeres más vulnerables porque no tienen
derechos laborales, se les paga muy poco y están expuestas a agresiones y
abusos. Por todo esto, necesitamos poner en el centro del feminismo la
dimensión de clase y raza. El feminismo para el 99% tiene que ser un
movimiento antirracista, tiene que hacer suyas las problemáticas de las
mujeres pobres y racializadas, que son la mayoría de mujeres, y poner sus
necesidades en el frente, no las necesidades de las empresarias y sus
demandas para romper el techo de cristal. Y esto también es así para la
lucha LGTBIQ.



Aquí ocurre también algo interesante, porque diría que en este movimiento
[LGTBIQ] también hay un ala liberal que es hegemónica y un sector más amplio
de gente cuyas necesidades y problemas son marginalizados. Hay una lucha
similar en el seno del movimiento LGTBIQ y me gustaría que nuestro feminismo
del 99% hablara también por las mujeres trans, queer y lesbianas, que el
movimiento LGTBIQ para el 99% fuese el aliado natural del feminismo del 99%.



-R.M.: Hablamos de las luchas por la reproducción social, que pueden
constituir un bloque contra las dinámicas del neoliberalismo, pero ¿qué hay
de las relaciones patriarcales? ¿Podemos combatir las violencias machistas
desde la lucha por la reproducción?



N.F.: Es una buena pregunta. Me gustaría empezar haciendo alusión al
movimiento #MeToo. Como sabes, la idea más extendida de lo que es este
movimiento se centra en Hollywood, en actrices muy bien pagadas y en
artistas que tienen visibilidad en los medios de comunicación. Pero el
sector compuesto por mujeres mucho menos privilegiadas es más vulnerable a
las agresiones sexuales y al acoso en el trabajo. Pensemos, por ejemplo, en
las jornaleras. Muchas de ellas no tienen ni papeles, y, al tener menos
poder y recursos, son mucho más vulnerables a las demandas de los jefes. Y
lo mismo ocurre con las trabajadoras de hoteles, por ejemplo, recordemos el
caso de Dominique Strauss-Kahn, o quienes trabajan limpiando casas privadas,
las trabajadoras domésticas, que son víctimas de agresiones sexuales muy a
menudo.



El movimiento #MeToo, si lo pensamos de una manera más amplia, es una lucha
obrera. Es la lucha por un entorno de trabajo seguro, donde no puedas ser
víctima de abusos. El hecho de que los medios se centren solo en los casos
de personas conocidas, desafortunadamente, hace que no parezca una lucha de
clases, pero es otra forma de lucha de clases en realidad.



La cuestión de la reproducción social tiene mucho que hacer para cambiar la
relación entre la producción y la reproducción y, por lo tanto, para cambiar
el equilibrio del poder dentro de las casas. El trabajo de la reproducción
social no debería estar generizado, ser una cosa solo de mujeres. Es un
trabajo importante para toda la sociedad, algunos aspectos del mismo son
incluso placenteros y creativos, así que los hombres también deberían tener
acceso a él, sentir la responsabilidad de hacer la parte que les
corresponde. Esto va de cambiar la dinámica dentro de los hogares y, por
supuesto, el feminismo del 99% está en contra de todo tipo de violencia:
contra las mujeres, contra las personas trans, contra las personas no cis y
contra las racializadas.



El del patriarcado es un concepto que, personalmente, no me gusta usar
porque sugiere una imagen del poder diádica: tienes al amo y a sus
sirvientes sometidos. Algo de eso existe todavía, sin duda alguna, pero la
forma central del poder en nuestra sociedad hoy día opera de una manera más
impersonal, más estructural, lo que restringe las opciones para la gente
pobre y trabajadora. Creo que es importante tener una imagen del poder
diferente que viene de los bancos, el FMI, las organizaciones de las
finanzas y la industria, a través de la construcción del mercado de trabajo,
el mercado de trabajo generizado, racializado. Esto es lo que determina
quién tiene acceso a los recursos y puede reivindicar sus reclamaciones,
quién puede funcionar como igual, incluso dentro de las familias y las
relaciones personales.



-R.M.: Cuando en tus trabajos hablas de justicia social, distingues tres
niveles: el económico (redistribución), el cultural (reconocimiento) y el
político (representación). ¿Hasta qué punto están presentes los tres en el
nuevo ciclo de huelgas feministas?



N.F.: Creo que hay una preocupación por todos estos aspectos y que están
estrechamente relacionados. No puedes cambiar la esfera económica,
redistribuir las relaciones de producción, si no cambias esas otras cosas
que están interconectadas. Lo que importa en el ámbito político es a menudo
definido en términos de lo que importa en el ámbito económico, aunque las
fuerzas capitalistas insistan en que lo que ocurre en el lugar de trabajo
debe ser decidido por el mercado y por los jefes, como si eso no fuera una
cuestión política y de democracia.



Hay todo un debate sobre dónde está la línea que separa aquello que decide
el mercado y las fuerzas privadas del capitalismo y aquello que decidimos
una mayoría democrática. Y todo esto tiene mucho que ver con la cultura, con
los lenguajes que están a nuestra disposición y que nos ayudan a entender la
situación.



Tenemos conceptos como el de acoso sexual, el de degradar, tenemos la
terminología para decir lo que está mal en la sociedad, y esto tiene que ver
con cómo traducimos la experiencia propia para expresar una demanda. El
feminismo ha afrontado un gran desafío y ha creado un lenguaje nuevo que
cambia la cultura, que cambia la concepción que tiene la gente sobre sus
derechos, sobre lo que no tienen que aguantar, lo que está mal, aquello por
lo que pueden protestar. Esto amplía la esfera del discurso político, la
esfera de lo que son decisiones democráticas y no privadas de la familia o
la empresa. Hoy en día estamos avanzando mucho en el ámbito cultural y esto
repercute en un cambio institucional en las dos esferas: la política y la
económica. Pero de lo que se trata siempre es de la interrelación entre
estos tres niveles.



-R.M.: Has apuntado muchas veces que el neoliberalismo se apropió del
potencial crítico y de las demandas de la segunda ola del feminismo y los
incorporó en su propio beneficio. ¿Podría ocurrir otra vez con esta
incipiente ola? ¿Puede evitarse de alguna manera?



N.F.: Creo que el feminismo liberal, junto al antirracismo liberal, al
movimiento LGTBIQ liberal y a lo que llamamos capitalismo verde, todos estos
movimientos que fueron hegemónicos, fueron incorporados al bloque hegemónico
de poder que en EE UU constituyó el neoliberalismo progresista. Estos
movimientos prestaron su carisma y su ideología para crear la ilusión de que
esta política horrible de la financiarización, la precarización del trabajo,
la reducción de salarios, etc., podía ser progresista, progay, promujeres y
todo eso.



Esto ocurrió así y por eso es tan importante que la nueva ola feminista
rompa con ese tipo de feminismo y abra un nuevo camino. Siempre es posible
ser hegemonizado y apropiado por fuerzas que son más poderosas, existe
siempre esa posibilidad y es importante que los movimientos emancipatorios
estén alerta.



Hoy en día, nos han dicho que tenemos dos opciones para elegir: el populismo
autoritario de derechas, que es racista, xenófobo y bastante desagradable, o
volver a la protección liberal, al neoliberalismo progresista, que podría
ser antirracista y todo lo demás. Pero esta es una elección falsa. Tenemos
que rechazar las dos opciones, no solo el populismo racista y supremacista,
también el neoliberalismo progresista. Vivimos un momento de crisis
monumental en el que tenemos la oportunidad de tomar un nuevo camino para
crear un movimiento antisistema para el 99%, en el que el feminismo del 99%
esté conectado con los otros movimientos para el 99%: el obrero, el que
lucha por el clima, el de las y los migrantes, etc.



-R.M.: Para terminar, una pregunta más teórica. En tus obras apuntas que el
Estado-nación (lo que se conoce como marco westfaliano-keynesiano) entró en
crisis con el neoliberalismo y que sus fronteras son ahora más difusas,
menos claras. Llamas a este proceso la política del desenmarque. Pero, ¿cuál
es el papel del Estado-nación ahora? ¿Podemos decir que ha desaparecido por
completo?



N.F.: No, no ha desaparecido. Históricamente, la fuerza principal que ha
suministrado cualquier nivel de protección y seguridad a la gente
trabajadora frente al capital ha sido el Estado-nación y el Estado-nación
aún sigue siendo el principal destinatario de las demandas. Cuando queremos
protección o apoyo social, ¿a quién se lo pedimos? Pedimos a nuestros
gobiernos que se responsabilicen. Entendemos que la política está organizada
aún sobre las bases de la nación, por eso las campañas electorales son
nacionales, las principales actividades políticas se realizan a escala
nacional. Pero, en última instancia, esto no es del todo correcto y podemos
verlo cuando atendemos la inmigración, que es un enorme punto de conflicto y
crisis.



Hay gente de todo el mundo que no tiene un Estado que los proteja, que pueda
darle algo de lo que nosotros le pedimos a nuestro Estado en los países
desarrollados. Viven en campos de refugiados, están forzados a vivir
violencia política y persecuciones religiosas por el hecho de que han
invadido su país y lo han destruido todo, por crisis climáticas, por las
características de esta crisis global que vivimos.



Esta gente viene huyendo y el movimiento populista de derechas dobla el
nacionalismo y la exclusión. ¿Cuál es el eslogan de Trump? Make America
great again (Haz que América vuelva a ser grande), como era antes de que
toda esta gente apareciera y arruinara nuestro país. Esa es la ideología de
este populismo y supongo que pasará lo mismo con algunos partidos aquí
también. Necesitamos pensar de una manera más transnacional y global cómo
podemos asegurar derechos sociales para todas las personas del mundo, para
que nadie tenga que meterse en un bote y arriesgar su vida para buscar una
oportunidad en la otra parte del planeta.



* Rebeca Martínez es investigadora en comunicación.

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