Estado español/ El gobierno de coalición, en vía muerta. ¿Y ahora qué? [Jaime Pastor]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Jul 28 00:08:56 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

28 de julio 2019

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Estado español

 

El gobierno de coalición, en vía muerta. ¿Y ahora qué?

 

Jaime Pastor *

Viento Sur, 27-7-2019

https://www.vientosur.info/

 

Rosa extrajo las siguientes conclusiones del experimento ministerialista
francés: la celebrada política práctica demostró ser de lo menos práctica
porque la clase trabajadora, paralizada a causa de la participación del
Partido Socialista en la política gubernamental, no podía hacer valer la
fuerza de su propio poder. 1/

 

El fracaso de la investidura de Pedro Sánchez como presidente del gobierno,
tras conseguir sólo 124 votos a favor frente a 155 en contra y 67
abstenciones, supone sin duda la frustración de las expectativas que, aunque
limitadas, se habían generado después del 28 de abril. No sólo entre el
electorado de izquierdas, sino también entre la mayoría de quienes votaron a
fuerzas soberanistas periféricas.

 

En cambio, ahora, la sensación de alivio que ha provocado este desenlace
entre las fuerzas de la derecha españolista salta a la vista con sólo leer
portadas como la del diario monárquico conservador ABC del 26 de julio –“No
se puede”-, mientras que otros medios no ocultan su satisfacción por ver
cómo el líder del PSOE ya da por cerrada la opción de gobierno de coalición
con UP (Unidas Podemos) y muestra su disposición a “explorar nuevos
caminos”. 

 

Obviamente, con esto sólo cabe interpretar que lo que va a buscar Sánchez
prioritariamente en los próximos dos meses es recomponer las relaciones con
un PP (Partido Popular) aparentemente centrado, una vez comprobada la
ineficacia hasta ahora de las presiones sobre el líder de Cs (Ciudadanos)
empeñado con su campaña histriónica del No al “plan Sánchez y su banda”. Con
todo, tampoco parece que Sánchez vaya a tirar la toalla en su esfuerzo por
lograr un giro de ese partido a medio plazo con la ayuda de su amigo común
Macron y las encuestas.

 

Por el contrario, la dirección de Podemos parece aferrarse a seguir con la
propuesta de gobierno de coalición, pese a que ésta ha entrado en vía
muerta, limitándose a una lista de reproches al PSOE –en general,
justificados- por su comportamiento a lo largo de la negociación…de
competencias ministeriales. Si bien cabe la esperanza de que se abra un
debate interno y con IU (Izquierda Unida) y sus confluencias que ayude a
ofrecer un rumbo alternativo capaz de frenar la desmoralización entre su
electorado y la desmovilización de una militancia cada vez más reducida.

 

¿Era posible otro resultado distinto en este proceso? Sin duda. Lo era si
finalmente Sánchez hubiera aceptado la oferta de última hora que le hizo
Iglesias desde la tribuna, recomendado al parecer por Rodríguez Zapatero,
con una rebaja más en sus demandas. Empero, si esto hubiera ocurrido y
hubiera salido adelante la investidura, el panorama que se habría abierto
para UP desde ese hipotético gobierno de coalición no habría augurado nada
bueno.

 

Porque lo que hemos podido comprobar a lo largo de la negociación contra
reloj vivida en los últimos días es que las concesiones que había ido
haciendo la delegación de UP ya eran muchas: lealtad en relación a lo que
pudiera decir el gobierno sobre la cuestión catalana y la sentencia contra
el procés; renuncia a los ministerios de Estado (o sea, a lo que forma parte
del núcleo duro de la política y que incluye, como hemos visto, Hacienda y
Transición ecológica), aceptación del veto a Pablo Iglesias como miembro del
gobierno… A éstas habría que añadir la resignación final ante el veto de la
CEOE (Confederación Española de Organizaciones Empresariales) a su presencia
en carteras como la de Trabajo, sin olvidar que no habrían podido cuestionar
los recortes de 6.000 a 8.000 millones de euros que reclama la Comisión
Europea. A la vista de todas estas restricciones sistémicas explicitadas (no
creo que haga falta mencionar las implícitas, relacionadas con “no tocar” la
monarquía o esas cloacas del Estado que tanto se han ensañado con Podemos y
a las que no es ajena la gran banca, como hemos visto con el escándalo del
BBVA), difícilmente cabía pensar que UP hubiera podido desarrollar políticas
de izquierda desde el gobierno y, en cambio, con su silencio habría tenido
que asumir la complicidad con políticas de derecha en lo económico-social y
represivas en relación a Catalunya.

 

¿Era previsible este resultado final? Todo indica que sí. El líder del PSOE
se ha comportado como lo ha hecho (retrasando el inicio de las negociaciones
y rebajando cada vez más las aspiraciones del líder de UP), no por
casualidad o por mera desconfianza personal. En realidad, era muy consciente
de que integrar a ese partido en el gobierno sólo podía darse en condiciones
de una subalternidad tal que le permitiera superar las reticencias de los
grandes poderes económicos y de la UE, por no hablar del propio régimen,
cada vez más preocupados por el escenario de incertidumbre económica
agravada por el Brexit y de la crisis política derivada de los efectos de la
sentencia, probablemente dura, contra el procés que se anuncia para este
otoño. En ese escenario, el papel que han jugado en ese proceso los
dirigentes de CCOO (Comisiones Obreras) y UGT (Unión General de
Trabajadores) no poniendo en el centro el debate programático en torno a
políticas antiausteritarias, no ha ayudado nada a contrarrestar esas
presiones desde arriba.

 

Esto explica que Pedro Sánchez, en su intervención inicial y en sus réplicas
a lo largo de todo el debate, haya dedicado más tiempo a emplazar a PP y Cs,
a su sentido de Estado, para que se abstuvieran ante la investidura.
Mostraba así su adaptación al marco discursivo del tripartito de derechas
que fue derrotado el pasado 28 de abril (defensa de una democracia militante
que pretende excluir a populistas e independentistas en nombre de la defensa
común de la unidad de España), descalificando a UP y limitándose a aceptar
el “buen tono” de ERC –“sin nada a cambio”, como ha insistido
constantemente- y del PNV por su disposición a no bloquear la investidura.

 

El discurso de investidura del líder del PSOE, por cierto, proclamaba su
voluntad de poner en marcha, nada más y nada menos, que “la segunda gran
transformación del país”, recordando objetivos y medidas en su mayoría ya
contenidas en el programa electoral, acompañadas de algunas perlas (como la
referencia a que “en 1975 salimos de la dictadura”, legitimando, más
explícitamente si cabe, el discurso sobre el papel del sucesor de Franco,
Juan Carlos I, como “motor del cambio”), contradicciones (reivindicando, por
ejemplo, el fetichismo del crecimiento económico a la vez que aspirando a
responder a la emergencia climática) y generalidades como la voluntad de
llevar a cabo un “proyecto de regeneración nacional” (después de no haber
mencionado una sola vez a Catalunya), o su disposición a contribuir a la
construcción de una Europa “capaz de competir con otras potencias globales”,
mientras prometía estrechar aún más la relación con el régimen marroquí en
su necropolítica migratoria.

 

La única novedad estaba en su propuesta de emprender una reforma del
artículo 99 de la Constitución -el que regula los procedimientos de la
investidura- con el fin de garantizar que no se repita lo que ya ocurrió en
2016 y ha vuelto a pasar ahora: permitir que pueda llegar a formar gobierno
la lista más votada para evitar el bloqueo parlamentario. Una clara
demostración de su nostalgia por las décadas de turnismo bipartidista que,
pese a la crisis de Cs y UP, difícilmente va a volver, mientras crece la
representación de la realidad plurinacional del Estado en el propio
parlamento.

 

Mirar más allá de la coyuntura

 

Por tanto, de la experiencia de estos días deberíamos concluir que la vía
elegida por la dirección de UP para responder a la aspiración expresada el
28 de abril, de que se formara un gobierno alternativo al del tripartito
reaccionario, solo podía conducir al fracaso dada la naturaleza de partido
del régimen que caracteriza al PSOE y a la vista de la relación de fuerzas
que separa a ambas formaciones políticas. La opción por una vía a la
portuguesa, en cambio, es y sigue siendo desde nuestro punto de vista –como
también, al parecer, propone ahora IU- la más coherente: permite emplazar a
la dirección del PSOE a aceptar el compromiso público de unos puntos mínimos
de acuerdo que permitan votar a favor de la investidura de Pedro Sánchez y,
a la vez, garantiza la independencia política para desarrollar una firme
oposición desde el parlamento y la movilización popular con el fin de poder
desmarcarse, desbordar y/o confrontar con ese partido, el régimen y la UE
(Unión Europea) austeritaria siempre que sea necesario.

 

Todavía estamos a tiempo de ensayar esta vía y de hacerlo junto con las
organizaciones más representativas de los movimientos sociales, así como
participando activamente en la preparación de nuevas movilizaciones, entre
las que destaca incontestablemente la Huelga Mundial por el Clima del
próximo 27 de septiembre.

 

Por ese camino toca mirar más allá de la coyuntura actual ante una crisis de
régimen que sigue sin cerrarse y frente al cual debemos esforzarnos por
reabrir un nuevo horizonte rupturista en “una nueva combinación de
radicalismo y pensamiento estratégico”, como propone Stathis Kouvelakis a
partir de la experiencia de los chalecos amarillos. 

 

* Jaime Pastor es politólogo y editor de Viento Sur.

 

Nota

 

1/ Con “experimento ministerialista francés”, se alude a la participación
del socialista Alexandre Millerand, en 1899, en una coalición gubernamental
burguesa. Esa decisión fue celebrada por entonces como una “tormenta
histórica”. Años más tarde, Jean Jaurès, quien había apoyado inicialmente
esa coalición, reconocería el error cometido. La frontal oposición política
de Rosa Luxemburgo a ese camino “reformista”, fue analizada con notable
rigurosidad, por Paul Frölich, militante e historiador del movimiento obrero
alemán, en el libro, Rosa Luxemburg, L’Harmattan, París, 1991. (Redacción
Correspondencia de Prensa)

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