Nicaragua/ Hoja de ruta. La Alianza Cívica no es una alternativa de lucha y de movilización [Fernando Bárcenas]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Mar 7 13:34:44 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

7 de marzo 2019

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Nicaragua

 

Hoja de ruta

 

La Alianza Cívica, en escuetos comunicados repetitivos y autocensurados,
dice que negocia con Ortega una hoja de ruta. Usa a este propósito un
lenguaje capcioso. Una hoja de ruta, si se negocia con alguien, es con un
compañero de viaje, no con un adversario que estorba y daña al país. 

 

Fernando Bárcenas

Confidencial, 5-3-2019

https://confidencial.com.ni/

 

Lo que aparenta negociar la Alianza en el pre-diálogo es la reglamentación
del desarrollo de la negociación. Pero, esa reglamentación la negocia sin
reglamentación. O sea, dice que debaten cómo funcionará la negociación una
vez que entren a abordar temas de fondo, la selección de mediadores,
testigos y garantes, cuál será la metodología y los tiempos del proceso, los
mecanismos para la toma de decisiones, horarios de reuniones, política de
comunicación y divulgación, la naturaleza de los acuerdos a ser alcanzados y
aspectos de logística.

 

Como vemos, la Alianza se ha estancado con Ortega en un revoltijo difuso de
distintos tópicos insulsos, entrelazados, sin orden, con objetivos
cualitativamente distintos.

 

En la cuarta sesión, la Alianza ya no habla de negociar el mediador, sino de
negociar testigos, asesores y acompañantes (un término escogidamente
orteguista, con el cual se designa a los compadres del régimen sin criterio
independiente). La Alianza ha pasado de negociar al mediador a negociar
compadres de Ortega. Con razón han enmudecido, en la peor tradición de los
pactos de nuestra historia.

 

El pre-diálogo consiste en seleccionar al mediador

 

Lo que se debió negociar como preludio, únicamente, es quién será el
mediador. La reglamentación de la negociación no se negocia entre las
partes, mucho menos desde la perspectiva subjetiva orteguista de la
realidad, porque todo mediador, en cambio, aplica una reglamentación neutral
prestablecida conforme a estándares internacionales, que las partes deben
acatar sin chistar, para nivelar a las partes en cuanto a los procedimientos
de negociación (sin que se impongan las pretensiones subjetivas de quien se
ve favorecido por la correlación de fuerzas).

 

Es sencillo, Ortega negocia las reglas del diálogo como dictador, para
pervertir la negociación, no para hallarle salida a la crisis.

 

Convertir el diálogo en algo fútil, sin credibilidad ni importancia para el
pueblo, es una finalidad orteguista, ya que, al promover una indiferencia
hacia el diálogo, Ortega piensa que el pueblo retornará a la normalidad
orteguista. Es decir, que retornará a la pasividad política del ciudadano
desprovisto de derechos, sin alternativa alguna.

 

En cambio, a medida que se agrava la crisis crece, bajo la superficie, la
polarización del pueblo en su contra.

 

El momento del diálogo lo define la correlación de fuerzas

 

Con Ortega como negociador, que no es un hombre político, sino, un conductor
palaciego de bandas armadas, se debe negociar, además del mediador, también
el garante, porque se negocia con alguien absolutista, feudal, que está por
encima de la ley, y que impone como razón legal del Estado su versión
subjetiva de la realidad. De modo, que se requiere situarlo en una condición
de respeto obligado a los acuerdos. Por ello, el garante debe ser alguien en
grado de sancionar a Ortega.

 

Discutir si esa obligatoriedad es injerencismo o no, es una miserable
pérdida de tiempo. Si Ortega aún no está dispuesto a aceptar un mediador y
un garante independiente, significa que no han madurado las condiciones para
el diálogo, puesto que el momento de un diálogo aceptable, donde cambie por
fuerza el comportamiento de Ortega, lo determina una correlación de fuerzas
desfavorable para Ortega.

 

La fortaleza de la Alianza

 

La fortaleza de la Alianza debería ser estratégica. No consiste, ni mucho
menos, en levantarse del diálogo como un niño consentido que negocia con
pataletas. Por el contrario, esa es su debilidad, porque la Alianza, creada
por los obispos expresamente para el diálogo, pierde razón de ser sin el
diálogo. La Alianza no es un partido político combativo, sino, una coalición
de personajes que creen representar, sin delegación alguna, a distintos
sectores sociales.

 

La Alianza es un proyecto burocrático, sin legitimidad política. No
constituye una alternativa de movilización y de lucha. Sin contacto directo
con las masas en lucha, su estructura puramente burocrática es sumamente
débil.

 

En política, la única forma de adquirir fortaleza es conquistando
credibilidad en las masas, por capacidad combativa. La estrategia más
elemental en política consiste en construir un partido de masas que apunte a
fortalecer una alternativa nacional, que la comunidad internacional pueda
apoyar, porque esta alternativa se propone derrotar a Ortega.

 

Levantarse de la mesa de negociación, sin capacidad de movilización directa,
apela infantilmente a las sanciones de la comunidad internacional, como el
niño que se hace bravucón cuando lleva a su hermano mayor al lado.

 

Para romper una negociación, con reglas de mediación internacionales, hay
que señalar un comportamiento inaceptable de Ortega a los ojos del mundo en
el uso de las fuerzas en la sociedad, no en la mesa de negociación, visto
que la coordinaría un mediador profesional en grado de llamarle al orden.

 

La credibilidad es un objetivo político

 

La Alianza pide al pueblo que le otorgue confianza, y ello implica demandar
ceguera y pasividad repugnante. La Alianza debería apuntar a merecer
credibilidad por su comportamiento.

 

Sin embargo, en estas cuatro sesiones del diálogo la Alianza ha perdido
totalmente credibilidad por su acuerdo de confidencialidad con Ortega. La
negociación ha perdido interés, ha perdido importancia, se ha vuelo fútil,
secreta, decepcionante. Ortega, por torpeza, ha decidido convertir el
diálogo en otra institución más, sumida a sus caprichos.

 

La Alianza ni siquiera se percata de los cambios de conciencia en la
población, luego de cuatro sesiones insignificantes de un diálogo secreto.
Ya nadie espera que el diálogo sirva para algo, luego de ver burladas sus
expectativas.

 

Una cláusula de confidencialidad sobre los acuerdos del pre-diálogo, sólo es
posible entre partes que en un contrato se representan a sí mismas. Pero, la
Alianza pretende representar al pueblo, y presume que ha recibido un mandato
del pueblo. Sin embargo, neciamente acuerda que guardará confidencialidad
con Ortega, de no informar al pueblo (que supuestamente es su mandante) lo
que no autorice Ortega. La Alianza no está autorizada a firmar con Ortega
ningún acuerdo de confidencialidad, porque no negocia en nombre propio, y el
pueblo no puede mandatarle que no le informe lo que negocia en nombre de la
nación.

 

El diálogo se ha convertido, así, en una forma de zancudismo, de espaldas al
pueblo, ya que Ortega le ha impuesto a la Alianza un comportamiento
orteguista. La Alianza se ha situado también por encima de la sociedad.

 

¿Qué ha cedido la Alianza a Ortega?

 

Hasta ahora ha cedido:

 

1.Que, en lugar de un mediador, se escoja un testigo y un acompañante (que
es un cero a la izquierda).

2.Que la Conferencia Episcopal, en lugar de mediar la negociación, asista,
sólo el cardenal Brenes y el nuncio, como oyentes (apelándoles como testigos
y acompañantes, sin función alguna).

3.Que Ortega se reserve el derecho a vetar a quien le apetezca, entre
quienes la contraparte desee delegar.

4.Que en lugar que el mediador aporte un reglamento de negociación, de
acuerdo a estándares internacionales, se improvise, como reglamento, algo
que se compagine con el rol dictatorial de Ortega.

5.Que no se informe al pueblo sobre el diálogo si no cuenta con la
aprobación de Ortega.

6.Que las funciones del garante se definan de modo que no haya tal garantía
de cumplimiento de los acuerdos so pena de sanciones. Por lo tanto, no puede
ser un organismo internacional que vele por los derechos humanos y
políticos.

7.Que no se aborden las elecciones adelantadas.

 

De igual forma discrecional, es decir, orteguista, la Alianza decide a dedo
quien representa al movimiento campesino en la Alianza, sustrayéndole a este
movimiento el derecho elemental de nombrar a sus propios delegados en la
negociación. La Alianza trae un vicio burocrático de origen, porque es
resultado de una selección a dedo por la Conferencia Episcopal, sin ningún
mérito combativo, y sin delegación expresa del pueblo en lucha.

 

Es fundamental que quien negocie con Ortega sea quien dirige la lucha por
los derechos de los ciudadanos, porque su objetivo será vencer al dictador,
no convivir con la opresión en una supuesta unidad de contrarios (como
proponen neciamente Serrano Caldera y Pérez Baltodano).

 

Maniobra táctica de Ortega en el pre-diálogo

 

En el pre-diálogo Ortega maniobra tácticamente para lograr como objetivos
centrales:

 

1.Romper su aislamiento, desprestigiando a la Alianza por incompetente, y
dividiéndola, de modo que prevalezca a su interior el sector más afín al
régimen dictatorial, el más propenso históricamente a hallar puntos de
coincidencia contrarios a la democracia.

2.Intenta frenar las sanciones internacionales, introduciendo, con el
diálogo, un compás de espera.

 

Pero, Ortega pierde de vista que con un dialogo sin credibilidad, con una
negociación que no sea vista como instrumento de cambio, no llegará a frenar
las sanciones internacionales, que es su objetivo principal.

 

Objetivo prioritario del pre-diálogo

 

En ese revoltijo, que dice la Alianza que negocian secretamente, hay tres
elementos cualitativamente distintos, y que se deben entrelazar en un orden
de prioridades:

 

1.Naturaleza de los acuerdos

2.Selección de mediadores, y garantes

3.Reglamentación del desarrollo del diálogo

 

Lo fundamental es definir la naturaleza de los acuerdos. Es decir, ¿qué se
negocia? En este caso, se negocia la fecha de las elecciones anticipadas y
las reformas y las medidas necesarias para que las elecciones tengan
credibilidad, y para que se desarrollen con garantías.

 

Una vez definido el objetivo del diálogo, en torno a las demandas
ciudadanas, no en torno a las demandas de Ortega, se debe escoger al
mediador (posiblemente a la ONU), para que actúe conforme a normas de
mediación estándares.

 

Objetivos inmediatos de la negociación

 

El objetivo inmediato sería elecciones adelantadas creíbles, y definir los
procedimientos y cambios institucionales a tal fin. Así, a cambio de que
Ortega contribuya con tales elecciones adelantadas creíbles, de que frene
irreversiblemente la represión y la acción de las turbas y de las bandas
paramilitares, de que restablezca los derechos plenos de todos los
secuestrados y perseguidos políticos, el pueblo accedería a pedir un alto,
condicional, a las sanciones internacionales.

 

Se trata de trasvasar la presión internacional a la presión movilizadora
nacional, para abrirle posibilidades a una alternativa de poder nacional,
que dirija la negociación y la lucha contra el orteguismo.

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