Uruguay/ "Porque me estoy muriendo". Carol no debe estar en una cárcel [Denisse Legrand]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Mayo 25 14:33:50 UYT 2019


  _____  

Correspondencia de Prensa

25 de mayo 2019

 <https://correspondenciadeprensa.com/> https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

 <mailto:germain5 en chasque.net> germain5 en chasque.net

  _____  

 

Uruguay

 

Carol debería terminar su vida fuera de la cárcel 

 

Tiene cáncer terminal y espera que la Justicia determine una prisión
domiciliaria.

 

Denisse Legrand *

La Diaria, 25-5-2019 

https://findesemana.ladiaria.com.uy/

 

En Uruguay hay 543 mujeres privadas de libertad: 26% están procesadas por
delitos asociados al comercio de estupefacientes; son alrededor de 142
mujeres procesadas por esta causa, una de ellas es Carol.

 

Carol tiene cáncer terminal. Un tumor invade uno de sus senos; tiene
metástasis ósea y hepática. El cáncer ya tomó gran parte de su columna. Los
dolores son extremos y apenas se alivian con dosis diarias de morfina. Su
enfermedad no le permite moverse demasiado sola, no puede caminar mucho y
precisa asistencia para realizar ciertas actividades básicas de la vida
diaria.

 

Carol tiene 38 años, es mamá de cinco hijos: su hija tiene 21 años y sus
hijos tienen 16, 11, seis y cuatro años. Pronto será abuela; su primera
nieta, a la que ansía poder conocer, llegará en unos meses.

 

Lejos están del imaginario colectivo las mujeres que cometen este tipo de
delitos. No encarnan la imagen que muchos imaginan o que muchos pretenden
construir. Salvo alguna excepción, las mujeres no lideran las bandas armadas
que generan la violencia que provoca el narcotráfico en distintas áreas. Por
el contrario, las mujeres son, como tanto se dice, el eslabón más débil de
la cadena del tráfico. Se dedican al microtráfico, es decir, venden pequeñas
dosis de sustancias al por menor, y en general, lo hacen en sus casas, como
forma de supervivencia.

 

Son jefas de hogar que sostienen a sus familias como pueden. Son mujeres,
como Carol, que atraviesan durante años el derrotero de la informalidad,
porque la ilegalidad no aparece solamente en forma en delito, es un continuo
de trabajo no formal en el caso de muchas mujeres. Carol tuvo muchos
trabajos, pero siempre estuvo en la informalidad. Supo trabajar en una
fábrica de bandejas de plástico, supo pasar mucho tiempo empaquetando
pescado, supo poner el cuerpo para trabajar de lo que se podía, y no de lo
que se quería. La precarización laboral determina muchas de estas
trayectorias y la imposibilidad de acceder a cualquier tipo de beneficio
social.

 

Carol llegó a la cárcel de mujeres el 8 de abril de este año. Al otro día,
desde la unidad se planteó a la Justicia la inconveniencia de su presencia
en la cárcel dada su enfermedad.

 

La conocimos a dos semanas de su llegada, en nuestro primer día en la cárcel
de mujeres. Fue la primera en llegar a los talleres de “Nada crece a la
sombra”. Entró con la sonrisa que la caracteriza a pesar del dolor, una
sonrisa que toma su cara, que tiene más fuerza que el cáncer que tomó gran
parte de su cuerpo.

 

Había cuatro bancos vacíos y se sentó a mi lado. “Soy Carol y mientras
pueda, voy a venir a todos los talleres”. A los días nos enteramos de su
padecimiento y entendimos que ese “mientras pueda” era profundamente
literal.

 

A un mes de estar en la cárcel, en uno de sus picos de dolor, nos pidió que
la acompañáramos a la policlínica. Allí, delante de nosotros, una enfermera
le dijo: “A vos acá no te vamos a atender por la publicación que hiciste en
Facebook”.

 

La publicación en cuestión, que poco importa y que ni siquiera fue realizada
por ella, plantea un reclamo evidente: una persona con cáncer terminal no
puede estar en una cárcel.

 

Al otro día volví a ver a Carol. No recuerdo haber visto a alguien llorar
así; acongojada, contó que la noche anterior la enfermera había ido hasta el
piso donde está alojada y entre múltiples provocaciones llegó a decirle que
“mejor si dejaba la medicación, así se moría más rápido”. Esta provocación
la llevó a renunciar al tratamiento. Tras una denuncia formal, fue
trasladada a un hospital para recibir mejores cuidados y la enfermera fue
alejada de su lugar de trabajo.

 

Hace semanas Carol está internada en un hospital. Tiene grilletes que
envuelven sus tobillos y la lastiman. “Me lastiman, por eso me los tapan con
gasas, pero me lastiman igual. Dada mi condición, tengo dificultades para
caminar, para moverme, para todo. Doy pasitos cortitos y tengo miedo de
tropezar y caerme, y si me caigo me puedo hacer una fractura por cómo estoy.
Me gustaría que me saquen los grilletes”.

 

En este caso no hay dos lecturas posibles: Carol no debe estar en una
cárcel. Así lo plantea el Instituto Nacional de Rehabilitación en los
múltiples esfuerzos que ha hecho por cambiar esta realidad. Así lo plantean
todos los equipos de salud que la han visto. Su estadía en el hospital es
tan sólo un mientras tanto, porque tampoco es conveniente para ella estar
institucionalizada ahí.

 

La respuesta la tiene la Justicia, que debe decidir si Carol puede terminar
su reclusión –y su vida– en su casa, bajo un régimen de prisión
domiciliaria.

 

Las reglas de Bangkok, a las que Uruguay adhiere, son propuestas por
Naciones Unidas. Tienen el mismo rango que las reglas Mandela; incorporan la
perspectiva de género al tratamiento de las mujeres privadas de libertad,
ordenan a la Justicia que privilegie la aplicación de medidas alternativas
al encarcelamiento. Son exigibles, y este caso configura un claro ejemplo en
el que se las debería aplicar.

 

Juezas y jueces locales ya han aplicado en sus fallos las reglas Mandela; la
no aplicación de las reglas de Bangkok son una discriminación inaceptable en
lo que respecta a la incorporación de la perspectiva de género en materia
carcelaria.

 

Carol sabe que se va a morir, y el tiempo que le queda quiere pasarlo con
sus hijos: “Lo que me están quitando es tiempo de estar con mis hijos.
Quiero pasar tiempo con ellos, lo mucho o lo poco que me queda quiero
pasarlo con ellos. Tomo mucha medicación y tengo cuidados paliativos. Por la
etapa en la que me encuentro, en la que ya no queda mucho por hacer, lo
único que quiero es estar con mis hijos”.

 

Según el análisis de riesgo que se aplica dentro del sistema carcelario, sus
posibilidades de reincidencia son escasas o nulas. En ese registro, se
consulta a la persona si cree que volverá a cometer un delito. Carol
responde que no, y cuando le piden que argumente, con la claridad que la
caracteriza en medio de tanto dolor, dice: “Porque me estoy muriendo”.

 

Es así, Carol se está muriendo y su salud no deja de ser vulnerada. Carol no
significa un riesgo para la sociedad. A Carol le están quitando el poco
tiempo que le queda para estar con sus hijos. 

 

* Licenciada en Gestión Cultural, tiene estudios en pedagogía en contexto de
encierro y en penalidad juvenil. Integra la organización Nada crece a la
sombra.

  _____  

 



---
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus
------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20190525/5df9c26c/attachment.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa