Uruguay/ Zona violeta. La condición de la mujer en Casavalle [Salvador Neves - Testimonios]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Jul 6 17:51:19 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

6 de julio 2019

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Uruguay

 

Bulevar Aparicio Saravia: la condición de la mujer

 

Zona violeta

 

“Explicación de tu ausencia” casi se llama esta nota, que empezó esperando a
las mujeres de una de las zonas más duras para ellas que hay en la ciudad.
Pero, cuando escampó, llegaron y no dejaron títere con cabeza. Hay que irse
hasta Aparicio Saravia y Burgues, hay que pararse en la entrada del Centro
Cívico Luisa Cuesta y mirar al sur para tener la mejor vista del Santuario
Nacional del Cerrito de la Victoria.

 

Salvador Neves

Brecha, 5-7-2019

https://brecha.com.uy/

 

Pero el viernes pasado una fotografía tomada desde ahí hubiese decepcionado.
La bruma diluía todo. No hacía el frío que entró después, pero de a ratos
garuaba. En Casavalle, para muchas, moverse de la casa sigue equivaliendo a
meterse en el barro. No han terminado las obras viales apresuradas desde que
el invierno pasado la Policía capturó a Mónica Sosa y desarticuló su banda
(narcotraficantes) la de los Chingas, y cruzar San Martín a la altura de Los
Palomares también es embarrarse.(1)

 

Pero la invitación a la actividad en el centro cívico era singularmente
interpelante, por el tema, puede ser, pero, sobre todo, por tratarse de ese
tema en ese sitio: “Mujeres de América Latina: Medio siglo de lucha”, decía
la invitación del Colectivo de Estudios de América Latina Contemporánea del
Departamento de Historia Americana de la Facultad de Humanidades.

 

María José Bolaña, profesora en la zona durante muchos años, investigadora
de la historia del cantegril, había seleccionado pasajes de algunos
documentales recientes que reconstruyen historias de mujeres de los sectores
populares latinoamericanos que han enfrentado las violencias del
machismo.(2) Lo había hecho teniendo en mente mil historias parecidas oídas
de mujeres a lo largo de los años en torno a esa avenida que fue el eje
topográfico de su investigación, Aparicio Saravia, y que le hacen pensar que
ese es uno de los sitios donde, detrás de los afeites de la Suiza de
América, aparece claro el rostro de América Latina.

 

Además de los documentales, hubo discusión jugosa y tres investigadoras
jóvenes (Julieta de León, Lucía Martínez Hernández y Alesandra Martínez)
narraron lo que vienen encontrando en búsquedas que tienen que ver con las
luchas emancipatorias de las mujeres.

 

Martínez, que trató sobre la emancipación de las uruguayas desde el fin de
la dictadura hasta el presente, entre otras cosas, rescató hechos incómodos,
de cuando “aquel Río de Libertad de 1983 ambientó cierta apertura que iba
más allá de la demanda formal de democracia”.

 

Algún lector canoso podrá recordar de aquellos días el aroma a destape,
representado en aquel título que llenó la tapa del semanario Jaque cuando
pudo celebrarse el fin de la censura: “Teta, culo, Marx”. En ese medio, que
representaba lo que entonces podía denominarse “la izquierda” del Partido
Colorado, Hernández encontró la primera encuesta sobre la opinión que los
uruguayos tenían sobre la legalización del aborto. La mayoría de los
consultados todavía estaba en contra, pero en el círculo que representaba
gráficamente las porciones de opinión la información se presentó invertida,
alentando la impresión contraria, lo que sugiere que “el duende de la
imprenta” que anduvo por allí era bien batllista.

 

En aquel contexto las mujeres de todos los partidos se movilizaban en tanto
tales y reivindicaron derechos juntas. Una asamblea de delegadas de comités
de base reunida en el Teatro Astral el 10 de noviembre de 1984 había fijado
para el 15 la conmemoración del Día de la Mujer Frenteamplista. “Por la paz
y la democracia, la mujer frenteamplista va de Frente”, sería la consigna
central de la marcha por 18 de Julio realizada esa jornada. “Es bien
interesante –comentó la investigadora–. La encabezaban Ema Noya de
Crottogini y Lily Lerena. Las mujeres iban por la calle y los hombres
miraban desde la vereda.” El comando electoral del Frente Amplio había
prohibido una de las demandas que las movilizadas pretendían, el punto 18:
“Democracia en el país y democracia en el hogar”. “Se temía que se
entendiese que el Frente pretendía introducirse en la vida privada de las
personas”, explicó Hernández. Pero, encabezadas por seres de tal peso, las
mujeres quebraron la disciplina partidaria y alzaron también esa pancarta.

 

La investigadora recordó también el tiempo y el esfuerzo que costó sacar la
violencia machista del silencio. A Flor de Lis Rodríguez el marido la
asesinó el domingo 12 de noviembre de 1989 a las diez de la mañana. “Cuando
Flor salía con su hermano de comprar pan, el esposo la acuchilló. Dos
certeras puñaladas en el corazón y una más en un costado. Algunas otras para
el hermano. Flor está muerta, su hermano herido y hay tres niños huérfanos.
Ella tenía 32 años”, escribió Isabel Villar, editora de La República de las
Mujeres, un suplemento del diario La República en esos años. La muchacha
venía huyendo de su marido desde Durazno. El juez le reclamaba que diese su
domicilio porque el hombre “tenía derecho a ver a sus hijos”. Las
organizaciones de mujeres le dieron apoyo. “Ella había dicho que ahora no
tenía miedo porque ya no estaba sola. Entonces para las organizaciones fue
como: ‘Nos la mataron’”, explicó Hernández.

 

“En el resto de la prensa el caso no aparece. Tengo relevado El Diario, El
País, La Mañana y La República”, subrayaría después la investigadora
dialogando con Brecha. “Sin embargo, es a partir de este caso de Flor de Lis
que las mujeres le entran de lleno a la cuestión de la violencia de género y
después, en los noventa, le dan con todo. El 12 de julio de 1995 se modifica
el Código Penal y se define como violencia doméstica aquello que antes se
denominaba como lesiones o lesiones graves.”

 

Por eso, incluso poner en números aquellos hechos fue una tarea complicada.
El Consejo Nacional de las Mujeres, vinculado al Partido Colorado, hizo los
primeros intentos para fundamentar la propuesta de crear la Comisaría de la
Mujer. Después tomó el relevo el equipo de Isabel Villar.

 

Nadar en dulce de leche

 

“39.942 denuncias de violencia doméstica y 29.904 rapiñas hubo en 2018.
Sobre todo cuando se piensa en estos barrios se piensa en la inseguridad
ciudadana, que es real, pero tenemos muchas más denuncias de violencia
basada en género, o doméstica, puntualmente, que de rapiñas y hurtos. Eso
también habla de los medios de comunicación, que hacen a los temas”,
advirtió al semanario Clyde Lacasa, coordinadora de la Red Uruguaya contra
la Violencia de Género y Sexual (Rucvgs), quien trabaja en atención directa
en el Luisa Cuesta.

 

Pero, al mismo tiempo, tratándose de este territorio, sería miope considerar
aisladamente la violencia basada en género. “Hay estructuras –subrayó
Lacasa–; la violencia más estructural, la pobreza, la ignorancia. Y no
solamente la ignorancia de la mujer que viene a atenderse, sino una que trae
de generaciones anteriores y se replica. Hay muchas mujeres, jóvenes y
maduras, que tienen dificultades serias para interactuar en la sociedad. Que
nunca fueron al Centro, que no saben tomar un ómnibus. Y están a 45 minutos
de 18 de Julio. Esta limitación, que es estructural, les hace difícil muchas
veces pedir ayuda o incluso saber que existe ayuda. Les pasa menos a las de
18 o 20 años, pero esto lo encontrás hasta en las de 30. Para esto, la
llegada del centro cívico, donde están presentes muchas instituciones, ha
sido una solución enorme.”

 

La violencia de género se intersecta, además, con las otras violencias
ciudadanas y esto puede hacer que la cercanía de algunas instituciones
tampoco alcance. “Si la mujer va y se registra con un número de cédula, una
dirección, los datos de sus hijos, esto significa que esta mujer ya queda
institucionalmente visibilizada”, observó Lacasa. “Pero esto implica también
a las personas que comparten la casa con ella y que pueden estar vinculadas
a delitos, por lo que lograr que no lo haga pueda ser importante para
ellas”, explicó.

 

La coordinadora de la Rucvgs recordó que “hubo momentos en que estas
personas intentaban evitar que las mujeres tramitaran una tarjeta del Mides,
por ejemplo. O la asignación familiar. ‘¿Cuánto te dan por la asignación?’,
les preguntaban. ‘Quinientos pesos.’ ‘Yo te doy mil, pero no vayas’, les
planteaban. Trabajando en la violencia basada en género y en la violencia
doméstica, muchas veces nos encontramos con estas limitaciones. Acá la gente
que pierde la cédula no hace la denuncia. Puede pasar años sin cédula de
identidad”, apuntó Lacasa.

 

En el barrio la vulnerabilidad se respira. “Cuando llegás, ocho y media de
la mañana ya está el helicóptero dando vueltas. Y los patrulleros y alguna
camioneta del Pado (Programa de Alta Dedicación Operativa).Durante mucho
tiempo la Policía no estaba en la puerta del Luisa Cuesta, pero estaba en
frente, en la placita”, describió la entrevistada.

 

La soledad de las mujeres ante las cargas familiares hace que se suela usar
la palabra “matriarcado” para referir a la relación. Algún medio definió a
Mónica Sosa como “matriarca” de Los Chingas. Lacasa admitió que, “cuando los
varones van presos y las mujeres quedan a cargo del negocio, a veces ejercen
una violencia superior a la de los hombres”. Pero de esto habría que
concluir que hay una disputa del poder. “Lo que hacen es ejercerlo para
protegerse. Cuando el hombre sale de la cárcel, vuelven a estar sujetas a
sus violencias y a su economía.”

 

Pero en torno a Aparicio Saravia incluso vivir del lado de los salvos supone
riesgos. “En lugares donde las instituciones no han llegado, las
organizaciones basadas en la fe han crecido de manera estrepitosa. Nos
encontramos mujeres que van a esas iglesias y a menudo lo que reciben es que
hay que perdonarlo todo en nombre de Dios. Entonces te encontrás mujeres que
viven 50 años en situaciones de violencia doméstica o de abuso sexual porque
se perdona todo. Y, si no se hace un trabajo más importante desde las
instituciones, eso va a seguir pasando. Además, esas organizaciones manejan
mucho dinero. Reciben a la mujer en instalaciones a veces suntuosas. Las
atiende la pastora. Pero luego los casos no son trasladados a las
instituciones. Y esto es peligroso, muy peligroso”, advirtió.

 

Pero tampoco toda la institucionalidad está alineada. “Encontramos familias
con problemas psiquiátricos endémicos, que no sólo tiene la generación más
joven, sino que se originan más atrás. Vos notás ya en la madre algunas
carencias, que quizá fueran simplemente funcionales en su inicio, pero que
cuando no se trabajan se transforman en una patología social. Los problemas
psiquiátricos aparecen mucho más de lo que se piensa y las policlínicas
están saturadas. Vos le decís a la mujer: ‘¿Y, fuiste al psiquiatra?’. ‘Sí,
tengo que ir tal día a tal hora para que me den hora para agosto o
setiembre’, te responden. Entonces, por más que una institución trabaje en
estas cosas, si no cuenta con las otras que también se necesitan para
abordar estas situaciones, es como nadar en un mar de dulce de leche, más o
menos”, graficó.

 

Pero que espere afuera 

 

El menú cinematográfico que Bolaña preparó hubiera sido muy adecuada materia
de discusión en una zona como la descrita por Lacasa. La experiencia de
presenciar el diálogo entre las vecinas y la docena de investigadoras que
llegó al centro cívico hubiese sido impar. Pero las vecinas, por el tiempo,
por el tema o por algún otro motivo, no acudieron. “Nosotras hubiéramos
venido, de haber sabido. Nos prendemos a todos los talleres”, dijo Leonela
Olivera. Pero Aparicio Saravia es larga y la invitación no llegó hasta el
Marconi, donde vive.

 

Pero no siempre ella y sus compañeras del colectivo de mujeres Calandrias
fueron tan salidoras. Probando que ahora es así, el miércoles desdeñaron ser
visitadas en su barrio y se vinieron al centro cívico a conversar con
Brecha. Hay cosas que están cambiando en sus vidas desde que se vienen
juntando, hace dos años, coincidió la “delegación”, de la que también
formaron parte Alejandra Fernández y Macarena Olivera.

 

“Es que el tema asusta”, admitió Alejandra. “Cuando empezamos a reunirnos,
muchas no se querían acercar porque pensaban que tenían que hablar de si el
esposo les pegaba”, recordó Leonela. “Somos mamás de la escuela 191. Las
maestras (las dos Lucías, Valentina y Micaela) nos plantearon la idea,
estuvimos de acuerdo y empezamos a invitar gente con tarjetitas. Invitamos a
las mujeres de la zona, a las maestras mismo”, precisó Macarena.

 

“Pero de lo que hablábamos era más general, de la violencia de género que
hasta nosotras mismas nos ejercemos, el machismo, porque desde pequeñas nos
vienen criando machistas”, explicó Alejandra. “Nosotras decíamos: el rosado
es de nena y el celeste de varón. Y después nos dimos cuenta de que no, de
que la nena puede usar azul, verde, anaranjado, y el varón, rosado, violeta,
rojo”, graficó Macarena.

 

Se dieron maña para contarse lo que, por lo menos al principio, no era
fácil: “Usamos mucho lo escrito, sin nombres ni nada. O, si no, tomo un
cuento de otra y lo cuento, pero cambiado, como si no fuera mío”, explicó
también esta última.

 

Y así, añadió Alejandra, “muchas de nosotras nos dimos cuenta de que
estábamos siendo maltratadas y de que eso no está bien”. “Muchas mujeres
piensan que no sufrieron violencia porque no las agredieron físicamente”,
aclaró Leonela. “A veces no te das cuenta. Te criaron de esa manera y vos te
creés que eso está perfecto. Y capaz que no te mata a palos, pero capaz que
te mataste cocinando y viene y te tira toda la olla al piso”, ejemplificó
Alejandra.

 

“¿Y por qué sucede?”, preguntó el periodista. “Porque ellos se piensan que
somos de ellos, que son los dueños”, sentenció sin dudarlo Macarena.

 

—¿Qué les sugiere la palabra “feminismo”?

 

—Hay muchos grupos que se llaman feministas, de los cuales algunos a mí no
me representan. Por ejemplo, las que salen a hacer daño, a romper vidrieras,
a hacer sus necesidades enfrente a iglesias. Las que consideran que todos
los hombres son malos, que son violadores, esto y aquello. Eso no es
feminismo. Yo me considero feminista en el sentido de que estoy de acuerdo
en que los derechos tienen que ser iguales y en que, quizás ahora no tanto,
pero a la mujer se la trataba mal, los sueldos no eran los mismos, no te
daban mucho trabajo porque si sos mujer, tenés hijos y, por lo tanto, no te
puedo explotar lo que preciso. Feminismo es la igualdad –respondió
Alejandra.

 

Leonela y Macarena han tenido una experiencia singular con la iglesia
neopentescostal a la que acuden. Ellas iban con sus hijos al merendero que
funcionaba los miércoles en la institución. Pero el colectivo había resuelto
fijar su reunión para los miércoles. El pastor, lejos de reclamarles que
abandonaran Calandrias, resolvió pasar la merienda para los viernes. “Hay
otras distintas, pero ahí nos dan para adelante para que vayamos a todo lo
que nos haga bien a nosotras”, explicó Macarena.

 

—No las convido con mate porque sé que toman dulce –se disculpó el
periodista, aludiendo a un video sobre Calandrias que anda en la red.(3)

 

—Hasta en eso estamos cambiando –objetaron a coro.

 

—¿Y algo más cambia?

 

“Yo veo que las nuevas generaciones son un poco más liberales. Las mujeres
se animan a manejarse más solas y los hombres se animan un poco más a
soltar”, opinó Alejandra. “Y en la identidad sexual también. Antes un hombre
se animaba a soltarse recién de veterano. Hoy un nene de 15 años, si ya está
decidido a ser homosexual, va y lo muestra. Y gente mayor también. Personas
con cuatro o cinco hijos que se separaron del marido y se casan con mujeres.
En el barrio hay tres casos”, contó Leonela.

 

—¿Y por qué en el video vos decís que no importa si el hombre es marido o
concubino, transitorio o duradero, siempre que te espere afuera? –preguntó
Brecha específicamente a Alejandra.

—Porque el taller es para sentirnos libres y, a veces, si estás con tu
marido…

 

—En el video ustedes dejan una pregunta sin respuesta: la mujer posee
instinto maternal, ¿mito o realidad?

 

—Coincidimos todas en que es mito. Es algo que te encajan desde pequeña. Si
vos no querés tener hijos, no tengas hijos. No es nada malo. Es un mito. Nos
van a matar por esto, pero es la verdad. Se tenía que decir y se dijo.

 

Notas

 

1. “Nada es para siempre”, Brecha, 13 VII 18. Sobre la zona de Casavalle y
Los Palomares ver artículo de Ernesto Herrera, La razón policiaca: un
“censo” en territorio enemigo
(https://correspondenciadeprensa.com/2018/06/26/uruguay-la-razon-policiaca-u
n-censo-en-territorio-enemigo/) 

2.  “De Aparicio Saravia a Dolores”, Brecha, 23 XI 18.

3.  https://www.youtube.com/watch?v=Tt7Tpr1YtTw 



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