Estado español/ Podemos: Auge y declive de un modelo fallido [Manolo Garí y Jaime Pastor]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Ene 26 19:28:20 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

26 de enero 2019

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Estado español



Pablo Iglesias vs. Iñigo Errejón: Entre el eurocomunismo redivivo y el
neopopulismo de centro



Manolo Garí y Jaime Pastor *

Viento Sur, 23-1-2019

https://www.vientosur.info/



Pocos días después del anuncio público del acuerdo Carmena-Errejón en torno
a la plataforma Más Madrid y de la dura respuesta a la misma por parte de
Pablo Iglesias (por no mencionar la de su Secretario de Organización),
parece ya evidente que el Podemos que hemos conocido en sus cinco años de
vida ha llegado a su fin. Será otro Podemos el que conoceremos a partir de
ahora, probablemente condenado a representar solo a una corriente política
asociada estrechamente al pablismo, mientras paralelamente emerge ya un
neopopulismo de centro, quizás próximo a lo que representan Los Verdes
alemanes o el Movimiento 5 Estrellas italiano, que además no dejará de
reclamarse de la patente original de Podemos. Por tanto, a quienes no nos
reconocemos en ninguno de esos proyectos, corresponde ir abriendo un nuevo
espacio a la izquierda de ambos que, esperemos, ofrezca un camino distinto y
dispuesto a volver a poner de actualidad un horizonte rupturista y
constituyente. Una alternativa democrática, pluralista y antineoliberal,
feminista, antirracista y ecosocialista que permita el trabajo conjunto y la
cooperación de un muy diverso espectro de activistas y sea capaz de concitar
el apoyo electoral de un amplio sector de las gentes de abajo contrarias al
austeritarismo y opuestas a la deriva autoritaria.



Obviamente, los resultados electorales en Andalucía y el giro reaccionario
que avanzan las encuestas ante el próximo 26 de mayo han precipitado la
decisión de Iñigo Errejón, convencido definitivamente de que había que dar
el paso de la ruptura con Pablo Iglesias y su equipo y de que podía contar
con el apoyo de Manuela Carmena para dar credibilidad a su proyecto como
única vía para frenar al bloque reaccionario.



Auge y declive de un modelo fallido



¿Por qué hemos llegado hasta aquí si en los últimos tiempos la política que
ha desarrollado el actual Secretario General de Podemos había asumido en
realidad una táctica respecto al PSOE prácticamente similar a la que
proponía Errejón en Vistalegre II, e incluso ha acabado por aceptar que el
enemigo ya no es el régimen, ni siquiera el IBEX 35 sino únicamente el
bloque reaccionario? En efecto, ha sido así pero persisten diferencias entre
ambas corrientes en los relatos que sostienen para llegar a nuevos sectores
y, sobre todo, en la valoración del desgaste sufrido por la marca Podemos en
los últimos tiempos.



Empecemos con el pablismo. Si nos atenemos, por ejemplo, a discursos,
documentos y prácticas una vez agotado su ciclo ascendente, podríamos
concluir que éste representa un proyecto político que tiene como referente
al eurocomunismo de finales de los años 70 del pasado siglo. Buena muestra
de esto es la rectificación que su líder ha hecho de las críticas que en el
pasado hizo a la Transición –y al papel de Santiago Carrillo en aquel
proceso- para dejar bien claro que “hicieron lo que pudieron” y que
demostraron sentido de Estado. De esa reconsideración y de la constatación
del fin del ciclo abierto por el 15M deduce la necesidad de priorizar la
voluntad de ser “partido de gobierno”, no ocultando su “obsesión por
gobernar”, como reconoce Pablo Iglesias en su conversación con Enric Juliana
en un libro reciente (Nudo España, p. 321). La disposición a gobernar con el
PSOE en el marco de este régimen sustituye así al proyecto rupturista con el
que nació un Podemos que se quiso presentar como exponente institucional del
espíritu de aquel 15M y que, luego, tras las europeas, puso en pie una
“máquina de guerra electoral” dispuesta a emprender una “guerra relámpago”,
finalmente fallida.



De la frustración de aquellas expectativas de “asaltar los cielos”, con un
proyecto populista basado en un modelo de partido en torno a un liderazgo
carismático y una democracia plebiscitaria, se fue pasando, sobre todo a
partir de Vista Alegre II, a la creciente adaptación al eje convencional
izquierda-derecha, considerando al PSOE como aliado principal al que
“seducir”. El final de ese recorrido, hasta ahora, se ha visto en el papel
que ha jugado Pablo Iglesias como correveidile en la negociación de los
Presupuestos Generales del Estado con los independentistas catalanes… en
nombre de Pedro Sánchez.



Esa “obsesión por gobernar” es patente en el libro citado, ya que si bien
Pablo Iglesias se reafirma en su rechazo a permitir, después de las
elecciones de diciembre de 2015, que Pedro Sánchez formara gobierno
apoyándose en el pacto con Ciudadanos (al contrario de lo que pensaba y
sigue pensando Errejón), la única autocrítica que se percibe en su balance
es la de no haber entrado en los gobiernos autonómicos del País Valenciá o
de Aragón, mientras expresa su satisfacción porque su partido haya entrado
en el gobierno de Castilla-La Mancha. Gobierno, por cierto, presidido por un
barón del PSOE que no tiene reparo alguno en mostrar su simpatía con
Ciudadanos o su disposición a ilegalizar al independentismo catalán.



Ni respecto al modelo de partido ultracentralizado, jerarquizado y
castigador de toda disidencia, o a los intentos de instrumentalización de
determinadas movilizaciones sociales o, enfin, a inventos como Vamos, hemos
podido leer o escuchar una merecida autocrítica por parte del líder de
Podemos.



Para justificar su obsesión gobernista Pablo Iglesias no ha tenido reparo
alguno en reivindicar el ejemplo portugués presentándolo como lo que no es.
En efecto, sostiene que aspira a “normalizar una vía de gobierno a través de
la fórmula de coalición en ayuntamientos y comunidades autónomas que se
parezca al estilo portugués”. Empero, como él bien sabe, lo que existe en el
país vecino es un pacto de investidura que ha permitido a fuerzas como el
Bloco de Esquerda preservar su autonomía y su libertad de crítica frente al
Partido Socialista.



Si a ese giro estratégico, que implica, como insiste el líder de Podemos,
mostrar “pragmatismo en muchos planos”, le acompañan el deterioro creciente
del liderazgo de Pablo Iglesias y las profundas crisis internas en varias
comunidades autónomas, pocas dudas quedan de que Podemos ha ido perdiendo
centralidad y capacidad de ser motor de confluencias. A todo esto se suma la
definitiva burocratización de un partido con una base militante que se
reduce progresivamente y asociada cada vez más a una nueva clase política,
ahora temerosa de su propio futuro. Por eso suena a cinismo leer en el libro
citado que “los círculos son una señal clara de que no queremos construir un
partido tradicional de afiliados” (op. cit., 149) cuando todo el mundo sabe
que la realidad actual de los círculos es la de una creciente descomposición
(cuando no desaparición práctica) en la mayor parte de los territorios. Una
historia, por cierto, que recuerda las crisis internas que sufrió el PCE en
los años 80-82 ante el amplio espacio político que llegó a ocupar el PSOE
del cambio en perjuicio del que fue el principal partido del antifranquismo,
y que ahora podría prolongarse en el caso de que obtuviera buenos resultados
electorales el tándem Carmena-Errejón.



Con todo, en el relato de Pablo Iglesias ante la nueva etapa existen ejes de
discurso nada secundarios que le distinguen de lo que representó el
eurocomunismo de Santiago Carrillo y, también, como veremos, del relato de
Errejón. Uno es el lugar que ocupa en su discurso la defensa, por muy
ambigua que sea, de la idea de una España plurinacional y de la necesidad de
un referéndum pactado en Catalunya. Ésta es sin duda, junto con su rechazo a
la aplicación del artículo 155 y a las acusaciones de rebelión y sedición a
los y las independentistas catalanes, una cuestión relevante, ya que apunta
a una grieta clave del régimen y del Estado, y ante lo que no parece que
vaya a haber pasos atrás. Aunque no nos engañemos, es muy probable que en el
futuro aparezca cada vez más como una defensa retórica que no supondría
ninguna línea roja ante una hipotética negociación de un acuerdo de gobierno
con el PSOE.



Otro eje diferenciador es el relacionado con la decisión tomada en los
últimos tiempos de introducir en su discurso la crítica al papel de Felipe
VI, sobre todo a partir de su discurso del 3 de octubre de 2017, recurriendo
al argumento débil de que la monarquía pudo servir para frenar el 23F (sic),
pero ahora ya no sirve…. Así, a la vista también de la emergencia de un
nuevo republicanismo popular, ha pasado a un relativo primer plano la
defensa de la opción republicana que contrasta con el silencio que sobre
este tema –al igual que sobre el de la memoria histórica- mantuvo en el
pasado el equipo dirigente de Podemos y que ahora continúa manteniendo
Errejón.



Esos ejes discursivos, unidos a la vocación bonapartista que el líder aspira
a seguir practicando entre las presiones institucionales y las que puedan
proceder de las movilizaciones en un contexto de polarización política (como
acabamos de ver en la votación contraria al decreto sobre alquileres),
explican que Podemos siga sin ser visto como un partido integrable en el
régimen. No sorprende, por tanto, que pese a la evolución sufrida, persista
la desconfianza del IBEX35, y con él la de la mayoría de los medios de
comunicación, frente al partido de Iglesias. Su objetivo, compartido con el
PSOE, es dejarle reducido a una representación similar a la que en el pasado
tuvo IU, menguando así sus posibilidades de gobernar en una condición que no
sea la de ser muleta del partido de Pedro Sánchez.



Por tanto, es comprensible que si a las contradicciones de partes de su
relato con su voluntad de ser “partido de gobierno” con el PSOE se suma el
afán mostrado por Pablo Iglesias por asegurarse el control directo (aunque
no siempre lo consiga, como hemos visto en Andalucía) de Unidos Podemos y
del discurso oficial, no cabe extrañarse de la decisión de Iñigo Errejón de
liberarse de esa carga y volar junto con Manuela Carmena para ofrecer un
“revulsivo” frente a lo ocurrido en Andalucía con un proyecto que “renueve
ilusión y confianza”.



¿Cuestión de marcas?



Ahora, frente al desgaste de la marca Podemos Iñigo Errejón nos ofrece Más
Madrid como la única alternativa capaz de sumar a más gente en torno a un
discurso que, de nuevo, vaya más allá del eje izquierda-derecha para aspirar
a una transversalidad sin líneas rojas que les permita llegar a gobernar en
la Comunidad y en el Ayuntamiento de Madrid… con el PSOE. Si, como se nos
dice en la carta de Carmena y Errejón, su programa se va a basar en
“continuar el gobierno del cambio en la alcaldía y extender su ejemplo a la
Comunidad de Madrid”, poca ilusión cabe esperar de un proyecto que va a
tener que justificar operaciones como Madrid-Chamartín  1/ y unas prácticas
autoritarias en el seno del grupo de Ahora Madrid. Es cierto que se promete
“un programa conjunto y participativo”, pero la experiencia vivida en Madrid
ciudad genera temores fundados de que esta vez se quiere pedir al electorado
un cheque en blanco para dos liderazgos personalistas que anteponen la mera
buena gestión frente a programas y procesos efectivamente participativos
como los que llevaron a Carmena al ayuntamiento de Madrid y a los que ha ido
renunciado en aspectos fundamentales a lo largo de estos años.



Por eso, muy lejos nos parece ese proyecto de los buenos deseos expresados
recientemente por Santiago Alba  2/, cuando alerta de que “no bastará
carisma intergeneracional; hará falta también un programa a la izquierda del
PSOE y un estilo en las antípodas de Podemos”. No es eso lo que ha
interesado hasta ahora a Manuela Carmena ni tampoco a Íñigo Errejón, ni en
lo que se refiere al programa ni al reconocimiento de la pluralidad interna.
Recordemos que en el pasado Errejón estuvo dispuesto a dejar gobernar al
PSOE en torno a un programa pactado con Ciudadanos y no parece que vaya a
descartar un pacto con ese mismo partido si ésa fuera la condición para
llegar a gobernar con el PSOE en la Comunidad de Madrid, como ya adelantan
algunas encuestas. En cuanto a su relación con las otras fuerzas, lo que se
les pide es una adhesión en condiciones de subalternidad a un proyecto con
un diseño y un equipo dirigente que no admiten cuestionamiento alguno porque
es el único que consideran ganador.



Un proyecto que, además, puede llegar a extenderse en el futuro a escala
estatal mediante fórmulas (¿Más España?) que, como hemos empezado a ver ya,
tienden más a adaptarse al marco e incluso a elementos simbólicos del
nacionalismo español dominante que al reconocimiento de la realidad
plurinacional y del derecho a decidir de nuestros pueblos.



En búsqueda de soluciones



Agotado ya Podemos como motor del cambio y sin esperanza por nuestra parte
en que Más Madrid, pese a sus mejores expectativas electorales, tome el
relevo, dada su deriva hacia un bloque “democrático progresista” de perfiles
indefinidos, a los sectores que seguimos reclamándonos del espíritu del 15M
y del manifiesto Mover ficha con el que surgió Podemos, nos toca ahora,
junto con la savia nueva procedente del activismo social emergente, optar
por otro camino, el de la deliberación colectiva, el respeto a la pluralidad
y a la proporcionalidad, el del empoderamiento popular para poder apostar
por modelos de ciudad y de Comunidad que no cedan a las presiones del bloque
financiero-inmobiliario.



Sin duda, sabemos que este camino será más difícil por darse en un contexto
radicalmente diferente de aquél, pero es mucho más necesario si queremos
evitar que la resignación o las falsas ilusiones ante las nuevas políticas
del mal menor como vía para hacer frente a la amenaza reaccionaria acaben
conduciendo a mayores frustraciones, como está ocurriendo en otros países.



En efecto, ya hemos comprobado suficientemente que el recurso a unos
liderazgos carismáticos, devenidos muy pronto en autoritarios, a lo largo de
estos 5 años nos ha ido alejando del 15M y ha llevado a practicar las peores
formas de la vieja política. Hemos de convencernos de que, como ya nos
alertó nuestro querido amigo Miguel Romero en agosto de 2013 frente a ese
“desvío”, “ningún líder puede sustituir a un programa en el que la mayoría
social se reconozca y comparta la diversidad de demandas insatisfechas que
hacen posible la constitución de un campo social antagonista frente al poder
establecido. Un campo social que en el Estado español, no está de más
repetirlo de nuevo, tiene que articularse de forma igualitaria entre
realidades nacionales diversas” 3/.



* Manuel Garí es economista y miembro del Consejo Asesor de viento sur y
Jaime Pastor es politólogo y editor de Viento Sur.



Notas



1/  Luis Suárez Carreño, “El caso Madrid-Chamartín. La ciudad usurpada”,
viento sur, 21/01/2019.

2/  “Más Madrid, menos Podemos”, ctxt, 20/01/2019

3/  “Desvío al líder”, Viento Sur, 04/08/2013.

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