Cuba/ En tierra de iguales. Los nuevos ricos y las nuevas desigualdades [Amaury Valdivia]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jun 7 12:34:31 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

7 de junio 2019

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Cuba



Los nuevos ricos y las nuevas desigualdades



En tierra de iguales



A pesar del mal momento que atraviesa la economía cubana, existe un mercado
interno de bienes y servicios de lujo en crecimiento. Estadías en hoteles
cinco estrellas, viajes al exterior y hasta mascotas de lujo satisfacen las
demandas de un sector social cada vez más apartado de la mayoría de la
población.



Amaury Valdivia, desde La Habana

Brecha, 7-6-2019

https://brecha.com.uy/



Aunque la lista de requisitos es mucho más extensa, lo fundamental es poseer
una cuenta bancaria de 5 mil Cuc (1) y la titularidad de un inmueble o
automóvil. Cumplidas ambas exigencias, sólo resta reunir –al menos– 3 mil
Cuc adicionales y escoger el recorrido internacional que se prefiera.



Las opciones van desde viajes por Europa hasta estadías en la República
Dominicana y en México, y han sido “un éxito” en el mercado cubano,
aseguraban a mediados de 2017 directivos de la estatal agencia de viajes
Havanatur y de compañías extranjeras participantes en el negocio. La
tendencia al crecimiento se ha mantenido desde 2014, cuando fueron
anunciados los primeros paquetes, y no ha disminuido durante los últimos
tiempos, a pesar de las penurias económicas que vuelven a experimentarse en
la isla (véanse Brecha, 26-IV-19, 22-II-19, 14-XII-18, 25-VIII-17,
29-VII-16).



“El turismo nacional, tanto en la modalidad de sol y playa, como en el
multidestino, se ha convertido en una prioridad, y estamos seguros de que
continuará creciendo”, sentenció a comienzos de mayo de este año el ministro
cubano del ramo, Manuel Marrero Cruz, al inaugurar la Feria Internacional de
Turismo de La Habana. Como respaldando su optimismo, por las mismas fechas
las principales cadenas hoteleras lanzaron sus campañas con vistas a la
temporada veraniega. A diferencia de las destinadas a los meses invernales
(cuando la publicidad concentra su atención en los vacacionistas
extranjeros), de junio a setiembre son los clientes locales el motivo de los
mayores desvelos. No por casualidad: en años recientes, su número ha crecido
hasta consolidarlos como el tercer grupo más importante entre los que se
alojan en el país (sólo antecedidos por canadienses y estadounidenses). Si
se les sumaran los arribos desde las llamadas “comunidades cubanas en el
exterior”, en conjunto pasarían a liderar el listado.



Viviendo entre triunfadores



Incluso en el más humilde hospedaje turístico de Cuba, el precio rara vez
desciende por debajo de los 30 Cuc la noche. Traducido al lenguaje
cotidiano: más del triple del salario básico mensual fijado por el gobierno,
o poco menos que el ingreso medio registrado al cierre de 2018.



La factura crece de manera exponencial cuando se trata de instalaciones más
lujosas, en especial las ubicadas en la capital y los principales
balnearios. Una estancia de fin de semana en cualquiera de los cinco
estrellas levantados en los paradisíacos archipiélagos de la costa norte
fácilmente puede alcanzar los 1000 Cuc por persona. “Es carísimo, impagable
para la mayoría, y, sin embargo, en el verano hemos llegado a tener ‘plena
ocupación’”, asegura un empleado de uno de los hoteles de Cayo Guillermo, en
la central provincia de Ciego de Ávila.



Acepta dialogar con Brecha al amparo del anonimato, pues en su condición de
“trabajador civil de la defensa” tiene prohibido brindar informaciones sobre
la entidad en que trabaja (la práctica totalidad de las hoteleras cubanas
forman parte del Grupo de Administración Empresarial, el holding corporativo
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias; los encuadrados en sus nóminas están
sujetos a la legislación militar).



“En cuanto a los cubanos, he visto de todo, pero priman los dueños de
negocios particulares, los que poseen alguna otra ciudadanía y la aprovechan
para hacer de ‘mulas’ (importando artículos que luego revenden en el mercado
negro), y los médicos (su participación en las “misiones de colaboración” en
otros países les reportan ingresos muy superiores a la media). Fuera de ahí,
lo que más puedes encontrarte son algunos campesinos ricos, artistas y gente
a la que sus familiares ‘de afuera’ les han pagado la reservación. Cubanos
de a pie, lo que se dice trabajadores, son muy pocos”, cuenta.



De vuelta a la vida “real”, el buen estado de las finanzas personales se
traduce en infinidad de privilegios, algunos tan singulares como el de
poseer mascotas de lujo. Así lo resaltaba, meses atrás, el periodista Luis
Orlando León Carpio, en un reportaje publicado por el sitio alternativo El
Toque. Una de sus entrevistadas, propietaria de un hostal en la ciudad
colonial de Trinidad, se enorgullecía por la compañía de un bello husky
siberiano, que al mes le demandaba gastos superiores a los 100 Cuc; otros,
no escatimaban en cuidados hacia sus animales de compañía: incluso cuando se
veían obligados a emprender un viaje, la atención quedaba asegurada al
internarlos en guarderías privadas con precios que van a partir de los 5 Cuc
por noche. “El mercado para la crianza de mascotas crece. Han surgido
salones de belleza, entrenadores, tiendas con los más variopintos productos
(…) de las 181 licencias recogidas en la Resolución 33 del 2011 (que regula
el trabajo por cuenta propia), casi diez se relacionan con animales
afectivos”, detalla el texto. Una tarifa compilada por el propio reportero
apunta los casi insensatos valores que pueden alcanzar un cachorro de gran
danés (hasta 500 Cuc) o artículos tan poco glamurosos como una jaula (200
Cuc) y una pelota (4 Cuc, las más baratas). Muchos no tienen reparos en
afrontarlos.



“Cuando se tiene una buena situación económica, es lógico que se busque otro
estatus, comenzando por el barrio donde se vive y terminando por dónde
estudian los hijos o cómo se divierten”, piensa Omar, un corredor de
inmuebles inscripto en La Habana, pero con experiencia también en la
comercialización de propiedades en el lujoso balneario de Varadero. La
agencia para la que trabaja gestiona viviendas en una gama de ofertas que va
desde los 50 mil hasta cerca de un millón de Cuc. Por lo regular, se ubican
al oeste de la capital, en los barrios que habitaba la burguesía
prerrevolucionaria, o en la llamada “Playa Azul”. Del estatus de ambas zonas
da cuenta un conocido chiste reconvertido en proverbio por la sabiduría
popular: “Es preferible ser perro en Miramar que persona en Centro Habana”.
Exageraciones al margen, no anda desencaminado.



¿Diferencias inevitables?



No sin razón, algunos opinan que, a Cuba, la desigualdad regresó a finales
de los años setenta, cuando Fidel Castro y el entonces presidente
estadounidense Jimmy Carter acordaron la reanudación de los vínculos entre
la isla y la comunidad cubana establecida en la nación norteña. Precisamente
en 1978 surgiría Havanatur, con el fin de organizar los viajes de los
emigrados que volvían de visita. Amén de los ingresos que reportaría la
venta de pasajes, la ocasión se convirtió en una provechosa oportunidad de
negocios para el gobierno de La Habana gracias a las tiendas en las que los
recién llegados adquirían regalos para sus familias. Electrodomésticos y
ropas eran los productos estrella de aquellos comercios que la ironía
colectiva no tardó en bautizar como “las tiendas de las mariposas” (al
triunfo de la revolución, quienes decidían marcharse a otros países eran
considerados “gusanos”, por no ser capaces de plantar cara al imperialismo
junto con el resto de sus compatriotas. Ahora, en apariencia, habían
completado para bien su metamorfosis).



Fue el comienzo de una nueva época, signada por el afán de hacerse con una
televisión a color o un apartamento en las barriadas “buenas” de las
principales ciudades. No sería hasta los años noventa cuando, tras el
estallido de la crisis económica derivada de la debacle del socialismo
europeo, volvería a adoptarse una singular conjugación de retórica
igualitarista y política práctica, marcada esta última por la dolarización
parcial del comercio, el fomento del turismo y algunas formas de propiedad
privada.



Las similitudes entre aquel escenario y el actual no deben prestarse a
confusiones, opina en un artículo para la revista Progreso Semanal el
economista y profesor universitario Ricardo Torres Pérez. “En los noventa se
hablaba de repartir ‘equitativamente’ los costos de la crisis. (…) Ahora la
situación es otra; los cubanos de la isla no llegan en igualdad de
condiciones a este período de austeridad.” A su juicio, “conviene repensar
los enfoques para amortiguar el impacto sobre los grupos más vulnerables (…)
concibiendo mecanismos de redistribución que tengan en cuenta esas
diferencias”.



El “cómo hacerlo” puede considerarse la gran pregunta del rompecabezas
nacional. Aunque la última aplicación del índice de Gini se remonta a 1997,
hasta las autoridades se han visto obligadas a reconocer de forma implícita
que amplios sectores de la sociedad sufren un continuo proceso de
empobrecimiento. Un estudio realizado en una comunidad de la periferia
habanera en 2013, bajo la coordinación de la doctora en ciencias económicas
Blanca Munster, del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial de La
Habana, reveló que el 64 por ciento de los hogares estudiados no contaba con
ingresos suficientes para atender sus necesidades básicas. En promedio, los
gastos mensuales de las familias cuadruplicaban sus entradas por salarios y
otras prestaciones. La diferencia entre ambas columnas contables es cubierta
mediante remesas desde el exterior y actividades que no pocas veces rebasan
los límites de la ley.



La evolución económica de Cuba parece llamada a ahondar esas diferencias.
Otra investigación, divulgada en 2015 por la revista de ciencias sociales
Temas, centró su mirada en los nuevos ricos y su percepción del país.
Llamaba la atención que prácticamente la totalidad de los entrevistados
aseguraran “que no importa el nivel económico para establecer relaciones”
interpersonales, pero a renglón seguido acotaran “que las mejores relaciones
se dan endogrupalmente (bajos-bajos; altos-altos)”. “No es lo mismo andar en
carro que andar a pie; qué le voy a comentar si él no tiene lo que yo tengo,
no va a los lugares que yo frecuento y, entonces, no hay temas de
conversación”, confesaba uno de los encuestados.



Desde la perspectiva de ese segmento social, “se legitima la desigualdad,
sustentada en diversas razones (…) se consolida en el imaginario social, que
‘tanto tienes, tanto eres’”, valoró en sus conclusiones la psicóloga y
profesora universitaria Daybel Pañellas Álvarez, coordinadora del estudio
(Temas, 10-XII-15).



Hace dos años atrás, el sitio web Cubadebate aportaba en números una premisa
esencial para comprender los vientos que soplan sobre la isla: de acuerdo
con directivos del Banco Central, el 15 por ciento de los ahorristas
concentraban el 83 por ciento del monto total de los depósitos particulares.
Nada indica que en el tiempo transcurrido se haya producido una reversión de
dicha tendencia.



El problema visto desde la “vanguardia”



En 2007, Raúl Castro anunció el comienzo de las reformas económicas que
marcarían sus 12 años en la presidencia. El programa planteaba como metas
esenciales la reducción de gastos y la creación de nuevas fuentes de
ingresos para el Estado. Como parte del primer objetivo, fue lanzada una
campaña de “eliminación de gratuidades indebidas”, que debía traducirse en
miles de millones de pesos cubanos ahorrados cada año.



Los “planes de estímulo a trabajadores destacados” se contaron entre las
primeras prestaciones recortadas. No fue una gran pérdida para el ciudadano
común. Aunque, en teoría, esa opción había surgido para permitir el acceso
de los empleados estatales a hoteles y otras instalaciones recreativas a
precios preferenciales, desde hacía tiempo sus capacidades eran copadas por
la clase dirigente. Consciente del mal ejemplo que tal situación producía,
el comandante en jefe del Ejército decidió que a partir de entonces los
“planes” transcurrieran en casas de visita, villas y hoteles subordinados al
Partido Comunista y al gobierno, lejos de la mirada indiscreta –y
probablemente cuestionadora– de la población. En puntos alejados de las
playas de Varadero, Cayo Coco o Guardalavaca, o a las afueras de La Habana y
de las capitales de provincia, es posible encontrar esas instalaciones
destinadas al descanso de la “vanguardia revolucionaria”; no son pocas las
que pueden compararse en confort con las utilizadas por el turismo
internacional.



La de barrer para abajo de la alfombra ha sido siempre una estrategia
efectiva para la dirigencia isleña, que por décadas ha mantenido su
existencia privada bajo el más absoluto secreto. No fue hasta la irrupción
de los teléfonos móviles e Internet que sus compatriotas comenzaron a
conocer la vida regalada que disfrutan la mayoría de los líderes y sus
familias. Muchos de los que en la Asamblea Nacional o desde la jefatura de
ministerios reclaman sacrificios “gozan de dietas especiales y posibilidades
de adquirir directamente bienes y servicios, sin costo alguno”, denunció a
comienzos de este mes el sitio izquierdista La Joven Cuba. “La soberbia ha
proliferado en los predios de la burocracia y suele crecer según aumenta su
nivel. Los cubanos sabemos que los que nos exigen comprar en los
sobrevalorados comercios oficiales no acuden a esos establecimientos para
abastecerse. La cuestión de equilibrar el precario salario real para llegar
a fin de mes es algo que no les afecta en lo más mínimo.” Como era de
esperar, el alcance de la crítica fue limitado. Convenientemente el gobierno
mantiene un control estricto sobre los medios de difusión masiva, evitando
el escrutinio público.



Mientras, unidos por la causa común del consumismo, los nuevos triunfadores
del sector privado y la elite dirigencial organizan sin reparos grandes
fiestas animadas por cantantes de moda o incitan a sus hijos a pasear por el
mundo y mostrar en Instagram la belleza de los yates que abordan (uno de los
nietos de Fidel Castro, devenido modelo e influencer, es de los más
activos). Incluso un dirigente histórico como el nonagenario ex comandante
guerrillero Guillermo García, quien semanas atrás convocó a criar avestruces
y cocodrilos para “garantizar la alimentación del pueblo”, puede
“enorgullecerse” por el buen uso que hace su descendencia de los placeres
del capitalismo, en viajes pagados no se sabe cómo ni por quién.



En definitiva, reza el discurso oficial, “igualdad no puede ser sinónimo de
igualitarismo”.



Nota



1. Peso convertible, de valor nominalmente igual al dólar estadounidense.
Equivale a 25 Cup (pesos cubanos), la moneda oficial del país.

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