Cuba/ La batalla por las calles. Control y represión de la protesta pública [Amaury Valdivia]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mayo 17 12:50:52 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

17 de mayo 2019

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Cuba

 

El control de la protesta pública

 

La batalla por las calles 

 

Luego de que el gobierno decretara la cancelación de las tradicionales
“congas” de la diversidad sexual, unas doscientas personas marcharon en La
Habana por los derechos de la comunidad Lgtbiq, un acontecimiento que
terminó con varios detenidos y levantó críticas contra la actuación
policial. El episodio echa luz sobre los límites de la “apertura” cubana y
la compleja posición de las disidencias.

 

Amaury Valdivia, desde La Habana

Brecha, 17-5-2019

https://brecha.com.uy/

 

La primera convocatoria había sido anunciada para la mañana en la ciudad de
Santiago de Cuba, la segunda más importante del país, casi mil quilómetros
al sureste de La Habana. Pero hacia las nueve ya era evidente su fracaso:
sólo una veintena de personas había acudido a la Plaza de Marte para
participar en la inédita marcha del orgullo gay. Ese sábado 11 en la tarde,
en declaraciones a un medio digital alternativo, Ezequiel Fuentes Morales,
uno de los congregados, aseguró que “aunque la comunidad (Lgtbiq) está
disgustada, teme a la represión y prefiere callar”.

 

Por primera vez la celebración no era organizada bajo el auspicio del Centro
Nacional de Educación Sexual (Cenesex), institución adscripta al Ministerio
de Salud Pública y dirigida por la socióloga y diputada Mariela Castro, hija
del todavía primer secretario del Comité Central del Partido Comunista, Raúl
Castro.

 

Días atrás, el Cenesex había anunciado que este año no saldrían a la calle
sus tradicionales “congas por la diversidad”. Como argumento justificatorio,
se expuso “la agudización de la agresividad contra Cuba y Venezuela (que) ha
envalentonado a grupos (que) intentan tergiversar la realidad de Cuba, y (…)
pretenden utilizar nuestra conga para desacreditar, dividir y sustituir el
verdadero sentido de esta actividad”.

 

Durante la última década, las “congas por la diversidad” –una suerte de
marcha de la diversidad en versión tropical– han constituido el momento
cumbre de las Jornadas Cubanas contra la Homofobia y la Transfobia, que cada
mes de mayo tienen sus “sedes centrales” en La Habana y en alguna capital de
provincia escogida a tal efecto. Este año la elección recayó en la
centroriental ciudad de Camagüey, la tercera de la isla en cuanto a
población e importancia, pero una de las más conservadoras debido a la
influencia de iglesias, como la católica.

 

Mientras se discutían allí los planes para los festejos (no fue hasta
mediados de la semana anterior que las autoridades aprobaron una versión
limitada de la programación original), en La Habana se desataba una tormenta
de mensajes, convocatorias y contraconvocatorias a través de Facebook y
otras redes digitales. La esencia de los debates podía resumirse en dos
posiciones: aceptar la suspensión de la conga e incorporarse al resto de la
cartelera preparada por el Cenesex, o acudir el sábado en la tarde al
céntrico Paseo del Prado capitalino, para marchar sin autorización oficial.
A pesar del fracaso matutino en la “cuna de la Revolución”, a las cuatro y
media de la tarde unos doscientos habaneros optaron por esa última opción.

 

La calle, de los revolucionarios

 

La de las calles fue una de las primeras batallas libradas por Fidel Castro
y sus seguidores luego del 1 de enero de 1959. Pocas victorias han tenido
una importancia mayor. Un estudio publicado en 2015 por la investigadora
Claudia González Marrero, doctoranda en el Centro de Estudios para la
Cultura de la Universidad Justus Liebig, de Berlín, lo resalta desde su
propio título: “La calle es de los revolucionarios: Políticas normativas e
imaginario social cubano”.

 

El monopolio de la movilización popular y de la representación de sus
intereses constituye una fuente esencial de legitimidad para la dirigencia
isleña. “Expresiones de disconformidad o cuestionamiento público han sido
conductas, si bien no negadas, reorientadas y absorbidas por el propio
proceso normativo. Las críticas han sido aceptadas siempre que sean emitidas
desde los espacios instituidos y organizados para ello”, apunta la estudiosa
al describir una dinámica de poder que ha evolucionado a la par del país.

 

Los hechos confirman su efectividad. No fue hasta el 5 de agosto de 1994 que
en La Habana se produjeron los únicos disturbios de alguna consideración,
que registra la historia reciente de Cuba. Significativamente, las
contramarchas que aquella tarde pusieron fin a los desórdenes avanzaron bajo
la consigna de“¡Esta calle es de Fidel!”, remarcando un derecho de posesión
que el gobierno-partido está obligado a conservar.

 

Tal privilegio es refrendado por la nueva Constitución, que de manera
implícita subordina libertades individuales, como las de reunión,
manifestación y asociación, a la “necesidad de proteger nuestra soberanía e
independencia”, según explicación brindada en el Parlamento por el
secretario del Consejo de Estado, Homero Acosta. Aun así, teniendo en cuenta
las numerosas normas que habrán de complementar la carta magna aprobada el
24 de febrero, no faltó quien especulara respecto a la posibilidad de que
fuera establecida una suerte de protocolo para la convocatoria ciudadana de
marchas y otras iniciativas de esa índole. Como anticipándolo, a comienzos
de abril fue autorizada una manifestación en contra del maltrato animal, que
reunió en La Habana a casi medio millar de personas. Poco después, la
solicitud para un evento similar era recibida por el gobierno de la central
ciudad de Santa Clara, y en otras, como Camagüey y Pinar del Río, grupos
interesados en el tema se preparaban para presentar las suyas.

 

En definitiva, la tendencia fue cortada de raíz a finales del mes pasado,
con la destitución del funcionario que había dado luz verde a la solicitud
capitalina y la denegación de la presentada ante las autoridades
santaclareñas. La facultad “movilizadora” seguirá siendo derecho exclusivo
del gobierno, el partido y las organizaciones de masas que se le subordinan.

 

¿Por qué animales y la comunidad Lgtbiq?

 

La marcha por la diversidad sexual, que finalmente tuvo lugar el 11 de mayo
en La Habana, fue cubierta por una miríada de corresponsales extranjeros,
que pudieron enviar a sus redacciones una jugosa cosecha informativa. Como
era de esperar, el momento cumbre de la tarde se produjo cuando la marcha
arribó al final de la zona peatonal del Prado y pretendió cortar el tránsito
de la concurrida calle San Lázaro para continuar rumbo a Malecón.

 

¿A dónde se dirigía? Nadie parece saberlo. “Todos los amigos de mi grupo que
nos reunimos ese día nos pusimos de acuerdo en Facebook. Por lo que se
decía, siempre pareció que la caminata tendría lugar en el Parque Central y
el Prado”, contó a Brecha una joven comunicadora social para quien la
culminación “natural” de la cita era la “besada” pública, que en la ocasión
protagonizaron decenas de parejas. De ahí en más, “creo que todo el mundo
tenía sus propios planes. Una amiga mía, por ejemplo, iba preparada para
seguir luego hacia el José Antonio (el círculo social José Antonio
Echevarría, donde el Cenesex desarrollaba a esa misma hora una fiesta)”.

 

Muchos, en efecto, lo hicieron. Si bien al día siguiente las portadas de
numerosos diarios extranjeros resaltaron la “fuerte represión ordenada por
el régimen”, lo cierto es que sólo cuatro personas terminaron esa tarde en
el asiento trasero de un coche de patrulla. Cotejando las imágenes y los
testimonios de algunos de los presentes, es posible definir casi con
exactitud el momento de la confrontación. Sobre su principal animador no
quedan dudas: fue el biólogo Ariel Ruiz Urquiola, quien hace un año se vio
envuelto en un enmarañado proceso judicial contra funcionarios del Cuerpo de
Guardabosques y vecinos suyos en una finca que usufructúa en el paradisíaco
Valle de Viñales. Con independencia de la publicación que se revise, es su
detención la que acapara los lentes, por el dramatismo de verlo forcejear
entre varios agentes vestidos de civil. Los fotorreporteros tuvieron poco
más con que trabajar, pese al fuerte dispositivo policial montado en torno
del Prado.

 

“Todo indica que la apuesta de algunas conocidas figuras de la llamada
disidencia, que nunca se preocuparon ni ocuparon con propuestas ni mensajes
constructivos por nuestros derechos como personas Lgtbi, era por enrarecer
aún más el ambiente”, opinó Francisco Rodríguez Cruz en su blog, Paquito el
de Cuba, un conocido reportero de la prensa estatal que se autodefine como
“martiano, comunista y gay”. “Fue la agencia Efe la que reportó que en ese
grupo había quienes al parecer tenían la intención de provocar un incidente
(…), y es evidente que en parte lo lograron”, lamentó.

 

En los últimos años, el activismo por los derechos de los animales y de las
personas con orientaciones sexuales diversas ha asumido buena parte de la
centralidad mediática que en otros tiempos acaparaba la lucha contra la
discriminación racial. De hecho, durante los debates populares sobre la
nueva Constitución, el artículo 68 del proyecto (relativo a la posibilidad
del matrimonio igualitario) fue uno de los más discutidos, motivando cerca
del 10 por ciento de las intervenciones y propuestas. La campaña animalista,
pese a no estar contemplada en el texto, también ganó notoriedad, aunque su
mayor impacto estuvo en Internet y entre algunos sectores urbanitas,
fundamentalmente capitalinos.

 

Para muchos, el matrimonio igualitario funcionó como una suerte de cortina
de humo durante la consulta. El programa televisivo de mayor popularidad en
el país, el humorístico Vivir del cuento, lo alertaría en una de sus
emisiones. Como en la ficción, muchas reuniones terminaron centrándose en
las implicaciones que tendría la hipotética modificación constitucional y no
en temas como la política económica o la relación del Partido Comunista con
el Estado.

 

Desde el exterior tampoco faltan los dobles raseros. Regularmente llegan a
La Habana generosos donativos individuales para proyectos centrados en la
protección de animales callejeros, la conservación del medioambiente o la
promoción de colectivos minoritarios, por citar sólo algunos de los más
comunes. La casi totalidad de tales emprendimientos se unifican bajo una
premisa, al menos formalmente: no “recurrir a gobiernos, partidos políticos,
ni Ong de ninguna parte (mucho menos a instituciones estatales cubanas)”. La
frase textual pertenece a Isbel Díaz Torres, líder de Abra, un centro social
y biblioteca libertaria definido como “empeño autoemancipatorio” por sus
miembros. Tres años de campaña internacional permitieron allegar los fondos
para que comenzara a funcionar en mayo de 2018, declaró, por entonces, el
propio Isbel, quien el sábado se vio impedido de participar en la marcha del
Prado, tras ser detenido junto con su pareja por la policía.

 

Entre las publicaciones más recientes de su perfil en Facebook llama la
atención una que recuerda el Día Internacional de la Objeción de Conciencia
al Servicio Militar (este 15 de mayo), asumiendo una posición contrapuesta a
la del gobierno de La Habana, que en las últimas semanas ha manifestado su
preocupación por la agresividad estadounidense y ha reafirmado la defensa
como una de sus “tareas estratégicas”. Vale apuntar que la base de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias radica en los conscriptos del servicio
militar, que por ley están obligados a cumplir todos los hombres mayores de
18 años; significativamente, la homosexualidad es uno de los contados
motivos de exoneración.

 

“Con el matrimonio igualitario y la ley de protección animal se aplicó
aquello de ‘jugar con la cadena, pero no con el mono’: con seguridad, alguna
gente se extendió en esos tópicos para no meterse en problemas opinando
sobre otros que podían ser complicados. Si fue una ‘habilidad’ del gobierno,
fue una muy buena”, reflexiona un profesor universitario que durante el
proceso de consultas integró uno de los cientos de dúos de “facilitadores”
encargados de conducir las asambleas y recoger las opiniones de sus
asistentes. La misma sombra de duda puede proyectarse sobre el fin último de
muchos de los emprendimientos “alternativos” que florecen en la isla. Entre
el activismo militante y el oportunismo media una frontera en extremo
difusa.

 

Cuestión de supervivencia 

 

Esta marcha “dilata lo que otros activistas hicimos cuando el peligro
parecía incluso mayor. Esa memoria estimula a la de hoy, esos rostros de
ahora son una certeza que ansío pueda ser la de muchas otras esperanzas. La
batalla real comienza ahora”, escribió esta semana el dramaturgo cubano
Norge Espinosa, que reside en España. Sus palabras se alinean con las de
creadores como el actor Luis Alberto García, y los músicos Silvio Rodríguez
y Vicente Feliú, críticos de la actuación de la policía y las “mentalidades
que tienen la retranca puesta en todo lo que se intenta mejorar”, según el
último. Opiniones similares predominan en las redes sociales y en los
despachos noticiosos fechados en La Habana.

 

Leyéndolos, pareciera que Cuba se detuvo el sábado en la tarde. En realidad,
no ha sido así. Lo ocurrido en el Prado quedó –en buena medida– allí; a las
provincias han llegado sólo ecos lejanos y videos filmados con móviles, que
para la mayoría de la población no pasan de registrar “cómo la policía
dispersó la marcha de los maricones”. Al cubano promedio, sobre todo al “del
campo”, lo siguen convocando más las urgencias cotidianas que los pulsos
contra el gobierno. Conscientes de ese divorcio entre las elites capitalinas
y el país profundo, las autoridades evitaron en todo momento informar sobre
lo acontecido en el Prado. A la par, fueron anunciadas medidas contra el
acaparamiento y la especulación, a favor del incremento de la cantidad de
productos que se comercializan de forma controlada, y la próxima entrada en
funcionamiento de nuevos servicios de transporte.

 

Al redactarse esta nota, el presidente Miguel Díaz-Canel completaba una
intensa semana de apariciones públicas visitando su provincia natal, Villa
Clara, centro de la comunidad Lgtbiq en la isla, que en la jornada de marras
permaneció en absoluta tranquilidad. Mirado a contraluz, el recorrido parece
destinado a trasmitir un mensaje claro, a tenor de las reiteradas imágenes
del mandatario dialogando ante grandes concentraciones de sus conciudadanos:
al margen de lo sucedido el sábado, las calles no han cambiado de manos.

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