Chile/ "Una fase 'destituyente' contra el neoliberalismo" [Franck Gaudichaud - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Nov 7 12:07:22 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

7 de noviembre 2019

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Chile

 

Entrevista a Franck Gaudichaud

 

“Estamos en una fase 'destituyente' contra el neoliberalismo chileno”

 

Jean Baptiste Thomas y Julien Anchaing

Revolution permanente, 3-11-2019 

https://www.revolutionpermanente.fr/

Traducción de Caty R – Rebelión 

http://rebelion.org/

 

Estudioso de la historia del Chile contemporáneo, presidente de la
asociación France Amerique Latine y miembro del comité de redacción de
Contretemps, Franck Gaudichaud es politólogo y enseña la historia de América
Latina en la Universidad Toulouse Jean Jaurès, Francia (1). Repasa aquí las
hipótesis y el desarrollo de la actual movilización que agita Chile desde
hace más de 15 días. 

 

-Según los economistas y analistas “mainstream”, Chile era un auténtico
islote de estabilidad y prosperidad en América Latina. A la vista de la
actual movilización, ¿cómo se explica semejante explosión generalizada de
ira?  

 

Podemos decir que, en efecto, las clases dominantes chilenas realmente
vendieron la imagen de un “Chile paradisiaco”, modelo de crecimiento
económico y modelo indiscutible de América Latina. El presidente Sebastián
Piñera hablaba incluso de un país «oasis de estabilidad» en el concierto
latinoamericano. Menos de una semana después de esas declaraciones asistimos
al inicio de una movilización sin precedentes y el presidente declaró en la
televisión que: “el país está en guerra”. En realidad, tras el escaparate
del Chile “moderno” y neoliberal se esconden desigualdades sociales de las
más importantes del mundo y especialmente de la región. La violencia del
capitalismo, tal como se aplicó desde 1973 con la dictadura y después de
1975 con el “giro neoliberal” de los Chicago Boys, se prolongó a partir de
los años 90 bajo los diversos gobiernos civiles democráticos. Así, el modelo
de capitalismo neoliberal, calificado a veces de “avanzado”, es un modelo
extremo. Existe una privatización generalizada en todos los terrenos y
ámbitos sociales (educación, salud, jubilaciones, transportes, etc.). Y
aunque la pobreza se redujo a la mitad desde los años 90, las desigualdades
sociales continuaron y se acrecientan. Lo que supone que, en la actualidad,
la economía del país está dominada por siete grandes familias de la
burguesía chilena cuando la mitad de los trabajadores ganan menos de 480
euros mensuales (mientras el precio de un viaje en metro en Santiago es de
un euro). La “democracia de los consensos” y de los acuerdos pactados que
nació en 1990, tras la dictadura y negociando con los militares, legitimó
ese “modelo”. Las élites civiles de los partidos de la Concertación y -por
supuesto- la derecha, aceptaron incluso conservar (con algunas reformas) la
Constitución ilegitima elaborada en 1980, en plena dictadura. 

 

-Uno de los rasgos distintivos del proceso chileno actual es sin duda la
entrada en movimiento de un mundo laboral que la dictadura quiso romper y
del que los gobiernos posteriores a 1989 pretendieron perpetuar la
fragmentación. ¿Asistimos a una auténtica renovación del movimiento obrero?


 

La explosión social actual está vinculada a una acumulación de experiencias
colectivas anteriores, como grandes movilizaciones de trabajadores a partir
de 2006-2007, y también de los centros de enseñanza y de los estudiantes (a
partir de 1997). Recordemos la “revolución estudiantil” de 2011. Después
tenemos también la multiplicación de las luchas eco-territoriales en torno
de lo que se denomina en Chile las “zonas de sacrificios”, zonas de
extractivismo masivo y graves destrozos ecológicos y ambientales.
Finalmente, podemos citar las importantes movilizaciones en torno al sistema
de pensiones, completamente privatizado y en manos de fondos de pensiones
(capitalización que por cierto puso en marcha durante la dictadura el
hermano del actual presidente…), con el movimiento “No + AFP”. Entre la
clase trabajadora, los sectores sindicales más combativos son los de
puertos, mineros y una parte de la distribución, además de otros sectores de
trabajadores como el de los profesores y del sector de la salud.Y siempre
está muy presente la incansable lucha del pueblo Mapuche, que vive la
militarización desde hace décadas, desde hace siglos en realidad...

 

Uno de los rasgos distintivos del movimiento actual no ha sido la
centralidad del movimiento obrero tradicional organizado. Al contrario, lo
que emerge rápidamente en primer lugar son las luchas de la juventud, la
juventud precarizada, los estudiantes, los alumnos de secundaria que
comienzan a saltar los torniquetes del metro de Santiago y llaman a toda la
colectividad a no pagar y “eludir” masivamente. 

 

Con la represión y la militarización del espacio público, con la
proclamación del estado de emergencia y del toque de queda, asistimos a la
ampliación de los espacios sociales movilizados, que rechazan la represion y
a la ampliación de las reivindicaciones en términos de críticas mas globales
al neoliberalismo. Es entonces cuando empiezan a entrar en escena algunos
sectores del movimiento obrero y los trabajadores, y en particular los del
sindicalismo estratégico y más politizado. Hay que destacar en particular en
el papel clave que han desempeñado los estibadores de la «Unión Portuaria»,
que desde el lunes 21 de octubre llaman a la huelga mientras la Central
Única de los Trabajadores (CUT), por su parte, apareció como paralizada. Se
trata de una central sindical ampliamente burocratizada en su dirección, en
manos de los partidos que han gobernado a lo largo de los tres últimos
decenios, el Partido Socialista, la Democracia Cristiana y también ahora el
Partido Comunista. No obstante, el movimiento obrero se ha puesto en marcha
y la CUT también reaccionó, pero demasiado tarde y con frenos de una parte
de los dirigentes y organizaciones. Es interesante observar el papel de los
portuarios y de los mineros, especialmente los de la gran mina «la
Escondida», que también han llamado a la movilización y a la huelga. La
aparición de una iniciativa unitaria más amplia, la mesa de «Unidad Social»,
en la cual se encuentran la CUT, el movimiento «No+AFP» contra los fondos de
pensiones, así como la Coordinación 8 de Marzo, feminista, los sectores de
la ecología política y varias decenas de organizaciones sociales y
sindicales, fue un paso adelante notable, bajo la presión de las
movilizaciones. Se trata pues de un espacio mucho más amplio que el
sindicalismo por sí solo, aunque en los llamamientos a la huelga nacional
han desempeñado un papel importante para cambiar el equilibrio de poder y
hacer retroceder al Ejecutivo, en particular con respecto al estado de
emergencia. 

 

Sin embargo, el movimiento sindical chileno sigue siendo débil y fragmentado
como resultado de la gran derrota y el aplastamiento por parte de la
dictadura de Pinochet entre 1973 y 1989. Pero también es el resultado de los
gobiernos civiles de la Concertación (1990-2010 especialmente), que no
hicieron nada para cambiar esta situación, muy al contrario, hicieron todo
lo posible para mantener una actividad sindical directamente aliada de los
gobiernos y canalizada (aunque no siempre lo lograron). Actualmente, pues,
el desafío es la reconstrucción de colectivos sindicales combativos que
puedan desplazar el peso de algunas de las direcciones más tradicionales.
Vemos que en esta fase la organización de «la Unidad Social» es mucho más
amplia que la CUT sola. Se trata de un espacio de organización y tensiones
que ha permitido comenzar a dar una orientación y una dirección posibles a
las movilizaciones, pero con el riesgo de la tentación de querer
capitalizarlos por parte de algunos y dirigirlos “desde arriba”, lo que
conduciría entonces a canalizar esta extraordinaria fuerza del movimiento
hacia una salida institucional-parcial y de nuevo dentro de los “consensos”
y pactos sociales a la chilena... 

 

-En las manifestaciones y las huelgas, uno de los eslóganes más repetidos
sigue siendo «¡Fuera Piñera!». Sin embargo la izquierda radical, el Partido
Comunista Chileno y el Frente Amplio –que tienen, como dices, un peso
importante en el movimiento sindical y el movimiento social- han optado por
renunciar a esta reivindicación en favor de un «impeachment» de Piñera o de
algunos de sus antiguos ministros o en favor de un referéndum, ¿Cómo se
explica semejante opción política?  

 

Hay una fuerte reivindicación entre las personas movilizadas en torno a la
salida de Piñera, «¡Fuera Piñera!», reivindicación en mi opinión totalmente
legítima cuando estamos hablando de 20 personas muertas, cientos de heridos
(entre ellos algunos muy graves), miles de detenidos, decenas de abusos
sexuales y torturas en las comisarías, desaparecidos, etc. Las reformas
sociales parciales anunciadas por el Gobierno no son en absoluto aceptadas
por la calle porque consisten, una vez más, en que el Estado subsidia el
salario mínimo, el sistema de pensiones privatizado y finalmente el sector
privado… Por lo tanto, no plantea ningún retroceso del modelo de Estado
subsidiario neoliberal. Tampoco el cambio de gabinete es considerado como
medida de cambio real. Por otra parte, la reacción de la oposición política
parlamentaria ha sido más que tímida, por no decir desastrosa. Algunos
incluso han llamado a la represión, como es el caso del antiguo ministro
socialista y exdirigente de la Organización de Estados Americanos (OEA),
José Miguel Insulza. Por parte del PC sí hubo una reacción. Con su
experiencia política de larga trayectoria, los comunistas comprendieron
rápidamente la trampa que representaba negociar con Piñera, por lo que
llamaron a boicotear esas reuniones de negociación, mientras tanto había
estado de emergencia, y con razón. En cuanto al Frente Amplio, vemos hasta
qué punto está atravesado de tendencias contradictorias y la fragilidad de
su proyecto, en esta etapa, porque existe todo un sector importante, llamado
“Revolución Democrática”, que quería ir a la Moneda ¡Mientras estaba el
estado de emergencia, el toque de queda y la represión en la calle!
Finalmente, en un primer tiempo, el Frente Amplio tampoco fue a negociar y
llamó a denunciar esas maniobras. Pero se ven las dificultades del Frente
Amplio para posicionarse en semejante coyuntura de movilizaciones
excepcionales, cuando creo que éste debería ser un momento fundamental para
la izquierda, para presionar, para alimentar la movilización, dar dirección
hacia unas primeras rupturas con el modelo capitalista neoliberal y las
herencias de la dictadura, para llamar inmediatamente a una Asamblea
Constituyente, apoyando a la vez el llamado a la dimisión del Gobierno. Y
ahí el Frente Amplio ha sido confuso, con sectores muy marcados por las
lógicas parlamentarias de “negociación en las alturas”, a contrapié con lo
que está pasando en el país, aunque es de notar que el sector de izquierda
del FA, Convergencia Social, ha sido más claro en ese sentido y también
movilizado desde el principio. 

 

Existen, pues, llamados al «impeachment» contra Piñera (con pocas
posibilidades de prosperar a nivel del Senado). Algunos piensan también que
sería posible negociar acuerdos mínimos con el nuevo Gabinete y el fin de la
represión. También organismos de derechos humanos y abogados han comenzado
una querella contra Piñera y el ahora exministro del interior (Chadwick) por
responsabilidad política en crímenes, tortura y asesinatos. Pero lo que está
creciendo dentro del movimiento, en términos de lo que se podría denominar
“reivindicación transitoria” unitaria, es ante todo el llamado a una
Asamblea Constituyente Libre Soberana y Popular constituida “desde abajo”,
que sea representativa y proporcional, realmente democrática (a diferencia
de todas las constituciones chilenas, no solamente la de Pinochet), que
permita poner así todo sobre la mesa y que sea aprobada por referéndum en
una óptica de “refundación” del modelo social y político chileno. Las
fuerzas de izquierda, anticapitalistas, deberían tener un papel que
desempeñar en ese sentido. Evidentemente no se trata de que el Parlamento
reabsorba y canalice las movilizaciones a través de una nueva reforma
constitucional (como ya el PS y sectores de la derecha lo están
proponiendo). Sino, por el contrario, de hacer que crezcan la
autoorganización y la politización en un proceso en el que la Asamblea
Constituyente y Popular no sería más que uno de los elementos de un proceso
abierto de democratización que forzosamente tendría que ir cuestionando y a
contrapelo de los privilegios exorbitantes de la burguesía chilena, una de
la más voraces de América del Sur. 

 

-Los elementos de autoorganización que se ven aparecer en los centros de
trabajo y a un nivel territorial, en Concepción por ejemplo con la Asamblea
provincial o en Antofagasta con el “Comité de Emergencia”, dan un aire “años
70” a la movilización actual. ¿El imaginario de los Comandos comunales o de
los Cordones industriales, el ala activa del proceso revolucionario
1970-1973, sigue presente en Chile? 

 

En cuanto a fuerzas e iniciativas de autoorganización han sido muy potentes
en este movimiento, en el sentido de que es un movimiento “espontáneo” que
se propagó por las redes sociales, por Facebook, de forma horizontal y fuera
de los canales tradicionales instituidos (sindicales, sociales o políticos).
Vemos, una vez más, que existe una gran experiencia acumulada procedente de
los movimientos anteriores, de los conflictos laborales de 2006-2007, de los
de los estudiantes de 2011, de experiencia como la ACES ( Asamblea
Coordinadora de Estudiantes Secundarios) o de los movimientos feministas y
sindicales, con organización de múltiples “cabildos” y asambleas
territoriales y populares. O también en estos con la “toma feminista” de
plaza Italia en el centro de la capital. Son experiencias democráticas,
participativas, de “poder popular” en acción. Esta es en realidad una de las
fuerzas “disruptiva” de este movimiento y es todavía difícil medir la
amplitud de esas asambleas en el plano nacional, pues aparecen de norte a
sur. Todavía son dispersas y muy desiguales según los territorios, mientras
los niveles de represión estatal continúan siendo escandalosos. De alguna
manera permanece la memoria colectiva del “poder popular” y de los cordones
industriales de los años 1970-1973, aunque no siempre directamente. Estamos,
por supuesto, muy lejos de los niveles de politización y movilización de los
años 70 que caracterizaron a la clase obrera chilena con la experiencia de
la Unidad Popular, una clase obrera que incluso comenzó a sobrepasar los
límites de la “vía chilena al socialismo” que propuso Salvador Allende a su
pueblo. 

 

En la actualidad, nos hallamos más bien en una fase “destituyente” frente al
neoliberalismo y al Gobierno de Piñera, pero también potencialmente
“instituyente” en el sentido en que se vuelve a hablar en Chile, a una
escala masiva, de una perspectiva posneoliberal y democrática que buscaría
superar –por fin- la herencia de Pinochet y de 30 años de “democracia
pactada” y tutelada. Este es ya uno de los formidables logros de estas
jornadas de rebelión de octubre de 2019 sin que se abran de nuevo (como en
los 70), de momento, las grandes alamedas de las perspectivas
anticapitalistas. Es necesario entender hasta qué punto que el “modelo”
chileno todavía sigue siendo uno de los más arraigados y “blindado” de
América Latina, a pesar de todas las fuertes sacudidas y revueltas que lo
atraviesan. Pero después de octubre ya nada será igual en Chile para los
dominantes, y eso solo comienza. Se ensancharon las fisuras del
neoliberalismo, no hay vuelta atrás... 

 

Nota

 

1/ Entre las publicaciones recientes de Franck Gaudichaud, señalemos una
obra de referencia sobre el período de la Unidad Popular chilena, “Chile
1970-1973. Mil días que estremecieron al mundo”, LOM ediciones, 2016  )  así
como su último trabajo, en colaboración con Jeff R. Weber y Massimo
Modonesi, “Los gobiernos progresistas latinoamericanos del siglo XXI  ,
Ensayos de interpretación histórica”, UNAM, 2019, ver en línea:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=259150.
<http://www.rebelion.org/noticia.php?id=259150> 

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