Argentina/ Pobreza sin techo. "La calle es una mierda también cuando no hace frío" [Roly Villani]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Jul 27 16:56:42 UYT 2019


  _____  

Correspondencia de Prensa

27 de julio 2019

 <https://correspondenciadeprensa.com/> https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

 <mailto:germain5 en chasque.net> germain5 en chasque.net

  _____  

 

Argentina

 

Pobreza sin techo

 

“La calle es una mierda también cuando no hace frío”

 

El cronista Roly Villani * recorrió San Telmo de noche, el barrio porteño
con más gente durmiendo en la calle. La exclusión, la solidaridad
estacional, la red de paradores alternativos, el derecho a la ciudad y la
ley de protección que no se aplica por una decisión más ideológica que
financiera. El 15% de lxs sin-techo de Buenos Aires cayó en la vía pública
en lo que va del 2019: esta es la pobreza que se acerca.

 

Revista Anfibia, julio 2019

http://revistaanfibia.com/

 

Mientras las Fuerzas Armadas desfilaban en Plaza de Mayo para las
autoridades nacionales en la celebración del 9 de Julio, la Policía de la
Ciudad reprimía a pocos metros de allí, en el Obelisco, a personas en
situación de calle. En rigor, impidieron que las organizaciones que trabajan
sobre el derecho a la vivienda se instalaran una carpa para protegerlos del
invierno. Un derroche de simbologías que había empezado una semana atrás,
cuando el estadio de River abrió sus puertas con el mismo objetivo y la
noticia dio la vuelta al mundo. En ese caso, el oficialismo dijo que la del
club era una acción oportunista. Unos días antes, la muerte por frío de
Sergio Zacariaz, un hombre que dormía en la calle a pocos metros de la Casa
Rosada, había encendido la chispa de la indignación popular y el gobierno
dijo entonces que el hombre había muerto por negarse a recibir ayuda.

 

—¿Sabés lo que nos duele y nos molesta? Mirame a los ojos. Que vengan corte
ahora que hace frío—dice Ariel. Estamos en la esquina de Tacuarí y Estados
Unidos, son las once de la noche del viernes 5 de julio. 

 

Hace un rato, en conferencia de prensa, los realizadores del último Censo
Popular de Personas en Situación de Calle anunciaron que encontraron 7251
personas y no 1000 como dice el Gobierno, sin techo en CABA. Ariel repite la
frase “mirame a los ojos” cada vez que está por decir algo importante. Se le
hizo costumbre que pasen y ni lo miren. “Estamos en el horno pero con frío.”
Ariel se ríe de su propio chiste.

 

—Se acerca gente con cosas calentitas y está bien —dice—. Pero estar en la
calle es una mierda también cuando no hace frío—. Los demás están de
acuerdo. Los demás son Caterina y los hermanos Diego y Miguel. Diego está
acostado sobre unos cartones y no se va a levantar en las casi dos horas que
me quedé conversando con ellos. 

 

—El otro día se murió un amigo nuestro de un paro cardíaco. Gonzalo. Se nos
murió en la plaza. Mírame a los ojos. Se murió y todavía no hacía frío
—dice.

 

—¿En cuál plaza? —pregunto.

 

—En la del subte —contesta Caterina. 

 

Es la plaza breve de Independencia y 9 de Julio. Me acuerdo que la Red
Solidaria informó que durante la ola de frío hubo cinco muertos en el país,
y uno era de San Nicolás. Chequeo el dato: era de la localidad bonaerense de
San Nicolás, no del barrio porteño. Gonzalo no fue incluido en la lista por
no morir de frío.

 

Caterina me habla en un idioma extraño porque es de madre italiana y padre
brasileño. Mezcla acentos y palabras. Vivió hasta los once años en Río de
Janeiro y me cuenta que fue paquita de Xuxa. Antes tenía el pelo largo y
mirá ahora, se lamenta. Tuve y destuve, dice. Repite la frase. Que tuvo y
destuvo.

 

—Tuve cuatro hijos, pero en un accidente de moto se murió mi hija más
grande. Yo tuve desprendimiento de retina y por eso no veo nada de este ojo.
Me deprimí y me vine a la calle.

 

Caterina es la única mujer de la ranchada y, mientras hablo con ella, no
puedo evitar pensar que este grupo reproduce a nivel micro la proporción de
mujeres en situación de calle que encontró el censo popular: cerca del 20%.

 

—A mí no me violaron —sigue Caterina sin que se lo pregunte—. Tengo mi
marido pero no puedo vivir con él porque es millonario y yo no —agrega—. Los
demás le hacen chistes. Ella se enoja pero un poco se ríe.

 

*****

 

En CABA (Ciudad Autónoma de Buenos Aires) , el 80% de la población en
situación de calle son varones, el 19% mujeres -40 de ellas están
embarazadas- y el 1% restante (42 personas) pertenece a la comunidad
travesti trans.

 

—Que haya más hombres en la calle tiene que ver también con los estereotipos
patriarcales —explica Florencia Montes Páez, integrante de la Organización
No Tan Distintas—. Las mujeres cis tardan mucho más tiempo en quedar en la
calle porque se habilita toda una red familiar que lo evita. Se las refugia
por la idea de fragilidad. Pero la mayoría de las pibas que están en
situación de calle escapan de escenas de abuso intrafamiliar o de violencia
dentro de esas mismas redes de contención.

 

No Tan Distintas coordinó hasta hace pocos meses el Centro de Integración
Frida, primera institución de esas características para mujeres en situación
de calle. Ese espacio continúa ahora coordinado por sus fundadores del
Proyecto Siete, y No Tan Distintas impulsa proyectos de vivienda, trabajo y
activismo feminista en el Gran Buenos Aires. “En el caso de la población
trans, la cantidad relevada fue relativamente poca. Eso se explica porque
las compañeras tienen una trayectoria muy fuerte en organización popular. En
condiciones precarias logran sostenerse. Y también es cierto que muchas se
dedican al trabajo sexual y los censistas no las identifican habitando en la
calle sino trabajando”, agrega Montes Páez.

 

El Segundo Censo Popular de Personas en Situación de Calle (CPPSC) se llevó
a cabo entre el 25 y el 28 de abril de este año por varias docenas de
organizaciones. Ochocientos voluntarios barrieron la Ciudad de Buenos Aires
con un método de búsqueda y registro que era respetuoso con la voluntad de
las personas censadas, pero a la vez consistente y de alta calidad
metodológica. Quienes lo llevaron a cabo conocían la realidad que se estaba
mapeando. Los números del censo fueron ampliamente difundidos: 7251 personas
que viven en la calle. Poco más de la mitad aceptaron ser encuestadas, y de
ellas, 1461 afirmó que es la primera vez que está en esa situación. De
ellos, casi 900 dicen que se quedaron sin casa por haber perdido el trabajo.

 

Pero este censo popular es la foto. Hay una historia atrás que también
explica bastante cómo se llegó hasta acá. Es la historia del incumplimiento
de la Ley 3.706, sancionada en diciembre de 2010 por la Legislatura porteña
luego de una enorme lucha llevada a cabo por buena parte de las
organizaciones que llevaron adelante el censo. El Ejecutivo porteño,
encabezado entonces por Mauricio Macri, vetó esa ley unos meses después de
sancionada. Vetó el artículo 5 que dice “El derecho a la Ciudad es definido
como una atribución de libertad sobre el uso igualitario y no
discriminatorio del espacio público, su uso y disfrute y el derecho al
acceso a los servicios por parte de todos los habitantes, conforme los
principios constitucionales”. 

 

Con el veto, el macrismo se reservaba el derecho de sacar del espacio
público a cualquiera que quisiera dormir ahí. Porque esa era la política que
impulsaba en ese momento y a la que nunca renunció, aunque fue suavizando el
tono. Las organizaciones aceptaron ese veto parcial, porque estaban
interesadas en que se aprobara el resto. Sobre todo, la parte de la ley que
dice que el presupuesto asignado al sector debe basarse en “un relevamiento
anual de las personas en situación de calle o en riesgo a la situación de
calle con información desagregada que posibilite un diagnóstico y fijar
políticas puntuales para los distintos subgrupos”. Es decir, que debía
ajustar el presupuesto a la cantidad de personas que encontrara. La ley se
publicó en el Boletín Oficial. Pero nunca se ejecutó. Por eso, las
organizaciones tomaron en sus manos la realización del Censo. El primero se
hizo en 2017 y había encontrado 4394 personas. 

 

—Si se aplicara la Ley este desastre no se habría provocado —dice Manupela.
O Manu, como lo conocen todos en el Monteagudo, donde vive. Lo encuentro
seguido en las movilizaciones porque es periodista, trabaja en radios
comunitarias. Cada vez que me lo cruzo, me recuerda que la pasión por el
periodismo le surgió en los talleres que hicimos en 2013.

 

En el año 2012 llegué al Centro de Integración Monteagudo para hacer una
nota. Trabajaba entonces en el diario Tiempo Argentino y olfateaba que podía
haber una historia importante ahí: me habían dicho que era un hogar de y
para gente sin casa. Administrado por ellos mismos. Me quedé un año dando un
taller de periodismo en el que se generaban los contenidos de la revista
Nunca es tarde, escrita íntegramente por gente en situación de calle. Además
escribí no una sino seis o siete notas sobre el tema. Una de ellas decía:
“Hasta el 2001, Horacio Ávila vivía en una casita en la Zona Oeste del Gran
Buenos Aires. Era tapicero, tenía una mujer y dos hijos. Había laburado toda
su vida, igual que su padre, de quien heredó el oficio. Cuando el gobierno
de la Alianza se fue en helicóptero por el techo de la Casa Rosada y
sobrevino la crisis más grande de los últimos cincuenta años, los que
estaban menos preparados fueron los que más sufrieron. Horacio Ávila se
fundió. Tuvo que vender las herramientas para pagar varios meses de alquiler
atrasado de la casita y el resto se lo dio a su esposa para que se fuera con
los chicos a vivir a Córdoba, a lo de sus viejos. Y con las monedas que
tenía, se vino a la Plaza Congreso. Era la primera noche de lo que iban a
ser seis años en la calle. Yo tuve un colchón más grande que Horacio,
pienso. Y ése es todo el chiste. Yo también me fundí en el 2002, pero tuve a
mis viejos, tuve amigos y tuve parientes que me prestaron una casa. Que me
dieron changas para hacer unos mangos hasta que remontara. Yo era, yo soy,
de clase media. Horacio no tenía tanto, no lo tuvo. Por eso terminó en la
calle.” 

 

Escribí eso en 2013. Tampoco podía saber que la historia iba a repetirse y
que iba a poner a prueba nuevamente el colchón de mi pertenencia a la clase
media. Hace más de dos años que estoy sin trabajo fijo. Tuve tres amigos
propietarios que me prestaron su casa o me la alquilaron en condiciones de
amistad. Y, en definitiva, siempre tengo la casa de mi vieja. Pero ¿cuántos
tienen esa red? Y una pregunta más inquietante. ¿Cuánto aguantará la red? 

 

Estando en la calle, Horacio se organizó con otras seis personas y llamaron
a esa organización Proyecto Siete. Inicialmente, trataban de que la policía
no les pegara más. No les pegara tanto. Después empezaron a pelear por
subsidios y más tarde, en una de esas volteretas que pega la política,
Proyecto Siete terminó administrando el Monteagudo con pautas bien distintas
de los Paradores del GCBA: la cama que cada persona ocupa no la tiene que
pelear cada noche, está abierto las 24 horas y las tareas de limpieza y
administración la llevan adelante los propios usuarios. Esta pequeña enorme
diferencia hace del lugar algo muchísimo más amable que los dispositivos
oficiales. Pero también hace que el Monteagudo tenga una tasa impresionante
de reinserción. Conocí no menos de quince personas —algunos de ellos eran
parte del taller de periodismo— que, luego de una temporada en el
Monteagudo, pudieron alquilarse una pieza, una casita. Porque la certeza de
tener una cama donde dormir cada noche, un techo y un plato de comida sin
mendigarlo, es el más poderoso reestructurador de la vida. Siempre que haya
una economía en movimiento, claro. Por eso los paradores, con su lógica de
reinicio cada tarde, generan clientes. No reinsertan a nadie.  

 

—No voy a los paradores porque los conozco —dice el flaco que se hace el
remiso para darme su nombre. Está junto a unas ocho personas en la Recova de
Irigoyen. La mayoría de ellos está acostada. Son las diez de la noche del
sábado. No hace tanto frío como el jueves y el viernes pero hay gente en
cada ranchada repartiendo bebidas calientes, guisos. “Es por lo de la tele”,
me explica el flaco. Lo de la tele debe ser la noticia de la muerte de
Sergio Zacarías. 

 

— Los paradores son una mierda, tenés a los policías que te verduguean hasta
las dos de la mañana, no podés llevar tus cosas, se arma un ambiente muy
tumbero, hubo casos de violaciones. Mirá, es muy fácil: si fueran mejor que
dormir en la calle yo no estaría en la calle.

 

Agarro por Paseo Colón y encuentro a Fabián, que está solo en la recova
frente a la plaza de la Aduana. No quiere juntarse con más gente. Tiene unos
modales muy amables y tranquilos. Tiene 41 años y es de Mar del Plata. Su
madre es abogada. Hace unos años tuvo una pelea fuerte con el padre y no
puede, dice, volver a su casa. Trabajó de su oficio de herrero en Buenos
Aires hasta que, hace tres años, cerraron la herrería. Se fue cayendo y un
día no pudo pagar más el alquiler. Tiene un colchón semilimpio, bastantes
frazadas y una pila de discos de vinilo. “Los encontré en un container -me
explica-. Voy a ver si los vendo en San Telmo mañana”.

 

Sigo por Paseo Colón hasta Independencia y por esa hasta Tacuarí. En casi
todas las cuadras hay ranchadas. Y en todas las ranchadas hay gente
acercándoles bebidas calentitas o comida. ¿Por qué el gobierno elige
confrontar y decir que ésto no existe? Por el mismo motivo que hicieron los
bancos de la vía pública con diseños anti siesta y pagaron por ellos más de
lo que invierten en los paradores. Por el mismo motivo que el 9 de julio
reprimieron a las organizaciones que instalaban una carpa y nos tiraron
gases a los periodistas que cubríamos el episodio.

 

El dirigente del Movimiento de los Trabajadores Excluidos Juan Grabois
estaba el 9 de julio en el Obelisco. Me dijo: “Hay un sector que, a pesar de
estar explotado directa o indirectamente, no es funcional al proceso de
acumulación, es molesto. Y la estrategia del capital es una política de
exterminio. Porque permite despoblar lugares que valen más por su riqueza
inmobiliaria que por la posibilidad de explotar mano de obra. Si pudieran,
nos matarían”.

 

¿Cómo explicar, si no, la falta de aplicación de la Ley de Protección de los
Derechos de las Personas en Situación de Calle? Una ley aprobada,
renegociada y publicada en el Boletín Oficial. Una ley que habría evitado el
estallido de esta indignación y que, según Cecilia Segura, Presidenta de la
Auditoría General de la Ciudad, demanda solo el 2% del presupuesto porteño.
“Los fondos están —dice Segura—. El motivo para no ejecutarlos es
ideológico, no económico.”

 

Llego, finalmente, a Tacuarí y EEUU. Diego sigue acostado sobre los
cartones. Caterina me saluda desde lejos. Miguel duerme y Ariel no está.

 

—Vino el BAP —me dice Diego, y me muestra juguitos en sobre, galletitas y
saquitos de mate cocido. El Buenos Aires Presente es el equipo del GCBA que
hace recorridas por la ciudad para atender a las personas de la calle.

 

—Estuvieron bien. —le digo. 

 

Diego se ríe.

 

—Estar bien es otra cosa, amigo. 

 

—Por lo menos no quisieron pegarnos para que nos vayamos —dice Caterina.

 

Uno de los grandes éxitos del macrismo es que en toda esta indignación
social, con la apertura de los clubes de fútbol para dar alojamiento
incluida, no se mencionó a la sigla UCEP. Salvo en algún posteo perdido en
las redes o en la cabeza de alguna persona memoriosa, la Unidad de Control
del Espacio Público, la primera política de Macri para el sector quedó
silenciada. En noviembre de 2009, entonces Jefe de Gobierno, Macri anunció
que la UCEP sería disuelta y sus empleados redistribuidos en otras áreas.
Intentaba acallar el escándalo surgido en la causa tramitada en el Juzgado
Nacional en lo criminal 49 y denunciada por la Defensoría del Pueblo,
periodistas y vecinos por “ejercer violencia física y verbal contra
indigentes y sustraerles sus pertenencias”. En ese proceso se demostró con
filmaciones que los integrantes de la UCEP despejaban los espacios a las
piñas y patadas, de noche y quemaban las pocas pertenencias de los pobres.
El propio Macri estaba muy complicado por su responsabilidad en la creación
de la banda parapolicial, pero el juez de instrucción Facundo Cubas cerró la
causa en plena campaña del 2015, meses antes de que Macri ganara las
elecciones. Sin embargo, la contundencia de las pruebas era tal que el
magistrado dejó procesados a varios funcionarios. Entre ellos, a Fabián
Rodríguez Simón. 

 

Si la UCEP les quemaba los colchones, ¿es tan ilógico que unos vecinos hayan
querido prenderle fuego directamente a los indigentes en Mataderos? La
lógica de responsabilizarlos por haberse caído de un sistema que los expulsa
no es nueva. “Una noche de 2004, cuando dormíamos en el Spinetto, nos
despertamos porque Corcho se estaba prendiendo fuego — cuenta Horacio Ávila
poco después de la presentación de los datos de censo— . Esas cosas pasaban
pero no se denunciaban porque la UCEP y la policía metían miedo todo el
tiempo.” 

 

*****

 

La actividad económica se redujo un 4,6% en los primeros cuatro meses del
2019 con relación al mismo período del año anterior. El empleo privado
registrado cayó en los últimos ocho meses en forma consecutiva, según los
informes que publica la Secretaría de Trabajo en base a los datos del
Sistema Previsional Argentino (SIPA) de la Afip. Los datos oficiales dicen
que, desde enero, cerraron 43 empresas por día. Quizás, para quienes tienen
que medirla, la pobreza pueda pensarse como un límite del cual se está de un
lado o de otro. Pero para quienes la padecen o la empiezan a padecer, la
pobreza es más como un gas que se instala de a poco. Vas recortando cosas
como quien respira el gas sin darse cuenta. Para que te asfixies falta
bastante y quizás no te asfixies nunca del todo, pero el gas está. El 53% de
las personas encontradas en la calle por el censo empezó a vivir en la vía
pública a partir de 2016. Y de ese porcentaje, el 30%  vive en la calle
desde este año. Esa es la pobreza que se acerca. Es una de las variables que
explica la repentina indignación masiva. 

 

Ya no hace tanto frío, pero la noche de este sábado de julio está cargada.
Son las dos de la mañana y Diego se ríe porque una cucaracha salió corriendo
de abajo del colchón. Caterina dice que le da risa eso porque se fumó un
porro. Él lo niega.

 

—Yo no me drogo —dice Caterina—. Yo tuve y destuve. Cuando tenía, le daba
mucho a la gente que vivía en la calle. Ahora espero que me den. 

 

* Roly Villani, fue redactor del diario Tiempo Argentino y editor en los
sitios iProfesional, Infonews y Minutouno. Escribe habitualmente en la
revista Brando y es miembro de Socompa) otras en posteos de Facebook y
Twitter. 

  _____  

 



---
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus
------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20190727/a99a92eb/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa