Brasil/ Apología del terror. Bolsonaro y el legado de la dictadura militar [Marcelo Aguilar - Mariluci Cardoso de Vargas - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Mar 30 13:59:14 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

30 de marzo 2019

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Brasil

 

El ejército brasileño celebrará el aniversario del golpe del 64

 

Apología del terror

 

Aislado en el Congreso, donde se enfrenta a la derecha tradicional, y con su
popularidad en caída libre, el presidente Jair Bolsonaro recurre a los
militares como pivote de sus políticas, mientras reivindica el legado de la
dictadura.

 

Marcelo Aguilar, desde San Pablo

Brecha, 29-3-2019

https://brecha.com.uy/

 

El portavoz de la Presidencia de la República, el general Otávio Rêgo
Barros, dio el anuncio este lunes: Jair Bolsonaro determinó que se hagan
celebraciones en los cuarteles militares en conmemoración del 31 de marzo de
1964, inicio de la dictadura militar que duró hasta 1985.

 

A casi tres meses de asumir la presidencia, las encuestas dicen que
Bolsonaro ya perdió 19 puntos porcentuales de aprobación. Cada vez más
aislado y con varios frentes de ataque abiertos al mismo tiempo, el
ultraderechista se muestra caprichoso e inexperto. Y no parece importarle
tanto. Actúa –él y algunos de sus aliados– como si todavía estuviera en
campaña, y su propensión al diálogo y a la negociación es escasa. Pero los
alcances históricos de algunos de sus impulsos son todavía difíciles de
dimensionar.

 

Ayer y hoy 

 

La opinión prodictadura del ahora presidente siempre fue conocida y viene de
larga data. Siendo diputado, y en una entrevista al programa Cámara abierta
de la emisora Band, en mayo de 1999, dijo: “Yo soy favorable a la tortura y
el pueblo es favorable también”. Y agregó: “A través del voto no va a
cambiar absolutamente nada en este país. Infelizmente las cosas cambiarán si
un día vamos a un guerra civil aquí dentro, haciendo el trabajo que el
régimen militar no hizo, matando unos 30 mil, empezando por FHC (Fernando
Henrique Cardoso, presidente en la época). Si mueren algunos inocentes, todo
bien. En todas las guerras mueren algunos”.

 

En un video en 2014 frente al Ministerio de Defensa en Brasilia, Bolsonaro
aparece tirando bombas de estruendo al cielo con una bandera amarilla de
fondo que dice: “Felicitaciones, militares. Gracias a ustedes Brasil no es
Cuba”. En la tragicómica cinta, el actual presidente cita a los actores que
articularon el golpe, al que califica de “gloriosa contrarrevolución” y
“segunda independencia de Brasil”: “Felicitaciones a los militares, a las
mujeres en las calles, (1) a la Iglesia Católica y a los grandes medios que
evitaron en 1964 que Brasil se convirtiera en un satélite de la Unión
Soviética”.

 

En entrevista dada este miércoles al programa Brasil Urgente, también de la
Band, Bolsonaro dijo que “no hubo dictadura” y que “al igual que los
casamientos” todos los regímenes tienen “algún problemita”. La líder actual
de la bancada oficialista en el Congreso, Joice Hasselmann, twiteó que “este
es el regreso de la narrativa verdadera de nuestra historia” y dejó en claro
el sentimiento que esto le evoca: “orgullo”.

 

La Procuraduría General de los Derechos Humanos del Ministerio Público
Federal ya había publicado este martes una nota en la que afirma que
“festejar la dictadura es festejar un régimen inconstitucional responsable
por graves crímenes de violación a los derechos humanos. Esa iniciativa
suena como apología a la práctica de atrocidades masivas, y, por tanto,
merece repudio social y político, sin perjuicio de sus repercusiones
jurídicas”.

 

Solo y a los tumbos

 

Más allá de la gravedad de estas declaraciones, es necesario ponerlas en
contexto. El gobierno, que casi llega a los tres meses, se muestra vacilante
y no consigue avanzar en las pautas que colocó como prioritarias. Una de
ellas es el “paquete anticrimen” presentado por Sergio Moro, el ex juez
“héroe” del Lava Jato y ahora ministro de Justicia de Bolsonaro. La
iniciativa cuenta con pasajes muy polémicos, como el que se refiere al
“excluyente de ilicitud” con el que el juez podrá reducir la pena a la mitad
o no aplicarla en caso de que el exceso “provenga de miedo excusable,
sorpresa o violenta emoción”, lo que desde los movimientos sociales es visto
como una legitimación de los asesinatos policiales. El proyecto está en
trámite y ha generado rispideces con el presidente de la Cámara de
Diputados, Rodrigo Maia. Mientras Moro quiere celeridad en su tramitación,
Maia ha dicho que es una iniciativa importante, pero que la prioridad la
tiene la reforma de las jubilaciones, y mandó a analizar el paquete
anticrimen por un grupo de trabajo, lo que en la práctica es congelarlo. El
grupo incluye a los izquierdistas Marcelo Freixo (Psol) y Paulo Teixeira
(PT), lo que puede ser leído como una chicana política, efectuada en
momentos en que el ex presidente Michel Temer y el ex ministro Wellington
Moreira Franco eran detenidos por la Operación Lava Jato (véase más
adelante). Es que Maia fue el protegido de Temer en el Congreso y es yerno
de Moreira Franco.

 

Estos encontronazos influyen también en la tan mentada reforma de las
jubilaciones. Maia dice que el encargado de articular su aprobación es el
Poder Ejecutivo, y Bolsonaro dice que su papel en la reforma ya está
cumplido y que ahora “la pelota está en la cancha del Legislativo”.

 

Mientras Bolsonaro intenta distanciarse de lo que tacha de “vieja política”,
para Michel Neil, politólogo y doctor en la Universidad de Brasilia, el
presidente se aísla y mina su base de apoyo, y encima deja al mercado
“aterrado”: “Se esperaba que este gobierno tuviera una curva de aprendizaje,
algo natural para todos los gobiernos que nunca estuvieron en el poder. Esa
curva haría que pasase de un gobierno desarticulado a uno con una base de
apoyo real –para inclusive aprobar las medidas que entienda necesarias–,
pero lo que hemos visto hasta ahora, en estos cien días, es que pasa de un
gobierno desarticulado a un gobierno aislado”. Para Neil, el presidente
“está sembrando cizaña con todos los poderes, y eso es muy peligroso”. En
ese marco es que analiza la exaltación de la dictadura militar hecha por
Bolsonaro: “Estas cizañas son muy preocupantes desde el punto de vista de la
gobernabilidad, porque se corre el riesgo de que el país llegue a un punto
en el que se torne ingobernable. Y es más preocupante todavía cuando los
militares son tratados como el punto de equilibrio del gobierno, los adultos
en la sala”. El politólogo explica que cuando Bolsonaro trata asuntos
excéntricos o pautas morales y no asuntos económicos “demuestra que todavía
no se bajó del estrado después de la elección”. Agrega que el presidente “no
definió las reglas de juego de forma clara, ni lo que significa de hecho esa
‘nueva política’. Es justo que intente colocar nuevas líneas, pero tiene que
dar señales de qué son y hacia dónde van”.

 

Los últimos choques se dieron este miércoles. Después de que Bolsonaro
insinuara que Maia estaba dolido por la prisión de su suegro, el presidente
de Diputados le salió al cruce y aprovechó para jugar para la tribuna:
“Dolidos están los brasileños, que desde el 1 de enero están esperando que
el gobierno empiece a funcionar. Son 12 millones de desempleados, 15
millones abajo de la línea de pobreza, la capacidad de inversión del Estado
brasileño disminuyendo, 60 mil homicidios y el presidente jugando a presidir
el país”. En tanto, el vicepresidente de la República, el general Hamilton
Mourão, dijo que le parece que hay “ruido en la comunicación con Maia”, pero
que el presidente de la Cámara es “imprescindible”. El propio Bolsonaro
restó peso al enfrentamiento con Maia este jueves, pero todavía está por
verse qué pasará con los proyectos del oficialismo.

 

Dentro Temer, Fora Temer

 

La orden de Bolsonaro de conmemorar el aniversario del golpe militar se dio
en un momento turbulento de la política nacional. El jueves 21, una fuerza
de tareas de la Operación Lava Jato detuvo al ex presidente Temer, en
cumplimiento del mandato de prisión preventiva emitido por el juez Federal
de Rio de Janeiro, Marcelo Bretas. Temer es acusado de liderar desde hace
cuarenta años una organización criminal para desvío de dinero público. El ex
mandatario fue liberado este lunes por un juez de segunda instancia, quien
consideró que no existen motivos legales para mantenerlo preso hasta su
juzgamiento.

 

Patrick Mariano, magíster en derecho, Estado y Constitución –también de la
Universidad de Brasilia–, dijo a Brecha que el decreto de prisión contra
Temer “carecía totalmente de fundamentos”, pero dice no sorprenderse, porque
“esta ha sido la tónica de la Operación Lava Jato, su método de actuación”.
Es que en realidad la prisión de Temer no sorprendió, ni siquiera a él
mismo. Ya se especulaba con esa posibilidad desde que el impeachment contra
Dilma Rou-sseff lo llevó a la presidencia. Para Neil, seguir suelto es hoy
el mayor desvelo de quien fue el presidente más impopular, convertido ahora
en una figura algo intrascendente: “En términos de país, hoy Temer
representa muy poco, es como un cuadro que ya salió de la pared”. Y explica:
“A pesar de que tiene cierto poder partidario, dentro de una de las
formaciones más grandes del país como es el Pmdb –y eso hace que todavía
mantenga un séquito de seguidores–, nunca fue un político popular, ni tiene
aspiraciones públicas a futuro”. Sin embargo, dentro del juego político de
Brasilia, Temer y sus aliados todavía tienen influencia. “Su prisión detona
la reacción y contrarreacción de varios actores, y eso se reflejó en el
Congreso y en movimientos de varios poderes que buscaron protegerse”,dice
Neil. El politólogo cree, además, que con la llegada de Moro al Ministerio
de Justicia empezó el declive del Lava Jato, que vio minado su imagen de
imparcialidad.

 

Sin embargo, Neil cree que la operación judicial ya dejó un legado: “Hay una
generación de jueces y promotores en todo el país convencidos de que la
mejora de Brasil pasa por el activismo jurídico –y, por qué no decirlo,
persecutorio–. El Lava Jato contribuyó mucho en ese sentido. Eso es muy
peligroso, porque los fines empiezan a justificar los medios”.Mariano está
de acuerdo y cree que “jueces como Moro y Bretas o el procurador (Deltan)
Dallagnol –que se hizo famoso por el power point en que casi todos los males
de Brasil apuntaban a Lula, y por la frase “contra Lula no tenemos pruebas,
pero sí convicción”– piensan que están actuando en el terreno político,
cuando en realidad están en el terreno jurídico”. Para él, “esta forma de
actuación es inaceptable y transforma el derecho en un juego publicitario de
jueces que quieren ser famosos”. Por su parte, Neil dice que estos jueces
“aumentan su capital político creando hechos políticos”, pero se pregunta:
“¿Por qué un juez precisa tener capital político? Pensando estrictamente en
su actividad, teóricamente no deberían estar buscando ese tipo de
exposición”. 

 

Nota 

 

1) La Marcha de la Familia con Dios y por la Libertad ocurrió el 19 de marzo
de 1964 en San Pablo. Surgió como feroz respuesta conservadora al acto en
que el presidente João Goulart anunció su programa de reformas, celebrado en
Rio de Janeiro seis días antes. Según crónicas de la época, la marcha reunió
a medio millón de personas, en su mayoría mujeres con rosarios en las manos.
Es vista como el anuncio del golpe de Estado que llegaría días después.

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“Estamos en una guerra por la memoria”

 

Con Mariluci Cardoso de Vargas, posdoctoranda en historia en la Universidad
Federal de Río Grande del Sur e investigadora de la Comisión Nacional de la
Verdad, creada en 2012

 

—¿De dónde viene y cuáles son los alcances de esta decisión de Bolsonaro?

 

—Desde 1964 hasta 2011 los militares celebraron esta fecha oficialmente. El
debate se inició cuando Dilma determinó que el golpe del 64 fuese retirado
del calendario oficial de celebraciones de las fuerzas armadas, y esa orden
fue acatada por el Ministerio de Defensa y cumplida por el comandante del
ejército. Esta recomendación también aparece en el informe de la Comisión
Nacional de la Verdad (Cnv) y se asocia a otras medidas respecto a las
prácticas de las fuerzas armadas para lidiar con el pasado. Una de ellas es
que justamente exista un reconocimiento de su responsabilidad en los
crímenes cometidos. La Cnv trabajó en conjunto con otras comisiones de
Estado, como la Comisión de Amnistía del Ministerio de Justicia, que hoy
está bajo la órbita del Ministerio de la Familia, Mujeres y Derechos Humanos
y viene sufriendo varios ataques. Estamos en un momento de destrucción e
invalidación de estos grupos de trabajo. La orden de Bolsonaro, además de
ser una afrenta contra la democracia, invalida el trabajo de estas
comisiones de Estado y también da una señal que desacredita las voces de los
sobrevivientes y las generaciones que heredaron las marcas de las
persecuciones, trayendo así el peligro del negacionismo. No se trata de una
opinión, de si hubo o no dictadura. La historia y estas comisiones de Estado
ya comprobaron las muertes, las desapariciones, las torturas y el carácter
sistemático de las graves violaciones a los derechos humanos, que configuran
crímenes contra la humanidad y que, por tanto, deben ser repudiados. Lo que
están haciendo es intentar deshacer la historiografía. Después de acumular
tanto es un grave problema que esta cuestión sea colocada en estos términos
por una figura como el presidente.

 

—¿Hay un caldo que resulta proclive a este tipo de acciones?

 

—Yo se lo atribuyo a las fallas de la democracia, que no consiguió hacer que
la historia de la dictadura cívico-militar y la memoria de los
sobrevivientes sean colocadas como incuestionables. Todavía hay sospechas
sobre la legitimidad de los relatos de los sobrevivientes y sobre los
crímenes a ser repudiados. La propia Cnv en sus conclusiones demostró la
práctica sistemática de violaciones y problematizó su continuidad. El año
pasado tuvimos un grave atentado contra la democracia con el asesinato de
Marielle Franco, así como en 2013 tuvimos el caso de Amarildo (de Souza,
albañil desaparecido y asesinado por la policía en Rio de Janeiro), en el
que fue comprobada la muerte por torturas. Sabemos que las prácticas de las
fuerzas de seguridad en Brasil todavía tienen ese carácter extremadamente
violento, sobre todo con la población de las periferias, pobres, negros,
indígenas, campesinos y militantes de derechos humanos. Tenemos en el país
números alarmantes de violencia policial, violencia de Estado. Es muy
difícil captar cómo y dónde ese terrorismo de Estado configurado en los años
de dictadura permanece y se desdobla en violencia de Estado en el período
democrático. El problema no ha sido superado, y son prácticas en las que no
hay consenso respecto al repudio. Hay una falla en la formación en cuanto a
estructura política, que tiene su base en el autoritarismo y permite que
esas prácticas sigan su curso y esas memorias e historias de vida de los
sobrevivientes no ganen el sentido común. Esto está bastante marcado en la
sociedad brasileña, y la última elección lo explicitó todavía más. A pesar
de las declaraciones que Bolsonaro venía haciendo antes de ser electo, del
homenaje a Carlos Alberto Brilhante Ustra (militar torturador de la última
dictadura) en la tribuna del Congreso el día del impeachment, y los indicios
que venía dando sobre su forma de relacionarse con ese pasado, no pasó nada
que impidiese su candidatura. En otros países del continente, cuando hay una
celebración o apología a los militares, hay una repercusión y combate
inmediato, e inclusive en caso de órganos públicos, exoneración o
alejamiento del cargo. Es bastante difícil de combatir ese discurso cuando
no hay ningún tipo de punición ni medida administrativa o jurídica contra
expresiones de odio. Esto hace que las personas se sientan autorizadas.

 

—¿A cosas como esta se refiere como “fallas de la democracia”?

 

—Creo que son fallas sí, porque aparece un autoritarismo que se sobrepone a
los valores democráticos. La polarización política permite que se construya
un sentido común que entiende que la eliminación de un opositor político es
posible. Eso es una falla grave, porque no se entiende la discrepancia y la
oposición como algo a ser resuelto dentro de los marcos del Estado de
derecho. Se evoca entonces la violencia como forma de resolver las
diferencias, y eso es terrible desde el punto de vista democrático. Lo
preocupante es que los crímenes sobre las poblaciones que mencionaba antes
son vistos dentro de un estado de normalidad y no como casos que deberían
ser de excepción.

 

—¿Cómo evalúa el proceso posdictadura en relación con la búsqueda de
justicia y sus avances y retrocesos?

 

—Tenemos una barrera en el ámbito de la justicia que es la ley de amnistía
de 1979, que sigue vigente y es interpretada como un impedimento y una
obstrucción para la posibilidad de juzgar a los autores de graves
violaciones a los derechos humanos. Esta ley contribuye a reforzar el
olvido. La justicia tiene ese papel pedagógico también en el ámbito de la
memoria. A pesar de que hemos avanzado bastante en algunos sentidos –como en
las políticas de verdad, memoria y reparación, en la difusión de los
testimonios de los sobrevivientes, con las comisiones–, no conseguimos
alcanzar la justicia. Todos los mecanismos que contribuirían a reforzar el
repudio a un período que dejó tantas marcas traumáticas para el país están
obstaculizados.

 

—¿Cuáles serían los efectos de esa política del olvido?

 

—Los efectos son los que estamos viviendo en este momento. Esta es una forma
muy infeliz de lidiar con el pasado, una batalla de la memoria que se viene
dibujando con líneas graves desde hace bastante tiempo. Lo que vemos ahora
es contundente: hay una guerra evidente por la memoria. Al mismo tiempo que
se llama a los militares a celebrar el 31 de marzo dentro de los cuarteles,
también hay varios llamados a actos de resistencia en varias regiones del
país.

 

—¿Cuáles pueden ser los impactos de estos fenómenos?

 

—Es muy difícil hacer una proyección. Estamos viviendo un día a la vez,
sorprendidos por cosas graves no sólo en el ámbito de las fuerzas armadas,
sino en general, con ataques a la educación, a los derechos laborales, entre
tantos otros. Son muchos ataques al Estado de derecho, retrocesos que pueden
tener consecuencias muy negativas para la sociedad. Pero más que pensar en
eso, me parece importante pensar y discutir las estrategias que podemos
tener para combatir y denunciar este tipo de situaciones, y que no nos
quieran hacer perder la memoria. Son muchas también las personas que
intentan contribuir en la medida de lo posible en la defensa de la
Universidad, de la educación pública, gratuita y de calidad para que podamos
fortalecer el combate al autoritarismo. Eso implica deconstruir esa falsa
versión de que el golpe debe ser celebrado. Fortalecer la democracia está en
el orden del día.

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