Estado español/ Algunas coordenadas de la nueva etapa. Gobiernos y dilemas en la izquierda [Josep M. Antentas]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Mayo 14 14:22:30 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

14 de mayo 2019

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Estado español

 

Elecciones 28A (28 de abril) 2019

 

Algunas coordenadas de la nueva etapa

 

Josep M. Antentas *

Viento Sur, 12-5-2019 

https://vientosur.info/

 

1. Época de paradojas, contradicciones, y tendencias no consumadas, abrimos
una nueva fase de la larga crisis política española. El bipartidismo
imperfecto que fue el pilar del Régimen del 78 está muerto, pero su
principal sostén histórico, el PSOE, está vivo. El nuevo pentapartito
culmina la implosión del sistema político iniciado en 2014 como consecuencia
del seísmo social del 15M en 2011, pero lejos de oficializar un nuevo
equilibro estable entre los partidos en liza inicia una etapa de
incertidumbres y de batallas por la posición relativa de cada uno de ellos.
Dos grandes incógnitas están abiertas: el combate por la hegemonía en la
derecha y la posibilidad o no del PSOE de coronar el proceso de minorización
de Podemos y enviarlo definitivamente a una posición irreversiblemente
periférica. Los consensos de 1978 se rompieron y sus revalidaciones
posteriores se agotaron. El periodo inaugurado en 2011 (y electoralmente en
2014) quedó atrás, pero no hemos entrado todavía en una etapa de
rutinización institucional y social duradera. La crisis política y social
permanece y la crisis institucional generada con la irrupción del
independentismo catalán también. Pero, a la vez, no hay perspectiva alguna
de ruptura ni por la izquierda ni por el flanco nacional-territorial. Las
hipótesis fundacionales de Podemos y del independentismo colapsaron. Sin
embargo, la existencia de ambos actores y su importancia relativa testimonia
que el régimen no pudo recomponerse completamente y suturar definitivamente
sus brechas, ya fuera por la vía del aplastamiento de sus adversarios o de
la autorreforma gatopardista por arriba. Hay partido todavía por jugar, pero
las condiciones ya no son las de la fase anterior, de apertura de
posibilidades inéditas. Ahora son más frágiles y coexisten con un riesgo
epocal de involución reaccionaria que persiste, a pesar de haber sido
contenido de momento, y con las maniobras de recomposición política por
arriba.

 

2. La movilización defensiva del pueblo de izquierdas y de los nacionalismos
periféricos derrotó a las fuerzas derechistas. La memoria de 2004 es el
precedente (aún en un contexto muy distinto) más cercano y testimonia una
capacidad recurrente de activación a última hora, en clave electoral y de
manera instrumental, ante la catástrofe en ciernes. Hemos asistido a una
especie de reacción a la reacción. Una victoria reactiva es distinta, no
obstante, a un triunfo con expectativas en positivo o con lógicas de
desborde por abajo. El combate entre bloques del 28 de abril, por lo demás,
estuvo marcado por una desigualdad estructural que sintetiza los límites del
periodo. En un clima de polarización y reactividad, las fuerzas de izquierda
y los nacionalismos catalán, vasco y gallego acudieron a la cita sin
proyecto de cambio real, mientras que la derecha compareció con un proyecto
de combate, aunque debilitada por su competencia organizativa. Proyecto de
combate portador en sí mismo de un germen de fracaso por su naturaleza
autoritaria y excluyente que le inhabilita para formar un nuevo bloque
social mayoritario estable, pero que le da perspectiva, razón de ser y
objetivos a batir. El 28 de abril marcaba así un choque desigual en términos
de profundidad estratégica respectiva. Radicalización en todos los terrenos
del bloque conservador frente a insustancialidad y epidermismo en el otro
lado, manifestado en una doble condición trágica: la reafirmación del
liderazgo del PSOE y la adaptación acelerada de Unidos Podemos a la estrecha
política de lo posible. Una asimetría estratégica en ciernes que liquida
todo horizonte de cambio democrático real.

 

3. La izquierda (y los nacionalismos periféricos) ganó el 28 de abril en el
sentido de que el bloque derechista fue derrotado. Pero es preciso no caer
ni en confusiones ni en juegos de palabras. El único vencedor estricto de la
contienda fue el PSOE que además prevaleció a costa de reducirle el espacio
a Unidos Podemos. No existe una victoria por delegación en el campo de la
izquierda, ni tampoco una lucha coordinada entre sus componentes frente a la
derecha, más allá de las tácticas de aparato para encajar sus intereses. El
triunfo del PSOE certificó la derrota definitiva de la hipótesis de voladura
del sistema político bajo la égida de Podemos formulada en 2014. El partido
de Sánchez se benefició de la combinación entre la sobremovilización del
pueblo de izquierdas ante la amenaza de Vox y el bloque derechista, y del
declive de Unidos Podemos, iniciado ya en 2016 y acentuado en el último
tramo. Sánchez parece ganar más por deméritos de los demás que por los suyos
propios. Testimonia un voto más instrumental que expresivo, a modo de una
adhesión por defecto. La pasión por parar a la involución reaccionaria
parece más fuerte que las expectativas con el PSOE, cuyo gobierno tras la
moción de censura a pesar de algunos efectismos iniciales, ha sido débil y
poco audaz. Sin duda, si a Sánchez hay que reconocerle algo es su tenacidad
personal para salvar su carrera política desde el golpe palaciego de 2016 y
cierta valentía táctica a la hora de tomar decisiones de partido. Tenacidad
y valentía de las que carece por completo cuando se trata de defender algún
tipo de medida que contravenga los intereses del poder económico y
financiero o de los aparatos más reaccionarios del Estado.

 

Fractura y crisis estratégica de la derecha

 

4. Tocado y hundido en el primer tramo de la crisis de régimen, a punto de
naufragar en las elecciones del 26J de 2016 cuando la posibilidad del
sorpasso de Unidos Podemos se antojaba plausible, el PSOE, partido del
régimen por antonomasia, ha vuelto a instalarse como el puntal del sistema
político. Consiguió recomponer en buena medida su fortaleza electoral y
recuperó la hegemonía en la izquierda. Cuatro son las razones que lo pueden
explicar: la primera, su propia robustez orgánica que le dio una capacidad
de resistencia notable para hacer frente a su declive; la segunda, la
relegitimación parcial del partido tras la reconquista del mismo por parte
de Sánchez, en una catarsis interna que, a pesar de ser canalizada por un
giro izquierdista que no era más que una gran impostura, sacó al PSOE de una
decadencia inexorable; la tercera, la ausencia de movilizaciones sociales
significativas que chocaran con el programa y la naturaleza del PSOE. Sin
duda el potente movimiento feminista, en cuyo seno dominan las tendencias
anti-neoliberales, cuestiona de raíz todo lo que el PSOE significa, pero
también ofrece un flanco de instrumentalización electoral parcial en clave
progresista frente a la reacción; la cuarta, los límites de la estrategia
electoral-comunicativa de Podemos y los efectos de la implosión interna
acontecida desde 2016 como consecuencia directa de los defectos de diseño de
la máquina burocrático-electoral-comunicativa orquestada en Vistalegre I. Y,
sobretodo, las consecuencias negativas del giro hacia el PSOE que Iglesias
acometió en abril de 2016 cuyo resultado inmediato fue la rehabilitación
formal del PSOE como partido del cambio por parte del impugnador oficial del
régimen, Podemos. La bendición de Iglesias otorgaba al PSOE todo lo que el
marketing socialista no había conseguido vender.

 

5. Tras cuatro años de ir a la defensiva desde la irrupción de Podemos y
después de una enorme crisis interna, el PSOE consiguió pasar a la ofensiva,
recuperar centralidad política y ser la referencia entorno a la cual se
organiza (ya sea por adhesión o oposición) la vida política y la propia
izquierda alternativa. Se beneficia de la falta de expectativas sociales,
del fuerte contraste epocal entre malestar y horizontes plausibles de
cambio, pero no está claro que tenga la condiciones materiales para
desarrollar un proyecto de crecimiento y redistribución que reconstruya una
base social progresista estable y solidifique un nuevo bloque social, ni que
posea la capacidad para acometer una reforma del Estado que lo relegitime en
Catalunya y solidifique la arquitectura institucional. Favorecido en lo
inmediato por los impasses y aporías de los dos grandes desafíos
contemporáneos del Régimen de 1978, Podemos y el independentismo catalán, la
gran espada de Damocles que pesa sobre el PSOE es la posibilidad de una
nueva recesión internacional y la inestabilidad consustancial a una fase
histórica de grandes mutaciones, de crisis civilizatoria y de una crisis
política doméstica que todavía no se cerró.

 

6. El gran derrotado en un sentido profundo es el PP, y una determinada
estrategia de la derecha, la del retorno de un neoconservadurismo aznarista
renovado y readaptado a la época, que pretendía organizar la derecha
tripartita bajo la hegemonía de un PP rearmado ideológicamente. Fracasó toda
una estrategia basada en la cuádruple combinación de radicalización
discursiva generalizada, españolismo ultramontano, legitimación
incondicional de Vox y búsqueda de una sinfonía virtuosa entre los tres
partidos. Una política de colaboración entre la derecha tradicional y la
extrema derecha inédita en Europa, que se explica por la naturaleza del
Estado posfranquista gestado durante la Transición, por las características
de la derecha española y por la génesis del propio Vox. Sin embargo, aunque
fracasada coyunturalmente y absorbida en graves dilemas estratégicos, la
derecha sigue siendo un poderoso bloque político-social, de 11 millones de
votos, pero fragmentado políticamente y sumido en una inédita competencia
partidaria que no ha hecho sino empezar. Social y culturalmente no está
derrotada y tiene una resiliencia electoral contrastada, aunque ahora sin la
efectividad de antaño por la rivalidad interna a su propio campo. Sin
embargo, la movilización defensiva progresista y plurinacional del 28A es la
traducción demoscópica y electoral de un problema estructural del
nacionalismo español conservador: el desfase intrínseco entre su concepción
de España y la España real. Incapaz de articular un proyecto integrador basa
su fuerza en la movilización reactiva-identitaria en torno a una propuesta
excluyente cuya naturaleza es, a la postre, la responsable de su propio
fracaso, y que desde el segundo mandado de Aznar hasta la actualidad
desestabilizó las bases mismas de la arquitectura del Estado debido a su
interpretación autoritaria y reaccionaria del propio marco político
institucional.

 

7. La primera fase de la crisis política del Estado español estuvo marcada
por la crisis del PSOE, la segunda por la del PP y el terremoto en la
derecha. Atenazado desde los dos flancos por el alma
tecnocrática-modernizadora y por el alma nacional-reaccionaria de la
derecha, el proyecto neoconservador de Casado corre el riesgo de implosión.
El virtuosismo de las tres derechas que tan bien funcionó en las elecciones
andaluzas fue un espejismo regido por una lógica inaplicable en unas
elecciones generales donde el sistema electoral no favorece la dispersión de
voto. Las tres expresiones políticas de la derecha cayeron víctimas de su
propia disputa, a pesar de estar unidas por un neoliberalismo sin fisuras y
por un españolismo recalcitrante, a la vez reactivo, como lo ha sido
tradicionalmente el españolismo desde 1898, y ofensivo, por su proyecto de
aplastamiento involutivo de un adversario político-social, tan arquetipado
como real, progresista y plurinacional. Se vislumbran endiabladas
competiciones mediático-parlamentarias entre sus tres componentes para
aumentar su influencia en el seno del bloque conservador. Ahí va a estar el
gran problema de la derecha, que no es tanto el de su debilidad
político-social-cultural, como el de una crisis de estrategia agudizada por
las distorsiones organizativas de su representación política y, en
particular, la crisis de su partido histórico de referencia, el PP. Su
competencia funciona en dos planos: el organizativo-partidario y el
ideológico-programático, superponiéndose así un mero combate entre
direcciones políticas y aparatos que se disputan influencia y poder y una
pugna más de fondo entre los tres proyectos y sus bloques sociales
respectivos.

 

8. El PP ha acabado haciendo de aprendiz de brujo, desatando fuerzas que
escapan a cualquier aparato político. Primero, durante la crisis catalana y
todo el Procés abierto desde 2012 profundizó la involución nacionalista
excluyente de toda la década anterior y la cultura autoritaria-negacionista
propia del aznarismo, exacerbada aún más tras el trauma del 2004. El PP de
Rajoy se consumió en las brasas del propio incendio que contribuyó a crear
por su torpeza autoritaria y sus límites estratégicos durante la crisis de
Octubre de 2017. Segundo, el viraje neoconservador de Casado, pretendiendo
operar un giro derechista controlado, en realidad espoleó y normalizó una
espiral reaccionaria desbocada que ya estaba en marcha y cuya pulsión
mediática y sociocultural desbordaba las lealtades organizativas
tradicionales. Deseando re-encauzarla hacia el partido, Casado sólo
favoreció su eclosión definitiva. La inflexión hacia la derecha de Casado se
fusionó de facto con una lógica específicamente reaccionaria, acorde con las
características históricas de la propia derecha española y con la coyuntura
internacional. El nuevo líder del PP y Aznar actuaron involuntariamente de
lanzadera y de legitimadores de Vox. Contribuyeron, paradójicamente, a que
una parte de la base social del PP más escorada a la derecha viera la
deserción de su partido tradicional como algo legítimo y normalizado. Y la
perspectiva del acuerdo posterior de las tres derechas en buena medida acabó
por desactivar parcialmente el miedo a dividir el voto derechista y
debilitar al propio PP. Se podía votar a Vox y a la vez asegurarse que, en
el peor de los casos si Vox no alcanzaba una posición de liderazgo, el PP
(pero pertinentemente condicionado por su flanco derecho) gobernaría.

 

9. ¿El fracaso neocon equivale a considerar que si el PP hubiera escogido
una vía más de centro (lo de centro es en cualquier caso un decir) y
transitado por la senda más tecnocrática y desideologizada de Rajoy y Soraya
Sáenz de Santamaría, las cosas le hubieran ido mejor? La historia
contrafáctica es únicamente un ejercicio especulativo cuya utilidad consiste
solamente en intentar sacar de ella reflexiones estratégicas. Un PP
rajoyista no hubiera actuado de trampolín de Vox, es verdad, pero quizá
hubiera tenido que enfrentarse a una ruptura explícita de parte importante
del entramado mediático y social que había apostado por el rearme ideológico
neocon de Casado. La vía de la radicalización derechista como callejón sin
salida para el PP fue denunciada por las voces minoritarias de algunos
intelectuales liberales moderados de derecha, entre ellos figuras como José
María Lasalle, alarmados por el auge de las fuerzas reaccionarias y la
pérdida de todos los consensos de Estado. Teniendo razón en parte es
probable, sin embargo, que sus loas a volver al centro olviden algunas
claves de la naturaleza del actual periodo histórico y, en particular, las
causas de fondo de los desgarros de las lealtades partidarias tradicionales
en todo el espectro político. Nostálgicos de una derecha democrática y
tolerante (en buena medida imaginaria en el caso español), estas voces
obvian clamorosamente que los cantos a la moderación de la derecha tienen
muy corto alcance si van acompañadas del apoyo a ultranza de un
neoliberalismo económico sin límites que deslabazó toda la estructura
social. Dilemas de una derecha que desde la izquierda nos sirven también
para pensar el periodo.

 

10. Vox soñaba, sin duda, con una mejor noche. Su resultado es un fracaso
relativo si lo comparamos con sus expectativas, pero en términos históricos
marca un punto de inflexión decisivo en la trayectoria de la derecha
española, con la autonomización organizativa y expresión política
independiente de una fuerza reaccionaria desgajada del marco orgánico de la
derecha tradicional, expresando a la vez una ruptura y una continuidad
radicalizada con ella. Vox galvaniza la reafirmación identitaria en clave
reaccionaria del flanco más duro del pueblo de derechas. Encarna un
nacional-reaccionarismo neoliberal que, hoy por hoy, no va más allá de una
fractura por el flanco derecho del espacio histórico del PP, con una
composición social del voto similar a la de éste (aunque posiblemente con
mayor peso generacional de votantes jóvenes). A corto plazo su crecimiento
vendrá plausiblemente a costa de más segmentos del base social del PP (y más
si Casado se ve forzado a estabilizar una giro al centro) y, mientras
mantenga su neoliberalismo radical y su tradicionalismo reaccionario, tendrá
más difícil llegar a nuevos sectores, en particular a las clases trabajadora
golpeadas por la crisis, excepto las fracciones de ella ya tradicionalmente
derechistas. Pero de alguna manera u otra intentará también dirigirse a
ellas, buscando ampliar estratégicamente su entorno, generalizando algunos
intentos muy incipientes y fallidos ya realizados, en un contexto donde
tiene el desafío inmediato de continuar en ascenso tras haberse frustrado
sus expectativas iniciales el 28-A y evitar una desmoralización de su
entorno y del electorado que lo apoyó pensando que la formación de Abascal
iba a dar la gran campanada. La suya, sin embargo, no es una escopeta de un
sólo disparo, sino una estrategia de más largo plazo. Su irrupción no llega
con la promesa de una victoria fácil y rápida (como fue el factor clave en
el despegue de Podemos), sino de una larga cruzada por las instituciones. A
pesar de haberse quedado corto en su impulso inicial, la mera presencia de
Vox, como ya conocemos en los casos similares de la mayoría de países
europeos, cambia el paisaje y las coordenadas del debate político. Actúa
como una tensor hacia la derecha en todos los asuntos, normaliza la
existencia de opiniones ultras en la esfera pública y favorece la adopción
de medidas autoritarias en terrenos como la inmigración o el orden público.
Será además una fuerza decisiva en varias ciudades y regiones pudiendo dar
lugar a mayorías ultraneoliberales, autoritarias y reaccionarias, empezando
por la batalla decisiva de Madrid, que hagan de contrapeso y contraejemplo
de la mayoría progresista en torno a Sánchez. Tendrá que hacer frente, sin
embargo, a la falta de cuadros, a su poca competitividad en el día a día de
la política institucional, y a su escasa capacidad de inventiva y de
generación de estrategias propias, más allá de la aplicación del manual de
Bannon y de copiar/adaptar aquellas iniciativas que mejor parecen
funcionarles a sus homólogos internacionales.

 

11. Ciudadanos tiene todo el interés del mundo en resistirse a toda presión
del Ibex 35 para gobernar con el PSOE y en lanzarse a liderar la oposición,
aprovechando la crisis del PP, y prepararse para el futuro. Sólo una
mentalidad muy cortoplacista explicaría lo contrario. Inesperadamente,
Rivera salió reforzado de las urnas, aunque más por el descalabro del PP
fruto del ascenso de Vox que del empuje de su propio proyecto. No está en
absoluto claro que el giro a la derecha tan pronunciado que Rivera operó
tras la elección de Pablo Casado al frente del PP le haya beneficiado, y que
una estrategia más equidistante no le hubiera dado más rédito. El partido
naranja es especialista en desaprovechar ocasiones, ver cómo se le escapa el
tren cuando lo tiene al alcance, y en embarrancarse a la hora de la verdad.
Acusa su debilidad estructural fundacional, en tanto que partido televisivo
y en buena medida artificialmente creado, frágil de estructura y sin
demasiada base militante sólida. Pero lo cierto es que esta vez quedó
colocado en una posición óptima o, al menos, mucho más sencilla que la de un
PP desorientado y desautorizado. Ciudadanos intentará mantener su
españolismo crispado a ultranza para solidificar por abajo su base electoral
y blindarla ante Vox y el PP en su flanco derecho y a la vez acentuar su
vertiente modernizadora-liberal para salir de los confines de la foto de
Colón, cortar todo oxígeno al PP por el centro e intentar competir por el
voto moderado que se decantó por Sánchez ante la amenaza de un bloque
gubernamental reaccionario. Es decir, necesita orientarse hacia una doble
operación de hegemonización del bloque de la derecha y a la vez de
corrección parcial del marco estratégico en que ha operado en el último
periodo.

 

12. Aunque las proclamas del mundo empresarial a favor de un pacto
PSOE-Ciudadanos no han faltado, es posible que en buena medida sean más bien
retóricas y rituales, con el objetivo real de condicionar al futuro gobierno
en solitario de Sánchez y como aviso indirecto de que la influencia de
Unidos Podemos debe minimizarse. En cualquier caso, el nuevo gobierno del
PSOE con el apoyo de Unidos Podemos no va a representar ninguna alternativa
de cambio real ni una amenaza a los grandes intereses
financiero-empresariales. Mantendrá una orientación social-liberal
convencional (aunque evitando acometer ningún ataque de envergadura en el
corto plazo si la situación no lo requiere), acompañada de algunas medidas
puntuales progresistas, positivas pero tímidas, en el terreno de la política
económico-social y en el socio-cultural, e intentará ir desactivando el
conflicto catalán sin acometer ninguna reforma de fondo de la arquitectura
institucional del Estado. El mundo de los negocios, y más en la época del
capitalismo financiero, suele moverse a menudo con lógicas cortoplacistas, a
la búsqueda del beneficio inmediato. Pero, en los círculos empresariales más
restringidos donde se piense estratégicamente a largo término, debería
preferirse que Ciudadanos pueda liderar la reconstrucción de la derecha
desde la oposición a Sánchez, que no forzar un pacto artificial ahora. Una
oposición compatible, claro, con el sentido de Estado y la responsabilidad
cada vez que sea necesario impulsar grandes reformas económicas, en
particular si se materializa a medio plazo una nueva recesión.

 

Gobiernos y dilemas en la izquierda

 

13. Unidos Podemos consiguió evitar los peores augurios, remontando
parcialmente durante la campaña. Movilizó todo su electorado potencial, en
muchos casos en forma de voto instrumental, de gente desencantada que
consideró que no podía abstenerse ni desvincularse de la contienda en un
contexto de amenaza reaccionaria. La formación de Iglesias no murió, pero sí
lo hizo definitivamente su objetivo fundacional, abandonado ya de hecho en
abril de 2016 con el giro gobernista hacia el PSOE, de ser una alternativa a
los partidos de la casta y postularse como el eje de una mayoría
alternativa. La senda hacía el 28 de abril certificó el cambio de objetivos
estratégicos de Podemos. De las elecciones del 20 de diciembre de 2015 al 28
de abril de 2019, la trayectoria de Podemos ha sido la de una evolución
hacia una fuerza complementaria al PSOE en el marco de una degradación
significativa de su correlación de fuerzas. Pasó de ser una alternativa a
situarse como socio secundario de un bloque liderado por el PSOE. De
impugnación al régimen a pata minoritaria de un bloque progresista, operó
una reducción continuada de expectativas y horizontes. La campaña de
Iglesias estuvo basada en una contradicción estructural que combinaba una
retórica impugnadora (aunque parcial y con notorias carencias) necesaria
para justificar la razón de ser del partido y galvanizar a su base social, y
una apuesta de co-gobernabilidad con el PSOE que supone en sí misma el
abandono de toda perspectiva de transformación social seria.

 

14. Bloqueada la hipótesis fundacional de victoria relámpago e indolora,
Podemos declinó repensar una estrategia más a largo plazo que mantuviera su
potencia insumisa inicial y acabó de facto reformulando sus propios
objetivos en un doble sentido: primero, renunciando a su vocación hegemónica
para asumir una lógica de complementariedad con el PSOE y, segundo,
evaporando toda propuesta anti-establishment para abrazar la lógica del mal
menor y los cambios superficiales. Un atajo... hacia un destino muy distinto
del original. Ambos aspectos están relacionados: la misma lógica oportunista
que cristalizó en el proyecto de Vistalegre I es la que, una vez constatada
la imposibilidad de alcanzar el poder por medios propios, derivó hacia la
lógica de subalternización al PSOE. Los resultados, en cualquier caso, han
dado oxigeno a un necesitado Iglesias que, de una manera u otra, intentará
una refundación del proyecto que le permita estructurar una organización
burocrática e institucionalizada más convencional que acabe con las
deficiencias, perjudiciales incluso para la propia dirección del partido,
del modelo Vistalegre, tan autoritario como frágil y propenso a las
implosiones internas recurrentes.

 

15. Sánchez no va a querer a Podemos en el gobierno y, paradójicamente, lo
va a salvar de sí mismo y de sus propias aporías estratégicas. El PSOE
lógicamente prefiere gobernar, como cualquier partido, en solitario. A pesar
de ser una hipótesis muy implausible, la cuestión del gobierno con el PSOE
merece sin embargo ser discutida en términos estratégicos, ya que plantea
importantes hipótesis de fondo.La dirección de Podemos sostiene que entrar
en el ejecutivo le daría más influencia y posibilidad de condicionar la
acción de gobierno. Es una verdad muy parcial, y obvia que ello haría que
Unidos Podemos asumiera las inevitables contradicciones del PSOE, que se
convertirían también en sus contradicciones. Todas las capitulaciones,
retrocesos e inconsistencias de Sánchez, pasarían a convertirse también en
las de Unidas Podemos, pero por la propia naturaleza de la formación de
Iglesias y Garzón, aumentadas en magnitud y profundidad. El resultado final
sería su pérdida de independencia política, la aceleración de su integración
subalterna en la estructura del Estado, y la colisión con su propia base
social. La presencia de Podemos en el gobierno no cambiaría las políticas
del PSOE sino al propio Podemos.

 

16. "¿Por qué la presencia de Unidas Podemos es imprescindible para que el
Gobierno sea estable y de izquierdas?" se preguntaba retóricamente Iglesias
en un artículo donde resumía su punto de vista  1/, respondiendo que un
gobierno en exclusiva del PSOE sería más inestable y empujaría a Sánchez a
apoyarse en la derecha en todas aquellas cuestiones en que lo precisara,
como el conflicto catalán y los temas centrales de política económica.
Efectivamente, esto es lo que puede ocurrir. Pero la respuesta no es un
falso atajo, sino trabajar para generar las condiciones político-sociales
que hagan difícil a Sánchez pactar con la derecha los asuntos decisivos, y
trabar una estrategia de presión social y político-parlamentaria permanente
hacia Sánchez. Movilización extraparlamentaria y ofensiva parlamentaria en
simbiosis. La solución de Iglesias pasa por que Unidos Podemos sea la
"garantía de estabilidad y de políticas que defiendan la justicia social y
el diálogo, desde el Gobierno". Pero ello no deja de ser una declaración de
intenciones. Si Unidos Podemos no consiguió influenciar significativamente
al PSOE cuando ambas fuerzas estaban casi igualadas, ¿cómo va hacerlo ahora?
El argumento de Iglesias escamotea los problemas de fondo.

 

17. "Nuestra experiencia tras el acuerdo de Presupuestos nos enseñó que un
buen acuerdo programático no tiene garantías de llevarse a cabo con un
Gobierno de partido único" afirma certeramente Iglesias. Pero su argumento
obvia dos cuestiones fundamentales: la primera, el hecho que el "acuerdo de
Presupuestos" fue extraordinariamente limitado, con alguna pocas medidas
positivas pero en un mar de fondo de continuidad neoliberal y, en ningún
caso, suponía un punto de inflexión sólido hacia políticas favorables a la
mayoría social. El pacto no representó un cambio en la trayectoria del PSOE,
sino en la de Unidos Podemos. Con una relación de fuerzas más degradada que
en la anterior legislatura está bastante claro que los pactos de Unidos
Podemos con el PSOE aún serán más insustanciales. La segunda cuestión
problemática en el planteamiento de Iglesias es que no explica como la
presencia de un puñado de ministros de Unidos Podemos tendría fuerza para
imponer la implementación de otro tipo de políticas. La relación de fuerzas
entre PSOE y Unidos Podemos no varía sustancialmente por la presencia
minoritaria de éste último en el gobierno y, sobretodo, la participación
subalterna de Unidos Podemos en el gobierno no modifica la correlación de
fuerzas político-social general entre los movimientos populares y el poder
económico-financiero y el aparato del Estado. La entrada en el gobierno
daría una apariencia de fortaleza que, en realidad, escondería una debilidad
política innegable.

 

18. No existe en la argumentación de Unidos Podemos ningún balance serio de
la participación subordinada por parte de Unidos Podemos y anteriormente de
Izquierda Unida, en gobiernos con el PSOE. El reciente caso de Castilla y la
Mancha o la participación de IU en el gobierno andaluz en el periodo
2012-15, son ejemplos que muestran a las claras los resultados más probables
de este tipo de estrategia: primero, la incapacidad para influenciar
sustancialmente al PSOE y de ir más allá de una acción de gobierno
social-liberal, salteada de medidas puntuales positivas; segundo, el
ensimismamiento institucional, la pérdida de vínculos sociales y de
dinamismo interno por parte de Podemos o IU como resultado de su completa
absorción por la lógica gubernamental e institucional; tercero, el desgaste
electoral padecido: la presencia en gobiernos con el PSOE contribuye por lo
general a reforzar a éste último y no a su socio minoritario por la
izquierda. Éste acusa en el corazón de su identidad todas las
contradicciones de una acción de gobierno hegemonizada por el PSOE,
desencantando a una parte de su electorado y empujando a otro directamente
hacia un PSOE relegitimado desde su flanco izquierdo.

 

19. Entonces, si entrar en el gobierno es malo para UP, ¿cómo es que Sánchez
y el Íbex 35 tampoco lo desean? Al final el argumento de Iglesias se reduce
a éste: si los poderes no nos quieren en el gobierno es porque es peligroso
para ellos que estemos y positivo para nosotros. La realidad sin embargo es
poco amiga de razonamientos maniqueos, y campismos binarios. Lo malo para el
adversario no es automáticamente bueno para uno. Los motivos para oponerse a
algo pueden ser contrapuestos. Sánchez quiere gobernar en solitario porque
se ahorra así presiones internas y externas y, sobretodo, mantiene las manos
libres para poder cambiar de socios si la situación lo requiere y apoyarse
en Ciudadanos si fuere necesario sin tener que organizar/sufrir una crisis
de gobierno. Cuenta con reducir el espacio electoral de Podemos durante se
mandato y no necesita hacerle el regalo envenenado de ofrecerle un lugar en
el gobierno para fagocitarlo. Hacerlo sería un movimiento cuya audacia va
demasiado por delante de la lógica política al uso y de sus necesidades
reales. Y el mundo financiero lógicamente no va a querer dar influencia
institucional a un partido como Podemos. Pero ello no equivale a que Podemos
saliera beneficiado de tenerla. Sólo lo haría si pudiera utilizarla para
implementar políticas reales de transformación que marcaran la diferencia,
algo inconcebible en el seno de un gobierno social-liberal del PSOE.

 

20. Mientras Podemos alimenta la falsa ilusión de entrar en el gobierno y de
que ello es la garantía de un gobierno de cambio, soslaya la que debería ser
su principal discusión: como recuperar la centralidad perdida en la política
española y como evitar la consolidación definitiva de un nuevo periodo de
hegemonía del PSOE. Ello implicaría trabar una política ofensiva y de
presión/desborde frente a Sánchez, manteniendo la independencia política
respecto al PSOE y reforzando sus vínculos sociales extra-institucionales.
No es subalternizándose a un gobierno del/con el PSOE como Unidos Podemos
conseguirá mayor influencia, sino apoyando a Sánchez en la investidura pero
sin atarse estratégicamente a él. Desde un posición emancipadora el
principal desafío del momento es romper el razonamiento que liga el parar a
la derecha con la subalternización al PSOE y a la renuncia pragmática de las
propuestas más avanzadas de cambio social. En realidad, lo necesario es lo
contrario: la unidad contra la derecha debe ir paralela a la disputa por un
programa y un proyecto de cambio social cuya implementación es, de hecho, la
garantía última de derrota de la reacción. No es abdicando de los horizontes
de cambio como se frena a la involución reaccionaria, sino construyendo una
perspectiva de futuro distinta tanto del reaccionarismo como del
social-liberalismo progresista o del neoliberalismo conservador.

 

Cavilaciones del independentismo

 

21. Colapsadas en Octubre de 2017, las hipótesis estratégicas fundacionales
del procés dejaron paso a un periodo de desconcierto, parálisis, y no
asunción de las lecciones estratégicas de Octubre. En el mundo
independentista se entremezclan varias reorientaciones, a duras penas mal
formuladas y no siempre nítidamente delimitada: la desobediencia impostada y
falaz de Puigdemont y JuntsxCatalunya, que basa toda su política en la
negación sistemática de todo balance estratégico de lo acontecido; un
resistencialismo a ultranza que incluye variantes a izquierda y a derecha,
que interactúa en tensión con el legitimismo vacío de Puidemont y embrolla
también al espacio de la CUP, y cuya expresión el 28A fue el paradójico
rupturismo-procesista-electoralista del Front Republicà; y un intento de
reorientación pragmático-realista por parte de ERC.

 

22. JuntsxCatalunya consiguió estabilizar su espacio respecto al 2015 y
2016, pero en mínimos históricos. Resiste como bloque y no se descompone,
pero su 12’05% muestra su enorme debilidad (aunque previsiblemente consiga
un mejor resultado en las elecciones al Parlamento europeo) y, refleja una
vez más, la incongruencia de una situación política donde el legitimismo de
Puigdemont tras el 21D de 2017, carente de todo proyecto real, consiguió
prolongar artificialmente la hegemonía poscovnergente, por ¿(pen)última
vez?, en la política catalana. La refundación de la antigua Convergencia
sigue todavía inconclusa, fragmentada organizativamente, sin dirección
colectiva y atenazada por la combinación entre decadencia electoral y
discrepancias estratégicas tras el colapso de Octubre.

 

23. ERC, cuyo triunfo en Catalunya puede entenderse como la apuesta por un
voto útil independentista que garantizaba a la vez frenar la amenaza
derechista y mantener autonomía frente al PSOE, indudablemente ha hecho un
ejercicio real de pensar las carencias del independentismo tal y como se
configuró en el procés abierto en 2012. Señala muchos de sus problemas
reales (base social limitada, falta de contenido social, ausencia de
alianzas en el resto del Estado...) aunque les da una respuesta acorde con
su naturaleza reformista y posibilista. A la postre, su nueva hoja de ruta
puede acabar siendo tan ilusoria como el propio procesismo, pero en el corto
plazo la coloca en una intersección entre independentismo y progresismo
catalanista que puede conferirle una centralidad transversal decisiva. Ante
los límites del procés,sus nuevos horizontes, que confluyen en cierta manera
desde la competencia y rivalidad con los de En Comú Podem, quedan sin
embargo fatalmente encerrados en la lógica de una mayoría progresista en
torno al PSOE y Unidos Podemos a escala estatal y, más sutilmente, apuntan
hacia una nueva-vieja perspectiva de gobierno progresista catalanista (en la
estela de los antiguos tripartidos de Maragall y Montilla pero ahora bajo la
batuta de ERC). Algo muy lejos de las pulsiones constituyentes del 15M, de
la ruptura democrática que ha expresado buena parto del independentismo y de
las propuestas de cambio social de los movimientos hoy emergentes, como el
feminismo o las huelgas contra la emergencia climática. Una vuelta a una
lógica convencional de centro-izquierda que queda muy por debajo de lo
necesario.

 

El desafío en términos de política rupturista, constituyente, y
antineoliberal es claro: pensar un horizonte que trascienda simultáneamente
la desobediencia impostada, el resistencialismo sin perspectiva, y la
reactualización del progresismo tripartido de centro-izquierda. Los medios
para hacerlo posible, sin embargo, ya se antojan más complejos...

 

* Josep Maria Antentas, profesor de sociología de la Universitat Autònoma de
Barcelona (UAB), forma parte del Consejo Asesor de Viento Sur.

 

Nota

 

1/  Iglesias, P. "Gobierno estable y de izquierdas", El País, 01/05/2019.
Disponible en:
https://elpais.com/elpais/2019/04/30/opinion/1556636095_461437.html
<https://elpais.com/elpais/2019/04/30/opinion/1556636095_461437.html> 

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