Brasil/ Un catastrófico escenario de "cristofascismo" [Camila Mantovani - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Jun 30 13:15:37 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

30 de junio 2019

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Brasil



Se vive un escenario de “cristofascismo”



Exiliada hace cerca de dos meses, Camila Mantovani, evangélica que actúa en
defensa de los derechos de las mujeres, fue obligada a dejar Brasil para
salvar su vida. Fundadora del Frente Evangélico por la Legalización del
Aborto, la joven recibía constantemente mensajes de odio y amenazas de
muerte.



Lu Sudré, en San Pablo

Brasil de Fato, 27-6-2019

https://www.brasildefato.com.br/

Traducción de Pilar Troya



La situación empeoró con la intensificación de las intimidaciones contra su
vida y la de su familia en el segundo semestre del año pasado, en
retaliación por su actividad religiosa. Después de notar que la seguían
personas armadas, la joven dejó el lugar en que vivía y pasó a no tener
dirección fija. Aun así, las amenazas no cesaron.



Ante el peligro inminente, se formó una red de apoyo con el objetivo de
viabilizar la salida de Camila del país para mantenerla segura. “Perdí el
derecho de vivir mi vida como la vivo hoy. Perdí ese derecho porque el
fundamentalismo que gobierna Brasil hoy asesina a cualquier profeta que
denuncie el pecado de los grandes líderes. Estoy saliendo del país al exilio
después de agotar todas mis posibilidades de quedarme aquí y permanecer
viva”, escribió Mantovani, en carta de despedida publicada en la época en su
red social.



Hoy la activista religiosa reconstruye su vida en otro país de América
Latina, continente que, en su opinión, también es blanco del fundamentalismo
religioso.



“El fundamentalismo no tolera la pluralidad, no tolera la diversidad. Se
pretende único, y, para ser único, necesita eliminar a todos los otros. Al
trabajar con esa eliminación del otro, el fundamentalismo elimina a quien
piensa diferente dentro de la propia religión, dentro del propio
cristianismo. Ese es mi caso y el caso de varias otras personas, hermanas y
hermanos de fe”, afirma Camila en entrevista con Brasil de Fato.



Ella cuenta que, a pesar de difícil y dolorosa, dejar el país fue una
estrategia acertada. “Haber salido del país disminuyó bastante la intensidad
de las amenazas. Aún existen, una que otra vez llega alguna cosa, pero lo
que de hecho me colocaba en riesgo cesó, hasta porque era concreto, era
físico. Las personas me perseguían armadas por la calle, se quedaban paradas
en la puerta de mi casa. Ese es el tipo de cosa con la que no tengo que
lidiar aquí, gracias a Dios. Estoy bien, estoy en paz. Una paz que yo ya no
tenía hace mucho tiempo para caminar por la calle tranquila”, relata.



Según la activista, el término “cristofascismo”, desarrollado por la teóloga
alemana Dorothee Sölle, ha sido usado por religiosos progresistas para
definir el avance del fundamentalismo religioso que tiene lugar en Brasil.



"Ella [Dorothee Sölle] percibe que la base social que legitimó el nazismo en
Alemania era cristiana y acuña ese término, ‘cristofascismo’. Un fascismo
asociado al cristianismo. Es exactamente lo que hemos vivido hoy: un
escenario catastrófico de ‘cristofascismo’”, lamenta.



-Brasil de Fato: Después de dos meses exiliada, ¿cómo evalúa todo ese
proceso? ¿Cómo se está adaptando?



Camila Mantovani: Este proceso de adaptación está siendo muy complejo. Suele
ser difícil ser refugiada, tener que comenzar la vida de cero, es bastante
solitario. Es complicado, es bien difícil. La nostalgia aprieta. Pero estoy
con la agenda llena aquí, haciendo muchas actividades públicas de denuncia
de lo que está pasando en Brasil, de denuncia de violación de los derechos
humanos, y está siendo muy importante para mí.



Primero, estoy interactuando con tantas personas que quieren saber qué es lo
que está pasando en Brasil, y por otra parte también para alertar a los
otros países latinos porque las personas nunca esperan que las cosas
sucedan. Nosotros también no esperábamos hace poco tiempo atrás que fuéramos
a llegar donde estamos hoy en Brasil.



Las historias que tengo para contar y las denuncias que tengo para hacer
dejan a los otros países latinos en alerta también, porque el proyecto
fundamentalista es un proyecto latinoamericano. Casi dos meses después de
que vine para acá, poder hablar tanto sobre Brasil, sobre todo que está
pasando ahí, ha sido importante para mí.



-¿Usted ha recibido amenazas? ¿Cuál es la situación por la que pasa Brasil,
cuál es el origen de esta persecución?



Gracias a Dios la estrategia funcionó. Al haber salido del país disminuyó
bastante la intensidad de las amenazas. Aún existen, una que otra vez llega
alguna cosa. Pero aquello que de hecho me colocaba en riesgo cesó, hasta
porque era concreto, era físico. Las personas me perseguían armadas por la
calle, se quedaban paradas en la puerta de mi casa. Ese es el tipo de cosa
con la que no tengo que lidiar aquí, gracias a Dios. Estoy bien, estoy en
paz. Una paz que yo ya no tenía hace mucho tiempo para caminar por la calle
tranquila.



Lo que lleva a ese tipo de absurdo que sucedió conmigo es exactamente la
iglesia hegemónica, que es fundamentalista religiosa. El fundamentalismo no
tolera la pluralidad, no tolera la diversidad. Se pretende único, y, para
ser único, precisa eliminar a todos los demás. Al trabajar con esa
eliminación del otro, el fundamentalismo elimina a quien piensa diferente
dentro de la propia religión, dentro del propio cristianismo. Ese es mi caso
y el de varias otras personas, hermanas y hermanos de fe, que han sido
perseguidos en Brasil. [El fundamentalismo] también trabaja con la
eliminación de otras religiones, no es casual la intensificación del proceso
de persecución a las religiones de matriz africana, es exactamente por no
tolerar el otro. No se tolera la diferencia.



Existe una teología hegemónica construida encima de ese Dios, de ese Dios
que es el único Dios a ser adorado y que, por lo tanto, pretende eliminar a
todos los otros, todas las otras creencias, todas las otras formas de ver el
mundo. Eso es muy triste, es muy preocupante.



-¿Cómo se está dando ese proyecto fundamentalista en el continente?



En los años y 60 y 70, principalmente, tuvimos procesos de dictaduras
militares en América Latina y un de los factores que contribuyó mucho para
la insurgencia, para la redemocratización de los países, fue exactamente la
construcción de una teología que era una teología de la liberación del
pueblo



La teología de la liberación y sus bases, que fueron las comunidades
eclesiales de base, fueron centros de organización popular para el proceso
de redemocratización y eso se dio en toda América Latina.



Esa teología surge en América Latina y se difunde. En contrapartida a ese
movimiento que tuvimos que, inclusive, ayudó bastante a la izquierda para
llegar al gobierno de Brasil años atrás, vino de los Estados Unidos otra
teología, que es la Teología de la Prosperidad, con la propuesta opuesta.



Esa teología se va difundiendo por varias iglesias y hoy es mayoritaria en
el escenario evangélico latinoamericano. Es más que la Teología de la
Prosperidad, es la teología del odio mismo, una teología fascista. Ella se
difundió, no es una realidad sólo de Brasil. Conversando con las personas de
diferentes países latinos, percibimos que esa es la realidad de la mayoría
de las iglesias en América Latina ya. Es esa teología que es del odio, que
no tolera las diferencias, que no soporta la pluralidad, que pretende
eliminar el otro.



Inclusive en muchos de ellos, así como Brasil, hay ese proyecto de escalada
de poder de los Evangélicos. Entonces, hay cada vez más parlamentarios
evangélicos, personas que se candidatizan a la presidencia y se declaran
evangélicas y hay un proyecto de poder que es evangélico. Y ahí percibimos
que eso está muy asociado también al imperialismo norteamericano, a ese
proyecto fundamentalista para a América Latina.



-Estamos llegando al fin del primer semestre del gobierno de Bolsonaro, que
tiene una actuación muy próxima a la bancada evangélica. ¿Hay riesgo para la
laicidad del Estado?



La escalada de poder de los evangélicos, del fundamentalismo religioso, no
es de ahora. No es una novedad y tampoco llegó con el gobierno Jair
Bolsonaro. Es algo que está sucediendo en la última década en Brasil e,
inclusive, la izquierda falló mucho en actuar en el sentido de frenar eso
que estaba sucediendo.



La laicidad del Estado está amenazada, se la pisotea, se la rompe todos los
días en Brasil hace muchos años. La bancada evangélica actúa hace mucho
tiempo en el país y es claro que cuando tenemos un presidente de la
República – en este caso, Jair Bolsonaro probablemente tiene doble
pertenencia religiosa, es católico cuando conviene y evangélico cuando
conviene – es impresionante. Cuando tenemos un presidente que todos sus
hijos son diputados y también son evangélicos.



Cuando se tiene tantos ministros que son evangélicos y una cantidad absurda
de senadores y diputados también evangélicos que concuerdan con ese proyecto
de poder fascista del gobierno Jair Bolsonaro, es de hecho preocupante, sin
sombra de duda.



Las personas cristianas en el campo progresista han usado mucho la palabra
cristofascismo para definir lo que está sucediendo en Brasil. Se trata de un
término acuñado por la teóloga alemana Dorothee Sölle.



Ella [Dorothee Sölle] percibe que la base social que legitimó el nazismo en
Alemania era cristiana y acuña ese término, cristofascismo. Un fascismo
asociado al cristianismo. Es exactamente lo que vivimos hoy: un escenario
catastrófico de cristofascismo.



-¿Cómo se daba su actuación religiosa? ¿Cree que su trabajo con las mujeres
fue lo que molestó tanto y despertó esa intolerancia?



Estoy segura. Mi trabajo era de organización de mujeres evangélicas en la
lucha por justicia reproductiva. Eso, sin sombra de dudas, molestó bastante.
Fue la primera vez en la historia de Brasil con la audiencia de la ADPF 442,
quizá de América Latina, que tuvimos iglesias evangélicas protestantes
firmando un documento favorable a la despenalización del aborto. Eso es un
marco histórico en la lucha de las mujeres de América Latina.



Conseguimos eso justamente con el trabajo que hacemos de concientización, de
conversar sobre lo que es, de demoler los mitos que la mayoría de los
grandes líderes mediáticos evangélicos difunden sobre eso. Conseguimos
aglutinar un buen número de iglesias que firmaron ese pedido de
despenalización, y eso es un marco histórico. Sin sombra de duda, hizo que
la iglesia hegemónica se sintiera amenazada en su proyecto de control de los
cuerpos de las mujeres. Sin duda, mi trabajo es la razón de tanto odio
contra mí hoy.



Otro trabajo que he hecho con las mujeres en la iglesia, la mayoría de esas
iglesias son iglesias pentecostales de las favelas, principalmente de Rio de
Janeiro, era un trabajo de pastoral. Ruedas de charla donde nos abrimos,
contamos experiencias, hablando de traumas de nuestros cuerpos, de los
traumas emocionales. Tenemos un espacio de acogimiento, lidiando con la
Biblia, leyendo con las mujeres evangélicas, tenemos siempre psicólogas,
abogadas que daban orientación en los casos que era necesario.



-¿Puede haber un retroceso aún mayor con relación a los derechos de las
mujeres específicamente?



Corremos un riesgo muy grande de retroceder muchos siglos y volver a ser un
objeto, uno que pertenece a los hombres. Eso es muy serio. Cada día se
intensifica más el escenario de vaciamiento de las mujeres en tanto sujetos
de derechos. Ya no escogemos sobre nuestro cuerpo. Los hombres deciden. El
Estado decide y el Estado es mayoritariamente masculino. En la práctica, los
hombres deciden sobre nuestros cuerpos.



Es un proceso muy profundo que está se intensificando. Tenemos que estar
alerta. Es un control sobre quien es que puede tener hijos. Existen
proyectos de castración de mujeres pobres y negras, que es un proyecto
higienista, y tenemos ese proyecto de criminalización de las mujeres que no
quieren ser madres y no quieren tener hijos. El circo se va cerrando para
nosotras. Es un riesgo muy real de vivir El Cuento de la Criada.



-¿Cuál es perspectiva para los activistas y defensores de los derechos
humanos en Brasil, en su opinión?



Ya hace algunos años que Brasil es el país que más asesina defensores y
defensoras de derechos humanos en el mundo. No hay como subir más en ese
ranking, infelizmente ya estamos en el tope. Con toda certeza el escenario
empeoró mucho desde que el presidente asumió, pero creo que a corto plazo no
veo un cambio tan radical de escenario. Es eso. Estamos trabajando en
riesgo, sabemos que estamos en riesgo.



Son personas muy valientes. Todos los que asumen para sí la bandera de los
derechos humanos hoy en Brasil, tienen una valentía que necesita ser
valorada. Cómo llegamos a este punto en que defender derechos humanos – la
cosa más básica del mundo – puede colocar vidas en riesgo.  Pero, al mismo
tiempo, creo que ese es el trabajo que en alguna medida puede asegurar que
la barbarie no corra suelta sin resistencia. Son esas personas que se han
organizado, y cuidado de otras personas en situación de violación de
derechos. Es gracias a esas personas valientes que incluso ante un momento
político en que pueden morir en cualquier momento, porque es un riesgo de
vida, insisten en cuidar de los otros. Trabajar con derechos humanos es eso.
Cuidar del otro.



-¿Usted tuvo una red de apoyo a lo largo de ese proceso para salir del país?



Si, recibí muchos mensajes. Inclusive aún estoy respondiendo algunos porque
no conseguí contestar todos aún. Eso me dio mucha fuerza, sabe, me hizo muy
feliz ver esa red de solidaridad, me dio mucha fuerza, porque realmente
fueron muchos mensajes de apoyo, muchos mensajes de solidaridad y cariño,
sin sombra de duda fue esencial para que yo tenga el coraje de entrar en
aquel avión, para tener el coraje para llegar aquí y estar ahora retomando
mi vida. Fue muy importante para mí.



Estoy muy agradecida con todas las personas que me mandaron mensajes, con
las páginas y organizaciones que compartieron notas de apoyo. Estoy muy
agradecida con todo eso, me dio una fuerza gigante.

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