Economía/ Stavros Tombazos y la discordancia de los tiempos [Michel Husson]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Mar 13 11:04:03 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

13 de marzo 2019

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Economía

 

Stavros Tombazos y la discordancia de los tiempos

 

Michel Husson 

A l´encontre, 25-2-2019 

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Traducción de Viento Sur

https://www.vientosur.info/

 

En 1994, Stavros Tombazos publicó un libro titulado Le temps dans l’analyse
économique  1/. Acaba de aparecer su nuevo libro, Global Crisis and
Reproduction of Capital  2/. El libro de 1994 ha superado la prueba del
tiempo, ya que ha sido objeto de una traducción al inglés, publicada veinte
años más tarde. Tombazos propuso en él una relectura de El Capital,
estructurada como la articulación de tres temporalidades: “Las categorías de
los tres libros teóricos de El Capital se inscriben de modo distinto en el
tiempo. Las del primer libro obedecen a una temporalidad lineal y abstracta,
homogénea, a un tiempo supuestamente calculable, medible. Este último lo
denominamos tiempo de la producción. Las determinaciones del segundo libro
se inscriben en una temporalidad cíclica. Las diferentes categorías del
tiempo de la circulación se refieren a la rotación del valor. Finalmente, el
tercer libro es el del tiempo orgánico del capital, unidad del tiempo de la
producción y del tiempo de la circulación.”

 

Este esquema de lectura sirve para confrontar la lógica de Marx y la de
Hegel ofreciendo herramientas metodológicas para la comprensión del
capitalismo contemporáneo. Tombazos indica a este respecto que hay que saber
“pensar el ‘inmovilismo’ del cambio”. A Michel Aglietta, quien propone
evitar el uso del término reproducción, Tombazos replica que valor y capital
son elementos invariables del capitalismo.

 

Ya en aquel entonces, el pasaje sobre el capital portador de interés destaca
lo que tienen de absurdo las teorías financiaristas que oponen
esquemáticamente el beneficio industrial al beneficio financiero. Para
Tombazos, debería estar claro, por el contrario, que “el beneficio
industrial es ante todo, lógicamente, uno e indivisible; después se comparte
real o idealmente entre prestamistas y prestatarios, tipos de interés y
beneficio empresarial. Estas dos últimas categorías, entendidas como dos
partes del trabajo excedentario, no tienen nada de misterioso. Son, al igual
que el salario y la ganancia, formas fenomenales de la plusvalía y al mismo
tiempo momentos del imaginario social o momentos de lo que Marx llama
fetichismo.”

 

Más allá de estas anotaciones metodológicas, que conservan hoy en día toda
su pertinencia, la tesis fundamental del libro de 1994 es que el
funcionamiento del capital se basa en una “organización autónoma de ritmos”.
Con ello aporta una clave de lectura de la “crisis del organismo social”
como “una especie de ‘arritmia’, es decir, una perturbación momentánea de la
coherencia del sistema”. En el fondo, este es el esquema que se utiliza en
el último libro de Tombazos para analizar la crisis reciente.

 

Primera discordancia: beneficio y acumulación

 

Es bastante fascinante ver cómo las categorías relativamente abstractas que
elaboró Tombazos en su primera obra las retoma en su nueva contribución para
aplicarlas al análisis de la crisis reciente y proponer una visión coherente
de la misma.

 

El primer capítulo del libro está consagrado al tiempo de la producción, es
decir, a la relación entre rentabilidad y acumulación de capital. En su
introducción, Tombazos ofrece un resumen de su método general: “El concepto
mismo de capital hace referencia a una articulación de tres ritmos
económicos fundamentales: el ritmo de la valorización, el ritmo de la
acumulación y el ritmo de la realización del valor. El crecimiento
capitalista presupone una compatibilidad relativa entre estos tres ritmos, y
las crisis económicas se producen a raíz de la divergencia excesiva de uno
de estos ritmos con respecto a los demás. Toda crisis económica puede
describirse como una ‘arritmia orgánica’ del sistema”. Una vez más, es
asombroso comprobar que esta problemática retoma en sus mismos términos la
del libro de 1994.

 

Tombazos analiza en detalle una primera discordancia, entre beneficio y
acumulación: “Durante el periodo neoliberal, la tasa de beneficio se
recupera, pero la tasa de acumulación no le sigue: aparece una divergencia
entre la curva de la tasa de beneficio y la de la tasa de acumulación. La
relación entre plusvalía (o beneficio) y acumulación aumenta.” Este primer
hecho estilizado dio pie a un debate entre marxistas que nos remite a la
cuestión delicada de la medición del capital, que precisamos para calcular
la tasa de beneficio y la tasa de acumulación. Tombazos evita meterse en
berenjenales y razona sobre la parte acumulada de la plusvalía, demostrando
que esta desciende sobre la base de los datos empíricos disponibles.

 

Otro debate se refiere al papel de las finanzas. Según una vulgata bastante
extendida, las finanzas depredadoras, al apoderarse de una parte creciente
de la plusvalía, impiden que el buen capitalismo cumpla su función, a saber,
acumular capital. Tombazos rechaza de plano esta interpretación: “Es por
tanto un error explicar la creciente divergencia entre la tasa de beneficio
y la tasa de acumulación, o el aumento de la relación plusvalía/inversión
neta, por el aumento de la parte de la plusvalía absorbida por el capital
monetario.” A cambio, propone otra (que compartimos): si el capitalismo
invierte cada vez menos en las actividades productivas, se debe a que “no
existen nuevas actividades productivas que prometan una tasa de beneficio
‘aceptable’. De ahí que invierta gran parte de ‘su’ plusvalía en títulos de
otros sectores, de la banca, los fondos de inversión, etc. El aumento de los
intereses y de los dividendos como parte de la plusvalía es el síntoma y no
la causa de la divergencia” entre beneficio y acumulación.

 

Tombazos se remite nuevamente a Marx y, en particular, al capítulo II de El
Capital, titulado “Las metamorfosis del capital y su ciclo”, del cual cita
el siguiente pasaje: “El ciclo total se presenta, para cada forma funcional
del capital, como su ciclo específico, y el hecho es que cada uno de estos
ciclos condiciona la continuidad del conjunto del proceso. La rotación de
una forma funcional condiciona la otra. Es indispensable para el proceso de
producción total, especialmente para el capital social, que sea al mismo
tiempo un proceso de reproducción y, por consiguiente, un ciclo de cada uno
de sus momentos [...]. Las formas son, pues, formas fluidas, y su
simultaneidad es obra de su sucesión.” 3/ La lección que extrae Tombazos es
metodológicamente importante: “Debemos leer los tres circuitos de cada
capital individual, y también los del capital social, no solo
horizontalmente (como una transformación o metamorfosis de cada forma
funcional), sino también verticalmente (como la coexistencia simultánea de
cada forma funcional).”

 

Segunda discordancia: explotación y mercados

 

La articulación entre los capítulos 2 y 3 tiene lugar en torno a la
dilucidación de un segundo hecho estilizado: “La parte del consumo privado
en el PIB parece evolucionar de manera independiente de la parte de los
salarios en el PIB. Así, desde la década de 1980, la proporción entre
consumo privado y parte de los salarios aumenta en todas las grandes
regiones del mundo desarrollado.”

 

¿Cómo explicar esta nueva discordancia? Tombazos contempla varios mecanismos
posibles: la entrada de capital en los países en cuestión; una disminución
de la tasa de ahorro de los hogares; un aumento del consumo de los
capitalistas. Ninguno de estos tres factores parece suficiente, y se
centrará en un cuarto, a saber, “el aumento de la parte de la ganancia
industrial transferida a las clases sociales de ingresos medios y bajos
(trabajadores, autónomos, etc.) en forma de crédito al consumo”.

 

Tombazos procede entonces a alternar de nuevo entre los datos empíricos y
los esquemas teóricos. Después de recordar la lógica de los esquemas de
reproducción de Marx, propone una extensión de los mismos que tiene en
cuenta su hipótesis central. En cierto modo, retoma aquí los análisis de
Costas Lapavitsas,  4/ que habla de “explotación directa” a través del
endeudamiento de los trabajadores, pero los inserta en un esquema riguroso.
Los patrones de reproducción de Marx han podido dar pie a lecturas engañosas
al interpretarlos como un modelo de “crecimiento equilibrado”. Sin embargo,
estos esquemas fueron utilizados por Marx para mostrar, por el contrario, la
inevitabilidad de las crisis. Lo mismo hace Tombazos, que los reinterpreta
en su lógica temporal.

 

En efecto, una cosa es construir un esquema de reproducción adecuado al
capitalismo neoliberal y otra distinta es deducir que es sostenible. En
otras palabras, este esquema desequilibrado tenía los días contados:
“Agotará su horizonte temporal absoluto tan pronto como la proporción de los
salarios disponibles disminuya hasta el punto en que la reproducción de la
fuerza de trabajo ya no sea compatible con el servicio de la deuda.” Y este
horizonte temporal se acerca en función de cuatro parámetros: 1) aumento de
la tasa de plusvalía; 2) incremento en la parte de la plusvalía proveniente
del servicio de la deuda; 3) incremento del tipo de interés; 4) disminución
del período de servicio de la deuda.

 

El esquema no tuvo tiempo de alcanzar su límite y se derrumbó desde el
momento en que los mercados comenzaron a “dudar de que los derechos
acumulados sobre los salarios futuros fueran reembolsados”. Este análisis
lleva a una lectura de la crisis que otorga un papel preponderante al
endeudamiento de los hogares: es cierto que inicialmente permitió que la
demanda se mantuviera en un contexto de congelaciones salariales, pero se
quebró con la disminución del ingreso disponible de los hogares. Así, desde
el principio, “el esquema reproductivo neoliberal tenía fecha de caducidad”.
Su crisis “se manifiesta inicialmente, en su dimensión financiera, como una
acumulación de deudas privadas insostenibles”.

 

Tercera discordancia: marxismo ortodoxo y marxismo dialéctico

 

Tombazos subraya repetidamente que la crisis actual no se deriva de la ley
de baja tendencial de la tasa de beneficio, a diferencia de la de mediados
de la década de 1970, pero a su modo de ver existe un vínculo entre ambas,
en la medida en que “la crisis actual es el resultado de las políticas
aplicadas para hacer frente a la caída de la rentabilidad en la década de
1970”. Es básicamente “la crisis de la respuesta neoliberal a la crisis de
la década de 1970”.

 

¿Deberíamos calificar entonces a Tombazos de “subconsumista”? En general, es
el reproche que hacen los marxistas ortodoxos a quienes se niegan a explicar
la crisis por la mera caída de la tasa de beneficio. Estos últimos son,
según ellos, discípulos de Rosa Luxemburg (en el mejor de los casos), y
quizás incluso de los reformistas keynesianos. Sin embargo, esto equivale a
no entender la lógica misma de los patrones de reproducción cuya idea básica
resume Tombazos del modo siguiente: “Un patrón de reproducción del capital
solo puede perpetuarse si la oferta de valores de mercado de los diversos
sectores productivos corresponde a una distribución del ingreso que
garantice más o menos su realización.” Después da este ejemplo que muestra
cómo su lectura de Marx se articula con las diferentes temporalidades del
capital: “Si el valor de los productos destinados al consumo de la clase
trabajadora no se puede alcanzar o reconocer socialmente porque la
distribución de las rentas no permite su compra a su valor, el ritmo de
realización del valor se frena. Los tres ritmos del capital no son
compatibles entre sí. La crisis económica no es más que esta ‘arritmia’.”

 

En la línea de Ernest Mandel (a quien está dedicado el libro), Tombazos
rechaza cualquier interpretación monocausal de la crisis. Y toda su
elaboración en torno a la noción de arritmia tiende precisamente a mostrar
que el esquema de reproducción, incluso el que a priori es más coherente,
puede “averiarse” en cualquier punto del circuito. En este caso, la causa
del desencadenamiento de la crisis contemporánea es para él “la
desaceleración estructural del ritmo de realización del valor con respecto
al ritmo de valorización del valor”.

 

Cuarta discordancia: plusvalía y capital ficticio

 

Fiel a su metodología de ir de lo abstracto a lo concreto, buscando
“aproximarse a la realidad introduciendo gradualmente en el análisis las
dificultades que plantea su comprensión”, Tombazos dedica la segunda mitad
de su libro a los instrumentos que hicieron posible la crisis financiera.

 

La descripción de los diversos instrumentos financieros (derivados,
titulización, etc.) es bien conocida, pero Tombazos restablece
maravillosamente su fundamento, que es una forma de ceguera ideológica,
incluso metafísica. Así, escribe: “Los productos financieros derivados
oscurecen hasta tal punto la realidad que cualquier intento de comprensión
científica degeneraba fácilmente en una especie de geometría metafísica en
la que incluso la cuadratura del círculo parecía factible. Más precisamente,
la comprensión fragmentaria de la realidad adoptada por el enfoque dominante
(ultramatematizado, pero a fin de cuentas metafísico) creó la ilusión de que
el desplazamiento del riesgo financiero equivalía a su desaparición.”

 

La deriva de las finanzas se basó efectivamente en una primera ilusión,
bastante estúpida si lo pensamos, según la cual bastaba traspasar el riesgo
para que fuera posible olvidarlo. Las diferentes entidades se pasaron así
entre ellas la patata caliente, pero “esta transferencia continua del riesgo
hacia el Otro generalizado,  5/ lejos de constituir una gestión racional del
riesgo, transforma el riesgo individual en riesgo social, el riesgo privado
en riesgo sistémico, el riesgo local en riesgo nacional y mundial. El Otro
generalizado somos todos nosotros, es el sistema global.”

 

Más fundamentalmente, todo se basaba en otra ilusión, a saber, que el dinero
puede generar dinero sin pasar por la casilla de la explotación. Para
disipar esta representación fantasmagórica que las finanzas capitalistas
tienen de sí mismas, es necesario disponer de una teoría del valor, marxista
en este caso, que permita comprender por qué las rentas reales derivadas de
las finanzas no pueden ser otra cosa que una fracción de la plusvalía, como
ya insistió Tombazos en su libro de 1994.

 

El olvido de esta realidad permite el desarrollo de un capital ficticio,
para retomar el término de Marx, que se presenta como una enorme acumulación
de derechos de giro sobre una plusvalía que aún no se ha creado; la crisis
se produce cuando se percibe que nunca llegará a crearse. Por lo tanto,
Tombazos no hace más que parafrasear a Marx cuando escribe que “el capital
monetario está integrado en el capital industrial: no es una entidad
independiente. Sin embargo, desde el punto de vista de su propietario, el
dinero que ha prestado al industrial parece tener la propiedad (meta)física
de multiplicarse con el tiempo.”

 

El capital ficticio da lugar a derechos de giro virtuales, lo que Tombazos
llama un valor tóxico cuyo volumen “no viene dado de antemano. Es objeto de
un conflicto social.” Se trata de una dimensión esencial para el análisis
del período posterior a la crisis: en efecto, uno de los objetivos de las
políticas aplicadas consiste en gran medida en impedir la “depreciación de
este ‘capital tóxico’”, en suma, defender el capital ficticio.

 

Quinta discordancia: la zona del euro y Grecia

 

Stavros Tombazos (que es chipriota) formó parte de la Comisión de la verdad
sobre la deuda griega. Por lo tanto, no es extraño que la crisis del sistema
del euro se examine en gran medida a través del prisma griego. Tombazos
niega la responsabilidad de una deuda pública excesiva en el estallido de la
catástrofe griega. En realidad, el mecanismo perverso fue el siguiente: la
homogeneización de los tipos de interés nominales dio lugar a una fuerte
caída de los tipos de interés reales en los países periféricos, debido a que
sus tasas de inflación eran más elevadas. Esta caída provocó una burbuja
inmobiliaria, que se hinchó hasta que los capitales extranjeros dejaron de
acudir a financiar los déficit comerciales. Fue el rescate de los bancos
privados el que llevó posteriormente al fuerte aumento de la deuda pública.

 

No podemos sino suscribir este análisis, aunque sin duda es incompleto
porque no tiene en cuenta una de las principales taras del sistema del euro.
Era previsible que la recuperación por parte de los países periféricos (que
efectivamente se produjo en un primer momento, como señala Tombazos)
llevaría a un aumento de sus déficit comerciales. En la versión optimista,
las entradas de capitales debían invertirse en las economías periféricas y
dar pie al aumento de la productividad, que a su vez permitiría una
convergencia real. Sin embargo, también debido a la caída de los tipos de
interés reales, el capital entró en los sectores de escaso potencial en
términos de productividad antes de refluir.

 

Esta cuestión de la productividad es sin duda el punto oscuro del libro.
Tombazos solo se refiere en su conclusión a la desaceleración de los
aumentos de productividad: “Y, por supuesto, el ritmo de progresión de la
productividad del trabajo se encuentra en un nivel bajo, sin precedentes en
los tres polos principales de las economías avanzadas.” No obstante, este
fenómeno no apareció con la crisis reciente. Uno de los rasgos esenciales
del período del capitalismo neoliberal es, de hecho, la desaceleración
tendencial de los aumentos de productividad. Sin embargo, estos últimos
constituyen un elemento fundamental de la dinámica de la tasa de beneficio.
Y si, como subraya Tombazos, no ha habido una tendencia a la baja de la tasa
de beneficio, ello se debe a que todos los dispositivos empleados
(globalización, financiarización, aumento de la explotación, desigualdades,
endeudamiento, etc.) eran necesarios para asegurar la tasa de beneficio a
pesar del declive del aumento de la productividad.

 

Sexta discordancia: capitalismo y salida de la crisis

 

En el capítulo de conclusión, Tombazos condensa las tesis principales de su
libro y las aplica a la trayectoria futura del capitalismo. Para él, está
claro que la salida de la crisis no puede pasar por una profundización del
neoliberalismo, y mucho menos por la adición de medidas de supervisión del
sistema bancario. Tombazos constata que la tasa de beneficio se ha
recuperado desde la Gran Recesión, superando los niveles de antes de la
crisis, pero que la brecha con la tasa de acumulación se ha ampliado aún
más. Esto significa que el esquema de reproducción neoliberal funciona, pero
a un ritmo más lento: la regulación más estricta de la banca y la
estabilización de la tasa de endeudamiento de los hogares contribuyen a
frenar la acumulación.

 

Sin embargo, como para el capitalismo no existe un modelo de recambio, “la
reproducción neoliberal del capital solo logrará mantenerse con el apoyo de
políticas económicas que provoquen nuevas ‘burbujas’ y catástrofes sociales.
Vivimos en el callejón sin salida de un patrón reproductivo dominado por el
capital monetario, cuya existencia solo es posible a costa de graves
recesiones periódicas, regresiones sociales y crisis políticas.”

 

Posdata

 

Stavros es un amigo, todavía más desde nuestra participación común en los
trabajos de la Comisión de la verdad sobre la deuda griega. Pero lo cierto
es que llevábamos tiempo en connivencia intelectual. La lectura de su libro
de 1994 influyó en mi reflexión, de manera tal vez subliminal, como ocurre a
menudo en el seno de un colectivo de pensamiento. Compartimos, por ejemplo,
la misma deuda con respecto a Ernest Mandel, cuya impronta se encuentra en
muchos de nuestros trabajos, así como a otros dedicatarios de los libros de
Stavros: Daniel Bensaïd, Georges Labica y Jean-Marie Vincent.

 

Nuestros intercambios informales en Atenas (donde Stavros intentó, en vano,
iniciarme en la lógica de Hegel) han contribuido sin duda a acercar un poco
más nuestros puntos de vista. Esta es la razón de este pequeño apéndice que
explica por qué esta recensión es poco crítica e incluso podría ser
sospechosa de complacencia. Lo que ocurre es que comparto la mayoría de las
proposiciones del libro. Sin embargo, el último apartado de este artículo
muestra que todavía hay diferencias de enfoque, sin duda porque Stavros es
al menos tan filósofo como economista. Me parece que es posible articular
una lectura del capitalismo contemporáneo con la evolución de la
productividad, en otras palabras, insistir en su creciente incapacidad para
generar aumentos de productividad. Hay ahí otra temporalidad que debería
combinarse con los tiempos del capital destacados por Stavros.

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