Irak/ El grito de una juventud abandonada [Jean-Pierre Perrin]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Vie Oct 11 01:28:13 UYT 2019
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Correspondencia de Prensa
11 de octubre 2019
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Irak
El grito de una juventud abandonada
A pesar de la represión cada vez más violenta, con un balance de más de 100
muertos y 4.000 heridos, las manifestaciones continúan en varias ciudades
iraquíes. Desde el pasado viernes 4 de octubre, los francotiradores han
entrado en escena. Por primera vez, el conflicto, que enfrenta a jóvenes
chiitas con un gobierno de la misma religión, no es interconfesional.
Jean-Pierre Perrin
Mediapart, 10-10-2019
https://www.mediapart.fr/es
¿Quiénes son y quiénes les dirige? Nadie lo sabe con certeza pero, desde el
viernes 4 de octubre, se ocultan en las calles de Bagdad para matar, fría y
metódicamente, apuntando a la cabeza y eligiendo minuciosamente sus
objetivos entre los manifestantes. Algunos acusan, a través de las redes
sociales, a francotiradores de élite de la policía; otros a células
inactivas del Estado Islámico (EI). Otros, más numerosos, apuntan a milicias
proiranís que campan por todo el territorio iraquí y a quienes ya se ha
visto disparar a la muchedumbre. No hay ninguna certeza, pero la entrada en
escena de francotiradores demuestra que Iraq se encuentra atrapada en una
espiral de violencia cada vez más incontrolable.
.
Según varios balances, como el realizado por el Ministerio iraquí de Sanidad
y la agencia de prensa Reuters, la jornada del domingo 6 de octubre se saldó
con un total de 100 muertos, muchos de ellos por bala, y unos 4.000 heridos.
La mayoría de los fallecidos fueron identificados en las siguientes 48
horas. A excepción de algunos policías, las víctimas son jóvenes chiitas
–los sunitas y los kurdos no participan en las manifestaciones- que,
desesperados ante la ausencia total de futuro, salieron, el pasado martes, a
las calles de la capital, también de pequeñas y grandes ciudades al sur del
país. El domingo 6 de octubre, el gran suburbio chiita de Sadr City, cerca
de Bagdad, se vio salpicado por fuego y sangre.
Para el primer ministro iraquí Adel Abdel-Mehdi, la gota que habría colmado
el vaso habría sido, hace unos diez días, el cese del general de tres
estrellas Abdel-Wahhab al-Saadi de su puesto como comandante de la sección
antiterrorista, para enviarle a perder el tiempo a una lóbrega oficina del
Ministerio de Defensa. El oficial es considerado como un « héroe nacional »,
en particular por la juventud chiita iraquí, que ha seguido sus éxitos
militares, a la cabeza de la célebre « División Dorada », la principal
unidad iraquí en la lucha contra el Estado Islámico, durante las batallas de
Baji, Tikrit, Falloudja y Mosul. A diferencia de otros generales iraquís, él
se dejaba ver en primera línea.
« ¿Cómo han podido echarle? Era el único responsable del país competente y
sin corromper. Nada funciona en Irak y el único quehacer que ha encontrado
este Gobierno es echarle », se indignaba entonces Mohammad Y, un ingeniero
residente en Bagdad.
Unos días más tarde, Irak estallaba. Si bien las manifestaciones comenzaron
el pasado martes en Bagdad, rápidamente se extendieron al sur del país –en
particular a las ciudades de Nassirya, Amara, As-Shatrah o Hilla -, región
de donde procede de la familia del general Saadi.
¿El despido del oficial es realmente la chispa que desató la cólera popular?
« Hubiera estallado incluso sin su destitución, digamos que fue la
provocación de más -responde la politóloga Myriam Benraad, investigadora
asociada en el Instituto de Investigación y Estudios sobre los Mundos Árabes
y Musulmanes (Iremam) y autora de L’Irak, par-delà toutes les guerres: idées
reçues sur un État en transition (Irak, más allá de todas las guerras: ideas
sobre un Estado en transición, editado por Le Cavalier bleu)-. El general
Saadi no solo era apreciado por la juventud chiita, sino también por los
sunitas, por las minorías en general, e incluso por los kurdos. Y este
hombre, visto por la población como providencial, ha sido revocado por
personas que son mal consideradas por el pueblo. No es de extrañar que esto
termine mal ».
Sin tener en cuenta que las razones que alimentan la cólera y la indignación
no faltan en Irak. « Las manifestaciones en Irak son el grito de una
juventud abandonada y desesperada. Son espontáneas, no partisanas, nadie las
manipula, como el poder trata de hacer creer », se exalta el politólogo y
especialista en Oriente Próximo Khattar Abou Diab. Subraya que, a pesar de
las ganancias del Estado ligadas al petróleo -entre 400.000 y 500.000
millones de dólares desde la caída de Saddam Hussein en 2003-, los servicios
públicos son inexistentes o están abandonados a su suerte. Actualmente, Irak
exporta 3,5 millones de barriles de petróleo al día.
El balance es terrible: el desempleo alcanzaría el 40% y afectaría a uno de
cada cuatro jóvenes en Bagdad. Los cortes de electricidad ocurren a diario y
la falta de agua potable afecta a localidades del sur del país. Los
funcionaros reciben sus pagas con meses de retraso, aunque son
indispensables para el funcionamiento del país. Pero, lo que también explica
la cólera popular, es la corrupción que devora a toda la clase política:
Irak es el décimo país más corrupto del mundo.
A este problema se añade otro: la extrema violencia de la represión ejercida
por las brigadas antidisturbios que, desde las primeras horas de las
manifestaciones en Bagdad, dispararon con balas reales a los manifestantes
para dispersarlos e impedirles entrar en la « zona verde » de la capital,
donde se encuentran reagrupadas las principales instituciones y las
embajadas extranjeras. « Los errores y la lentitud del Gobierno no
justifican los excesos de los manifestantes, pero estos excesos tampoco
justifican la violencia de las fuerzas del orden », reconocía hace unos días
un alto diplomático iraquí, actualmente en Bagdad. Después, se sumaron los
tiros de los francotiradores.
Para tratar de contener la cólera, el Gobierno ha impuesto, sin éxito, un
toque de queda. También ha inhabilitado el acceso a Facebook y,
seguidamente, a la totalidad de internet.
Prueba del resentimiento hacia las milicias, acusadas de contribuir a la
parálisis del país, los edificios que ocupan también se han convertido en el
objetivo de los manifestantes. En particular los de Hachd al-Chaabi («
Fuerzas de Movilización Popular », en español), una coalición de milicias
paramilitares de mayoría chiita y proiranís.
Al parecer, estas milicias habrían presionado al Gobierno para que se
deshiciese del general Al-Saadi, quien, por su parte, no las tiene ningún
aprecio. « En Irak, hay una brecha de la que no se habla pero que es
patente: entre civiles y militares. Mientras hay un rechazo de la población
por las élites civiles, que no han jugado ningún rol en la guerra contra los
yihadistas, el ejército perdura, en revancha, como la única institución
tratada con respeto. Las milicias, que son fuerzas ligadas a partidos, ya no
son bien recibidas, a diferencia de los militares que cuentan con la estima
de la población », explica Myriam Benraad.
Lo que también llama la atención es que quienes encarnan el cambio en Irak
también han sido marginados por los manifestantes. Es el caso del Partido
Comunista o de Moqtada al-Sadr, el religioso prácticamente sin grado, rudo y
exaltado, que pretende erigirse como la voz de los mostazafín (los «
desheredados »), cuya lista « Sayroun » ( « La Marcha »), ganó las últimas
elecciones generales, en mayo de 2018, y constituye la principal fuerza de
oposición. Incluso si reclama la dimisión del Gobierno y la celebración de
elecciones legislativas anticipadas bajo la supervisión de observadores
internacionales, quien siempre se apresura a agitar la causa chií, debe
hacer frente a una evidencia: esta vez, por primera vez, el pueblo chiita no
está con él.
Incluso la Marjaya, la gran institución chiita que, aunque es
ultraconservadora, es venerada por todos los fieles de esta confesión,
tampoco se escapa de esta tormenta. El gran ayatolá Ali al-Sistani, cuya
palabra suele ser escasa, insistió en la necesidad de que el Gobierno no
recurriera a la fuerza y fue severo con la clase política iraquí,
denunciando su incapacidad a la hora de resolver los problemas del país.
« Es triste que haya habido tantos muertos, tantas víctimas y destrucción.
El Gobierno y los partidos políticos no han respondido a las
reivindicaciones del pueblo sobre la lucha contra la corrupción, y no han
hecho nada en el terreno. El Parlamento carga sobre sus hombros la principal
responsabilidad de lo que está ocurriendo », declaró, en una carta leída por
su representante, el pasado viernes, durante un sermón en la ciudad santa de
Kerbala.
Sin embargo, eslóganes criticándole han sido escuchados durante las
manifestaciones, lo que no tiene precedentes. « Incluso figuras como Al-Sadr
o Al-Sistani, que marcan distancias con el Gobierno, son rechazadas. Los
manifestantes no les dejan de lado. También son considerados responsables:
prometieron cambios y reformas que nunca ocurrieron », comenta Myriam
Benraad.
Cierto, el viejo ayatola continúa siendo la gran figura de la comunidad
chiita, pero comienza a comentarse en Irak que él forma parte del problema.
Es él quien, tras la caída de Saddam Hussein, en abril de 2003, junto a los
estadounidenses y los partidos chiitas, ha terminado colapsando el actual
sistema político, el mismo que tiene una enorme responsabilidad en el caos
actual.
Para el primer ministro, un exmaoísta convertido en fundamentalista chiita,
cuya nominación, apoyada tanto por Teherán como por Washington, resulta de
un compromiso entre diferentes partidos, el futuro se anuncia incierto.
Pretendiendo que la clase política iraquí es solidaria con los manifestantes
-« nosotros no vivimos en torres de marfil, caminamos entre ustedes en las
calles de Bagdad », declaró-, es, sin embargo, quien desde el comienzo de
los disturbios, ha ordenado el uso de la fuerza. Hoy, podría servir como un
fusible, especialmente porque no tiene fuerzas significativas a sus espaldas
para apoyarlo.
« Hay una fuerte demanda de ciudadanía entre los manifestantes. Es muy
importante para ellos ser ciudadanos de pleno derecho. Sin embargo, se
sienten traicionados por todas esas buenas personas de la política que,
desde 2003, están en el poder y no han hecho nada. Actualmente, estamos en
una semidemocracia, ciertamente con elecciones, pero sin que la población
esté representada. Y debe recordarse que fue la severa represión de 2008
[contra la población de ciertas ciudades sunitas que se rebeló] lo que trajo
a los yihadistas. Aquí, por primera vez, tenemos una juventud chiita que se
rebela contra el poder chiita. Y debemos preguntarnos: ¿qué es lo que lo ha
provocado? », se interroga la investigadora.
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