Francia/ Los chalecos amarillos. Un movimiento social inédito, radical, inesperado [Christian Mahieux]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Jul 3 00:03:09 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

3 de julio 2019

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Francia

 

Los chalecos amarillos

 

17 de noviembre de 2018: tras un llamamiento en las redes sociales miles de
personas se movilizaron en todo el país en contra de un nuevo impuesto sobre
el combustible que dio lugar a un descenso de los ingresos de millones de
personas ya afectadas por una política salarial y fiscal que beneficiaba a
los más ricos. Estos hombres y mujeres decidieron enfundarse el chaleco
amarillo que era obligatorio llevar en los vehículos. Este es el origen del
movimiento de los “chalecos amarillos”, un movimiento social inédito,
inesperado y sorprendente. Nadie anticipaba un movimiento respuesta de tal
magnitud y duración, un movimiento radical y que desemboca en la lucha
contra el orden neoliberal y capitalista. Un movimiento que, a su paso, ha
cosechado algunos logros, ciertamente insuficientes, pero reales. Un
movimiento que no se ha visto desestabilizado por el «gran debate» lanzado
por Macron.

 

Christian Mahieux (1) 

Les Utopiques N° 11, junio 2019

https://solidaires.org/Les-utopiques  <https://solidaires.org/Les-utopiques>


Libre Pensamiento N° 98, junio 2019

http://librepensamiento.org  <http://librepensamiento.org/> 

 

La ira popular

 

En las barricadas (2), constituidas a partir de mediados de noviembre,- no
solo se habla del precio de la gasolina o de los impuestos: se reivindica
también el aumento de los salarios, las pensiones y los mínimos sociales, se
denuncian las desigualdades, se critica el escandaloso reparto de la riqueza
y los privilegios de aquellos y aquellas que explotan el trabajo del
prójimo. Se articulan debates en torno al transporte público, su mejora, la
posibilidad de que sean gratuitos. También sobre el mantenimiento y la
creación de servicios públicos. Se debate, incluso, sobre el papel que
desempeñan los impuestos, el saqueo de las arcas públicas perpetrado por la
clase más rica gracias al fraude fiscal, a la supresión del impuesto sobre
las fortunas…

 

El anunciado incremento del precio del combustible se suma a muchas otras
subidas: productos alimentarios, vivienda, gas, electricidad, la
Contribución Social General (CSG)… Todos estos incrementos, que afectan a
productos o servicios de primera necesidad, tienen un mayor impacto en
aquellos hombres y mujeres con rentas más bajas que las de los más ricos.
Como escribía el 31 de octubre la Unión local Solidaires de Comminges (en la
región de los Altos Pirineos) en un panfleto sobre el incipiente movimiento:
«mientras que el gobierno nos mete las manos en los bolsillos, esa reducida
minoría que se beneficia del trabajo de otros (patrones, accionistas,
rentistas…) no cesa de medrar. Ese debe ser el objeto de la lucha: las
flagrantes desigualdades sobre las que se apoya el sistema vigente. No
existe razón alguna por la cual las personas asalaria-das, desempleadas o
jóvenes no puedan llenar el depósito de su vehículo mientras que los mayores
beneficiados se dedican a pensar en qué coche van a ir a su yate».

 

Sí, hace falta reducir el número de coches. Es necesario luchar contra la
contaminación, reducir los gases de efecto invernadero y el número de
vehículos. ¡El futuro del planeta pende de un hilo! Pero para tomar todas
esas medidas es necesario que se desarrolle el transporte público, en
particular los menos contaminantes, como el tren. Hay que reforzar los
servicios públicos tanto en la ciudad como en el medio rural. El gobierno ha
hecho todo lo contrario: se han suprimido estaciones, líneas del Servicio
Nacional Francés de Ferrocarriles (SNCF), se han cerrado hospitales,
oficinas de correos, centros educativos, etc. Para limitar el kilometraje en
coche es necesario un transporte público de calidad accesible a todos y
todas, así como servicios públicos en la totalidad del territorio nacional.
Eso será mucho más eficaz que aumentar el precio del combustible a aquellas
personas que no tienen otra opción que coger el coche para ir a trabajar,
buscar un empleo o cumplir con otras obligaciones de su día a día.

 

¡Socorro, el pueblo! (3)

 

Así podría resumirse la actitud de numerosas fuerzas sindicales y políticas
(4) tras la irrupción de los chalecos amarillos (5). Es cierto que la
extrema derecha se puso manos a la obra desde el principio, pero hacerle
hueco en el seno de un movimiento tal hubiese sido catastrófico. Los
patrones expresaron su apoyo el 17 de noviembre; al día siguiente ya
reclamaban la «vuelta a la normalidad»: ¡bajo ninguna circunstancia hay que
poner en riesgo los beneficios! La verdad es que son los hombres y las
mujeres de los «últimos eslabones de la cadena» quienes protestan. Las
mujeres han tenido una presencia muy importante en el movimiento, mucho más
que en gran parte de las acciones que organizamos las fuerzas sindicales o
políticas.

 

Una parte notable de las reivindicaciones coincide con lo que defendemos a
través de nuestros sindicatos. Otras entran en contradicción con nuestra
lucha: será a través del debate como conseguiremos convencer para que queden
en punto muerto. Hacerlo entraña constituirse en parte activa del movimiento
en lugar de comentarlo desde las gradas. Estamos a favor de que las
negociaciones se entablen bajo control directo de aquellos y aquellas que
las han hecho posibles gracias a sus acciones; la decisión de que los
chalecos amarillos solo hablarán con el gobierno a condición de que todo se
retransmita en directo, nos dan pie a valorar muy positivamente esta
práctica. En las barricadas se pone en entredicho la legitimidad de las
delegaciones. Federalismo, asambleas generales, mandatos limitados y
controlados, convergencia de las luchas… sin hacer uso de nuestro lenguaje
militante, es eso lo que se está llevando a la práctica.

 

¡Que los apoyos se limiten a apoyar sin tratar de controlar! La acción
directa y la autonomía del movimiento son las murallas más efectivas contra
la apropiación, así como factores desestabilizantes para las organizaciones
que aceptan o sufren presiones institucionales. Se presenta en este
movimiento una ocasión de volver a debatir, por una parte, el tiempo
dedicado a las actividades sobre el terreno, la reflexión, la elaboración de
nuestras herramientas, y, por otra, las reuniones acordadas por patrones o
por los poderes públicos en encuentros en los que se simula la democracia; o
la preparación perpetua de unos comicios que en nada contribuyen a la
ruptura con el sistema.

 

Aquellas y aquellos que han participado en huelgas saben que los movimientos
más sólidos son aquellos a los que se unen compañeros y compañeras que nunca
antes habían participado, compañeros y compañeras que votan a la derecha o,
peor aún, compañeros y compañeras para quienes el antirracismo o el
feminismo no son referentes. Es el momento de la lucha mancomunada, el
intercambio de experiencias, a veces la confrontación, todo lo cual nos hará
avanzar.

 

La extrema derecha

 

Claro está, la realidad es más compleja que las simplificaciones a las que
recurrimos demasiado a menudo. Es cierto que la extrema derecha ha tratado
de infiltrarse en el movimiento, pero, ¿acaso no trató de infiltrarse en los
sindicatos, incluso en los más combativos? Lo peor hubiera sido hacerle
sitio. Tanto en las rotondas como en las manifestaciones de los sábados, los
y las militantes sindicales han contribuido significativamente a la lucha
contra la extrema derecha. Esta lucha ha sido eficaz gracias a la plena
implicación de estos compañeros y estas compañeras con el movimiento: han
podido explicar, demostrar y convencer. No se trataba de dar lecciones de
purismo desde fuera. Lo mismo ocurrió con los insultos racistas, homofóbicos
o sexistas (que no son prerrogativa de la extrema derecha): existen como en
todos los movimientos masivos (incluidas las huelgas en el seno de empresas
cuando no las desarrollan solo los y las militantes), y es necesario
combatirlos de forma activa.

 

La violencia

 

La violencia en alguna de las manifestaciones a suscitado numerosos
comentarios. Sí, ha habido violencia inútil, pero no se pueden equiparar con
la violencia del Estado, especialmente importante desde mediados de
noviembre. Además, ¿qué es la violencia? ¿Escaparates hecho añicos,
barricadas en las calles o miles de personas tiritando de frío o sufriendo
el hambre en esta supuesta «normalidad»? La violencia más cruda, la que se
ha convertido en sistémica, la que se ejerce de forma calculada, es la
violencia del estado. Las personas que han resultado mutiladas y heridas
graves y las detenciones violentas y arbitrarias ya se cuentan por miles.
Tal y como ocurrió después de mayo del 68, la burguesía proclama una ley
«anti-vándalos» que permite criminalizar toda resistencia, manifestación o
desobediencia. Debe imperar el orden (su orden) a cualquier precio. Más allá
de los círculos de militantes, muchos chalecos amarillos lo llevan
comprobando desde hace seis meses.

 

La patronal

 

Una pequeña parte de la patronal prestó apoyo al movimiento en sus inicios,
pero desaprobó su carácter continuado. Rápidamente quedó patente que la
inmensa mayoría de los chalecos amarillos forma parte del proletariado:
personas que lo único que pueden vender es su fuerza de trabajo y que no
poseen medios de producción. Todo esto dentro de una diversidad: personas
asalariadas con contratos indefinidos, pero sobre todo temporales o en
interinidad, desempleadas, jubiladas o dedicadas a la artesanía… A falta de
una clase social homogénea que cumpla todos los criterios preestablecidos,
se trata de un movimiento popular cuyo núcleo principal es el proletariado
de comienzos del siglo XXI.

 

La patronal no ha manipulado el movimiento de los chalecos amarillos, eso es
ostensible. Lo evidencia el hecho de que sale bastante bien parado de estos
seis meses de lucha. Las reivindicaciones se han concentra-do en torno al
gobierno y los reproches y denuncias se han dirigido a «la clase política».
Lo que ha echado leña al fuego han sido los anuncios gubernamentales (sobre
el precio del combustible, etc.); el debate sobre la democracia fue la
respuesta al desdén de los «políticos y políticas». Una cosa lleva a la
otra. Esto no quita, sin embargo, que se trate de una debilidad debido a la
magnitud del movimiento: incluso aunque se plantee la cuestión de la
distribución de la riqueza (y se plantea a menudo), se olvida el robo
perpetrado por aquellos y aquellas que se benefician del trabajo ajeno: la
patronal, la banca y personas rentistas. Si bien se analiza en profundidad
el tema de la «democracia» (algo que se ha realizado de forma extensiva y
fructífera) se obvia la democracia empresarial, es decir, la titularidad
social de los medios de producción, su autogestión por parte de todos y
todas, etc. Es un punto débil del sindicalismo en el seno de este
movimiento.

 

El ejercicio de la democracia

 

¿El ejercicio o los ejercicios? Inventar y practicar la democracia a gran
escala nos obliga, sin duda alguna, a imaginar soluciones diferentes y
complementarias, según hablemos del colectivo de trabajo, de comunidades
federadas, de una producción a nivel nacional o incluso del uso de las
riquezas naturales. Si el principio de base es la asamblea general, ¿cómo
garantizar su emanación cuando se trata de federarse? Mandatos imperativos,
controles, revocatorios, sorteos, votación o consenso… la solución radica en
la complementariedad de los métodos, no en la búsqueda de «la solución»
milagrosa aplicable a cualquier situación o contexto. Muchos grupos de
chalecos amarillos han trabajado estos y otros temas (entre ellos el
referendo). Las «asambleas de asambleas» de Commercy y, más tarde,
Saint-Nazaire son un ejemplo de ello. Cuidémonos, sin embargo, de dos
trampas: dichas asambleas no representan al movimiento en su conjunto y los
tex-tos emanados de las mismas no son una referencia para muchos grupos
locales. Por el contrario, la democracia activa lleva presente desde
noviembre en muchas ciudades, pueblos y barrios. Ahí, una vez más, nuestro
sindicalismo tiene su lugar preciso (6).

 

Las patéticas tentativas por presentar listas electora-les de los chalecos
amarillos dejan patente que el sistema sigue siendo un potente imán para
aquellos y aquellas que los medios de comunicación insisten en calificar de
«líderes». Sin embargo, el rechazo a los mismos por el grueso de los
chalecos amarillos confirma que otras opciones y esperanzas son posibles y
ampliamente compartidas. La contribución de los chalecos amarillos a la
renovación del debate sobre la democracia y, sobre todo, a que haya echado
raíces en diferentes sectores de la población es innegable. Pero todos ellos
descubren elementos a los que el movimiento obrero se lleva enfrentando
mucho tiempo. Una de las resoluciones de la asamblea de Saint-Nazaire
preveía por ejemplo «una semana amarilla de acciones a partir del 1 de
mayo». Dejando el color a un lado, la formulación nos recuerda al lenguaje
sindical más tradicional…

 

El sindicalismo

 

El movimiento deja patente la profunda exasperación de millones de personas
que han ocupado rotondas, peajes o zonas comerciales y que se han
manifestado todos los sábados por la tarde en toda Francia. A nivel
nacional, las organizaciones sindicales se han quedado a la expectativa (7)
durante un largo periodo. La unión sindical Solidaires pasó de una cierta
reserva a un principio de apoyo tras los primeros sábados de manifestación;
algunas uniones loca-les de Solidaires se pusieron a disposición del
movimiento desde comienzos de noviembre, antes del posicionamiento a nivel
nacional. Por parte de la CGT, hubo que esperar casi un mes. El 6 de
diciembre, la CGT emitió un comunica-do (junto con CFDT, CGT, FO, CFTC, CGC,
UNSA y FSU) en el que se hacía hincapié en la condena de la violencia en las
manifestaciones sin mencionar la violencia del estado, su policía y su
ejército, como si la violencia no fuera en primer lugar social y debida a
las políticas gubernamentales llevadas a cabo desde hace años (8). Unos días
más tarde, la CGT lanzaba un llamamiento a jornadas de acción (9), haciendo
referencia explícita a los chalecos amarillos.

 

El movimiento de los chalecos amarillos proclama alto y claro que no desea
que haya ninguna apropiación del movimiento, ni política ni sindical. Existe
una profunda desconfianza hacia lo que la «neo-lengua» denomina,- los
«órganos constituidos». (10) Algunas organizaciones sindicales(11) enmarcan
su estrategia en el acompañamiento de las políticas neoliberales y al
hacerlo rechazan toda posibilidad de apoyo a un movimiento que pone en
entredicho las elecciones que estos sindicatos han defendido. Pero, ¿cómo
comprender las dificultades a las que se han enfrentado aquellos y aquellas
sobre quienes versa este artículo? Podemos poner sobre la mesa algunos
elementos:

 

-La mayoría de las empresas en Francia cuenta con menos de 20 trabajadores,
y el movimiento sindical no termina de cuajar en ese sector. Lo mismo ocurre
con la mayoría de los desempleados y desempleadas, los trabajadores y las
trabajadoras interinas, quienes tienen contratos temporales, los
trabajadores y las trabajadoras de la economía “uberizada”… todas esas
personas cuentan con nutrida representación entre los chalecos amarillos. 

 

- Lo que lleva sucediendo desde noviembre en casi la totalidad del país no
tiene relación con la capital París y zonas del extrarradio más próximas. El
movimiento de los chalecos amarillos no está presente allá donde se
concentran las sedes nacionales de las organizaciones sindicales; y si bien
el federalismo es la ley, también es cierto que muchas decisiones se adoptan
de acuerdo con reflexiones ligadas a lo más conocido, en este caso París.
Desde esta perspectiva, la falta de colectivos de los chalecos amarillos
durante un gran número de semanas y las particularidades de las
manifestaciones semanales (11) en París han contribuido a los
posicionamientos ya conocidos. (12)

 

- Este movimiento se desarrolla al margen de las empresas. La debilidad de
las uniones locales inter-profesionales ha contribuido a que los colectivos
sindicales no lo comprendan correctamente. Sobre todo, teniendo en cuenta
que, como ya se ha dicho, hay un problema con las exigencias manifestadas:
incluso aunque desaparecieran rápidamente ciertas reivindicaciones
reaccionarias y lo que se debate en las asambleas generales de los chalecos
amarillos sea un reparto diferente de la riqueza, la crítica al sistema
capitalista, la igualdad social o la democracia radical, sigue siendo cierto
que apenas se ha interpelado a la patronal. Es una de las razones que
explica la ausencia de los sindicatos, pero a la vez es una consecuencia de
dicha ausencia. 

 

- Numerosas organizaciones sindicales se han comportado de forma
inapropiada, incluso cuando decidieron prestar apoyo a los chalecos
amarillos: en lugar de invitarlos a unirse a las movilizaciones sindicales,
¿no sería necesario que el sindicalismo se pusiera al servicio del
movimiento ya existente?

 

Una parte nada desdeñable de las dificultades para posicionarse
concretamente en relación con el movimiento de los chalecos amarillos está
indudablemente ligada a la reticencia a actuar en calidad de fuerza
colectiva social y política, política y social. Porque se trata de un todo,
y la organización sindical, debido a su componente de clase inherente a su
composición, es una herramienta indispensable para actuar en estos campos.

 

Redactado a finales de abril, este breve artículo no pretende en absoluto
ser holístico. Podremos enriquecerlo acudiendo a otras fuentes; por ejemplo,
el número 11 de la publicación Les utopiques, «Gilets jaunes: un mouvement
social» («Chalecos amarillos: un movimiento social») o Des clés pour
comprendre («Claves para la comprensión») (en dos tomos).(13)

 

Notas 

 

1) Christian Mahieux, miembro del comité editorial de la revista Les
utopiques (www.lesu-topiques.org) <http://www.lesu-topiques.org/>  y la
publicación Cerises (www.ceriseslacooperative.org)
<http://www.ceriseslacooperative.org/>  Forma parte de la comisión
internacional de la Unión sindical Solidaires (www.solidaires.org)
<http://www.solidaires.org/>  y participa en la coordinación de la Red
Sindical Internacional de Solidaridad y de Luchas
(www.labourso-lidarity.org). <http://www.labourso-lidarity.org/>  

2) Rápidamente, las barricadas se tornan en ocupación de rotondas, apertura
de peajes, en ocasiones «casas del pueblo» … 

3) Este párrafo retoma un texto escrito a finales de noviembre de 2018 para
el mensual Cerises. Otros elementos de este artículo también figuraron en
dicha publicación, vinculada a la Red Se féderer pour l’émancipation
(«Federarse para la emancipación») (www.ceriseslacooperative.org).
<http://www.ceriseslacooperative.org/>  

4) Aquí se hace mención a las organizaciones que, en su diversidad, adoptan
una perspectiva emancipadora de ruptura con el sistema capitalista. 

5) Indiferencia, análisis erróneo, incluso desdén: las comunicaciones de
ciertas organizaciones sindicales y políticas de izquierda y extrema
izquierda antes del éxito del 17 de noviembre son vergonzantes.

6) Véase el número 10 de Les utopiques, «Sur les chemins de l’émancipation,
l’autogestion» («En los caminos de la emancipación, la autogestión»),
Ediciones Syllepse, primavera de 2018.

7) Citamos a la CGT y a Solidaires, pero la FSU y la CNT han sido muy
discretas para con este movimiento. La CNT-SO se posicionó a su favor en
enero.

8) Organizaciones de la CGT (uniones departamentales y federaciones)
des-aprobaron el texto firmado por la confederación y se implicaron en el
movimiento desde comienzos de diciembre.

9) Ni el 14, ni mucho menos el 18 de diciembre tuvieron éxito, pero no se le
puede reprochar a la confederación CGT el haber tratado de impulsar una
dinámica. Sin embargo, ¿podría debatirse quizás la relación entre estos
llamamientos casi místicos (reiterados el 5 de febrero y en menos medida el
19 de marzo) y las dificultades del militantismo sindical cotidiano en las
empresas, servicios y localidades o incluso el estado de los enfoques
unitarios? Dos elementos determinantes para el éxito de las huelgas.

10) Desde hace años, la propaganda del estado y la patronal asemeja los
sindicatos a «cuerpos constituidos» también llamados «órganos
intermediarios», cosa que no son. Un sindicato es una agrupación de
trabajadores y trabajadoras, sea cual sea su estatus y su actividad, que se
organizan para defender sus reivindicaciones y cambiar la sociedad; no se
puede hacer de ellos unos intermediarios para gestionar el orden
capitalista. Sabemos, claro está, que la neo-lengua se apoya para la
imposición de sus términos en las elecciones realizadas por muchas
organizaciones sindicales que se han institucionalizado. No es una cuestión
de «base» o de «cumbre».

11) En diferente grado, se trata de la CFDT, la UNSA, la CFTC o la CGC.

12) Ello no justifica los comentarios de ciertas organizaciones políticas
especialmente desdeñosas para con el pueblo que protestaba.

13) www.syllepse.net <http://www.syllepse.net/>  

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