Chile/ El discreto encanto de la pasividad económica de Piñera [José Miguel Ahumada]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Mar 25 00:08:06 UYT 2019


  _____  

Correspondencia de Prensa

25 de marzo 2019

 <https://correspondenciadeprensa.com/> https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

 <mailto:germain5 en chasque.net> germain5 en chasque.net

  _____  

 

Chile

 

El discreto encanto de la pasividad económica de Piñera

 

José Miguel Ahumada *

The Clinic, 17-3-2019

https://www.theclinic.cl/

 

La derecha llegó al poder ofreciendo al país tres promesas: crecimiento,
empleos de calidad, seguridad y un nuevo sello social. Luego de intentar
crear la idea de que Chile estaba iniciando un camino hacia un ‘Chilezuela’,
ésta se presentó a sí misma como la vuelta al orden en lo político y al
dinamismo en lo económico y donde ambas constituían sólidas bases para un
nuevo giro social de la derecha. El ministro Chadwick resumió en términos
precisos el objetivo: ‘ordenar la casa y poner en marcha al país’.

 

Sin embargo, la idea de ‘ordenar la casa’ quedó virtualmente en coma luego
de la muerte Camilo Catrillanca y la crisis de Carabineros. Mal que mal, si
la institución que vela por el orden del hogar termina con un con un
comunero mapuche asesinado en circunstancia aún hoy no claras y un fraude de
alrededor de US$ 30 millones de dólares, es poca la confianza que la
ciudadanía puede atribuirle a dicho objetivo. 

 

En lo social, el gobierno no ha logrado imponer agenda alguna y, por el
contrario, solo ha tenido medidas de reacción ante el avance de movimientos
sociales contra las zonas de sacrificio ambientales y la emergencia
feminista, ninguna de las cuales el gobierno estuvo preparado para
afrontarlas. 

 

En ese contexto, el gobierno encontró en el crecimiento su discurso
redentor. No existió orden y no hubo agenda social, pero sí, esgrimió, sacó
al país del atolladero económico y se lo volvió a poner en la senda del
progreso con un 4% de crecimiento promedio el 2018 en contraste con el 1.5%
en 2017. En palabras del mismo Presidente Piñera, “La misión era rescatar a
nuestro país (…) y poner a Chile nuevamente en el camino del progreso y del
desarrollo. Recibimos un Chile que había perdido mucho de su fuerza, de su
liderazgo, de su dinamismo. Nuestra acción durante el primer año de Gobierno
ha sido fiel y consecuente con ese mandato.”

 

¿Qué tan cierto es el optimismo de Piñera con respecto al crecimiento?
Primero, el 4% de crecimiento se dio sin que el gobierno pudiera pasar
ninguna de las reformas con las cuales prometía precisamente recuperar el
dinamismo económico. El efecto, curiosamente, vino antes que su causa. Ni la
reforma tributaria, ni la laboral, ni previsional han visto la luz del día.
La agenda legislativa del gobierno quedó congelada ante la minoría en el
parlamento y la contingencia política durante todo el 2018. 

 

Lo que el gobierno no ha comentado es que la recuperación económica comenzó
antes que la llegada de Piñera. En efecto, ya el último trimestre del 2017
la economía había crecido un 3.3% y la inversión había pasado de caer en
-0.9% en el tercer trimestre a crecimiento de 2.7% en el último trimestre.
La inversión como porcentaje del PIB aumentó de 20.4% en el primer trimestre
a 23.7% a fines del 2017. El 2018 continuó la tendencia, por lo menos hasta
el segundo trimestre del 2018. Esta reactivación económica tuvo que ver
fundamentalmente con una mejora del precio del cobre que a la postre resulto
más bien efímera. Cuando el precio vuelve a disminuir en el segundo semestre
de 2018, el crecimiento cae a un 2.8% en el último trimestre del 2018 y, en
marzo del 2019, la actividad económica únicamente creció un 2.4%. La
inversión, por su parte, se estancó en torno al 21% del PIB durante todo el
periodo. Es precisamente por ese corto crecimiento (mediados 2017-mediados
2018) que las expectativas para este año han bajado a un 3.4%, las que a la
luz del factor externo aparece sobre optimista. Así visto, este crecimiento
es menos un resultado de las virtudes del gobierno de turno como más un
rebote cíclico, según sentenció Todd Martínez de Fitch Rating. 

 

Segundo, el crecimiento del 2018 no ha tenido un impacto sobre el empleo. Es
más, de acuerdo al INE (Instituto Nacional de Estadísticas) ,el desempleo ha
pasado de un 6.9% en el periodo noviembre-enero 2017 a un 7.5% en el mismo
periodo el 2018, mientras la informalidad laboral llegó a un 40% del empleo
total nacional, según indica la OIT (Organización Internacional del
Trabajo). 

 

¿Qué cuentas alegres puede sacar el gobierno ante un crecimiento mediocre,
anclado en empleos informales y con un desempleo en torno al 7%? Lo que el
gobierno parece no entender es que el asunto del crecimiento nacional es más
complejo y estructural de lo que piensa. No es un secreto de los economistas
el que el dinamismo económico y la estructura distributiva dependen en gran
medida de la estructura productiva sobre las cuales emergen. Y en el caso
chileno, la estructura productiva continúa anclada en un orden exportador
extractivo (sustentado en explotación de recursos naturales y empleos de
baja cualificación), una economía interna constituida por grandes
oligopolios financiero-comerciales que imponen reglas sofocantes a la Pyme y
la desplazan de las ventas totales, e inversiones extranjeras con débil
encadenamientos productivos. 

 

El resultado de aquello no es solo un tipo de crecimiento espurio y de
ciclos cortos, sino una heterogeneidad estructural que profundiza las
desigualdades, una fuerza laboral con baja cualificación y con alto grado de
informalidad y una serie de ‘externalidades’ que emergen en múltiples áreas
de la vida social. Las protestas en torno a las zonas de sacrificio, la
revuelta feminista que trae de vuelta el trabajo reproductivo precario sobre
el cual se sostiene la informalidad laboral, y las movilizaciones contra las
AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones) son precisamente síntomas de
las grietas de un tipo de crecimiento que, mientras no se tomen cartas en el
asunto, seguirán copando la agenda al gobierno. 

 

La desigualdad social causada por estas condiciones y por políticas públicas
esencialmente pro-elites causan no solo costos sociales, sino que también
enormes costos de eficiencia económica. Son estas condiciones estructurales
las que precisamente limitan una expansión económica significativa que
pudiera sacar al país de una trampa de mediocridad.

 

¿Pueden estos problemas estructurales del crecimiento nacional ser resueltos
con una reforma tributaria regresiva, un paquete de medidas micro de mejora
de las ‘expectativas’ de inversión y una reforma de control preventivo para
mantener el orden? Keynes sostenía que el problema del capitalismo no era
que entrara en crisis terminales, sino que sus elites económicas carecían de
las capacidades e incentivos para hacer pleno uso de las capacidades
productivas disponibles, manteniendo una importante base laboral en
desempleo y/o subempleo. Así, el orden económico se estancaba en un
interregno de mediocre estabilidad de la cual las medidas micro solo eran
parches de un problema irresuelto. Esa mediocridad solo acumulaba malestar y
desafección. No comprender ello es la máxima ceguera ideológica del gobierno
y la causa profunda de sus problemas.  

 

* Doctor en Estudios de Desarrollo de la Universidad de Cambridge, MSc en
Estudios de Desarrollo London School of Economics, profesor asociado del
Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la
Universidad Alberto Hurtado y autor de The Political Economy of Peripheral
Development: Chile in the global economy (Palgrave, 2018, en publicación).

  _____  

 



---
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus
------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20190325/bf5d3306/attachment.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa